No era la primera vez que el cine español ofrecía una visión de la dramática existencia del legendario tenor Julián Gayarre. En esta ocasión el planteamiento estético fue más sobrio de lo esperado puesto que se contaron con los medios justos ni más ni menos, lo cual restó verosimilitud a algunas escenas que requerían una mayor intensidad ambiental y un despliegue de adornos en la recreación de los distintos escenarios donde transcurrió la existencia de la gran figura biografiada que se echa de menos. Por lo demás nos encontramos ante una película correcta, con la que José María Forqué compensó la insustancialidad de los últimos films que había realizado. En esta realización reapareció en el cine español para un papel secundario Susana Campos, ausente de nuestro cine español desde mediados de los años 60 y en una actuación donde se busca más que nada su dominio expresivo. Hay cortas apariciones de Carlos Ballesteros y Jesús Puente, y la pareja protagonista resulta adecuada para el proyecto en mayor medida de lo que podía parecer en principio, pues por ejemplo Sydne Rome estaba más acostumbrada a papeles en comedias no muy ambiciosas. José Carreras se luce como tenor y en la interpretación se muestra correcto, sin desentonar. Se notó que la película procedía de un cineasta veterano que aquí sólo vio mermada su labor por no poder adaptar del todo las necesidades de la historia a los medios invertidos para el empeño, un empeño aceptable de todas formas.

Se menciona en un diálogo entre la pareja protagonista a César Torre, cuya novela aquí adaptada suministró una idea tan brillante que no era fácil que fuera exprimida hasta el fondo. Y aunque no se sacó todo el partido al tema la idea quedó bien plasmada y los aspectos más atrayentes de cara al espectador son perceptibles en la película de José Luis Gamboa, quien demostró aptitudes como realizador por mucho que este cineasta nunca tuviera un reconocimiento especial por su breve y aceptable filmografía. La historia se cuenta con el ritmo adecuado, desde el primer momento se capta la atención del espectador y el argumento se rueda con gracia y con un relativo dinamismo que hace que la película vaya interesando cada vez más hasta llegar a un desenlace perfectamente planeado. El híbrido entre intriga y comedia está bien dosificado, y aunque no llegue el film a ser una obra maestra merecería tener un cierto prestigio y no lo ha tenido. El personaje de Mara Cruz esta primorosamente planteado y dicha actriz le saca todo el partido haciéndolo inolvidable. Igualmente memorable estuvo Rafael Alonso en un personaje lleno de matices. Verdaderamente ella y él no pudieron estar mejor elegidos, y además hay excelentes creaciones de los intérpretes secundarios. Una película que merece un hueco en la memoria del aficionado al cine español en general, por el ingenio que hay en los diálogos y por tener las virtudes propias de la época en la que fue realizado.

Una película entre erótica y pornográfica, que protagonizaron las bellezas exóticas de Ajita Wilson y Lina Romay junto a un Antonio Mayans lejos ya de los tiempos de "La tía de Carlos en mini-falda" o "Como te amo", películas en las que sus papeles de jovencito simpático e incluso romántico no presagiaban el tipo de cine que terminaría interpretando o incluso dirigiendo en el caso de "Detectives del placer". En "Macumba sexual" no llega Jesús Franco a obtener un resultado artístico demasiado elevado al estar supeditado al lucimiento erótico de las mentadas protagonistas, pero también es verdad que el contraste entre los poderes sugestivos entre una y otra hacen que la película no aburra del todo, que al menos tenga algo junto a los paisajes marítimos o arenosos que justifique el visionado. Pero el exceso de gritos unas veces sexuales y otras pseudoterroríficos no ayudan a tomar en serio a la película y hay una escena en la que Ajita Wilson se pone a gritar como una auténtica loca sin dejar de moverse. Con haber rebajado el contenido erótico y haber dotado a los personajes de una mínima hondura psicológica, se hubiese conseguido un resultado de mayor valía. Se tomó como fuente de inspiración otra obra de Jesús Franco limitada pero de cierto interés como era "Las vampiras", y se logró un producto cuyo mayor defecto es no poder ser asumido del todo por el público en general, aunque no entre dentro de lo peor propuesto por la pintoresca pareja Franco-Romay.

Una de las últimas películas importantes de Eloy de la Iglesia, cineasta irregular donde los haya que a partir del año 1980 conocería un bochornoso declive artístico, aunque desgraciadamente no comercial pues sus insufribles bodrios de aquella época como "Navajeros" y demás se vieron. El afán por subrayar los aspectos morbosos de la trama expuesta en "El sacerdote" es evidente, pero es una película que tiene eso que disculpa muchas veces la intención del director de impactar al público mediante imágenes efectistas y que no es otra cosa que la agilidad narrativa. Por eso al igual que pasó con "Los placeres ocultos" y "El diputado", los minutos pasan sin que nos demos cuenta prácticamente, pues el espectador aún presenciando imágenes tan tremendas como cuándo el ya desesperado sacerdote decide cortarse el pene se ve arrastrado por la fuerza rítmica que preside el relato. No por ello hay que dejar de tener paciencia con películas lentas a nivel narrativo porque los extremos muchas veces son malos, y quizá este autor tenía demasiada energía para sus narraciones. Todos los intérpretes están espléndidos en general, por lo que no se puede destacar a ninguno en concreto porque nadie supera a nadie, el nivel es alto en este sentido. El film pudo ser plenamente aceptado por los incondicionales del autor, pero quienes no lo sean pueden atreverse con la visión de una película que aunque tenga aspectos rechazables se revela bien sólida en muchos sentidos.

Una obra cinematográfica provista de una elegancia y de una sutileza bastante considerables, pues la parte misteriosa del argumento siempre es sugerida o presentida, sin que los fantasmas aparezcan más que en la imaginación de sus personajes pero provocando en el espectador una cierta inquietud, una inquietud leve pero firme. Como era norma en gran parte de la lista fílmica de Antonio Román, la película guarda un cierto interés. El espacio fílmico está bien aprovechado, los decorados lo tienen todo para recrearse en una atmósfera hogareña y turbia a la vez y la corta duración juega a favor de la película porque en el film da la sensación de que todo se contó con los minutos justos. Las figuras del reparto son lamentablemente desconocidas entre las nuevas generaciones cinéfilas en general, pero en en determinadas épocas Blanca de Silos y Carmen Viance fueron estrellas. No es este como ya se ha dicho el único film interesante que tiene Antonio Román pero si que puede ser el más insólito, el menos convencional. Pero "Intriga" también era no obstante bastante rara. La dirección de actores es competente, y desde las primeras escenas descriptivas del ambiente de aislamiento en el que viven dos de los personajes, el film consigue con relativa facilidad la atención del espectador, quedando como una de las obras que revelan que los años 40 fueron una etapa del cine español cuando menos interesante. Pronto vendría ya el mayor éxito de Antonio Román, "Los últimos de Filipinas".