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España España · Calafell
Críticas de kakihara
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
8
7 de septiembre de 2010
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es esta una película que tarda en adquirir la condición de film de culto lo que tarda en prepararse un bol de ramen instantáneo. Y es que la sensación durante el visionado de esta perla es la de encontrarse ante la “película japonesa definitiva”. ¿Y por qué? Pues porque contiene el auténtico espíritu del cine japonés contemporáneo, desde el cine Kaiju-Eiga a pleno color derivado de las secuelas de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki (Godzillas y compañía), pasando por las más evasivas Ultraman y sucedáneos, hasta llegar a esa década de los 90, donde la búsqueda de la innovación en el cine japonés pareció no tener límites (nuevos esquemas narrativos, nuevas estéticas, mezcla saturada y desenfadada de géneros, etc).

Y Big Man Japan es fiel a todo esto, utilizando el itinerario del falso documental con una lenta cadencia (que no aburrida) que queda alternada con espectaculares y jodidamente ingeniosas escenas de moderno Kaiju-Eiga digitalizado. El contraste que crea la combinación de las entrevistas a nuestro héroe, el “gran” Daisato, repletas de humor absurdo e intimistas en el sentido más cachondo del término, con las breves pero intensas riñas contra los monstruos gigantes hacen de esta película algo muy grande. Y se crece más aun cuando empezamos a ver un trasfondo nacionalista, donde se “engrandece” el espíritu del ciudadano japonés, más allá de sus múltiples defectos; soy freaky, pervertido, conservador, militarista y sumiso, pero soy japonés; y estoy orgulloso de serlo.

Los diseños de esas aberraciones gigantes son descacharrantes; un muñeco “Michelin” con un inútil brazo cerrado o una especie de rata-pollo con un único ojo extensible en lugar de testículos son algunos de los ejemplos que nos recuerdan a aquella maravillosa época de los 32 bits en la que aparecieron en plataformas como la Sega Saturn juegos tan originales como Fighters Megamix (con el Sr. Pepsi o los virtua Fighters cabezones como emblemas). Y no en vano en la primera secuencia de acción de este film podemos ver a nuestro héroe pasar por entre unos edificios que dejan entrever las gigantescas letras de SEGA.

Poco caso a aquellos usuarios que hablan de una cinta soporífera; y mucha atención a ese desenlace inolvidable que acaba de escribirse sobre mi retina con letras de gomaespuma.

Solo los japoneses consiguieron programar los mejores y más originales videojuegos de la historia; y solo ellos han sido capaces de hacer una película como Dai-Nipponjin.

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
kakihara
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10
25 de enero de 2014
24 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una ocasión, se organizó un cineforum en el cine Christine de Paris, donde asistieron algunas de las personalidades más relevantes que ha dado la Humanidad. El film que se proyectaba, “Los Amantes de Pont-Neuf”, suscitó tantas y tan intensas emociones, que el cine-forum no se llevó a cabo. Los asistentes salieron de la sala, uno a uno, en silencio, interiorizando todo aquello que habían sentido a lo largo de los 125 minutos de metraje. Al cruzar la puerta de salida, empezaron a tener la imperiosa necesidad de expresar sus impresiones más inmediatas:

Marc Chagall: “Amigos míos, el arte es sobretodo un estado del alma, y el alma de Leos Carax está loca de amor”.

Alejandro Dumas: "El arte necesita o soledad, o miseria, o pasión, pero el film de Carax está cargado de las tres: dos míseras almas en pena cuyos caminos se cruzan en un puente en construcción. Uno busca el amor y la otra, huye de él".

Kant: "Y yo que creía que la belleza artística no consistía en representar una cosa bella, sino en la bella representación de una cosa... Pero tras ver Los Amantes de Pont-Neuf y ver reunidas tal amalgama de cosas feas, me pregunto por qué tengo la sensación de haber presenciado algo tan bello...".

Goethe: "Pues muy sencillo Immanuel: si yo pinto mi perro exactamente como es, naturalmente tendré dos perros, pero no una obra de arte; pero Carax logra pintar dos personajes como Alex y Michele, absolutamente únicos e irreconocibles. No conozco a un vagabundo como Alex, y tampoco a una pintora bohemia como Michelle".

George Bernard Shaw: "Pues yo creo que los espejos se emplean para verse la cara, para ver el deambular errático de Alex y Michelle en medio del asfalto parisino teñido de negro y luces de neón; pero el arte se emplea para verse el alma, para escarbar en aquello profundo e inexplicable que los mueve en su paseo nocturno".

Hipócrates de Quios: "La vida es breve, como lo es la de Alex y Michelle; el arte, largo como lo es la huella que deja el film de Carax; la ocasión, fugaz como lo es el danzar de los amantes bajo una explosión de colores o la decisión de saltar a las profundidades del río Sena y elegir entre la muerte y pasar el resto de sus vidas juntos en La Havre. Y todo, en una fracción de segundo".

