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Polonia Polonia · Galitzia
Críticas de Valkiria
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Críticas 240
Críticas ordenadas por utilidad
9
5 de febrero de 2009
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues romperé una lanza a favor tanto de Bill Murray como de Andie MacDowell. Resulta increíble lo infravaloradamente que se someten a juicio las carreras de ambos intérpretes, sobre todo en lo que a él respecta. Es un actorazo. No responde a los prototipos, ¿de quién? ¿ha estado encasillado en papeles cómicos y/o de serie secundaria durante tiempo? ¿Y qué? Su interpretación en, para mí, “El Día de la Marmota” lo resarce con creces.

Probablemente sea un caso atípico en el que el tiempo y la cordura ofrezcan al film de Ramis su justiprecio, como si tratase de una expropiación forzosa por parte de unos críticos cegados y gilipollas a otros, esos mismos que en su día no supieron valorar la película de referencia como se lo merece de lleno: una genialidad, barata y por eso desprestigiada.

Está llena de sorpresas, es un vaivén de ocasiones múltiples en los que jugamos con él (Murray) al azar, a la vida, al arrepentimiento y a la superación; un azar con el que todos fantaseamos, ese... ¡ojalá! hasta el momento en que pueda convertirse en la peor de tus pesadillas: RUTINA. ¿Habrá algo más triste?

No es una comedia y sin embargo puedes reír y reír, al lastre de una situación amarga y solitaria. ¿No veis que Murray sufre y sufre sólo y abandonado durante todo el 2 de febrero eterno?

De esa situación sumamente amarga, en clave de comedia (no hay más que ver sus caretos de hastío), la rutina maldita evidencia que su/tu vida ha de ser replanteada por cojones.

Y si no es porque tú ni te enteras, sea entonces porque a la marmota se le antoja jugar contigo e involucrarte en su mundo reiterado, malgastado: criando hongos en el sofá, quejándose de uno mismo, apestándose y lastimeramente lamentándose de la vida que nos toca en suerte seguir o... ¿quizás cambiar?

¡La marmota es genial! Ojalá fuésemos más animales, no en sentido peyorativo que lo peyorativo es ser humanos.

Esta película nos ofrece disfrutar del atemporal día de la marmota hasta despertar, como Murray, a la magnífica vida.

Y acabo. Yo en su caso, no cambiaría la canción al despertarme, “I got you baby” (GENIAL) de Bob Dylan, por mucho que me despabilasen del comatoso estado en el que vivimos todos. Imagínate que te dicen que el chico de Minnesotta te va a canturrear durante el eterno retorno! Jaajajajaa. Puestos a pedir, elegid la canción que os despierte todas las mañanas a las 6:00. Yo me quedo con Bill y con Dylan. Otro acierto grandísimo de una historia que nos recomienda a todos: tómate tu tiempo con tal de salir adelante y campante.

Me encanta. Vedla.
Valkiria
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6
5 de marzo de 2011
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
De lo primerísimo de Woody Allen, nada despreciable pero sí, un film acusado de las neuras que luego el director norteamericano repartirá con mucho mayor criterio, madurez y sedimento en sus posteriores obras. Queda claro que las padece desde el principio.

En "Toma el dinero y corre", Allen se atropella a sí mismo. Tales ansias por contar tantas cosas y en tan poquito tiempo menoscaban, al igual que lo hace la voz en off, una narración desenfrenada. De permutar esta película por una made in Spain, los directores y actores protagonistas serían aquí Josema Yuste y Millán Salcedo aka Martes y 13. Para que se hagan ustedes una idea.

Genial el guiño a "La leyenda del indomable" el que se permite el director lunático de "Manhattan" en su ópera prima.

Incisivo en esta cinta, por ende, con crítica social que Allen le cuela a Nixon, a los rabinos, a los banqueros, a la institución matrimonial y a todo lo que no le vaya bien pero, con su mordaz peculiaridad, ya tan temprano y cínico - peli para todos los públicos, por supuesto- que pasa por ser de lo más inocentona. Uno que sabe de malabares.

Ninguna peli de Woody Allen se queda sin moraleja. Su ingenio le permite esquivar censuras desde que empezó en el cine. Algo digno de mención llevando este señor 40 años de carrerón como director y actor sin haber sido acusado aún de maldito. Un culebrilla, vamos.

Al fin y al cabo... ¿Quién va a reprocharle a Allen sus neuras cuando ya de niño...? :

- "¡Mamá! ¡Mamá!" ¡El universo se expande!"
- "¡Calla niño! Esto es Brooklyn y Brooklyn no se expande!".

