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Críticas de Benjamín Reyes
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Críticas 117
Críticas ordenadas por utilidad
2
19 de julio de 2015
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1984 se estrenaba una modesta película de ciencia-ficción de serie B titulada “Terminator”, dirigida por James Cameron, que sorprendió a propios y extraños, creando un nuevo icono cinematográfico: el T-800, tejido vivo sobre endosqueleto de metal. Siete años después se estrenó una espectacular secuela, repleta de innovadores efectos especiales, obra de Stan Winston. Estas dos películas crearon un puñado de escenas que han dejado una huella indeleble en la retina del espectador, así como algunas frases que se han convertido en un verdadero soniquete (“Volveré o “sayonara baby”) e, incluso una banda sonora, con algunos pegadizos compases, que todo el mundo sabe tararear.
Luego vendrían otras dos entregas, instantáneamente olvidables, a la que ahora se suma una quinta entrega a la franquicia. “Terminator: Génesis” se sitúa en 2029, año en el que la Resistencia se percata de que las máquinas han lanzado su propia versión de la primera arma táctica de desplazamiento por el tiempo, enviando un Terminator a matar a Sarah Connor antes de que conciba al futuro líder de la resistencia humana. De tal manera que el argumento de “Terminator: Génesis” se ha convertido en una especie de cinta de Moebius rayada, que llega a convertirse en un desbarajuste y producir verdaderas situaciones hilarantes sin pretenderlo con diálogos que rozan la absurdez sobre la conjunción de tres líneas temporales. Salvando las distancias de los efectos especiales, se encuentra más cercana a “Los cronocrímenes” (2007), de Nacho Vigalondo, que a la seminal “Terminator”.
“Terminator: Génesis” se constituye en una infame quinta entrega que arrastra por el lodo toda la saga. Una saga que cinematográficamente se acabó con la segunda entrega. Sobran las tres últimas, pero ya se sabe que la taquilla manda. Incluso los efectos especiales dejan una sensación de “déjà vu”, reincidiendo en los mismos efectos de mercurio líquido de “Terminator 2”. De hecho, lo único que hace “Terminator: Génesis” es revisitar los espacios fílmicos de la primera y segunda entrega. Como no, Arnold Schwarzenegger vuelve a protagonizar el rol del T- 800, al que ya llaman “El abuelo”, y cuya frase estrella ahora es: “Viejo, pero no obsoleto”. Le secundan unos renovados Sarah Connor (encarnada por Emilia Clarke) y John Connor (interpretado por Jason Clarke). El desaguisado está dirigido por Alan Taylor, realizador de algunos capítulos de “Los Soprano”, “Mad Men” o “Juego de tronos”, demostrando que en las superproducciones da igual quien las dirija, ya que son los productores los que toman las decisiones de mayor importancia, que para eso ponen el dinero.
Como curiosidad cabe reseñar que el número total de armas empleadas en este “blockbuster” alcanza la cifra de 500, que varían en función de las líneas temporales. En 1984 el T-800, de quien veremos una musculada réplica en silicona, va armado con una Remington 1100, mientras que en 2017 va pertrechado de Benellis M3 y M4.
De toda esta serie inacabable de precuelas, secuelas y remakes con las que Hollywood nos bombardea en los últimos años solo recuerdo haber visto dos títulos dignos de mención: “Mad Max: furia en la carretera” (2015) y “El origen del planeta de los simios” (2011), con esta última, “Terminator: Génesis” comparte una localización en el Golden Gate de San Francisco. Hasta aquí las coincidencias.
Por todo lo expuesto, “Terminator: Génesis”, tiene el dudoso honor de ser una de las peores filmes estrenados este año en la cartelera española junto a títulos inefables como “50 sombras de Grey”, “Cómo acabar sin tu jefe 2”, “A todo gas 7” o “Cómo sobrevivir a una despedida”. No hay nada en “Terminator: Génesis” que justifique su visionado, ni una frase ni una escena, convirtiéndose en un auténtico descalabro fílmico. Viene a colación una de las moletillas de la segunda entrega: Sayonara baby.
