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San Marino San Marino · Ladera del Monte Titano
Críticas de Fej Delvahe
Críticas 679
Críticas ordenadas por utilidad
9
1 de enero de 2008
50 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es cine de Corea del Sur, pero de rango "magistral", universal. Una película a TENER MUY EN CUENTA, no ya por su dirección, guión, fotografía, actuación, puesta en escena, etc., sino por su ejemplaridad, por la serena lección humanista que da a través de esa anciana arrugada, frágil, doblada, medio vencida por el paso del tiempo y la vida, la imagen viva del concepto AMOR frente a su nieto, un abusadorcito que representa la NECEDAD y el EGOISMO.

Película repleta de detalles maravillosos como el niño horrorizado ante la cucaracha y pidiendo rápido el insecticida (reflejo de lo que somos la mayoría de los ciudadanos desnaturalizados civilizados) y la abuela cogiéndola con suavidad y echándola por la ventana para que siga viviendo conforme a su razón de ser en el universo (reflejo de la sabiduría flexible, tolerante y que comprende el papel de todo en el cosmos, incluso el de su pequeño nieto necio, insolente y desconsiderado hasta límites intolerables).

El muchachito de la película es el típico malcriado necesitado de esa medicina curativa que suele resultar salvadora en ocasiones en que hay que vérselas con niños tan empachados de antivalores propios de la civilización-degeneración; es decir, un jovencito necesitado urgentemente de que le den su saludable medicina consistente en una buena zurra a todas luces «la pida» para que aprenda por las malas, ya que por las buenas le cuesta muchísimo: que a los ancianos hay que respetarlos y más un imberbe que aún no sabe de la vida casi nada.

Filme inolvidable sobre la paciencia y temple de una vieja mujer ante las majaderías de un mentecato niño de ciudad. Valiosa película que educacionalmente habría que hacerles ver a los padres y madres ésos que se pasan horas y horas contemplando enajenaciones televisivas tipo "Aquí hay tomate", "Gran Hermano" u otros programas sobre inframediocridades de máxima audiencia, ganancias y mala educación, los cuales engordar a pajarracos de altos vuelos como los que anidan en el canal español TELE 5.

Más les valiera a muchas madres regalarle a sus hijos por Reyes la contemplación de esta ejemplar película en lugar de tanto juguete atontador que no les aporta ningún sentido ejemplar de sencillez, ni humanismo ni trascendencia esencial; al menos con esta película, que después de vista conllevaría una lección o explicación, se ahorrarían dinero y encima harían que sus hijos nuncan olvidaran una cosa tan edificante para el cuerpo y el alma.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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9
4 de noviembre de 2007
47 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante un filme de gran solvencia dentro del género religioso, y sobre todo del catolicismo el cual recibe muy buena propaganda y exposición a través de la historia de un sacerdote católico escocés de mente muy abierta, destinado como misionero evangelizador, durante décadas, en la China de principios del s. XX. Esta buenísima imagen de la religión católica gracias a uno de sus representantes de estilo flexible, amable y considerado, que cala en los corazones y nos hace emocionarnos y llorar en varias ocasiones a lo largo de la película, se debe al escritor Archival Joseph Cronin, natural de Escocia (1896-1981), católico ferviente y médico de profesión, que triunfó no como médico pero sí como escritor, entre otras con novelas como "Las llaves del reino" que fue llevada al cine por J.M.Sahl y que en estos momentos nos ocupa.

El sacerdote que A.J.Cronin nos presenta en su obra y John M. Stahl expone fielmente en el filme, derrocha ecumenismo, semblante humanista y talento misericordioso por todos los costados: tiene empatía y amistad con los ateos, es la imagen viva de la humildad y de la sabia inculturización en tierras y culturas tan lejanas y especiales como la china —algo que supieron hacer ya muy bien desde siglos XVI los primeros misioneros católicos, los jesuitas, en esa gran nación oriental, aun con la obstaculización de los inflexibles y soberbios "doctos eclesiásticos del Estado Vaticano", recuérdese por ej. el caso del jesuita Mateo Ricci, (1552-1610)—.

