Una cosa es entrar en el juego de este tan personal cineasta después de haber visto otras películas suyas, verlas conociendo de antemano algunas de sus claves para evitar que los elementos anormales que las enmarcan nos distraigan de lo esencial, y otra muy distinta tener que encontrar en ellas o en todas ellas necesariamente algo tan interesante que nos resulte interesante la experiencia. En este caso, desde luego, no lo es: se puede reflejar de una manera sorprendentemente natural las relaciones de un puñado de personajes, pero no configurarlos de tal manera que lo más benévolo que se puede decir de ellos es que sus comportamientos, no digamos sus diálogos, son tan caprichosos que no hay por donde coger el desarrollo del relato.

Según algunos, una de las grandes series (mini-serie) del año. No sé si a esa opinión se habrá llegado por la direccion del prestigioso cineasta Stephen Frears, porque Hugh Grant, su protagonista absoluto, no ha solido ser objeto del deseo de la crítica.

Le veo un problema grave : no encuentra nunca su tono; no se decanta totalmente ni por el thriller, ni por la comedia ni por el drama, con lo que una historia en el fondo sencilla (las relaciones homosexuales de un importante político y parlamentario británico y el intento de asesinato de su último amante para encubrirlas) no acaba de enganchar o de tomarse en serio. Y los personajes están tratados con una superficialidad propia de telefilme. Me recuerda a la película de televisión de Steven Soderbergh que hace unos años tuvo tanto éxito de crítica : "Detrás del candelabro", en la que uno acababa exhausto de la interpretación estereotipada, histriónica y llenas de muecas de su protagonista (Michael Douglas), en este caso Hugh Grant, encima muy mal caracterizado (mal maquillado, excesivamente avejentado), así como de la excesiva fluidez del metraje, que cuando en cine no es una comedia brillante o alguna otra obra que dependa de un ritmo configurado milimétricamente, hace que casi todas las secuencias resulten excesivamente ligeras, triviales.

El problema con las series que quieren siempre ir un poco más allá en el realismo, que pretenden ofrecer transgresión en un panorama en que ya hemos visto casi todo, es que pueden acabar confundiendo la innovación con un hiperrealismo sucio tan falso como las películas rosas, pero indudablemente más autocomplaciente e infinitamente más soez. Eso es lo que le ocurre a "Generation Kill", en que la sorprendente falta casi absoluta de hechos que narrar, más allá de lo ya conocido por los medios de comunicación, se sustituye por un retrato delibera y desesperadamente apegado a las costumbres más cotidianas de un grupo de sujetos (militares estadounidenses ocupando Irak) que desde luego no representan a la media de la población, sino posiblemente a sus estratos más bajos social y culturalmente hablando, con lo que si sus comportamientos no se contextualizan en una materia argumental relevante que les dote de algún interés, lo que no es el caso, acaba quedando tan solo el retrato crudo de unos individuos sin ningún interés dramático con cuyos comportamientos y preocupaciones no hay posible identificación. Sólo uno o dos tienen algún interés como personajes, pero sus caracteres no encuentran ningún desarrollo en el guión. De esta forma, sólo queda un supuesto retrato cotidiano, encantado con el realismo sucio, de un grupo de militares en campaña.