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Críticas de Lafuente Estefanía
Críticas 1.751
Críticas ordenadas por utilidad
3
19 de febrero de 2021
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Fiesta en el hogar de los Barton. Risas, canciones y bailes. Pacer (Presley) toca la guitarra y canta una canción. La segunda tras la bella tonada con que se presentan los créditos. Enseguida se produce una primera alusión a la condición de india de Neddy, la madre de Pacer y segunda esposa de Sam. Pero los kiowas están en pie de guerra y arrasan los ranchos de la zona. Los vecinos de los Barton los señalan por la mezcla de sangre que hay en la familia. Otra vez el racismo en el Oeste.
Obra con guion muy endeble que no endereza en absoluto la realización. Diálogos también flojos: "¿Es verdad que tierra ser redonda? ¿Entonces porqué no caer los que están abajo?" Y otros por el estilo. Las interpretaciones tampoco son nada especial. Elvis incluido.
Lo mejor la lucha interior que se plantean Pacer y su madre. De una parte la querencia por las raíces, de otra la educación y la familia. Al fondo la hipocresía de los vecinos, incluso de los amigos que bailaban y se reían en la fiesta de la noche anterior.
Los Barton son señalados y expulsados del grupo (pueblo) por no compartir la pureza de la raza, hasta el extremo de impedir, previa votación vecinal, la asistencia del Dr. Phillips a Neddy que está herida de bala. Tampoco el médico se muestra muy voluntarioso, aunque al final acude a atender a la enferma obligado por la fuerza. No es ya necesaria su presencia pues muere como consecuencia de una "hemorragia interna". De pasada se comenta que la buena Neddy había acudido antes al poblado indio para ayudar cuando allí se padecía una grave epidemia.
En todo caso nos parece una película floja, que puede que agrade a los fans de Elvis pero que como obra cinematográfica es poca cosa.
Lafuente Estefanía
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4
31 de enero de 2021
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Violento choque de culturas el que se nos plantea en la alejada Australia, donde confluyen lo que queda de un pueblo aborigen, la aristocracia british más rancia y esa segunda o tercera generación de los aventureros que hasta las antípodas marcharon en su día para buscar fortuna. Mezclado todo ello con la inevitable faceta romanticona, niño mestizo incluido, el apartheid bien rampante todavía en toda la Commonwealth y los inicios de la segunda guerra mundial en el Extremo Oriente.
El resultado son dos películas regulares, por metraje y por argumento, metidas con calzador en una que resulta al final regular al cuadrado. Mucho mejor la primera planteada como un western tradicional, con su taberna y la inevitable pelea, su rancho, sus indios, su doma de caballos, su trasladado de ganado y sus cuatreros. La segunda es una mezcla de "Indiana Jones" y de "Pearl Harbour", con toques de "La Misión" incluso en lo musical.
Técnicamente impecable con buenas interpretaciones y continuas aventuras, le sobra moralina al argumento. Demasiada sensiblería melodramática, demasiadas lágrimas, demasiados estereotipos. Tanto desde la visión autóctona, "Hombre blanco mal espíritu, debe irse de esta tierra", como desde el punto de vista colonial cuando se alude con ironía al pasado esplendor imperial, "El orgullo no da el poder".
Entretenida, para pasar el rato si se tiene tiempo de sobra ...
Lafuente Estefanía
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3
4 de enero de 2021
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Reflexión que se hace el príncipe indio de la tribu deleware, Hannoc (Hall), educado entre los ingleses hacia los que se inclina en la confrontación que estos mantienen en las colonias americanas con los franceses.
El contexto es la guerra de los Siete Años, llamada Franco-India o de la conquista del Canadá, pues en la misma intervinieron distintas tribus de nativos. Llevada también a la pantalla en "El último mohicano", en realidad dirime las pretensiones expansionistas de franceses y británicos a su vez apoyados por sus propios colonos. En la cinta se refleja bien el inicio del conflicto en julio de 1754 cuando los franceses atacaron Fort Necessity. Después de nueve años de guerra los ingleses lograron imponerse conquistando buena parte de Canadá, pero ahí estaba ya bien atento George Washington pensando en la independencia de las colonias ("Los franceses construyen fuertes, nosotros un país").
La trama sin embargo se presenta bastante embarullada y no se siguen con facilidad los vaivenes y las intrigas políticas, donde la sofisticada Elizabeth Leeds (Castle), espía a favor de los franceses seduciendo y manejando como un pipiolo al forzudo Hannoc que tiene abandonada y triste a la bella Morna o "Pequeño Grillo" (Moreland). De hecho recuerda mucho a la malvada cortesana Milady de "Los tres mosqueteros". De armas tomar, deja frases que así lo muestran: "Toda mujer tiene una colección de hombres hasta que aparece el adecuado" o "No me gusta sentirme pequeña ante un hombre".
