De llorar va la cosa. Y de llorar mucho. Una historia un tanto forzada que no tiene más objetivo que conseguir que niños y grandes, aficionados a los perros, se lancen a abrazar y besar a sus mascotas a lágrima tendida. Un exceso en el sentimentalismo que sólo compensa por las bellas imágenes de de la "supuesta" Antártida (supongo que lo han grabado en el Polo Norte, que pilla más cerca)
Para el que le gusten los perros y necesite llorar un rato.

Hay que suponer que los premios otorgados a esta película provienen de mérito de romper con el protótipo de musical acaramelado de Bollywood. Que una directora india se atreva a enseñarnos un poco de la triste realidad de su país parece ser que basta para logar la aclamación de los críticos de cine.
Digo esto porque más allá del atrevimiento de la directora en cuanto al motivo, no hay ninguna otra cosa de valor. Imágenes crudas que se van sucediendo sin armadura que las sustente en un guión cogido por los pelos. Sentimentalismo forzado, escenas tediosas y desarrollos mal explicados. Ni la impactante fotografía ni el drama que se cuenta impiden que nos aburramos. Por algo será.

Sin duda alguna lo mejor de Tim Burton. Todo un espectáculo que hizo ver en su momento a lo podía llegar a convertirse la magia de la animación.

Acostumbradas nuestras navidades a los tostones de la factoría Disney, de repente del cuento infantil que se cuenta en la pantalla empiezan a salir a chorros colorido, originalidad, sentido del humor y mucha, mucha imaginación. Para mi, un mito del arte gráfica del siglo XX. Sin dejar de ser un cuento para niños, claro.

Luego al señor Tim Burton se le fundieron los plomos y ha terminado ensuciando su currículum con bodrios como el de Alicia en el País de las Maravillas, por poner un ejemplo.

Ernesto Guevara, El Ché, es una de las pocas aportaciones del siglo XX a la mitología universal. Un mito que en poco tiempo ha pasado de historia a leyenda, quizá por la ausencia en este siglo tecnológico de otros arquetipos que reflejen esos valores éticos que generación en generación siguen venerándose. Así duerme ahora el Che, en los salones de la historia, al lado ya no tanto de Marilyn, Al Capone, Rockefeller u otros iconos gráficos del siglo. Ni tampoco junto a Hitler, Mao o Gorbachov, que pusieron firma los acontencimientos. El Ché yace para siempre en la memoria colectiva al lado de Espartaco o Viriato, como mitos del incoformismo, y de la derrota del hombre frente a la inhumana historia de la humanidad.

Vaya, se me olvidó hablar de la película. Aunque supongo que al director no le importaría. Como película homenaje que es, el guión, todo mitología, apenas importa. Nos conformamos con que sea entretenida y no demasiado explícita en el mensaje. Muy correcta, de preciosa fotografía, pero con fases un pelín aburridas.

Empezaré diciendo que no me interesa lo más mínimo el mundo de las drogas. En cuanto a las imágenes de pinchazos, tuve que cerrar los ojos continuamente.
Pero la película, a excepción del deslucido final, me pareció brillante. Con ritmo y originalidad la narración se mueve en los mismos patrones que los personajes; lucidez, vértigo, histeria, desparpajo, irracionalidad, ansiedad, inconsciencia... Una visión borrosa del mundo donde lo menos sucio es la taza del water.
Todo contado, como supongo que ven la vida los drogadictos. Como una huida continua hacia delante, sin mirar atrás. Sin ni siquiera mirar alrededor.