Benjamín Reyes
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2
11 de octubre de 2014
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A principios de los 90, Santiago Segura dirigió y protagonizó el cortometraje “Evilio”, en la que encarnaba a un pordiosero psicópata que caía simpático porque se dedicaba a matar pijos, en el que ya se podían rastrear algunos rasgos “torrentianos” como el uso de cameos de sus amiguetes (David Trueba y Jorge Sanz se sumaban a un grupo de neonazis que zurraba a patadas al que era el embrión de Torrente). En 1998 estrenó la primera parte de “Torrente”, en la que Segura supo captar la esencia de una parte de la sociedad española y pergeñó un personaje que sublimaba características de personas reales que cualquiera se puede encontrar cualquier día en la calle de cualquier ciudad española. Hasta aquí no hay nada que objetar. El problema estriba en que Segura ha rodado tres cortometrajes, dos evilios y “Perturbado” (1994), y cinco largometrajes, cinco torrentes. Y Santiago Segura tiene suficiente talento para emprender otro proyecto y dejar de seguir explotando la gallina de los huevos de oro. La primera parte de la saga era un chiste divertido, pero a base de repetirlo hasta la saciedad ya no tiene ni puñetera gracia.
La quinta entrega es una especie de cruce bastardo entre “Atraco a las tres” (1962) y “Ocean´s Eleven” (2001), en la que incluso cuenta con una estrella de Hollywood: Alec Baldwin. A la cuchipanda de frikis se suman Fernando Esteso (ya había aparecido fugazmente en la cuarta), los cómicos Julián López, Carlos Areces, Barragán y Florentino Fernández, las televisivas Angy Fernández y Anna Simon, las actrices Neus Asensi y Chus Lampreave, los cutre-personajes Cañita Brava y Leonardo Dantés, así como el extorero Jesulín de Ubrique, en su debut cinematográfico (que se ríe de sí mismo: “Yo por los toros mato”). Esta especie de pandilla basura prepara el golpe merendando Cola-Cao y magdalenas. Sin comentarios.

El filme comienza poniendo en entredicho los referentes “torrentianos”: la escultura del Fary mancillada o el estadio del Atlético de Madrid derruido en una secuencia que parodia el final de “El planeta de los simios” (1962), en la que Segura sustituye a Charlton Heston y el Vicente Calderón a la estatua de la Libertad. En realidad “Torrente 5” no es una película sino una sucesión de gags, que por repetidos carecen de gracia. Por supuesto no podía faltar el chiste totémico de “nos hacemos unas pajillas” (esta vez con variante “jadeinómana”). Segura repite la fórmula de la cuarta entrega: humor escatológico y explosiones, aunque esta vez hay poca carnaza, que casi se limita al personaje de Neus Asensi, que repite su rol de casquivana “sex-symbol” de la primera.
Lo que diferencia a esta secuela de las otras es su “discurso” político. Segura retrata a una España de circo y pandereta. Una España miserable en la que los españoles son “neoesclavos” de un sistema injusto y corrupto, en la que edad mínima de jubilación se prolonga a los 72 años, que ha salido de la Unión Europea y ha vuelto a la peseta. Por supuesto no faltan los chistes sexistas, racistas y homófobos inherentes a la sociedad española más rancia. Torrente se internacionaliza, no solo con la presencia de un Alec Baldwin, que alterna inglés y un español macarrónico, sino con la llegada de la “troupe” “torrentiana” a un país sudamericano sin especificar.
Marca de la casa son los cameos. Entre el desfile de rostros conocidos nos encontramos con Pablo Motos, El Hombre de Negro, la Campanario, Falete (el más divertido), Gran Wyoming, Imanol Arias, Buenafuente, el ubicuo Mario Vaquerizo, Ricardo Darín, Andrés Pajares (auto parodiándose) y hasta Chiquito de la Calzada.