Helen Rowland: "Las locuras que más se lamentan en la vida de un hombre son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad; a buen seguro, Alex no tiene nada que lamentar".

Pablo Neruda: "En un solo beso de Alex, Michelle descubre todo lo que ha callado; en una sola carrera por la playa, desnudos y alegres como críos, con la flauta de Alex apuntando al cielo, Michelle descubre todo lo que les queda por recorrer".

En ese preciso instante, Nietzsche, el último en salir de la sala, se acerca meditativo al grupo de contertulianos.

Friedrich Nietzsche: (sin mirarlos) "En el amor siempre hay algo de locura, más en la locura siempre hay algo de razón, pero nunca imaginé que en Los Amantes de Pont-Neuf existiera tanto amor, tanta locura, y tanta sinrazón".

Goethe: "Pero amigo Nietzsche, la locura de Alex no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma".

Friedrich Nietzsche: "¿Y a no permitir que Michelle pueda volver a ver, lo llamas razón? ¿A arriesgar su vida arrastrándola al río junto a él, lo llamas razón?
Y que conste que yo no soy, en absoluto, tu amigo..."

Goethe: (tembloroso): Tranquilícese sr. Friedrich, no era mi intención contrariarle.

Nietzsche le propina un fuerte puñetazo a Goethe, que cae inconsciente en la acera del nº 4 de la Rue Christine, a escasos metros del Pont-Neuf. Los carabineros se acercan para dispersar a los intelectuales. Suenan las ambulancias. Nietzsche se escabulle entre la multitud y cruza hacia la otra acera. De pronto, junto al Hotel Relais Christine, Nietzsche presencia cómo un cochero castiga brutalmente a latigazos su caballo. Nietzsche se acerca conmocionado al carruaje y se abraza fuertemente al caballo. Todo el mundo queda atónito ante tan sublime instante. La secuencia resulta del todo emotiva. Los intelectuales empiezan a aplaudir desde el otro lado de la calle. Los carabineros intentan sin éxito calmar la euforia. Goethe, sentado en el suelo y aun sangrando por la nariz, se une a los aplausos. Ahora el que recibe los latigazos es Nietzsche, que resiste, abrazado al caballo.

La escena resulta intensa, loca, absurda, imprevisible y conmovedora. Como lo ha sido la obra maestra de Carax. Como lo es y siempre será, el Séptimo Arte.
kakihara
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9
20 de mayo de 2012
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decimocuarta película de Buñuel (y la octava, dentro de su etapa mejicana) que representa una de las obras más personales e intransferibles de su larga trayectoria. La película narra con precisión de cirujano el proceso de autodestrucción de un hombre que vive atrapado por la paranoia provocada por los celos. Interpretado por Arturo de Córdova seguramente en la mejor interpretación de su carrera, el personaje protagonista de Francisco Galván retiene parte de las características que definían a Buñuel, como el propio director reconoció en más de una ocasión. Galván, hombre obsesivo y tremendamente celoso, posesivo, fetichista de las piernas de las mujeres y obsesionado con la idea de que todos y todas lo respeten como a alguien importante, queda absolutamente prendado de la imagen de Gloria (interpretada por Delia Garcés). Su insistencia y perseverancia logran unirlos, trastocando por el camino la boda de Gloria con otro hombre. Gloria se convierte en una mujer sin libertad, encerrada en la mansión de Francisco, y éste se adentra poco a poco en su propio abismo, malinterpretando cualquier acción o mirada de su esposa, convirtiendo su matrimonio en una relación convulsa y tumultuosa, hasta el extremo de encerrarla con llave, prohibirle ver a su madre o incluso intentar asesinarla para luchar contra esos celos que lo corroen por dentro.

La película consigue profundizar en la psique de este hombre de forma sorprendente (y no en vano, tal y como recordara el de Calanda, fue proyectada en círculos médicos como orientación para tratar casos de paranoia). Todos los detalles están cuidados en ella, especialmente aquellos que aluden a la parte que de real tiene el personaje de Don Galván; su forma de caminar, muy propia de Buñuel, su carácter caballeroso y honor inmancillable, e incluso anécdotas que le sucedieron al propio Buñuel cuando era un adolescente y que recuerda en sus memorias (ahí queda ese magnífico momento en que Francisco, en la habitación del hotel, decide pasar una larga aguja por la mirilla de la puerta, sospechando que el antiguo amigo de Gloria les está espiando).

Como elementos negativos (si es que los hay), cabe apuntar el código en el que actúan algunos actores, especialmente el de la actriz Delia Garcés, cuya intervención adolece de una teatralidad excesivamente marcada. Pero la película consigue por méritos propios colarse entre las 10 mejores películas mejicanas de todos los tiempos y presumir de tener secuencias como la del campanario, en la que posteriormente se fijaría el mismísimo Hitchcock para su escena final de “Vértigo”.

