He tenido la fortuna de tropezarme con esta película que trata un tema del que se expresa muy poco, puesto que se puede decir que de lo que habla es algo que ocurre muy lejos de nuestro entorno, o así lo creemos, el asesinato de los propios hijos.
Fabrizio Cattani me sorpende a lo largo de la película, tal vez mis prejuicios me llevan a pensar que una película así la rubricaría una mujer, ya que las protagonistas son mujeres marcadas por el doloroso sentimiento de culpa de haber asesinado a sus pequeños, cuya dificultad es ver algo más allá de las sombras.
Tal vez no sea una película perfecta ni con vocación de entretener al personal, pero me conmueven los personajes, el planteamiento de que existe el retorno si hay amor verdadero y, una vez más, constatar que el ser humano es capaz de realizar actos difíciles de juzgar.

Si ya de por sí el reencuentro con un progenitor que no se ha hecho cargo de sus hijos, es tarea difícil de encajar en la edad adulta, mezclándose emociones de odio y rabia, con la necesidad de perdonar y saber, la película L'aria salata lo hace más complejo todavía, al tratarse de un padre asesino que cumple su larga condena y un hijo que trabaja como educador en la prisión a la que es destinado su desconocido padre.
La película ofrece escenas de tensión emocional, de sentimiento crudo y también de ternura, de casi rendición por parte de un padre endurecido por sus andanzas, pero con algún sueño todavía, si se le tira de la lengua.
El desenlace es inesperado, pero tal vez sea la única forma posible de terminar esta historia, aun cuando en algún momento ha brillado un rayito de esperanza.

De jueves a domingo atrapa desde los primeros planos, cuando la cámara filma tras los cristales de la habitación del niño, como si de una película de intriga se tratara, la sucesión de movimientos cotidianos de los padres cargando el coche para compartir un fin de semana familiar.
El escenario de la película es casi por completo el interior del vehículo, donde el silencio apenas se rompe si no es para algún reclamo o juego de los niños. Sin embargo, la naturaleza y los exteriores están constantemente presentes, ofreciendo imágenes de infancia idílica y asilvestrada en el río, contrastando con la nada idílica incomunicación que se percibe en los padres, siempre circunspectos entre ellos.
Lucía observa y percibe en todo momento la distancia entre sus padres desde su perspectiva de niña, en silencio y soledad, con un gesto elocuente de indefensión, junto a su hermano menor que juega y vive el viaje ajeno al confilcto.
De jueves a domingo es una película de carretera, paisajes, silencios y soledades, donde una historia de ruptura se vive sin pretender enganchar al espectador a través de la pena, sino ofreciéndole la posibilidad de ser un voyeur en primer fila de una historia donde no ocurre nada impactante, pero va calando al interior.
Interesante película, estupenda la joven actriz Santi Ahumada. Abstenerse los buscadores de acción y los impacientes.

A pesar de que alguna crítica leída de soslayo no es favorable, me dirijo al cine en una fresquita tarde de primeros de septiembre. Tres espectadores, ni más ni menos.
Todo sea por ver la interpretación de Juliette y echar leña al cine italiano, tan escaso en las carteleras comerciales.
Visualmente sorprendente y cautivadora, recreándose en silencios, primeros planos, decoración exquisita y bellos exteriores, que a veces hacen olvidar que se trata del drama de la pérdida de un hijo.
Se permite jugar a realizar algún video clip que otro con música de Leonard Cohen. Silencio y más silencio, primeros planos de dolor de la maravillosa Binoche en una historia lenta y soleada que me va embaucando como si una película de misterio se tratase, esperando escuchar la frase: "Giusseppe ha muerto", aunque no llegue a pronunciarse en ningún momento.
Para espectadores admiradores de Juliette, que dispongan de paciencia y enamorados de la fotografía.

Original el desarrollo narrativo de la película, que propone unas escenas iniciales crudas y apresudaradas, para dar paso al ayer, hace dos días, tres... una semana, un mes, dos meses... para así conducirnos al pasado reciente de una familia inicialmente normal, que va desintegrándose sin remedio.
Hay que hacer un ejercicio desde el principio para ir tejiendo el argumento de esta película que comienza con lo que sería el final y nos va haciendo retroceder casillas de tiempo como si de un juego se tratase, para completar la historia.
Es interesante, sin concesiones al humor ni al amor, y grandes dosis de impotencia, soledad, violencia, enajenación, como un collage de pinceladas que se van oscureciendo y donde ya no hay resquicio para el color.
Como espectadora, he sentido el dolor de cada personaje y el imparable torbellino que conducía a cada uno de ellos a un callejón sin salida.