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España España · Madrid
Críticas de Feisal
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Críticas 51
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
2 de febrero de 2012
34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta curioso el evidente ninguneo que ha sufrido "Oro negro" en su paso por las salas españolas. Vaya eso por delante de todo lo demás, porque lo que apuntaba como un estreno comercial, una cinta de aventuras con cierto sabor añejo, con director conocido y estrella conocida (y local), ha tenido un paso discreto. Eufemismos aparte, lo cierto es que no ha interesado a casi nadie (ha durado dos semanas, terminando arrinconada en una o dos salas diminutas), quién sabe, tal vez porque no atrae en estos tiempos ver una película de jeques y sultanes y arenas del desierto si no es con humor barato, protagonista enseñando bíceps o 250 millones de presupuesto (sí, estoy pensando en "Prince of Persia"), y aquí no lo hay. Cosas que pasan en la ancha Castilla.

Terminado este prólogo aclaratorio, tengo que reseñar dos sensaciones: lo enorme que hubiera podido ser esta película con otro guión, y la admiración que me producen cineastas como Jean-Jacques Annaud. La película, en su conjunto, es un buen ejemplo de aventuras con trasfondo político, cine que aúna entretenimiento y cierta reflexión. O sea, cine que escasea mucho hoy en día. Annaud no pretende llegar a cotas de otras cintas ambientadas en el desierto, caso de la mismísima "Lawrence de Arabia" (a quien pertenece la frase que da título a la crítica), o "El viento y el león", película, por cierto, con la que comparte muchos puntos en común. Pero sí que intenta, a partir de esquemas melodramáticos, llegar a una reflexión sobre el propio pueblo árabe y musulmán, y sus relaciones con Occidente, más allá de su península.

Annaud se sirve de la historia de dos hijos de un sultán que pasan a ser tutelados por su enemigo para poder mantener una tregua respecto a cierta parte del desierto, situada entre los territorios de ambos reyezuelos. A través de la historia, trufada de momentos románticos, protagonizados por la bellísima Freida Pinto, dramáticos y levemente humorísticos, el director hace fluir el metraje con presteza hasta el momento en que hace su aparición el oro negro en plena tierra de nadie. Y los mejores momentos de la película empiezan a partir de ahí.

Lo peor de la película, lamentablemente, es su propio guión. Menno Meyjes no puede o no sabe desarrollar bien una historia, más allá de la corrección, con tantas posibilidades. El comienzo y la primera parte de la película se desarrolla a trompicones, demasiado deprisa, como si hubiera necesidad de llegar a la madurez de los protagonistas. Con todo, los personajes están suficientemente bien dibujados, personificando cada uno formas distintas de ver a Arabia y el papel que puede jugar en el mundo, desde un turbio y muy en su papel Antonio Banderas, abierto sin complejos de ningún tipo al capitalismo y al dinero; y el siempre magnífico Mark Strong, caracterizado fabulosamente, dando vida a la parte más arraigada al pasado, más anclada en sus tradiciones y en su religión y en cerrarse a toda influencia exterior. (Sigo en SPOILERS)
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Feisal
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6
15 de noviembre de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Indiana Jones le decía a una joven Marion en su aventura del arca perdida "no son los años, son los kilómetros". Pero como a todos, los años terminan por pasar. A Indy, a Spielberg y a Lucas. Y me temo que sobre todo, a éste último. Lo cierto es que la idea de traer de vuelta al héroe del sombrero y el látigo, al profe de arqueología con mucho tiempo libre, era demasiado tentadora, y Lucas, ahora en la sombra tras culminar su segunda trilogía galáctica, se moría de ganas por volver al escenario. Spielberg le fue dando largas año tras año, ocupado con sus proyectos con Tom Cruise y Tom Hanks, y también porque ningún guión conseguía reunir el encanto y la jovialidad de la trilogía mítica indianajonesca. Pero Lucas insistía hasta que, quizá para quitarse la cosa de encima, Spielberg terminó por aceptar.