Lo único que se salva de esta falla cinematográfica es una pequeña animación que antecede un homenaje al desaparecido Tony Leblanc. Aunque solo sonreí en dos ocasiones, al público de la sala del pase dominguero al que asistí parecían hacerle gracia la mayoría de los consabidos chistes. Está claro que tiene un público fiel que demanda este tipo de humor soez y vulgar. Por cierto, si quieren ver una buena y elegante comedia sobre el robo a un banco, tienen un visionado pendiente con el cásico “El quinteto de la muerte” (1955). Las risas ahí sí están garantizadas.
Benjamín Reyes
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4
18 de noviembre de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tom Cruise saltó a la fama con la comedia adolescente “Risky Businnes” (1983) y se convirtió en un icono de los 80 con “Top Gun” (1986). Desde entonces sus películas han recaudado en la taquilla mundial 7.858 millones de euros, siendo su título más exitoso “Misión Imposible: Protocolo Fantasma” (2011), con 625,9 millones recaudados. Sin embargo, con “Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás” ha pinchado en la taquilla con solo 20,5 millones recaudados en Estados Unidos.
Tom Cruise representa el vestigio de una era en la que las estrellas de cine dominaban la taquilla. Con 54 años sigue compitiendo con fulgurantes y hercúleos actores y sigue protagonizando cintas de acción a raudales. El espectador sabe que esperar de una de sus películas. Otra cosa es su calidad. Atrás quedaron tres nominaciones a los Óscar: “Nacido el 4 de julio” (1989), “Jerry Maguire” (1997) y “Magnolia” (1999, su mejor papel encarnando a un gurú sexual), y el intento baldío de demostrar sus dotes interpretativas en “Eyes Wide Shut” (1999), poniéndose a las órdenes de Stanley Kubrick.
En “Jack Reacher: Nunca vuelvas atrás” vuelve a encarnar a un héroe de acción, que representa una vuelta de tuerca moderna al personaje del forastero misterioso. El paradigma de la historia americana es el Oeste, donde un jinete misterioso entra en escena, resuelve el problema y se aleja cabalgando hacia la puesta de sol. Y eso es en el fondo lo que es Jack Reacher.
Como afirma uno de los guionistas, Marshall Herskovitz. “A todos nos gustaría ser el personaje que planta cara a los malos, y Reacher es ese individuo que se convierte en fuerza retributiva de la justicia. Va por libre y no le tolera tonterías a nadie”. Y ahí reside el secreto de por qué la gente, al margen de la presencia del sempiterno Tom Cruise, va al cine a ver una historia que ha visto hasta el hartazgo.
Esta segunda película de la saga Jack Reacher plasma en imágenes la decimoctava novela del autor Lee Child de su serie de éxito homónima, que ha vendido 100 millones de ejemplares en todo el mundo. Si usted es de esos que solo quiere ver una película para “pasar el rato”, repantíguese en la butaca y disfrute del espectáculo. Si no le gusta no pasa nada, Cruise ya prepara la segunda parte de “Top Gun” y la sexta de “Misión imposible”. Tenemos Tom Cruise para rato.
Benjamín Reyes
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5
20 de mayo de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El caso del realizador catalán Jaume Collet-Serra es cuando menos sintomático. A los 18 años emigró a Los Ángeles a probar suerte en la meca del cine. Tras foguearse en videoclips y anuncios publicitarios consigue que el productor Joel Silver (“Arma letal”, 1987; “Matrix”, 1999) se fije en él. Ha dirigido seis largometrajes de ficción, cinco en el seno de Hollywood. Dos de sus primeros trabajos (“La casa de cera”, 2005 y “La huérfana”, 2009) eran cintas de terror dirigidos a un público adolescente, “¡Goool 2! Viviendo el sueño” (2007) era una ¿película? británica centrada en el equipo de balompié Real Madrid, en cuyo disparatado reparto se podían ver desde Iker Casillas a Rutger Hauer (“Blade Runner”, 1982) pasando por Carmelo Gómez.
Sus tres últimos trabajos se engloban dentro del cine de acción. Todos encabezados por Liam Neeson: “Sin identidad” (2011), “Non-Stop (sin escalas) (2014) y la que nos atañe “Una noche para sobrevivir” (2015). Todas están cortadas por el mismo patrón. Son filmes de uso y consumo ya que Collet-Serra le da al público lo que quiere ver: trepidantes películas de acción que solo pretenden entretener.