No es de extrañar pues que con un cura tan abierto y bueno de mente y corazón la imagen del catolicismo gane muchísimos enteros ante cualquiera que vea esta película y que de hecho se constituyó, siendo la primera que interpretó como actor, en la lanzadera a la fama del aquí novato pero genial Gregory Peck.

"La felicidad de uno depende de lo que haces, de lo que das y de lo que recibes", dice el amigo médico y ateo al sacerdote católico protagonista cuando lo visita y se queda con él en su misión china. Y hay que resaltar que cuando este amigo médico cae herido de muerte, el presbítero no intenta en modo alguno salvarle el alma en los últimos momentos de la agonía, sabe y nos maravilla fraternamente explicando que la salvación no depende de él ni de sus sacramentos ni de su clericalismo, sino de Dios (sin duda un modo de actuar demasiado liberal, no bien visto ni aceptable por el dogmatismo clerical de Roma), y el ateo le agradece y confiesa que por esto lo ama más que nunca, por no haber intentado en este último y crucial trance llevarlo a su huerto clerical ideológico. ¡¡¡Toda una atrevida y maravillosa visión de ecumenismo, de empatía y de comprensión religo-psicológica!!! Un catolicismo así, no cabe duda, se da a querer, nos cautiva y se nos hace cordial y querido.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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9
26 de abril de 2007
46 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante todo el film tiene uno el alma en vilo. El director Hany Abu-Assad conoce bien el tema de los mártires palestinos que se suicidan en actos de terrorismo en los cuales tratan de matar al mayor número posible de judíos; sin duda por esto lo ha rodado de manera sobresaliente, con sus toques de justificación y su denuncia acerca de la enajenación religiosa y política, con reflexiones partidarias de la causa palestina y sus razonamientos partidarios de la causa humanista y más importante que la anterior, incluso con escenas espléndidas de autocrítica e ironía sobre los líderes fanáticos que envían a los jóvenes a suicidarse terroristamente (como por ejemplo cuando se ve al protagonista principal, el que va a inmolarse, que no puede dormir la noche anterior a la misión y en cambio el profesor y jefe que le acompaña y anima para que la cumpla, duerme plácidamente como un tronco; o también cuando dicho intelectual y jefe, que envía a estos jóvenes a la muerte, se pone a comer tranquilamente mientras los discípulos fanatizados graban el video donde se despiden de sus familiares y reivindican su acto de muerte suicida y terrorista en nombre de Alá y de la causa palestina).

Es obvio que PARADISE NOW es una gran obra cinematográfica que afronta de lleno y valientemente el problema palestino, incidiendo en uno de sus puntos más delicados y sensibles, el de los fanáticos que se lanzan con el cuerpo cargado de bombas a morir matando. Así pues, una obra de enorme maestría, muy recomendable de ver por su calidad de desarrollo, autocrítica, bastante objetividad y por lo mucho qué deja para pensar cuando ha finalizado.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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8
17 de agosto de 2008
50 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo principal del filme se desarrolla en las vastas tierras desérticas del interior de Australia. Ahí, tres personas van a tener un encuentro, unas vivencias extraordinarias. Por una parte una muchacha (Jenny Agutter) y un niño, hermano de la anterior (Lucien John), ambos procedentes de la sociedad blanca y burguesa de Sidney; por el otro lado un adolescente aborigen de Australia (David Gumpilil).

Los dos primeros, se ven repentinamente solos y perdidos entre el amplísimo horizonte de tierras australianas (un medio que les es extraño), hasta que se encuentran con el joven aborigen quien les ayudará a sobrevivir en este gran espacio que a él no le resulta foráneo sino familiar, ahí enseñará a los dos "ciudadanos" cosas vitales que no se suelen aprender en el sistema escolar de la ciudad (donde lo más importante parece ser el uniforme, la vocalización y otras pijadas intrascendentes para la vida); por ejemplo les abrirá la mente a conseguir agua en medio del desierto; a cazar lagartos, canguros, aves, para alimentarse; a curar quemaduras solares; a gozar de la desnudez o de baños en parajes paradisiacos, etc., experimentando de esta manera una calidad de vida distinta, una calidad de vida sensacional y por lo mismo inolvidable, porque la memoria la consagra en lo recóndito de las vivencias maravillosas ("Esa es la tierra del contento perdido. Veo su brillante llano, los felices caminos por donde fui y que no pueden volver".).

