Tras resurgir artísticamente con su exitosa incursión en el universo cinematográfico de Marvel, dándole vida a Tony Stark/Iron Man, y su paso por las dos entregas de Sherlock Holmes, Robert Downey Jr. Incursiona en el cine de aventuras con una nueva adaptación del Dr. Dolittle, (la tercera), una no muy lograda lastimosamente.

La película inicia con un prólogo animado, donde se nos cuenta la historia de Dolittle (Downey Jr.) y como conoce a su esposa, como se aventuran por el mundo ayudando a animales con los que pueden comunicarse, y cómo la mujer muere en un accidente luego de salir en un viaje.

Ello lleva a Dolittle a una profunda depresión que lo mantiene encerrado en su casa y sin tener contacto directo con ningún otro humano, sólo en compañía de sus animales, hasta que un día irrumpe un chico que busca ayuda para sanar a una ardilla que él ha herido por accidente, y tras él llega una joven enviada por la corona británica que solicita la ayuda de Dolittle, quien accede a ayudar tras conocer la posibilidad de perder su hogar si no lo hace.

Esta adaptación de Stephen Gaghan, que había realizado antes ‘Syriana’, es fallida por diferentes motivos, uno de ellos es el débil guion, lleno de incoherencias y de situaciones forzadas que son muy perceptibles y que trastocan el relato, con un humor muy básico y pobre lleno de chistes a cargo de los animales parlantes, que no suman demasiado al resultado final.

Tampoco aporta el tono desaforado en el que se encuentra Downey Jr., tan sobreactuado y fuera de lugar que no se lo percibe cómodo, a lo que se suman decisiones extrañas en los encuadres, muy cerrados para lo que se pretende una comedia, que resulta fallida y no muy entretenida.

Tampoco resulta ingeniosa, el humor, ya se ha dicho, es muy básico, siendo un producto dirigido al público infantil se lo termina subestimando, en una película donde lo poco rescatable es el trabajo que figuras como John Cena, Rami Malek, Emma Thompson, Ralph Fiennes, o Selena Gomez logran doblando a los animales, y nada más.

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‘La cara oculta’ es una coproducción colombiano-española dirigida por Andrés Baiz y estrenada en el año 2011, un thiller psicológico con una poderosa premisa pero con un guion no lo suficientemente robusto que tiene ahora una versión mexicana a cargo de Jorge Michel Grau (Somos lo que hay, 7:19).

La historia es en esencia la misma, salvo algunas pequeñas adaptaciones que no modifican la anécdota principal. En este caso se narra la historia de una joven pareja que se muda a la ciudad de México, él, un joven músico radicado en Colombia, Eric (José María de Tavira) quien es contratado para dirigir la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, y su esposa, la arquitecta colombiana Carolina (Paulina Dávila), que trabaja en la remodelación de su propia casa en Colombia.

Pese a las comodidades de su gran residencia en el Desierto de los Leones, Carolina no se encuentra del todo bien, y un día, ante las ausencias de su marido y sus constantes coqueteos con mujeres, desaparece dejándole un vídeo, Eric pronto encuentra consuelo en los brazos de la joven e ingenua Fabiana (Cristina Rodlo), quien sin problema se apropia de la casa, pero todo se complica cuando sonidos extraños alteran su aparente calma.

La realización de esta nueva versión mexicana es impecable en todos los rubros, visualmente es atractiva, la locación principal es imponente y el trabajo de sonido es efectivo, lo que posibilita generar una atmósfera por momentos inquietante, pero, lastimosamente, padece de los mismo vicios de la original, un guion débil, plano en su primer acto, y con forzados y sobre justificados giros posteriores, el inentendible paso del tiempo dentro la historia, y flojas actuaciones que no permiten que este thriller se eleve más allá de ser una entretenida y efectiva película.

Anton Goenechea, guionista de este remake, trata de dotar de un poco más de profundidad a los personajes sin lograrlo, apenas agrega un poco más de información pero los mantiene igual de unidimensionales que en su versión colombiana, además, cuando se presentan los giros, se añaden pequeñas situaciones que no son más que justificantes de algunas cosas que suceden, pero no trasgrede en absoluto al original, ni añade posibles nuevas lecturas más allá de lo que vemos en pantalla, y, contrario a la desafortunada campaña publicitaria, decide ignorar el contexto de la desaparición de una mujer en un país donde este es uno de sus principales problemas hoy en día.

Las interpretaciones de José María de Tavira, sobreactuado, y Paulina Dávila, inexpresiva, poco aportan a una película que si que consigue generar cierta tensión, apoyada por la inquietante banda sonora de Enrico Chapela, lo más rescatable, pero que no aporta nada nuevo a la versión original, desaprovechando las diferentes temáticas posibles (el juego de espejos, la desaparición de mujeres, los juegos perversos y de seducción, etc.) quedándose apenas como una correcta versión cuyo interés y factor sorpresa se pierden si el espectador conoce la versión original. Una oportunidad perdida.

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Pocas veces un director consigue en su primera película un relato profundo y con una poderosa impronta en su realización, es el caso del debut de Phuttiphong Aroonpheng, una película fuera de serie.

Un pescador, Nobi (Wanlop Rungkumjad), recorre las costas en buscas de piedras que le ayudan en la pesca de mantarrayas, cuando se adentra en el bosque encuentra a un hombre mal herido (Aphisit Hama), un inmigrate de Myanmar (ex Birmania) al parecer mudo, o que no quiere hablar.