Tampoco parece muy acertada la selección de actores con un mastodóntico Hannoc, ni tampoco la interpretación en general. Peleas embarulladas y vestimentas curiosas, como la cinta que ciñe la cabeza del gran jefe deleware con cruces gamadas y corazones invertidos que bien podría hoy leerse como: "Yo no amo a los nazis".
Película floja donde lo más interesante es mostrar una faceta de la citada guerra Franco-India, o analizar la influencia de la educación colonial en la mentalidad de jóvenes príncipes indígenas.
Lafuente Estefanía
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8
26 de diciembre de 2020
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Por una vez Río Grande no hace de frontera. Por una vez los mejicanos no van vestidos de soldaditos de plomo y se juntan con sus vecinos del Norte en mitad del río separador para comentar sus cuitas y recibir la ayuda médica que necesitan. Por una vez comparten enemigos en la figura de los indios que azotan ambos lados en sus correrías. Por una vez las aguas bajan tranquilas ... Y a "El hombre tranquilo" nos recuerda enseguida el elenco de actores de este "Río" que, también, aborda en este caso una enquistada crisis familiar.
Y es que al fuerte donde presta sus servicios el coronel Kirby York (Wayne) llegan casi el mismo día su hijo Jeff, destinado como recluta, y su esposa Kathleen (bellísima O'Hara), después de siete años de separación motivada por el cumplimiento de ciertas órdenes de la superioridad. Pronto veremos que la presencia del hijo suaviza la relación entre los padres, también lo hace el sano ambiente cuartelero, aunque se abuse un poco de las serenatas y de las canciones, o la presencia de entrañables suboficiales como el sargento Quincanon (McLaglen) que con su humor y con sus bromas ayuda a relajar las tensiones familiares. Porque la cinta va de reconciliación y de reencuentro matrimonial más que otra cosa.
Empieza y acaba la obra con la imagen de la columna de soldados de caballería entrando en el Fuerte. Impresionante, ya se ha destacado en otras reseñas, el silencio expectante de las esposas de los soldados atentas a confirmar la presencia de sus maridos entre los que llegan. Si llegan ... y cómo llegan ... El fuerte con su escuelita de niños como centro del macrocosmos del territorio, el microcosmos los soldados que lo habitan como una auténtica familia que comparte lo bueno y lo malo. Como se aprecia en la delicada escena del lavado de la ropa junto al río tranquilo, lo mismo la colada del coronel que la del último soldado, el mismo agua lava todas las prendas y el mismo sol las seca.
Otro secundario de lujo es el Doctor Wilkins (Wills), atento a la llegada de la columna al fuerte para llevarse a la enfermeríaq a los heridos que vienen en parihuelas, tampoco duda en recetar una buena dosis de aceite de ricino para curar los mamporros en las peleas de cantina. Graciosa la alusión a la "úlcera de silla de montar" cuando lavan los calzones desgastados y rotos de Quincannon.
Los malos, una vez más, los indios. Malos sin contemplaciones. Y borrachos. Y robachicos. Y torpes hasta para defenderse. Aquí si que no hay matices.
Por lo demás la película es John Ford: guión, dirección, paisajes, música, actores, ambientación, movimientos de tropas, los conflictos entre el amor y el sentido del deber, el honor, el compañerismo, la generosidad ... Gran película en suma.
Lafuente Estefanía
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5
10 de diciembre de 2020
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La cinta es de las de una hora de duración que solían encajarse de tres en tres para completar una sesión de tarde, o bien acompañando como relleno a otra más importante. El metraje ya nos advierte de la modestia de sus pretensiones.
El argumento también, pues es más simple que el mecanismo de un sonajero. La reconversión profesional de dos jóvenes jinetes del Pony Express, John Blair (Wayne) y Larry Adams (Cerf), a empresarios de una línea de diligencias con los consabidos engaños y ataques de la competencia, así como el imprescindible romance amoroso.
Entre los secundarios aparece el Doctor Forsaith que atiende solícito la fiebre de una niña que llega en la caravana, los dolores de estómago de los empleados del tendido telegráfico que trata con unos polvos que parecen de suero por haber bebido aguas envenenadas y, por último el balazo que ha recibido Larry en el abdomen defendiendo la diligencia y que supondrá su rehabilitación profesional como cirujano.
Sin embargo, lo más importante y lo que justifica los puntos de nuestra calificación, es la estupenda carrera de diligencias desde Buchanan City hasta Sacramento, tiradas por cuatro caballos alineados de dos en dos. Recuerda mucho la espectacular carrera de cuádrigas que varias décadas después contemplaremos en el circo romano entre Ben-Hur y Messala, de la que parece un anticipo, aquí con los caballos dispuestos en una única línea. Magnífico espectáculo en el que, como de costumbre, se juegan el tipo los especialistas.
Lafuente Estefanía
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