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Críticas de John Dunbar
Críticas 707
Críticas ordenadas por utilidad
9
4 de agosto de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre la Baja Edad Media y el inicio del Renacimiento sucumben en la mente del holandés Paul Verhoeven, aún en terreno europeo aunque la coproducción pase por manos americanas, las recetas que justo le llevarían al otro lado del charco: un poquito de violencia explícita, otro poquito de sexo en las mismas dosis para acompañar y, ante todo, mucho de entretenimiento. Aunque su llegada, la de la película, fue un fracaso, hoy se da con ella uno de esos fenómenos algo extraños que se producen de vez en cuando tras un traspié en la presentación, siendo considerada film de culto, término, propiamente dicho, no colgado sobre ella como una vulgar etiqueta. Su imagen bruta y plagada de personajes rufianes alejados de la finura que acompaña los más nobles episodios de las aventuras caballerescas de capa y espada de corte clásico, es una de las cosas que guardar en la mente de una obra más que valiosa. La baja estofa de los mismos no riñe con su inteligencia, pero sí con su vileza, natural, por otra parte, esto último; por ello, Verhoeven en el punto álgido marca con tiento las distancias entre pasión y verdadero amor cuando el miedo entra en escena. También lo hace entre la nobleza titular y la humana, para diferenciar lo que es adquirido de lo que es vocacional. La traición, como la peste, es un arma sin corte tan primordial como el de la espada, que entra en liza en las decisiones para conseguir el botín o alejarse definitivamente de él.

La escena, agradecida con la auténtica realidad que otras veces prefiere ocultarse tras una imagen menos canalla, se cubre de suciedad, aires grotescos y mala educación, por eso, la rudeza que envilece las andanzas de Martín (Rutger Hauer) y su grupo de medievales mercenarios a sueldo noble, nos garantiza recursos poco menos que ilimitados para que cualquier locura o pillería tenga cabida. Saqueos, matanzas gratuitas, violaciones grupales... todo pasa en esta salsa perfecta de fe y contradictoria violencia. Hasta el amor, uno muy extraño nacido de la liberación puritana y la atracción liberticida, también deambula por esta conquista de placeres banales a golpe de arremetidas.

No hay frivolidad en ella, sino realismo. Un placer para los sentidos lleno de trivialidades medievales que no distingue entre carne y sangre.

Postdata: la experiencia apunta a que si en su realización por tierras españolas, sobre escenarios reales, por cierto, como bien se aprecia en cada escena, hubiera metido el caciquismo a menudo puritano de Hollywood sus zarpas, es posible que hubieran insertado con más certeza la hoja de la espada sobre la taquilla. Afortunadamente, este pasaje de villanía medieval desprende libertad y realismo sin los cuales, a buen seguro habría sido menos espléndidamente descarnado y gozoso de lo que ha resultado ser.
John Dunbar
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9
12 de mayo de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que no ha podido caer en mis manos más oportunamente la serie de Sorogoyen, que el momento en que lleva varios días ardiendo Barcelona y buena parte de Cataluña y el resto de España, con motivo (supuesto) de la detención del 'rapero' Pablo Hasél; sin duda, viene muy al pelo -un pequeño y obligado inciso aquí: es evidente que esto se escribió en un momento que no es el presente más inmediato; la simetría entre realidad y ficción en lo que pasaba en las calles de nuestro país en esos días, no era baladí como para obviarlo y reescribir esta parte inicial de la crítica por más que resulte ciertamente extraño ajustarlo en el ahora-. La ficción de 6 episodios del director de 'Que Dios nos perdone' o 'El reino' expone una realidad que imaginamos y no conocemos, y lo que todavía es más relevante, labor ingrata que nadie que no forme parte de ese entorno, directa o indirectamente, parece darle la importancia que merece.

