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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
4
26 de septiembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque se ha dicho que también tomó algunas ideas de otros cuentos de, Henry James (Los amigos de los amigos y La bestia en la jungla), <<LA HABITACIÓN VERDE>> es, esencialmente, una adaptación de, “El altar de los muertos”, un magnífico cuento que, James, escribiera en 1895, y en tal sentido, le hubiera venido mejor el título del escritor que el que se le ocurrió al director, François Truffaut, puesto que, es aquel un espacio escénico -ocurrencia suya- que desaparece muy pronto de la historia.

El guión, escrito por Truffaut, en compañía de Jean Gruault, con algunas variaciones, sigue no obstante y muy de cerca, la base argumental mantenida por el escritor estadounidense; y la historia del inglés, George Stransom (aquí convertido en el francés, Julian Davenne), estrechamente relacionado con La dama de luto, sin nombre personal -lo que podría contener latente un sensible significado, pero llamada en el filme, Cecilia Mandel, dándole así un carácter concreto-, está contada siguiendo buena parte de los diálogos del autor.

Entre ellos, ese altar a los que ya no están -erigido con la venia incluso de los obispos-, pues, para Stransom, la religión de los muertos es la suya propia… se erige como una complacencia con lo que los viejos parientes y amigos consiguen ser ahora, mucho mejor que lo que fueron en sus relaciones en vida.

James, profundiza mucho en este sentir extraño y obsesivo de su personaje, el cual fluye como un escape, y al mismo tiempo, como un represado deseo de tener aquel control que nunca se tuvo, pero, Truffaut -mucho más físico en su exposición de los hechos por decisión personal o acaso por falta de presupuesto que le permitiera acudir a los efectos especiales y visuales que, evidente y poderosamente, reclama la historia- deja de lado todo ésto, y el resultado es un filme que no consigue calar en la magnífica dimensionalidad que, con gran eficacia, describe el genial, Henry James.

El director francés, no atina ni un ápice en la escenografía, que no describe, pero sí sugiere las acciones que se desarrollan en, “El altar de los muertos”; y ni siquiera la iluminación o la fotografía de Almendros, consiguen dar cuenta de ese ambiente europeo que a, James, complacía enormemente, incluso tanto o más que su misma gente. A todo nivel, el filme luce escaso, renuente y superficial… y quizás, el momento más simpático -hecho para reservada complacencia de los más avezados-, es aquel en el que vemos los retratos de los “muertos” que ama Davenne... que no son otra cosa que los personajes que marcaron la vida del mismísimo, Truffaut: Su colega y amigo, el director Jean Cocteau; su íntimo amigo, el actor Oskar Werner, con quien se peleó dura y definitivamente durante el rodaje de su segunda película juntos, “Farenheit 451”; el escritor irlandés, Oscar Wilde; el compositor de la música del filme que nos ocupa, Maurice Jaubert… y hasta esa rememoración: “Éste es americano; le gustaba tanto Europa que acabó adoptando la nacionalidad inglesa (…) A través de él aprendí la importancia del respeto a los muertos”, que alude a... bueno, ya ustedes saben (o sabrán) a quien se refiere.

Nos toca quedar a la espera de una merecida adaptación de este magnífico cuento, el cual también enaltece el legado de ese gran escritor que fuera, Henry James.

Título para Latinoamérica: <<EL CUARTO VERDE>>
Luis Guillermo Cardona
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6
8 de septiembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hijo de un camionero y de una ama de casa, el estadounidense Arthur Herman Bremer, se crió junto a tres hermanos, siendo los dos primeros hermanastros de dos progenitores distintos. Su hogar fue siempre disfuncional y Arthur se crió como un chico retraído al que le daba mucha dificultad establecer relaciones en la escuela, donde además era objeto de matoneo y de burla por parte de sus compañeros de clase. Obtuvo siempre notas muy bajas y en su ser interior iba albergando un profundo odio por muchas personas… pero no interesó nunca a nadie su estado emocional, porque, como ocurre con otros niños a los que tampoco se presta atención, Arthur no era violento, se mostraba sumiso ante los adultos y no causaba ningún problema en el entorno social.

Cuando había cumplido los 21 años, Bremer mantuvo una relación con una chica de 16, llamada Joan Pemrich, la cual arruinó en su segunda cita, pues se puso a mostrar a la joven su colección de fotos obscenas y además habló muy morbosamente delante de ella. Joan rompió con él de inmediato, pero Arthur comenzó a acecharla, hasta que, un día, se afeitó la cabeza y explicó a ella que “como su cabeza, así de vacío se sentía por dentro”.