“Él” es sin duda una película imperecedera que sobrevivirá el paso del tiempo como la película que mejor representa la personalidad única e irrepetible de Luís Buñuel.
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kakihara
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7
6 de enero de 2011
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesantísima película de uno de los directores coreanos que más han mantenido su condición de autor dentro de un mapa tan industrial como el surcoreano (salvo excepciones como Kim Ki-duk y Lee Chang Dong).

Sin desmerecer una de las 2 anteriores críticas que tildan esta propuesta de aburrida (a la otra no la podemos llamar crítica), está claro que Hong Sang So no es para todos los paladares, y en su cine hay que dejarse llevar por unos personajes que tienen su papel muy interiorizado y nos llegamos a creer absolutamente.

En esta una de sus primeras películas, se nos cuenta una especie de ménage à trois entre una jovencita no tan joven como para ser virgen (24 años) y la relación que mantiene con su jefe el productor maduro, y un joven amigo de éste, que entra en escena y queda absolutamente enamorado de ella.

Lo interesante de este film, a mi modo de ver, es la forma en que se narra para acabar hablando del destino (la ausencia del mismo, la capacidad de escoger) y de la genealogía de una relación sentimental. Da la impresión de que la película se nos narra desde el punto de vista de la no-tan-joven virgen, ya que se establece un punto de inflexión (magnífico por cierto) en pleno ecuador del film, en el cual la protagonista, en el momento en que ascendía una montaña en teleférico, reflexiona sobre el punto crítico donde había llegado su relación con el joven enamorado. Ello da lugar a una especie de flashback general que podríamos llamar "flashback de 2ª oportunidad". Sang So nos enseña cómo en ocasiones nos mostramos excesivamente interesados por la persona que nos atrae y esta nos hace la "cobra", cuando en la misma situación, midiendo nuestro temperamento sentimental y emocional, somos capaces de conseguir que ésta se sienta totalmente atraída por nosotros....

Destacar, por otra parte, los magníficos encuadres de Sang So, llenos de intención (con primeros y segundos términos) y al mismo tiempo cargados de belleza.

Y respecto al apartado negativo, lástima de una pobre banda sonora compuesta con organillo de gitano, rácana y monótona, que le resta algún que otro entero a la película, junto a ciertos errores técnicos, como el micro mencionado en otra crítica.

No me atrevería a recomendarla a todo el mundo, pero sí lanzo una baza a favor de este interesantísimo autor; aquellos que gusten de propuestas diferentes y personales hasta la médula, no pueden dejar de acercarse a este señor, y más aun cuando Intermedio acaba de editar un pack de lujo con 5 de sus últimas películas (entre las que se incluye la fantástica Turning Gate).

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kakihara
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6
31 de mayo de 2012
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extraño documental realizado por uno de los documentalistas más importantes que ha dado el cine catalán, Joaquin Jordà (que nos dejó en 2006 tras dirigir su última gran película, “Más Allá del Espejo”).

Monos como Becky, narrado con un particular y sutil sentido del humor y con una mirada absolutamente sana y desprejuiciada, pone a dos polos opuestos sobre la mesa; por un lado, los descubrimientos que hizo el Premio Nobel Egas Moniz en los 60, siendo el primer neurocirujano en practicar una nueva técnica (la lobotomía) a pacientes con trastornos mentales que consistía en perforar y dañar el lóbulo frontal de sus cerebros para eliminar aquellos impulsos incontrolados o inesperados (precisamente aquello que nos hace ser humanos y vivir de las emociones).

Por otro lado, Jordà nos sitúa en medio de un grupo de pacientes con problemas psicológicos varios y nos muestra sus inquietudes, pensamientos y sentimientos, contrastándolos con las polémicas prácticas del dr Moniz.

El documental plantea el conflicto desde el punto de vista más puramente ético y humanista y se puede leer como una limpia defensa de la imperfección humana. Los defectos psicológicos nos dan un atractivo como personas, todas diferentes y cada una con sus particularidades. Y aquellas personas que viven por debajo de los límites estandarizados de lo que se considera como “normalidad”, están llenas de emociones especiales que transmitir al exterior y que, de aplicárseles la lobotomía de Moniz, serían totalmente aniquiladas y extirpadas de su interior.

Brillante es el momento en que uno de los pacientes del grupo, que padece de esquizofrenia, elabora un monólogo claro y directo de cómo hay que tratar a un enfermo como él, y de la inutilidad e hipocresía de los métodos utilizados por la psiquiatría en general (estando presente junto a él un psiquiatra, que se lo mira sorprendido). Hasta el propio director se convierte en un paciente y colega más del grupo de personas “especiales”, con quien comparte momentos de mucha empatía.

Un documental interesante en su concepto y en la forma en que está narrado, que puede llegar a despistar por momentos, dado que algunos pasajes dedicados a explicar la figura de Moniz, pueden llegar a hacerse pesados. No obstante, un film recomendable.
kakihara
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