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España España · Palafrugell
Críticas de cinefiloman
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Críticas 170
Críticas ordenadas por utilidad
3
11 de noviembre de 2018
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Nada en esta película tiene pies o cabeza. Y mucho menos, no sé, una línea narrativa, de guión o de algo que haga que lo que se está viendo forme un todo homogéneo. Es un todo disparatado, inconexo, con un gran plantel de actores, interpretando unos papeles que no pegan unos con otros ni por casualidad. Uno está toda la proyección imaginándose al personal que suele haber tras las cámaras, toda esa parafernalia de ayudantes, iluminadores, cámaras, guionistas, director… tal es el nulo poder de embeleso del film.
Los dialogos, unas veces son estúpidos, otros pretenciosos, otras banales.
Se puede decir, que si relacionamos el potencial interpretativo con el resultado de la película resultante, estamos ante la peor que he visto en mi vida.
Y todo, seguramente, porque conociendo como las gasta el perpetrador a buen seguro del proyecto, no habrá dejado rincón del mismo sin añadirle su toque. Me estoy refiriendo a Bob Dylan, que ya ha hecho incursiones en el cine, todas con más pena que gloria.
Si les digo que es tan buen músico como mal actor, teniendo en cuenta que para mí es el mayor músico del siglo XX en esto de la música moderna, pues tendrán una idea de por dónde van sus dotes interpretativas. Peor imposible. Estás embebido en los pocos duelos de calidad interpretativa que protagonizan Jeff Bridges y John Goodman, aparece Bob Dylan, y casi se te escapa… ¡Corten, corten!, ¿Quién es ese de las greñas?... en serio.
Exactamente no se que pretendía al escribir este guión, pues parece que lo escribió él, si es que sabía lo que pretendía. Más parece un experimento para olvidar que otra cosa.
Sólo la BSO de la película se salva.
Músico a tu música.
cinefiloman
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8
29 de mayo de 2018
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High-Rise es quizás la película más simbólica que haya visto de Ben Wheatly. Entre la ciencia-ficción y la distopía, este sorprendente director inglés, entomólogo, nada compasivo del hombre, hace lo que todo científico de laboratorio. Crear un escenario, un ambiente, un microcosmos en el que experimentar o intentar reflejar toda la variedad y complejidad del ser humano y su sociedad. En un rascacielos, en el que no falta de nada, jardines, piscinas, gimnasios, supermercados, este director pretende construir un universo humano.
Como no puede ser de otra manera esta reconstrucción es parcial, limitada, un fracaso. Pero es algo normal.
Encerrar una rata en un laboratorio, pase, pero al hombre…
Mas, a pesar del fracaso y de la parcialidad, el film se deja ver. Tiene en algunas escenas un gran poderío visual, el texto se mueve entre la pedantería del demiurgo pretencioso y megalómano que interpreta muy bien Jeremy Irons, el discurrir existencialista del doctor que al final saca sus peregrinas conclusiones y el discurso iracundo del garrulo y atlético reportero de radio. Alrededor, toda la fauna humana.
Entretenido ejercicio de comedia humana a la que tan aficionado era J.G. Ballard, autor de la novela en la que se basa la película, en la que la banda sonora es otro toque personal del director que uno no sabe si las pone, las canciones, para burla solidaria o gamberrada contra el espectador. Un batiburrillo que mezcla la típica banda musical de película con las más estrambóticas de las canciones actuales. No sé muy bien con qué intención, como no sea la de desconcentrar al espectador.
Con todo, como ya he dicho, y como con todas sus películas, una más que merece la pena ver y que no deja indiferente al cinéfilo o al interesado por los vericuetos creativos de los artistas. Y Ben Wheatly lo es, artista y muy creativo.
cinefiloman
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6
11 de agosto de 2017
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¿Qué se le puede decir a un aficionado al cine que se acerque a leer una reseña sobre esta película? ¿Qué le puedo decir yo?
No sé, salvo que la debe ver.
Si alguien afirma que esta película es mala, no sabría como argumentar que no lo es.