Se reflexiona desde dentro, desde muy dentro, porque desde ahí mismo se empieza a cuestionar el desempeño de su trabajo cuando el recorrido arranca para ponernos en el pellejo de algo tan difícil de llevar como un desahucio. Al momento se nota cuando hay un buen trabajo detrás para luego poderlo desarrollar delante, si hay talento para hacerlo. Y lo hay. Se le quiso dar exactitud de primera mano al manejo de difíciles e inhabituales lides y se consigue, imitando al milímetro, imagen y sonido mediante, todas y cada una de la intervenciones que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han de desarrollar a diario, vividas y sentidas desde el interior del uniforme de cada uno de los protagonistas a los que le pone cara. Y la primera de las intervenciones, será la que marque el devenir futuro, subiendo las pulsaciones, nadie dando pasos atrás y sí en falso y cuando la cosa se tuerce, tomando decisiones que son una incomodísima obligación. Tensión y tragedia, un cortocircuito para los componentes del desahucio de esta historia que no hace más que empezar. Todo parece sentenciado.

La controversia en torno a la actuación policial no es más que la vanguardia de lo que Rodrigo Sorogoyen prepara, enreda como una maraña y dispone los entresijos de una trama que esconde bastante más de lo que en esa primera toma de contacto hay. Es ahí donde entra en juego un jugador distinto, y no me refiero a un personaje, que también, sino al enfoque que a partir de ese momento se le da al conflicto, al drama; también a la acción, en definitiva. Visceralidad y racionalidad pasan a ser dos patas opuestas de la misma mesa, igual de sorprendentes, cuando entra en liza un factor intermedio (asuntos internos) que comience a investigar que pasó en aquel desalojo y encuentre un ovillo del que ir tirando.

Se desgrana en partes que responden a nombres propios, un recurso inteligente y bien aprovechado para conocer más de cerca quién es quién y que papel juega en todo este asunto. Esto lo hace realmente bien, con sutileza, por no ser aquello de centrarse en alguien concreto y olvidarse en casi su totalidad del resto. En ningún momento abandona la idea principal, un nudo correoso que va deshaciéndose poquito a poco, en donde los protagonistas de uniforme terminan siendo vulgares peones de una partida que hace mucho que comenzó. Afortunadamente para ellos, existe otro aparente peón que se viste de dama, tenaz y meticuloso, nexo final entre aquel ser más instintivo y el que ha de serlo reflexivo, pregunta y respuesta a un tiempo, lo cual es tan cierto como vital.

Sorogoyen se desenvuelve muy bien en estos mundos. La narración es espléndida en todos sus ángulos, ejerciendo presión cómo, dónde y cuándo se requiere; los personajes, cargados de testosterona y bravuconería, todos ellos, tienen algo que aportar ante la sordidez que no tenemos enfrente y que acabará por ser el factor asociado a la violencia visual que sí aparece a menudo como obligado protagonista, que gane a cualquiera que busque una buena historia de policías a pie de calle complementaria con otra de pura investigación policial.
John Dunbar
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6
14 de abril de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuanto más profundiza uno en estos temas, a raíz, básicamente, de la masiva llegada de películas relacionadas con los cómics de superhéroes, más ha de entender la cantidad de paralelismos asociados en sus mundos mezcla de fantasía y realidad, también hasta con otros géneros (probablemente con el que guarde más sintonía sea el western), otras maneras de contar cosas que desvelen nuestros anhelos y temores más pueriles y más ocultos. Esta circunstancia lleva aparejada la admiración hacia gente como Stan Lee, creador de Marvel o Wheller-Nicholson, impulsor de su rival DC Comics, entre otros, por su inteligencia y habilidad en el desarrollo de personajes e historias que, hoy día y a través de las capacidades de popularización del cine, nos han hecho llegar del papel a la gran pantalla cuestiones desdeñadas por una mayoría.

¿Y qué decir de 'Capitana Marvel'?, pues que tenemos a una compañía que continúa expandiendo con éxito su universo, a una Brie Larson que está estupenda en su rol de Capitana Maravilla y que su paso por La Tierra nos sirve para dejarnos una historia de reencuentros con uno mismo, con su pasado y testificar que las cosas no siempre son lo que parecen ser. De la que ella se redescubre destapándose como una superheroína ceñida en su traje y encontrando la fuente de su poder extraordinario para poner a cada uno en su sitio, como sus homólogos masculinos encierra en su interior su fuerza poderosa lo mismo que el inherente alma solitaria que ha de acompañarla en beneficio de la tutela de los inocentes. Solo hay sitio para la aventura, excepciones aparte.