En las propuestas fílmicas de Collet-Serra prima la forma sobre el contenido por eso el argumento de “Una noche para sobrevivir” (el original “Run All Night” es más literal) es de lo más sencillo. Se centra en la historia de una venganza, un mafioso quiere vindicar la muerte de su hijo, trufada con un conflicto paternofilial en el que el padre busca redimirse. Por lo que “Una noche para sobrevivir” es un mero entretenimiento visual que cumple su cometido con satisfacción, superando el tedio que supuso su anterior “Sin identidad”. A lo largo del metraje veremos una solvente persecución de coches por las noctámbulas calles neoyorquinas, peleas, tiroteos y varias huidas a pie.
Collet Serra se recrea en estéticas panorámicas del “sky line” de Nueva York, en planos cenitales (destaca el que abre la película, en el que el moribundo protagonista nos revela sus últimos pensamientos) y en vertiginosos travelín. Todo para enmascarar una trama tan trillada que queda suplida con las correctas interpretaciones de Liam Neeson y Ed Harris -a las que se suma la anecdótica presencia de Nick Nolte-, aunque alejadas de las más recomendables “Caminando entre las tumbas” (2014), en el caso de Neeson, y “Una historia de violencia” (2005), en el caso de Harris. “Una noche para sobrevivir” carece de la solidez de “thrillers” recientes como el citado “Caminando entre las tumbas” (2014) o “Cruce de caminos” (2012), y se sitúa en las antípodas del cine de mafiosos que encarna “Donnie Brasco” (1997), pero consigue que el espectador que haya pagado una entrada y busque una mera evasión salga satisfecho del cine. Es más de lo que se puede decir de la mayoría de las películas que se estrenan anualmente en salas comerciales en España.
Benjamín Reyes
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Rocknrollers
Documental
España2016
6,6
98
Documental
7
14 de noviembre de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El artífice de las excelentes “La madre muerta” y “Alas de mariposas” conoció el tremebundo éxito de “Airbag” y luego se desencantó de la industria del cine tras el fracaso que supuso “Frágil”, refugiándose en documentales de índole musical como “Historia de un grupo de rock” o este “RockNRollers” (con el paréntesis que supuso “Rey gitano”).

Tras un prólogo de un minuto en el que se muestran imágenes tradicionales de Vitoria Gasteiz, se ve a un sorprendido senescente ataviado con chapela, que da paso al sonido del rock and roll.

“RockNRollers” homenajea la historia del Azkena Rock, festival vasco en el que han actuado leyendas del rock como Iggy Pop, Alice Cooper, Deep Purple, Kiss, Sex Pistols, Pearl Jam o Slash, de Guns´N´Roses. Incluye entrevistas a Rich Roberson (The Black Crowes), Rob Zombie, Genne Simmons (Kiss) o Juliette Lewis. No obstante, no se centra en exclusiva en los músicos sino que le da la voz al público, en el que hay gente que se ha casado tras conocerse en el festival. También muestra cómo Azkena Rock se ha convertido en un lugar de peregrinación para los roqueros de toda España y parte de Europa.

“RockNRollers” glosa la historia del festival roquero, que empezó en una pequeña sala en 2002, sazonándola de anécdotas como la que protagonizó en 2004 Screaming Cheetah Wheelies cuando se fue el sonido y Mike Farris cantó a capela, o cuando The Pogues exhibió emblemas proetarras y exclamó: ¡Viva ETA!, así como el enfado de Johnny Rotten, de Sex Pistols, cuando en 2008 le arrojaron objetos que impactaron en su cara.

“RockNRollers” no se limita a contar la historia del Azkena Rock sino que hurga en los orígenes del rock y en su esencia por eso el documental viaja a Nueva York y recoge testimonios de un nutrido grupo de músicos sobre su primer acercamiento al rock. “RockNRollers” refleja que el rock es un sentimiento, un estilo de vida que busca la libertad.
Benjamín Reyes
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