Cosas de un genio en ciernes.
Valkiria
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2
14 de mayo de 2009
44 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién sale a la calle en bragas corriendo detrás de un pichafloja, en diciembre, en Londres y bajo la nieve?

¿A qué neurótica se le ocurre cocer unos espárragos atados a un hilo de plástico azul? y peor... ¿cómo es posible servir después, una crema azul de espárragos cocidos en pvc? Ya no digo más pero ¿qué pasa? ¿que no hay "chinos" en Londres a domicilio?

¿Somos así las treintañeras? ¿Esta tía tiene sentido de la vergüenza ajena? ¿dónde? Lo pregunto porque a mi me puede un sentido del ridículo que despilfarran a base de niñateces consentidas todas estas pijas, incluidas _ las que recogen el testigo_, cuatro newyorkinas de Sex and the city...

En fin, que no pierdo comentando la peli ni "una décima de segundo más" (Antonio Vega, genio, no debería mencionarte aquí pero en algún lugar quería testimoniar mi cariño).

Un insulto de película. No hablemos de su segunda parte. Es lamentable lo que nos echan de comer...
Valkiria
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2
5 de octubre de 2008
35 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para una tarde de domingo puedo jurar que lo menos recomendable es esta película.
Histriónica, chillona, interminable con cuarente dejà vu y con una Helen Mirren que se pasea en pelotas toda la cinta.

El que sí se ha lucido desde luego, Galiano con el vestuario.

Del resto... poco más que añadir: una bacanal culinaria de dos horas con un tirano que no se calla ni para respirar, dos escenarios (una cocina de plebeyos con un Espartaco de los fogones; un comedor para patricios que vomitan su ¿hedonismo?) y un elenco de secundarios estrafalarios y vestidos de prêt à porter. Fuera del restaurante, en los camiones de recogida, toda la inmundicia y las sobras de la clase alta, los perros despedazando los restos y un cadáver sobre la mesa. Desprecio a los libros (el amante) y al buen gusto.

Buena pieza musical (eso sí, se repite de principio a fin). Nada. No me ha gustando nada.
Valkiria
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10
21 de abril de 2010
23 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
La oratoria atea de Burton desde el púlpito hacia esos feligreses que han dado la espalda a Dios por contaminar los mares arranca con un presagio que aseguro, dará paso a una bellísima historia que arrasa los tabúes moralmente intocables de una América puritana, sin embargo en ciernes de abrirse a la contracultura.

La crisis de fe que Burton arrastra hace de él un personaje huraño, controvertido, alcoholizado ante los sinsentidos que el mundo le devuelve. Por eso se debate entre conducir su vida hacia el plano de lo real o hacia el apogeo inconformista que sufre. A tal punto llega su desazón que la única esperanza con la que cuenta para recuperar su fe es la de echarse a nado hasta China. No cree en Dios porque no cree en su criatura más imperfecta: el ser humano.

Los demonios que acechan a los personajes (Burton y Gardner) no son apaciguados ni por el Dios creador, ni por el ron de Puerto Vallarta. Tampoco por los nativos que bailan bajo la luna con Ava, en un ritual de apareamiento a tres bandas.

Un hermoso poema de un anciano enamorado del mar que le dio la vida, acaba por espantar los miedos de los dos personajes principales. Luego aparece Deborah, personificada en una mujer optimista que de todo su vagabundeo por un mundo patético, extrae la sabiduría y templanza con la que relativizar esas luchas internas que atormentan a los humanos. Ella lo sabe: “sufrís el pánico, porque os gusta regocijaros en él”.

Película rompedora: la figura que representa la mayor cota de rectitud (en el peor sentido de la palabra) es la de esa profesora histérica que deja escapar su frustrada condición sexual. Pero ahí está Deborah... Con todo y sus sabias palabras no hace sino dar lecciones desacreditando esas moralinas, como toda la farsa que enlata a los seres humanos: estúpidas criaturas de un Dios que renuncia a auxiliarlos exorcizándolos de los temores que les atormentan. Que atormentan a todos excepto a la propia Deborah y a su entrañable abuelo, un compositor de poemas que surten el efecto de hermosas plegarias, para Ava y para Burton.

Soberbio él. Gadner se sale: su arrollador carácter, su cinismo y sus desaires a la constreñida época entran en contradicción con sus miedos (infundados) a perder: la belleza que como mujer deseada se marchita. Pero esa es sólo una excusa. Su mayor miedo es perder al hombre que ama.

Obra celestial de Huston.
Valkiria
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