Con las cosas restauradas, es de mención indispensable su guarda de otro asunto fundamental, esta vez en su despedida y en correlación con el suministro del poder de la Capitana Marvel: es precursora de lo que más tarde todos conoceríamos como 'Los Vengadores', esa asociación que agrupa en nombre de S.H.I.E.L.D. y a las órdenes de Nick Fury de héroes marvelianos para la salvaguarda de todos los pobladores del planeta Tierra de villanos de aquí y de allá. La verdad, desde que George Lucas con su odisea particular de Star Wars, sin saber muy bien por qué motivo en 1977 hiciera un salto adelante en el tiempo para luego ir desmenuzando el pasado, uno ya no sabe muy bien dónde empiezan y dónde acaban las cosas si no estás especialmente avezado.

En una escala de valores a esta capitana, quien también ostenta una correspondencia implícita por dentro y por fuera con su equivalente Wonder Woman, le ha sentado bien el aterrizaje, con más luces que sombras en el arranque de su andadura particular. Un entretenimiento de nivel intermedio, ritmo óptimo y un enfoque que no busca excesiva hiperfeminización en su protagonista.
John Dunbar
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7
15 de febrero de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptada de la original francesa 'La jaula de las locas' de 1978, Mike Nichols elude cualquier transformismo, afilando la disparidad hacia la índole que cubre a alguno de los personajes y sin retocar ningún componente. En realidad, ni tiene porqué hacerlo, ni, visto el resultado, se le puede reprochar no haberlo hecho. Sustentada sobre clichés, habrá quien se desligue de ellos, para un disparate que estima que el fondo no se aleja tanto de la forma haciéndolo siempre desde el respeto, lanzando el ánimo educador y la única finalidad de la risa bienintencionada. El antagonismo de dos estilos con vida y orígenes divergentes, ambos imposibles de combinar, he ahí la gracia, ha de servir como un mero ejercicio de risoterapia.
La rocambolesca situación nos describe los dos mundos bien distanciados, siempre ejerciendo como anfitrión quien se supone lleno de vicio y depravación sobre el compuesto de rectitud y tradiciones mucho más conservadoras. En un esfuerzo por ajustase el primero a estándares ajenos, el trabajo de mimetización reiterada se impondrá como una práctica inasequible que ofrezca lo mejor de la obra, con el dúo Williams-Lane como monopolio dando un recital de roles adheridos en esa extraña pareja.
El nexo, cumplidor cada uno a su manera, como es de esperar, será la moraleja familiar que despida este festín de purpurina y tacones de plataforma al que se suban los principios inamovibles y los valores de la fe cristiana. La resignación bondadosa habrá de ser para ambos, así que, es de suponer que el amor no conoce de razas, sexos, ni condiciones, dirían unos y lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre, dirían otros.
John Dunbar
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6
31 de enero de 2022
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Los zombis vuelven a dar juego fuera de su ámbito natural. Resulta irónica hasta el punto de preguntarse si la amenaza es rápida o lenta, apreciación de que los tiempos han puesto alguna que otra variante en el camino respecto al original. Con la encantadora Lupita como la señorita Audrey 'sweet' Caroline, la vida se ve más fácil, entendiendo que cuando ésta coge su ukelele tenga la capacidad de amansar con su música a todo tipo de bestias y eso incluye a aquellas dispuestas a comerte vivo. Sin duda que, acostumbrada como está a quitarse moscones, resolver un apocalipsis zombi en mitad de un parque infantil, en lo que pone cada perversión en su sitio, será pan comido.

Una de zombis con humor, un poquito de azúcar saludable para edulcorar con simpatía en la dosis requerida, mucha irresponsabilidad y sin escatimar obscenidades esquivando con agilidad tanto como puede, aun teniendo que lidiar siempre con el falso silenciador que se adecúe al contenido permitido: esos pequeños monstruos llamados niños.
John Dunbar
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