En un diario que había comenzado a llevar y en un hecho que sorprendería a todos, Bremer dejó un día escrito su plan de asesinar al presidente Richard Nixon o al senador George Wallace. Quería “hacer algo audaz, contundente y dinámico, una prueba de virilidad para que el mundo la vea”… El primero que se le puso a tiro fue el senador Wallace, quien, el 15 de mayo de 1972, tras un mitin se separó de sus guardaespaldas para dar la mano a los asistentes y Bremer le vació su pistola en el estómago. El juez sobrevivió y Bremer fue condenado a 63 años de prisión durante un juicio en el que logró decir una frase de profundo significado: “Sé que les gustaría que la sociedad sea protegida de personas como yo, pero a mi me hubiera gustado que la sociedad me hubiese protegido de mí mismo”.

Aquejado, por estos días, de una fuerte depresión que lo llevó al alcoholismo, el escritor Paul Schrader conoció esta noticia y mientras se hallaba convaleciente en un hospital, convirtió la historia de Arthur Bremer en un guión cinematográfico, en el que hará de su personaje, Travis Bickle, una suerte de ángel vengador en el que se conjugará el sentir de Bremer con respecto a los políticos, con el suyo propio respecto a lo que él llama “la escoria de la sociedad” y que incluye a “maleantes, traficantes, proxenetas, maricas, lesbianas”… En tal sentido, alternará la historia del atentado, con el drama de una niña de 13 años llamada Iris que, además de drogadicta, ejerce la prostitución al servicio de un proxeneta conocido como Matthew (“Sport” para ella).

Por este sendero, el personaje resulta magníficamente interpretado por Robert De Niro, pero la historia nada en aguas planas y muy turbias, porque de Travis Bickle solo sabemos que sirvió en la marina durante la guerra contra el Vietnam (no se rememora ni un solo incidente y no se puede dar por supuesto que todos de allí volvieron traumatizados) y que ahora se ha convertido en taxista mientras calma su soledad en las salas de cine pornográfico. Su esquizofrenia -cambio que introdujo el propio De Niro para hacer más interior lo que para Schrader era pura locura- está solo justificada por lo que Bickle ve a diario en las calles (bastante sesgado), y sin haber sido él víctima de ningún incidente que lo atormente directamente. Nos queda imaginar –sin aporte alguno del filme- que como Arthur, Travis tuvo una infancia bastante difícil y que no quiere que Iris siga por ese camino.

Con su proposición posterior, Martin Scorsese linda con el fascismo, pues lo que hace su personaje – la justicia por su mano denegando el legítimo derecho a juicio- termina como un acto bendecido y aplaudido por la sociedad… y nuestro hombre sigue su rumbo convertido en un insigne ciudadano. Así es como “la gran potencia norteamericana” legitima el uso de las armas.

Pero, en el supuesto caso de que una “operación limpieza” tuviese sentido, creo que la pregunta necesaria es ¿Esta debería empezar por abajo... o por arriba?
Luis Guillermo Cardona
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9
7 de septiembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue en la última década de su vida, 1890-1900, que, el escritor irlandés Oscar Wilde, estuvo en la cumbre más alta de su inspiración y fueron publicadas su magnífica novela “El retrato de Dorian Gray” y sus exquisitas obras teatrales: Una mujer sin importancia, El abanico de Lady Windermere, La importancia de llamarse Ernesto y Un Marido ideal, entre otras. Al ser estrenadas, cada una de estas obras se convertía de inmediato en un éxito absoluto y Wilde no tenía rival en el arte escénico de Inglaterra, donde la gente sentía que no había otro autor que consiguiera extraer del lenguaje tantas sutilezas y tantísimo buen gusto como el que alcanzaba este insigne hijo de Dublin.

