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Tajikistan Tajikistan · Demonlandia
Críticas de Neathara
Críticas 1.159
Críticas ordenadas por utilidad
8
17 de enero de 2015
35 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mayor encanto de La vida de Adèle, es que es muy auténtica. Esa cría despeinada devorando espaguettis, que se antoja tan mona, tan voraz, tan cercana, se nos hace colega, amiga y hermana con sus dos horas y pico de existencia en pantalla y está tan viva en su periplo cinematográficao que cuando la cosa se acaba, los títulos de crédito se antojan como un elemento extraño procedente de otra película. No de ésta, que ha sido por un breve tiempo, una puerta abierta a otra vida.

De lo que habla Adéle, la mayoría de la gente comprenderá, otros lo habrán olvidado y unos pocos más allá se fijarán en si las escenas de sexo o yo que sé qué cosa, y se perderán las hermosas pinceladas que proporcionan tanta verdad a esta historia de chica-encuentra-a chica y se pierde a sí misma en el proceso.

Adèle camina a la nada, cargando a cuestas con ese enigma intangible y doloroso de la incompletud de la existencia humana, sumergiéndose de lleno en el amor ajeno para acabar dándose cuenta de que 1+1 al final siempre acaba siendo 1.

Por ello, por la maravilla que es Exarchopoulos, por sus mocos, sus espaguettis, su tristeza, su caminar sin rumbo, una quisiera saber qué ocurre con Adèle después del azul.

Pero me temo que esto quedará perdido en los eternos misterios de los finales abiertos.
Neathara
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10
21 de enero de 2008
30 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
a) Que es como agua para el sediento, pan para el hambriento, amor para el solitario o riqueza para el miserable: es Cine para el cinéfilo.
b) Que la fuerza de Welles interpretando a Kane traspasa la pantalla hasta tal punto que nos olvidamos de Welles y nos acabamos creyendo a Kane.
c) Que el Xanadú de Kane es el Kane de Wells.
d) Que la fuerza, vigor y densidad de lo que se cuenta es algo que va mucho más allá del humo y espejos de los que se compone el acervo cinematográfico de nuestro siglo.
e) Que el poder de sugestión de esta película atravesará el tiempo (ya lo está haciendo)
f) Que por fin podemos aprehender en todo su significado el término "obra maestra".
Neathara
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7
24 de noviembre de 2009
28 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Delicioso filme, el de la pajarraca de la Antonia. Un plato casi maestro donde se combinan de forma impactante oscuridad, misterio, atavismo y sangre. No son malos ingredientes, no.

Con una mirada totalmente limpia y amoral, la directora de la apreciable "Priest" se marca, así, a lo tonto, lo que puede considerarse La PELÍCULA definitiva sobre el canibalismo. En una ida sin retorno, el protagonista de "Ravenous" aprende, al igual que los discípulos del "Forastero en tierra extraña", la intrínseca belleza de la Asimilación, en el sentido más gastronómico de la palabra. Ñam, ñam.

Se confunde el hambre de Carlyle con la locura y sin embargo, nada tiene que ver con la locura, sino con un redescubrimiento interior inducido por una situación en los límites. En un quiebro maestro, nos encontramos al otro lado de lo humanamente preestablecido y cuestionándonos hasta qué punto el supuesto villano ha cometido una villanía y no un acto de pasión absoluta por la vida. Un tema que está tratado con pericia e inteligencia de manos de una directora a la que sólo le sobraba el desmadre del medio-final para que su película llegue a ser redonda y jugosamente hermosa.

Y pensar que el terror, o lo que de inicio pensamos que era el terror, es sólo el reverso oscuro de una lucidez extrema...
Neathara
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8
13 de octubre de 2009
27 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las noches junto a la hoguera, en los campamentos de verano, nos aterrorizaron con cosas como ésta. Los niños, arremolinados en torno al fuego, escuchaban petrificados las historias de la huérfana asesinada, el fantasma de la curva de la carretera, el internado maldito, las tumbas abiertas en la Noche de Todos los Santos. Con el mismo espíritu entre lúdico y diabólico nos llega esta joya canadiense que recupera todo el sabor perdido de los cuentos de horror tradicional cocinado a fuego lento con una ambientación de otro mundo y una sugerente banda sonora a lo Danny Elfman. Lo mejor: que va de más a más.

Jack O'Lantern tiene un protagonismo estelar, ya sea como amuleto, ya sea como icono terrorífico. Y los jardines llenos de calabazas luminiscentes que parecen lanzar guiños a la oscuridad y en los que el director se recrea deliciosamente, son de un macabrismo precioso.

"Truco o trato" pertenece a esa categoría de películas que caen como un bombazo cuando lo dabas casi todo por perdido en el género de terror. Portadora de un mundo estético inquietante y mágico, como una posible mezcla entre Viernes 13, La novia cadáver y Los Goonies, la película se erige como una de las propuestas de género más atractivas en lo que llevamos de año.

¡Me pido trato!
Neathara
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2
20 de mayo de 2009
26 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si yo hubiese sido alguien tan atormentado, obsesivo, frágil, inquieto, atractivo, apasionado, intelectual y complejo como lo fue la emperatriz Elizabeth de Austria y tuviera la ocasión de ver mi vida reflejada en esta película, una película que me convierte por arte y magia en una especie de Heidi hortera y saltarina cuyas inquietudes vitales no parecen ir mucho más allá que irse a trepar por las montañas austriacas en los momentos de crisis o pelearse con su suegra por ver si la princesa fulanita de tal estaría más propia en la salita amarilla con ribetes dorados o en la azul con lirios perifoliados...si, repito, hubiese sido o conocido a Elizabeth de Austria y me topara de repente con la imbécil de Sissi, lo hubiese considerado un ultraje, histórico, biográfico, íntimo y personal. Ella fue algo muy distinto.

La película en sí es un imperial culebrón, un desfile de amoríos y trapos y palacios que retrata tan sólo en superficie el mundo de la realeza vienesa de la época de Elizabeth, cuya versión fílmica es como una mala mezcla entre Diana de Gales, la dama de rosa y Anton aus Tyrol. Romy Schneider pasea por aquí dos únicos registros -enfurruñada y cursi- y trata de sobrellevar como puede vestidos de más de treinta kilos y peinados complicadísimos que a la auténtica Elizabeth le quedaban regiamente, pero que a ella sólo producen el desafortunado efecto de resaltarle el cabezón. A modo de castigo bíblico, no será nunca recordada por sus trabajos con Zulawski, Sautet o Dassin, sino por este personaje en el que ni siquiera consiguió extraer una mínima fracción de su (demostrado) talento.

Doble vejación, pues, a la memoria de dos mujeres fuera de lo común que curiosamente forjaron al mismo tiempo y en la misma película, el lado más rosa y menos interesante de sus famas.
Neathara
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