Si alguien afirma que es una buena película, no tendría muy claro que pueda coincidir con él.
Reygadas no respeta ninguna de las convenciones cinematográficas al uso: Malas interpretaciones, por llamarlas de alguna manera; el guion es caótico, a base de empastes; lo de tiempo, espacio, acción… ¿Eso qué es lo que es?; las relaciones sociales de los personajes parecen parte de un sueño, de una pesadilla, de una casa de locos; el recurso fácil de la fealdad y la desproporción…
Por lo tanto cabe decir que la dirección de Reygadas es un desastre.
Pero yo no me atrevo.
No se pueden juzgar los cuadros más famosos de Pollock siguiendo los criterios de la pintura figurativa.
Reygadas trasciende el cine, está cogiendo los límites, y vale también en este caso la semántica argentina del verbo, y estirándolos hasta desdibujarlos y quizás depositar la cinta en un museos de arte-video. Sólo por eso merece la pena ir a ver el film.
Los amantes del arte, de la cultura, siempre andamos buscando algo más.
Reygadas nos lo sirve.
Sospecho que Reygadas grabó y grabó y cuando verdaderamente hizo la película fue en el montaje, que desmontó y desmontó. Que esto normalmente es así, pues lo pongo asá. Hay planos pornográficos hechos más con el fin de escandalizar que de dar contenido a la historia. Tanto regodeo. Hay una intrusión en el mundo religioso mejicano, con un afán escandalizador que es casi infantil. Tanta exageración. Alguien se mea en el portamaletas de un coche y no tengo ni idea de que quiere decir con esa escena y lo peor es que no despierta en mí ninguna sensación, emoción, ni respuesta… es gratuita, innecesaria, buscando la boutade.
A mí me gusta Pollock y no sé por qué.
La película de Reygadas no me ha gustado, pero verla, creo que era necesario.
Ah!, y pienso ver las otras que ha dirigido.
Lamento no poder ser más preciso.
Podía ser una alegoría sobre la rebelión de los humildes contra el poder, pero es que la película puede ser tantas cosas… hasta una absoluta mierda.
En fin.
cinefiloman
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7
2 de junio de 2017
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Una vez fuera de la sala me puse a pensar. A ver, para qué puede servir esta película, aparte de para probar que el director es capaz de contar de forma impecable algo que con alguna u otra variación un porcentaje muy elevado de la población hemos experimentado en carne propia. ¡Ya está!, me dije, puede servir para que dentro de mil años, cuando ya la familia sea una herramienta arcaica del pasado más remoto para organizar la sociedad y poder de paso reproducirnos sin tener que recurrir a una berrea cada vez que los ánimos se calienten, la gente, o lo que sea, de aquella época sepan cómo nos las gastábamos.
Y alucinen más o menos como nosotros lo hacemos cuando pensamos en las cavernas y nos imaginamos al cavernícola camino del páramo para cazar comida, pero con la certidumbre de las imágenes que este director francés ha creado.
Cuando reproducirse ya sea una cosa parecida a cargar una batería o cambiarle el filtro a la descalcificadora y el sexo sea una cosa del pasado que no altere la vida de nadie, esta película será un documental de un valor inapreciable por su exacto reflejo de cómo pueden complicarse algunas veces las relaciones de pareja.
De cómo una relación de cariño y deseo se convierte en una relación tóxica.
De cómo nos complicábamos al vida tan gratuitamente.
Yo no sé de dónde le viene a los franceses esa afición por reflejar la vida tal cual pasa, si ya pasa. Como no sea que sufren de impenitente síndrome balzaquiano. Ya con “El juez”, de Christian Vincent, me quejé de lo mismo.
Este cine que empezó siendo neorrealismo italiano y se ha convertido en cine costumbrista francés es aleccionador, didáctico y sirve para destripar las relaciones y cada uno en su interior hace servir aquello que le ataña más.
Los franceses inventaron el cinematógrafo y algunas veces uno piensa que siguen proyectando Salida de la fábrica (1895) y La llegada del tren a la estación (1895).