“UN MARIDO IDEAL”, es la tercera versión cinematográfica que se ha producido de la obra que Oscar Wilde publicara en 1895, y siento que por fin podemos ver una adaptación plenamente satisfactoria, que goza de una perfecta puesta al día al prescindir de algunos textos y giros argumentales que funcionaban muy bien en la época en que fue escrita, pero que ahora, al avance de una mayor equidad de género, requieren “pequeñas” pero significativas rectificaciones. También tenemos por fin, un guión y una dirección de Oliver Parker, que da prueba de entender con precisión absoluta los parámetros que rigen la obra teatral y los que, a su vez, deben aplicarse en la adaptación cinematográfica para que se diferencie en forma clara y sea, al tiempo, suficientemente ágil. Así, su película es dinámica, con multiplicidad de escenarios, con espacio para comprender cada una de las exquisitas frases del autor original, con escenas en general muy medidas y con insertos adicionales, cuidados de tal manera, que no distorsionan en absoluto el estilo ni el sentido del autor.

La obra luce con mucho brillo, la puesta en escena es muy atractiva y un conjunto de actores muy profesionales mantiene la altura que el texto reclama para conservar su esplendor. Julianne Moore es una muy bella y refinada señorita Cheveney, cuyo carácter es el más retocado en esta adaptación, dándole la oportunidad de asumir actitudes que se corresponden más con lo que es una dama. Cate Blanchett, logra una “dureza” y una gracia muy particular y encantadora, en su recreación de Gertrude Chiltern. Minnie Driver resulta muy dulce y simpática coqueteando, como Mabel, con el “difícil” Lord Goring. Y Rupert Everett, a quien le corresponde este loable papel, logra impregnarlo de esa elegancia, cordialidad y socarronería, que lo convierte sin duda en el alter ego de Oscar Wilde, pues es en quien dispone la mayor brillantez en sus intervenciones.

De nuevo, es ocasión de gozar de dardos muy certeros en esa imperecedera guerra de sexos, y una vez más se deja bien sentado que, antes que nada, hay que amarse a sí mismo y que después hay que amar al otro con todo y defectos, porque la relación de pareja es entre seres humanos y no entre figuras inmaculadas.

En este delicioso cuento habrá guiños a “El abanico de Lady Windermere” y a “La importancia de llamarse Ernesto”. Se tomarán algunos detalles de la versión que hiciera Alexander Korda… y hasta, Ernst Lubitsch, resultará recordado en una escena clave.

“UN MARIDO IDEAL” ha sido hecho para gustar y a nosotros nos ha dejado bastante satisfechos.
Luis Guillermo Cardona
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7
3 de septiembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cita casi obligada de los domingos por la tarde, la serie de televisión, “Misión Imposible”, nos cautivaba sin remedio en cada uno de sus episodios en los que, no eran precisamente las historias sino la recursividad con que los protagonistas tramitaban cada situación, lo que resultaba atractivo y gratificante. Creada por Bruce Geller y protagonizada por Peter Graves (Jim Phelps), Martin Landau, Barbara Bain y Greg Morris, la serie se emitió entre 1966 y 1973, en tiempos de la llamada Guerra Fría, cuando el espionaje era común entre los Estados Unidos de Norteamérica y los países del este de Europa.

Huelga decir que, el potente e inolvidable tema musical, compuesto por el argentino Lalo Schifrin, se convirtió, desde entonces, en una melodía que, los seguidores de la serie, identificábamos con solo escuchar las primeras notas dondequiera que sonara, pues, su instrumentación es magnífica y de una fuerza arrolladora.

El éxito que obtuvo el director, Brian De Palma, con su impactante versión cinematográfica de aquella otra serie de televisión titulada, “Los Intocables”, lo convirtió en el candidato perfecto a la hora de pensar en la adaptación de <<MISIÓN IMPOSIBLE>>, en la que, Tom Cruise y Paula Wagner, debutaban como productores, y Cruise se lanzaba como protagonista de un filme adulto en el que, además, se atrevió a asumir las escenas de mayor riesgo: El robo de la lista clave, el bar donde explota las peceras, y la del tren a alta velocidad.

La historia, escrita por nombres tan acreditados como, David Koepp y Steven Zaillian, y con tratamiento de Koepp junto a Robert Towne, resulta por otra parte bastante simple: Atrapar a una red de traficantes de armas tras haberse hecho con una lista secreta... y no se pretende ahondar en personalidad alguna, sino mover inteligentemente una serie de fichas, en una suerte de puzzle parcial e intencionadamente inextricable, pero, esto sí, con un preciso afán de thriller e intriga que consigue convencernos.

Aunque hay escenas en las que toca creer sin jugar a involucrar la razón, <<MISIÓN IMPOSIBLE>> -que además cuenta con un interesante reparto que incluye a, Jon Voight, Vanessa Redgrave y Henry Czerny, entre otros, cumple con esa función, por muchos buscada, de ser un pleno y puro entretenimiento... y “mucho mejor” cuando consigue escamotear la realidad, haciendo que la suerte de problemas que nos aquejan, no se vean para nada reflejados en lo que aquí sucede.