Nobi lo sana, cuida y le hace compañía, incluso le otorga un nombre, Thongchai en honor a una estrella pop y empieza a nacer una entrañable amistad entre ellos donde Nobi incluso le comparte intimidades, pero un día Nobi sale a pescar y desaparece, de a poco, Thongchai empieza a ocupar su lugar en su trabajo, en su casa y en la comunidad, hasta que un día aparece una mujer.

El relato de Aroonpheng es enigmático, por lo que hay que acercarse con curiosidad y sobre todo paciencia, casi nada de lo que se muestra es explicado de manera explícita y cada tanto se insertan momentos que rozan lo fantástico, aunque siempre lo consigue de manera orgánica y no se resiente, dando forma a una película atractiva, misteriosa y de una particular belleza.

Dentro de la película nada resulta ser como lo aparenta en un inicio, y en un momento pareciera que el relato se torna circular, pero nunca llega a ser ininteligible o confuso incluso cuando aparecen algunas vueltas de tuerca en el guion, pero si que es una película bella y de una humanidad total.

Un drama duro pero un cierto encanto y una belleza evidente en cada plano, con algunos momentos que recuerdan al cine de su compatriota Apichatpong Weerasethakul, pero con bastante personalidad, poco común en un debut.

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La popularidad del juego de los Angry Birds y sus millones de descargas motivaron la realización de una película, y como era de esperarse, ahora llega su secuela, más o menos en los mismos términos y casi con los mismos resultados.

Pájaros y cerditos verdes viven cada uno en su isla y en paz, pero ante una nueva amenaza que busca invadir sus islas, ambas comunidades deberán unirse y aprender a trabajar en equipo para hacerle frente a Zeta, una villana que se ha cansado de vivir en una isla congelada.

La fórmula de esta secuela es conocida y no asume riesgo alguno, así se convierte en una apuesta a lo seguro, consiguiendo una película de aventuras que contiene algunos buenos gags (uno es definitivamente muy superior al resto y sucede en un baño), que se mantiene fiel al espíritu del famoso juego.

Esta secuela está dirigida principalmente a un público infantil y su diseño se basa mayormente en esa idea, por lo que muchos de los momentos que buscan ser divertidos se resuelven con una simpleza total, como si hacer a los más pequeños fuera cosa fácil.

Pero también presenta algunos gags mejor logrados, con mejor desarrollo e insertando momentos más cercanos a la sátira, que son los que consiguen hacer de esta nueva entrega de los pájaros enojados un, por momentos, eficaz entretenimiento.

Los nuevos personajes consiguen embonar bien en la aventura, donde sobresale el recurrente gag de los pájaros pequeños y los huevos, en una película con un humor mayormente simplón e inocente y que busca brindar un mensaje de unión y compañerismo sin mayores riesgos ni sorpresas y con algunos buenos chistes.

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La nueva película de James Gray, uno de los directores que ha sabido mantener un estándar de calidad en su filmografía, apuesta ahora por una reflexiva e intimista odisea espacial, en una película con ciertas conexiones con su título anterior (Z, la ciudad perdida), pero también con grandes clásicos del cine.

La historia se ubica en un futuro cercano, en una estación espacial que busca captar alguna señal de vida inteligente en el espacio, el astronauta y capitán Roy McBride (Brad Pitt) lidera el proyecto que se ve amenazado por una fuerte explosión causada por un inexplicable aumento de energía, ocasionando una gran cantidad de muertes.

Las autoridades determinan que todo es resultado de potentes rayos cósmicos que emanan de explosiones que suceden cerca de Neptuno, justo donde varios años atrás desapareció el transbordador del Proyecto Lima, misión liderada por H. Clifford McBride (Tommy Lee Jones), el padre de Roy, de quien se pensaba estaba muerto y que ahora se sospecha está detrás de los recientes sucesos, por ello se convoca a Roy para realizar una misión especial: viajar al lejano Neptuno para contactar a su padre y así obtener respuestas necesarias para preservar a la humanidad y para él mismo.

La película de Gray propone un intenso viaje a lo más recóndito del espacio exterior en busca de respuestas, que supone una expedición por demás ambiciosa en más de un sentido referente a lo narrativo, pero que Gray resuelve de manera sólida, y sin necesidad de grandilocuencias ni metáforas rebuscadas.

‘Ad Astra’ encuentra diferentes puntos de conexión con películas como ‘2001’ de Stanley Kubrick o ‘Solaris’ de Andrei Tarkovsky, pero sobre todo se emparenta con la poderosa ‘Apocalipsis ahora’ de Francis Ford Coppola’, en ese viaje hacia las tinieblas que acompaña a su protagonista obnubilado por la fascinación que le genera la persona a la que debe contactar en su destino, que en este caso añade el aspecto emocional del vínculo filial.

Gray sigue sumando grandes títulos a su filmografía, ahora con una odisea espacial que lo consolida como un sólido narrador, en un relato reflexivo y emotivo que usa a su favor las poderosas imágenes que consigue su fotógrafo Hoyte van Hoytema, y a un atractivo elenco con nombres como Liv Tyler, Ruth Negga y Donald Sutherland, además de contar con la segunda gran interpretación en el año para Brad Pitt.

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