Y lo que aceptó fue un guión de David Koepp que, estoy casi seguro, no le debió de convencer demasiado. El guión y, en fin, la película misma, sigue a rajatabla el esquema de las Indy-películas: prólogo, visita al Marshall College, detonante de la aventura y despegue del avión. La película cuenta con muchas de las simpáticas fantasmadas de las otras, solo que esta vez se les ha ido un poco la mano. Sí, me refiero a la nevera voladora, a la explosión nuclear y a unos rusos un poco de opereta. El caso es que tras un prólogo atómico, la historia da un giro interesante, presentando a Indiana como un profesor seguido por el FBI, cansado, algo desamparado tras la desaparición de dos amigos y apoyos como eran su propio padre y Marcus Brody. Alguien que escoge el exilio y cambiar de vida. Un leve tono crepuscular, solo apuntado, que podría haber enriquecido al personaje, interpretado muy bien por un ajustado Harrison Ford.

Pero entonces llega Marlon Brando. Perdón, Shia LaBeouf, y se cae un poco el invento crepuscular. El macguffin de turno no engancha tanto como el arca, las piedras Sankara o el Grial, y es por ahí por donde el guión de Koepp empieza a hacer aguas. Se cambia el tono crepuscular por una comedia trufada de toques sobrenaturales livianos. Por que lamentablemente no. No terminan por convencer ni la mala Cate Blanchett, ni los ggggusos ni las dichosas calaveras de cristal que le vuelven tonto a uno (que le pregunten al pobre John Hurt) ni casi la vertiginosa persecución por la selva. Toda aventura de Indiana tiene su persecución memorable (y la más memorable entre las memorables fue la del desierto egipcio con el camión transportando el arca), pero aquí Koepp se empeña en introducir toques cómicos que rebajan el ritmo, la emoción y el peligro. Luchas de esgrima, tarzanianos desplazamientos por lianas, caídas a lo parque de atracciones por cataratas... Todo rebaja el tono serio y trepidante a un tono directamente adolescente y casi infantil. Por otra parte, como si de un abuelo con problemas de próstata se tratara, Indy acaba siendo acompañado al final en su aventura por ¡4 personas!, diluyendo al protagonista y sus decisiones.
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Feisal
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10
15 de noviembre de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de otras consideraciones, ésta es la película con la que Spielberg pasó de la adolescencia a la madurez casi instantáneamente. O dicho de otra forma, esta película representó para el cineasta su oportunidad de mostrar al mundo su forma de mirar al mundo, al hombre y a sus circunstancias. Y de reflejar su propia personalidad en esas imágenes. Y luego están los Oscars, sí, pero hablaremos de eso más adelante.

"La lista de Schindler" es una película imperfecta, hay cosas que sobran y quizá otras que falten. Y sí, a pesar de eso, la he plantado un 10 de nota, pero hablaremos de eso más adelante. Prácticamente cada cineasta que hubiera dirigido este guión y esta historia hubiera terminado por reflejar su propia personalidad en las imágenes y en la construcción de las secuencias, principalmente porque la potentísima carga dramática que conlleva el Holocausto, los campos de concentración, la propia historia de Schindler y el drama humano de aquellos años son un reto emocional para el propio director. Wilder, Bresson, Tarkovski, Godard... cada cineasta, repito, adaptaría la historia a su propio lenguaje cinematográfico, a su tempo narrativo y a su forma de ver aquel drama. Cada uno se haría unas preguntas, cada uno aplicaría su visión y forma de ser a la historia: frialdad, tristeza, pesimismo, ira, rabia...

Pero es Spielberg el que ha dirigido esta película. Spielberg, judío y de familia judía, con lo que la carga personal es ya evidente. Y casi puedo imaginarme los años 1991, 1992, cuando muchos de los muchísimos detractores que tiene este director se echarían las manos a la cabeza. El director de los Indiana Jones y de Hook, narrando la historia (Historia, más bien) de los nazis, los campos de concentración y de exterminio y del drama del pueblo judío. Tela. Y lo que parecía el descalabro definitivo de un Spielberg que venía encadenando dos fracasos seguidos (Always y Hook), se convirtió en el triunfo definitivo de uno de los nombres importantes del cine mundial de los últimos 40 años. Su cénit, quizá, que dura todavía.

