Parecen los apuntes de la asignatura de tópicos del cine, pero la película se vuelve inesperadamente pasable. Tal es así, que la vi entera una tarde de domingo en la televisión. Harvey Keitel bien gracias, ganándose el pan dignamente como cualquier hijo de vecino. Whoopi Golberg ni se despeina, ¿para qué?. Seguro que cuando va a comprar el pan le sale una actuación más memorable.

Muy generoso el amigo Smichi al darle un seis. La película en sí es de dos; es decir el guión. Y como puesta en escena, estética y fidelidad al cómic es de ocho. Por consiguiente la media aritmética nos da cinco. Es de agradecer la simpatía que despiertan los espartanos, malévolamente presentados como adalid de la libertad, en un intento de hacernos creer el discurso simplista del ideario americano.
Técnicamente la película carece de planos generales, hecho que le resta empaque a la gesta de las Termópilas, centrándose exclusivamente en primerísimos planos que le imprimen la tan característica estética de los cómics. Buen montaje y mejor ritmo narrativo a una historia que sin contar con psicología de los personajes logra desarrollarse sin trabas ni embudos narrativos.
Otra vez más quisiera que constase en acta la falta de sensibilidad de algunos espectadores que yendo a piñon fijo sienten la necesidad de comer maíz y todo tipo de subproductos alimentícios con el consabido ruido añadido de los envoltorios que los contienen. ¿Incluso después de cenar uno tiene que comportarse como un gallinaceo?.

Fallido intento de imitar a Distrito 9. La película se llama Monsters, pero estos sólo salen de secundarios y encima las filmaciones son las que tenía Ed Wood.
Los actores están mal dirigidos. Su historia es muy superficial. No hay suspense, ni intriga.
Hay que añadirle, a mi entender, un final decepcionante.

Película menor del maestro. Guión clásico de cine negro. Lo mejor la caracterización de los personajes; si Peter Lorre está genial, Nora pilbeam borda su papel de malvada a la perfección, fascinante i perturbadora en cada plano. Solo por ella la película merece ser vista.

Cuando alguién se saca de la chistera a un tal Paul Giamatti, conozible secundario de nombre desconozido y lo convierte en un actor con mayúsculas, recordando al mejor Lemmon ó Nichols, es que dispone de un buen guión.
Un guión con largos diálogos, con sustancia, originales, creibles.
Los planos aguantan el paso del tiempo sin hacerse eternos. La luz entra por la cámara a su antojo, sin necesidad de depurarla en el estudio. El montaje no mutila la expresión de la cinta. Los personajes se vuelven vulnerables y sensibles.
Silencio, se rueda.
El éxito viene solo.