¿Qué le hubiera costado al director o al guionista ponerle algún incentivo a la historia? Un asesinato, un (o una) amante, un terremoto, una revolución, un niño que es secuestrado, la suegra que aparece con un gigoló, que les toca la lotería y no pueden cobrarla porque metieron el billete en la lavadora y se ha quedado arrugado. No sé, algo que no se la simple y ramplona trasmisión de lo que pasa normalmente.
Porque lo que más rabia te da es lo bien hecha que está, dirigida e interpretada. Por eso decía lo de servir como documental para tiempos venideros.
Porque a mí esta película que no me ha entretenido, ni me ha aburrido, ni me ha gustado ni dejado de gustar, me parece como el agua que si tienes sed, cojonudo, pero si no tienes, mejor otra cosa con sabor o droga. Y sed de lo que pasa en esta película, poca, porque diluvian historias como estás en la vida de casi todos. Así que a esperar que haya sequía en el futuro que dicen que de agua como la conocemos ahora habrá poca y entonces sí, se proyecta. Para que se enteren de cómo nos mojábamos en esta época. De desgracias y llantos.
Si no quieren ir a verla no vayan, miren a su alrededor. Raro es que no se encuentren con la película en versión “in situ”. Con caras conocidas, puede que incluso demasiado conocidas. Aburridas.
cinefiloman
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8
2 de noviembre de 2016
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Paradójicamente el hombre será el causante de la desaparición de unas cuantas especies de nuestro planeta y, a la vez, el que lo haya contado de la manera más hermosa. En esta película se narra la desaparición de una de ellas.
El duro rostro, y su indiscutible capacidad interpretativa, de Williem Dafoe junto con las salvajes imágenes de la naturaleza que esta cinta nos brinda sirven para encuadrar esta historia apocalíptica en la que se narran las vicisitudes de un solitario cazador al que le encargan la captura de un animal, parece que el último de su especie, que dispone de unas toxinas para adormecer a sus víctimas y que una diabólica empresa farmacéutica, que las hay, quiere tener para….hacer negocio, como siempre. En esta línea parece que ahora son los burros los que están en peligro debido a la voracidad china por algún producto que sólo existe en su organismo. Es un no parar.
Volviendo a la peli, entre medias de la historia principal, las intrigas de los conservacionistas forestales frente a los locales que viven de la explotación del bosque y una familia que sobrevive tras la desaparición del cabeza de familia, a la que pertenecen dos niños que dan la réplica perfecta a la soledad del implacable cazador. La buena interpretación de los dos jóvenes protagonistas es la responsable de buena parte de la carga emocional de la historia. Sam Neill y Frances O’Connor cumplen con solvencia su papel de secundarios de lujo.
La escena, un tanto absurda, de unos altavoces en un lugar en que sus días estarían contados y una escena final que podía haber sido más contenida se contrarrestan con la acertada escena del arreglo del alternador y la consecuente confusión de la esposa abandonada y la del animal atrapado, rendido, que hace vacilar al cazador.
Una película que se ve con interés sobre como unos, los más débiles, deben morir para que otros, los más fuertes, sobrevivan. En esta película se trata de una especie, en otras, de miembros de nuestra propia especie. Así va el asunto.
Algún día, ¿de aquí a cien o doscientos años?, alguien echándole un vistazo al panorama desértico, un erial infinito, que tenga delante, se preguntará cómo pudo pasar que teniendo lo que teníamos hayamos llegado a esto. Una pregunta que ya hace mucho tiempo se hace cada vez más gente. Se ve que es todo lo que podemos hacer, preguntarnos.
Con la esperanza, quizás, de que algún día hagamos algo más. Sobre todo los que tiene el poder de cambiar la deriva. En fin, la película no sobra.
Por cierto la traducción en castellano como "El ultimo cazador" es simplemente una traducción que no tiene ningún sentido, pero ninguno. Pura ineptitud.
cinefiloman
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