Fílmicamente, el director Nicolas Roeg, nos expone la distancia tan enorme que hay entre la civilización ciudadana a base de ladrillos bien alineados que forman las fachadas y los nidos cuadriculados que nos sirven de hábitat, esto por una parte, y la civilización de las piedras desordenadas y bellamente alentadoras de libertad sobre los espacios abiertos de la Naturaleza, por otra parte. Desde el lado A, las ciudades, se suele ir hasta el lado B, los lugares abiertos e inhóspitos, ya de excursión o de paseo, ya por puro esparcimiento (que incluye el destruir, matar por matar o por deporte). Este hecho concreto le causa un tremendo impacto al nativo aborigen cuando es testigo de como unos cazadores blancos matan varios animales con disparos de rifles atronadores, sin necesidad verdadera.

En resumen, un filme sobre ecología, donde se denuncia que la relación de los seres humanos aparentemente "incivilizados" es racionalmente civilizada con la Naturaleza, y en cambio la relación de los hombres supuestamente "civilizados" es desconsideramente incivilizada con ésta.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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9
10 de agosto de 2007
46 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy buena película de Laurent Cantet. Por varias razones:

1ª. Porque aborda el tema de los «Saltimpankis», término que se usa en R.Dominicana, tanto en singular como en plural, para designar hombres, normalmente jóvenes, de físico atractivo, habitualmente morenos o mulatos, que se dedican a ejercer de putos en las proximidades de las zonas hoteleras, o sea a prostituirse con mujeres de más edad que ellos, casi siempre turistas cuarentonas o cincuentonas, que viajan a los países caribeños a practicar el llamado "turismo sexual", es decir el turismo de unos cuantos días en los cuales disfrutar del sexo con jóvenes nativos. La historia de esta película trata precisa y magistralmente de la vida de uno de estos «saltimpankis», que como suelen hacer ellos vive a la vera de un hotel, rondando, enamorando y satisfaciendo a mujeres turistas de edad madura, a las que sirven en sus apetencias sexuales a cambio de dinero, regalos o incluso otros pagos como pudiera ser obtener una visa y un aval para poder emigrar a los países de donde proceden esas damas con mayor poder adquisitivo o económico. En concreto el «Saltimpankis» de este filmeno es un dominicano sino un haitiano y la historia, aunque casi toda rodada en la playa de Las Terrenas y alrededores, de la provincia de Samaná, R.D., según el guión de esta película se sitúa en Haití, a las afueras de Puerto Príncipe.

2º. Porque toca un tema, casi tabú, de forma muy real y transparente: que cada vez las mujeres se comportan con comportamientos más copiados o parecidos a los hombres. Esto se puede ver en las mujeres políticas o diputadas, en las mujeres policías, en las mujeres obreras o en las mujeres turistas, esto es, que adoptan la idiosincrasia hasta ahora propia de los machos humanos y actúan igual que ellos aunque desde el sentir femenino. Es decir, a la hora de la verdad, se demuestra que NO HAY NADA MÁS PARECIDO A UN HOMBRE QUE UNA MUJER.

3º. Porque la música de ritmo y acento haitiano que acompaña a la cinta es espléndida y encantadora. Porque gran parte de los actores haitianos que salen en el filme, actúan con un realismo muy logrado sin ser profesionales: es el caso de Lys Ambroise que interpreta el papel de «Albert», el encargado del Hotel, y lo hace con una perfección, una autenticidad y una calma actoral tan perfecta, que parece que lleve realizando ese oficio, haciendo cine o teatro, toda su vida.

En definitiva, una película, de esas que pasan veloces por las pantallas, que apenas ve alguien salvo los muy aficionados, y que sin embargo es una agradable sorpresa de buen cine.

Hay una escena estupenda a la quiero hacer mención: la turista interpretada por Charlotte Rampling está quejándose a un comisario de la policía haitiana de la inseguridad que supone un hecho dramático que acaba de suceder en la playa del hotel, y el comisario le responde en su idioma haitiano: Tranquila señora, «No pasará nada, los turistas nunca mueren» en Haití.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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