Una comedia de líos de puertas e infidelidades, muy propia de los sesenta y tan machista que da un poco de grima. Ver como el personaje de Bob Hope trata a la (increíblemente bella) pobre Didi (Elke Sommer) como un trapo, tirándola por las escaleras, empujándola con una fregona o colgándola de un perchero da mucho asco. Sí, eran otros tiempos, pero, pero, pero.

La primera película española del multipremiado Antonio Méndez Esparza sorprende, nada más empezar, por su originalidad. La novela de Juan José Millás le ha permitido rodar un personaje que no es ni víctima ni culpable, ni pánfila ni heroína. Silvia (magistral Malentia Alterio) es real, con sus momentos tontos (el enamoramiento de un vecino imbécil) y lúcidos (reinventarse como taxista después de la decepción de su trabajo como informática) y ese es el gran valor de 'Que nadie duerma'. Silvia es real y el Madrid que habita es real, el de oficinas terribles y barrios donde se entra en taxi a pillar heroína. No es el Madrid de la libertad y las cañas, pero también Silvia se permite terracear con inesperados clientes que al final revelan sus aviesas intenciones.

Antes que nada, esta comedia llega a ser de producción estadounidense y tendría críticas diferentes, seguro. Pero como es española, pues a dinamitarla. Y para nada. Por supuesto que no te crees la trama, que estás harto de ver como en las series y comedias patrias todo el mundo tiene cochazos, pisazos, es guapísimo, delgadísimo y educadísimo, además de hacer gala de profesiones muy burguesas que les permiten mucho tiempo libre. ¿Y? No es nada extraño en el género, empezando por Woody Allen y acabando con la sutil comedia británica o francesa. Lo que importa es que los diálogos sean divertidos, y lo son, y que los actores estén bien, y lo están. El resto es previsible, por supuesto, con algún giro de guion algo cuñado (la súbita homosexualidad, oh, ah) y las maneras conservadoras en un guion pretendidamente 'picante'. Vicente Villanueva sabe rodar, conoce el difícil arte de dosificar los chistes y rueda en exteriores, algo insólito en el género en nuestros cines. ¿Qué muchos esperaban más? ¿Menos tópicos, quizás? Pero para eso hay otras películas... y no pasa nada.

Adaptando una película francesa (toda una tendencia en nuestro cine antes del coronavirus) y recliclando parte del reparto de su anterior 'Litus', Dani de la Orden confirma que es un gran director y que maneja los tempos de los diálogos como muy pocos en este país. Su película transita rápida, divertida y emocionante, que son los tres requisitos de la comedia desde siempre. Los intérpretes están perfectos y los cameos se ajustan y solo sobran la excesiva duración (con unas secuencias del barco interminables) y algún chiste negro que no viene el caso (el pobre perro) en busca de la risa cuñá.
¿Cuando se tendrán en cuenta a las comedias para los Goya?

Hay dos tipos de peliculas obscenas, las pornográficas, con todo lo que implican, y filmes como este, un drama con tema importante tratado de una forma especialmente asquerosa. Nadie duda que la trata de blancas, especialmente de jóvenes menores de edad, es una de las tragedias más grandes de la humanidad. Por supuesto. Pero aprovechar este terrible tema para hacer una película casi porno sobre una chica que lo sufre de esa manera y que acaba de aquella otra es, es, es.... espantoso. Menos mal que el muy torpe Lukas Moodysson ya lo anuncia desde casi la primera secuencia. Por favor, la chica persiguiendo a su madre que huye en coche EN CÁMARA LENTA y SE CAE EN EL BARRO. Solo con eso ya es para salir corriendo, como la chica, vamos.