Vaya recuerdos. Esta serie vino justo antes del bombazo de "Cristal" y casi se puede decir que pavimentó el camino hacia lo que terminaría, un año más tarde, con la parada de una sesión del Congreso de los Diputados para ver el capítulo final de las aventuras del melosopesao de Luis Alfrodo y la no menos tontolbota de Cristina.

Pero "Dona Beija" (no la traducción del título "Dona Bella", que no recuerdo que se realizase jamás), iba de un bellezón que montaba un lupanar de lujo con la aquiescencia de un par de barbas pajilleros y cachondos, un tal abogado Fortunato y un tal comisario Bellegarde. Estos dos se saltaban la ley porque en realidad se querían follar a la Beija. Luego estaban una serie de viejas criticonas que insultaban al bellesón curaçao Beija porque había sido la amante de un auditor...y recuerdo a dos figurines que se convertían en novios formales de la madame de lujo, y es que llevar un lupanar es difícil a veces.

Como pueden ver, no tengo un puñetero recuerdo de argumento alguno de la serie, y sí de que la Beija esa (Maite Proença) estaba como un tren, sobre todo cuando salía comiéndose en los títulos introductorios (ejem) una especie de fruto tropical (mmmmm) . Por ello, le meto el suspenso más alto que hay, y cuando digo suspenso, me refiero a la nota, malpensados.

Típico sub-subproducto de serie B de domingos tarde de una cutrecadena de televisión. Eso sí, los escenarios de la película son muy adecuados para imaginarte, en plena época prevacacional, que estás tumbado a la bartola con una caipirinha en una espléndida playa del Caribe. En resumen: una basura televisiva remozada con sol, aguas cristalinas y arena blanca. No vale ni para dormir la siesta a gusto, para ello, ya tenemos los documentales de la 2 o el 90% del cine español actual.

Por cierto, las playas de Canarias son mil veces mejores.

Sin ánimos en entrar en los terrenos procelosos de la herejía más absoluta, la crítica más exacta que le puedo hacer a esta película sin caer en los típicos tópicos de "el inicio de la decadencia de la serie Bond-Connery" o "la reiteración más absoluta del cinismo del agente británico", es que ROTUNDAMENTE lo mejor que puede hacer el espectador incauto es ir al videoclub más cercano y solicitar el cambio del DVD de "Operación Trueno" por "Nunca digas nunca jamás". Se trata exactamente de la misma historia, con los mismos personajes y un más fondón Connery al frente, pero con malos malísimos mucho más carismáticos y una producción mucho más cuidada.

Eso sí, si esta advertencia ha llegado tarde a tus retinas, tampoco pasa nada. "Operación Trueno" significa deleitarse con una espléndida Claudine Auger, sin duda una de las chicas bond pertenecientes al Top Ten, con las chulerías de turno de 007, cada vez más despendonado, machista y tocapelotas, y con el mobbing interno en la organización criminal Spectra, cuyo jefe no se anda con chiquitas al reconvenir amistosamente a sus subornidados que no han hecho bien su trabajo.

Moneypenny sigue buscando el pennis de Bond sin éxito alguno, Bond sigue jugando al juego de la rana con el sombrerero, Q sigue inventando gadgets e implorándole a Bond que los devuelva enteros (se ha de tener moral para ser Q, el inventor fabuloso que ve cómo sus artilugios son empleados por 007 para follarse a la espía de turno y no para investigar seriamente) ,y el espectador sigue recibiendo lo que esperaba al pagar la entrada del cine, ni más ni menos.

Pero aquí reside el principal problema de "Operación Trueno". No recibimos nada más de lo que esperamos inherente a un lanzamiento a bombo y platillo de una nueva entrega de una franquicia a la que se le supone que debe superarse película a película, y después del viajecito por Jamaica, por el Orient Express y Fort Knox, Nassau no parece una elección acertada en lo que respecta a la originalidad, aunque sí en la comercialidad.

Al agua, patos.

TODA LA CRÍTICA EN EL SPOILER.

Tuve la mala suerte de escuchar por "accidente" un retacillo de la película y pasé una semana deseando pasarme al Lado Oscuro. La fuerza siguió siendo intensa en mí, más que nada, porque el cambio de color de azul a rojo de mi sable láser me salía por un ojo de la cara.

Mítica serie de los 80 que nos tuvo a todos los españoles pegados a la pantalla cada sábado por la tarde temiendo por la aniquilación definitiva de la raza humana. La generación anterior ya había temblado con "La guerra de los mundos" y había que actualizar resultados. Un merchandising en forma de pegatinas, carpetas e incluso un videojuego de los ordenadores Amstrad fueron reclamos de apoyo que agrandaron el suflé. Los lagartos y lagartas (nunca mejor dicho) tuvieron un calado tal, que seguro que miles de historias cotidianas los utilizaron de fondo historietil. Ahora me da vergüenza absoluta decirlo, pero en mi clase del colegio se incorporaron en 5 ó 6 de EGB unos chavales de otros colegios y los llamábamos "los visitantes". Incluso yo llegué a imaginarme cogerle la cara a algún cabronazo matón que me caía mal y dejarle la piel de lagarto al aire, delatándolo ante el mundo mundial...

Y, evidentemente, parte del éxito de la serie se debió a las dos lagartas de pro, la espléndida Diana (Jane Badler, futura nurse de Falcon Crest) y Lydia (June Chadwick). sin despreciar los encantos de la Doctora Parrish (Faye Grant, anterior alumna del Ralph Hinckley de "El gran héroe americano). La lengua viperina (y nunca mejor dicho) de las dos primeras era destacable, y sus intrigas y tejemanejes peores.

Curiosamente, los protagonistas masculinos eran feos a rabiar, empezando por Marc Singer (Donovan), pasando por Michael Ironside (futuro actor principal de "Desafío total" y acabando con RObert Englund, el lagarto bueno y vegetariano que respondía al nombre de Willie (ésta es otra, los lagartos tenían nombres terrestres). Ya no mencionemos a los personajes de Kyle y Nathan Bates, dos calzonazos de primera, aunque el primero se lo debía pasar pipa practicando sexo oral con una rubia de lengua bífida.