No resumiré aquí la ya famosa historia de Oskar Schindler, su relación con los nazis y cómo salvó a sus judíos trabajadores en su fábrica. Es de sobra conocida. Para empezar, la reconstrucción histórica, presentada en elegante y fúnebre blanco y negro cortesía de Janusz Kaminski, es apabullante. La Cracovia invadida por los alemanes, el campo de exterminio construido por la Schutzstaffel o SS, todo ello nos sumerge de lleno en una historia que va en crescendo continuo. Spielberg se arremangó y se estrujó la cabeza para sacar lo mejor de sí, lo mejor que nunca había dado. Porque una de los episodios más tristes y espantosos de la existencia de la raza humana merecía un esfuerzo semejante.
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Feisal
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8
3 de noviembre de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué sería Conan si viviera en el mundo actual?. Y no, no me refiero a Arnold Schwarzenegger en sí, sino al personaje de Robert E. Howard. ¿Político? ¿Policía? ¿Indignado del 15-M? ¿Matón carcelario? ¿Filósofo activista?. Quizá un poco de todo eso. En cualquier caso, hay algo seguro al respecto: Conan no se hubiera quedado de brazos cruzados ante la escabechina actual de nuestra sociedad. Con palabras o con su espada atlante, Conan siempre miraba el mundo y la gente que le rodeaba, y actuaba en consecuencia. Hasta el final.

Entre los muchos clichés que adornan ciertos personajes y mitos del mundo del cine, de las revistas pulp o de los cómics, está el de ver a Conan el cimmerio como una montaña de músculos que va decapitando hombres y destripando fieras. Prueba de ello es el tratamiento vergonzoso que se le da en la nueva versión chapucera, donde sus responsables (director, guionistas) merecerían una crucifixión en el desierto acompañada con picotazos de buitres. Por lo menos. Una lectura de los libros de Howard (y algunos cómics) nos ofrece una versión rica y con matices del mítico bárbaro de la Era Hiboria. Del mismo modo, una revisión de esta película, nos ofrece varios apuntes y aspectos que van más allá de los meros espadazos o las caras que pone el Suache.

Es una desgracia para el cine que gente como John Milius se semi-retire, o que no pueda rodar todo lo que podría rodar. El director de "Dillinger" o la maravillosa "El viento y el león", y guionista de "Apocalypse Now", compañero de armas de Coppola, Spielberg, Lucas y Scorsese, es una figura algo infravalorada, un artesano de los que a mí me gustan, de los que cogen cualquier historia, hace un buen guión y rueda una película notable. En este caso, y aunque creo que conocía la obra de Howard fue el por aquel entonces guionista Oliver Stone el verdadero fanático, el alma del proyecto. Y con esos mimbres, a nuestras muy castizas tierras españoles se vinieron a rodar.
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Feisal
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7
3 de noviembre de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hannibal Lecter, icono desde que Anthony Hopkins se calzara la máscara y enumerara sus gustos gastronómicos, merecía un regreso así. En plena forma y por la puerta grande, como los toreros, cortando dos orejas y rabo (y comiéndoselos también, supongo). En esta película, que merece más de una revisión a pesar de los palos caprichosos que la muy caprichosa crítica le dio en su día, Ridley Scott oficia de maestro de ceremonias para la vuelta al escenario del mejor gourmet de la historia. Importa muy poco que Clarice ya no sea la Clarice aplicada, alumna y jovencita de la primera película. Ni siquiera que no sea la diminuta Jodie Foster y lo sea la sensual y curvilínea Julianne Moore. Porque ésta es una película por, para y desde Hannibal. Ya desde su propio título.

Ridley Scott sabía lo que se hacía, sabía que había aceptado la patata caliente de volver a tocar un personaje santificado por Hollywood, los Oscars y la mitomanía cinéfila. De manera que él, Steve Zaillian y David Mamet (tres nombres de aupa) decidieron, sencillamente, abrirle la jaula al caníbal y dejarle libre. Por ello, la primera hora de película es asombrosa. "El silencio de los corderos" era una película sobre Clarice Starling, no sobre un Hannibal encerrado en su jaula, divagando, riéndose y psicoanalizando a su alumna. Aquí, el doctor tiene a toda Florencia a su disposición. Tiene sus calles, sus cafés, sus monumentos, sus palazzos, sus vinos, su aroma. Vive en libertad, y se siente satisfecho y en paz. Tan en paz, que el ser descubierto por un nervioso y decidido inspector de policía italiano (un buen Giancarlo Giannini) no le supondrá más que pequeñas molestias y unas buenas ganas de (sangriento) cachondeo a su costa. Y encima dando lecciones de historia del Renacimiento. O sea: Hannibal Lecter en su más perfecta salsa.
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Feisal
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