Las calles de San Francisco es una serie policial clásica, largamente difundida, de esas que se disfrutan sobre todo en la infancia. Se destaca Karl Malden, con su aplomo y su mirada severa, secundado por un colaborador joven encarnado por Michael Douglas. La serie tiene buen suspenso, ritmo, cierta profundidad en la psicología de los delincuentes, en conjunto es bastante lograda. Encuadrada en las sinuosas calles de la ciudad del epígrafe, resulta bastante recomendable.

Un misterioso asesino serial mata gente bajo la lluvia. El escenario es la ciudad de Buenos Aires de la década del cuarenta. Cuando andando el tiempo todas las huellas se dirigen a una bien puesta pensión llamada Babel, todo hace suponer que el asesino se aloja allí. El implacable sujeto tiene una carta de presentación. Firma con clara grafía "S. López" y clava un cartelito con un alfiler sobre las víctimas. Babel (nombre bien elegido) es una variopinta reunión de personas de distintas profesiones: un ruso que juega al misterio, un presunto hindú con turbante que hace trucos de magia, un intelectual, un relojero...Cuando alguna pista conduce a alguno de ellos, desafortunadamente el asesino vuelve a actuar, desvaneciendo la hipótesis. Sobre estas bases se asienta el film que es atrayente en su concepción, con logradas actuaciones y buen ritmo, música y suspenso. Recomendable.

Este corto, clasificable como documental-experimental, refiere las técnicas de natación del múltiple campeón de ese deporte de apellido Taris. La cinta se puede ver con interés, no extraordinario, pero sí como una curiosidad ya que tiene algunos condimentos como filmación subacuática, retrocesos de escenas y, principalmente, como recurso más atrayente, un final bastante surrealista que llama la atención y hace levantar bastante el puntaje.

Esta no es, exactamente, una película estupenda. Exhibe, no obstante, algunos aciertos humorísticos. Es un pasatiempo liviano, que puede verse, en mi opinión, en alguna tarde en que uno tiene un hueco, un vacío y, a falta de algo mejor que hacer, se llena la brecha con este film -medianamente gracioso-. En mi opinión no vale la pena verla en el cine, es decir, es mejor verla en televisión, porque no se justifica gastar el importe del boleto para la pantalla grande, aunque claro, ésta es una opinión muy personal. Es una sátira burlesca de las aventuras del legendario Robin de Sherwood, sajón rebelde que ataca a los dominadores normandos. Dicho sea de paso, me pareció mucho más cómica (aún cuando no estaba en los planes del director ni del guionista) una antigua película de Robin Hood, de los tiempos del cine mudo, en que para demostrar -seguramente- la tradicional "actitud alegre" del héroe inglés, igual que la de sus amigos o secuaces, Robin se pasa el 95 % de la película agitando y abriendo bruscamente los brazos de par en par y efectuando persistentes y curiosos saltitos, acompañados de una sonrisa permanente de oreja a oreja...en fin.

Este clásico de la filmografía, rodado en blanco y negro y encabezado protagónicamente por Glenn Ford, refiere la historia de un profesor que desarrolla sus clases en una escuela de Estados Unidos teniendo como público a alumnos de origen marginal, algunos de los cuales lo hostilizan y que son, en algunos casos, delincuentes, es decir, algo más que "bravucones". Por otro lado, padece una relación que tiende a estropearse por malentendidos -en alguna medida por actitudes intencionadas- con su mujer. A mí, francamente, no me deslumbró, el ritmo me resultó algo lento para estos tiempos, aunque reconozco que hay películas también viejas que me resultaron mucho más interesantes. Considero que esta realización es entre interesante y buena y, aunque dudo en cuanto a la calificación que merece, por una actitud generosa en el sentido de que -ante la vacilación- prefiero inclinar la balanza hacia arriba, la defino como de siete puntos.