Queda abierta la puerta para la segunda parte, la tercera, la cuarta… ¡y vaya a saber cuántas secuelas saldrán de este gran filón!

Y para volver a la realidad, podemos reflexionar con el personaje bíblico citado en el filme: “La experiencia me ha enseñado que, los que siembran crimen y maldad, cosechan lo que un día sembraron”. (Job, 4:8)
Luis Guillermo Cardona
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6
23 de agosto de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pedofilia es un problema profundamente serio que está destruyendo la vida de millones de niños en el mundo entero. Pero es hora de decir, que no se está enfrentando de la manera responsable, profunda y objetiva que se mereciera. Entre los principales países difusores de pornografía infantil, se hace todavía muy poco para encarar un problema que ya alcanza niveles de epidemia, más grave que el sida y el ébola juntos, porque son millones de niños los que se están llevando a la prostitución, se están asesinando física o moralmente, o se les está dejando con traumas irreversibles y depresiones agudas, de las cuales, el pésimo manejo que asumen los adultos revictimizadores (padres, amigos, jueces…) es una de las principales causales.

Se pretende atrapar al águila haciéndole un disparo a la figura que se refleja en el lago… y por mandar cada día a la cárcel a unas cuantas personas (a las que quizás se arruine moral y socialmente) por haber incurrido en abusos de "moderada relevancia" –muchas más de las que se consigue condenar por explotación sexual o por consumadas violaciones-, se nos hace creer que se le está poniendo el pecho al problema y que se está haciendo justicia. ¡Alpiste pa' los pájaros! Porque no nos tomaría por sorpresa si un día se hiciese público, que es éste otro negocio en el que también participan unos cuantos detentores de poder. ¿Qué se ha hecho, por ejemplo, para acabar con el celibato, raíz y esencia de millones de pederastas en todo el mundo?

Y ahora, de ñapa nos llegan películas como “HARD CANDY” (término que alude a una niña con cara de ángel y mente perversa), cuya propuesta muy bien decorada sin duda, asume ¡tres siglos después! en versión libre, pero muy cercana, el antiguo y rancio cuento de Caperucita roja que nos difundieran, desde el siglo XVII, Jacques Perrault, y luego en el XIX, Jakob y Wilhelm Grimm, con pequeños cambios entre las víctimas del lobo (violador) pero con el mismo objetivo: la cruel venganza… y para decirnos que los niños no deben hablar con desconocidos y que la vida en la ciudad es segura y en el campo muy peligrosa. Cosas ambas a las que bien les caben unas cuantas observaciones.

Ellen Page -con 18 años al momento de hacer esta película, en la que representa a una niña de 14- nos brinda una sorprendente interpretación llena de matices y logrando un cambio de personalidad que convence e impacta, ya que es un sentir que consigue aflorar desde el interior, al tiempo que lo complementa con sus terribles acciones. Hasta llegar al fatal y perverso momento en que, Hayley, decide hacer las veces de cirujano, el filme marcha de maravilla y nos da la impresión de estar ante un alegato muy serio y maduro contra el penoso problema del maltrato infantil… pero al director lo seduce el afán de $en$acionali$mo y el cuento se convierte en otraaaaa de las deplorables venganzas que el peor cine nos trae a diario, donde siempre queda un sinsabor en la boca, porque nunca se está seguro de si realmente se hizo justicia… Y algo muy dentro nos dice que no ha sido exactamente así.

Como el acusado sin juicio justo -el fotógrafo de modelos Jeff Kohlver-, el actor Patrick Wilson, logra otro de los aciertos de esta película, dejando plantado un personaje ambiguo que va dando, en cada escena, algo nuevo que pensar. (Aludiré aquí a escenas claves) ¿Y qué tal que hubiera sido uno de aquellos reos que, ante las torturas, terminan aceptando las inculpaciones con tal de acabar con sus tormentos?

¿Qué queda al final? Una psicópata Caperucita roja, con un horizonte bastante oscuro, que con su ser ensombrece al mundo y que en nada, ¡absolutamente en nada!, favorece la armonía de la sociedad. Y así no debe ser.

Título para Latinoamérica: “HARD CANDY. NIÑA MALA”
Luis Guillermo Cardona
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