Maravilloso deambular el de estos nómadas decadentes y decaídos que se arrastran por la fracturada España de posguerra. Es penoso su afán de sobrevivir en la dignidad otorgada al que se sabe artista. Testigos involuntarios de dos épocas, entonan un entrañable y agridulce poema al adiós.

Eastwood se abre de par en par y nos muestra sin vergüenza, sus ilusiones perdidas, el desengaño inevitable del que ve alejarse el último tren. Dos corazones emocionados que no se atreven a mirarse a los ojos. La falta de arrojo les escupe en la cara la oportunidad de sentirse, por fin, vivos.

Originalísimo documental acerca de un mosaico de personajes, algunos imposibles de inventar. Los actores, no profesionales, a ratos se comportan como si no hubiera cámara de por medio. Espontánea y frágil la mirada sobre ese cúmulo de despropósitos que somos la gente común.

El talento de Highsmith es el de forzar situaciones sin marcha atrás a personajes hacia los que no tiene consideración. Su impulso sádico e inmoral empapa la película, y su trama inevitable se recrea en una atmósfera elegante y creíble. Buenos intérpretes que se saben su papel alrededor de un camaleón sin escrúpulos.

La guinda del cine de mafiosos. Se recrea, continuamente, una atmósfera de violencia contenida, salpicada del mejor humor negro. Joe Pesci acojona más que Hanibal Lecter. Una gozada.