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Críticas de Revista Contraste
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Críticas 1.399
Críticas ordenadas por utilidad
7
7 de marzo de 2022
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los últimos años, el Me Too Movement ha ayudado a destapar casos de abusos sexuales en varias industrias, incluida la del deporte. Esta terrible problemática se ha perpetuado, en parte, gracias a todo un sistema que lo encubría. Un ejemplo claro de ello es el reciente escándalo de abusos sexuales a menores de la federación de gimnasia de los EE.UU. por el médico del equipo nacional, Larry Nassar, y que ha llegado a tiznar la reputación del FBI por negligencia. En este contexto, Charlène Favier debuta con Slalom que plantea una cuestión similar acerca del abuso de poder e influencia en el mundo deportivo.

El film se cuenta a través de la perspectiva de una chica de quince años, Lyz, encarnada magistralmente por la joven Noée Abita, que ofrece una interpretación desgarradora. Lyz acaba de ser aceptada en una escuela muy prestigiosa de esquí y su sueño es poder llegar a las olimpiadas.

En todo momento, se evidencia su vulnerabilidad, ya que se trata de una niña en pleno proceso de crecimiento y despertar sexual, presionada por el deporte, con unos padres separados y ausentes, y que se ve abandonada en un mundo hostil, sin ningún tipo de apoyo ni afecto. Todo ello la convierte en una presa fácil para Fred, un ex campeón en horas bajas y convertido ahora en entrenador –interpretado por un estupendo Jérémie Renier en un rol espeluznante– que ve una posibilidad de vivir vicariamente lo que él no consiguió. Es así cómo se aprovecha de esa fragilidad y soledad. De hecho, ya en una de las primeras secuencias, el entrenador pide a la joven que se denude para medir su grasa corporal, así como interrogarle sobre su período menstrual. Se presenta como un acto rutinario y aparentemente normal, pero que anticipa la trama.

La cinta no endulza ni glorifica el abuso, sino que lo muestra en su suma maldad, a través de unas escenas, probablemente demasiado explícitas, que producen repugnancia e impotencia. No existe espacio para la ambigüedad, incluso con un personaje como el de Lyz, que se contradice y muestra infatuación hacia la única persona que parece mostrarle cariño, que debería protegerla y cuidarla y que, sin embargo, se aprovecha de ella. No es una historia de amor y quien pueda ver en ella morbosidad o excitación no hace más que perpetuar la cultura de la violación y del falso consentimiento sexual. Que no se verbalice una negativa o un rechazo no equivale a un “sí”.

Por lo que respecta a la ejecución del largometraje, cabe destacar la fotografía, que encapsula perfectamente el sentimiento de aislamiento y desconcierto mediante unos paisajes impresionantes de las montañas nevadas. El uso de primero planos largos junto con una mezcla de colores fríos y cálidos trasluce el mundo interior de la protagonista, con todos sus sentimientos caóticos e incoherentes. Asimismo, las secuencias de esquí constatan el viaje por el que se ve arrastrada: igual que Lyz se desliza cuesta abajo por la pista, su vida comienza a desmoronarse, haciéndole perder las riendas.

En definitiva, Slalom es una gran ópera prima que promete una carrera exitosa de su realizadora. Es un retrato, en ocasiones, difícil de ver, incómodo y contenido, como si aguantara la respiración en todo momento. Es una apuesta necesaria para acabar con los abusos de autoridad y poner sobre la mesa la problemática del grooming en espacios que tendrían que ser seguros. Ninguna joven debería verse en la tesitura de Lyz, que se encuentra entre la espada y la pared: hacer su sueño realidad o perderse a sí misma.

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4
14 de enero de 2022
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sean Penn lleva a los cines la adaptación del libro biográfico de la autora Jennifer Vogel sobre la vida de su padre, un excéntrico convicto que compaginaba sus múltiples crímenes con la paternidad de sus dos hijos.

En esta ocasión, Penn (John Vogel) ha optado por dirigirse a sí mismo, además de barrer para casa; los que son sus hijos en la película también lo son en la vida real. Destaca la actriz protagonista Dylan Penn (Jennifer Vogel), que se luce en un rol que está hecho para que esto ocurra.

El argumento del largometraje gira en torno a la relación de un padre y su hija a través del tiempo. Pese a esto, el papel del padre queda en un segundo plano, y el espectador solo le conoce a través de los ojos idealizados de su hija.

Y es que, pese a ser un delincuente que no cuida de su familia ni sus hijos, esta perspectiva poetizada que Jennifer tiene de él se mantiene durante toda la cinta, rozando la romantización de un padre criminal e irresponsable del que no conocemos demasiado. Permanece misterioso, pero pretende caer en gracia por su carisma.

El film está repleto de planos que no aportan mucho narrativamente, y hacen que el ritmo sea lento y monótono. El guion se basa en una serie de sucesos previsibles. Pese a ambicionar una apariencia personal y profunda, está cargado de tópicos recurrentes tanto en los dramas familiares como en el género policíaco.

En definitiva, una propuesta que promete mucho y, sin embargo, se queda a medias en algunos aspectos. Aunque sin duda dará a conocer todo lo que tiene que ofrecer Dylan Penn como actriz, que no es poco.

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7
10 de diciembre de 2021
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando la enfermedad aflige a una familia, cada miembro la sobrelleva a su manera, aunque físicamente no la padezcan. Es una situación que puede analizarse desde varios puntos de vista y Glendyn Ivin proporciona un enfoque interesante al narrar la parálisis de una madre desde el punto de vista de su hijo mayor. Con esta cinta (basada en la novela de Cameron Bloom), el cineasta ofrece un relato conmovedor que no se ancla en la tragedia, sino que, con un tono optimista, refleja cómo afecta el problema a toda la parentela.

Tras un accidente, Sam Bloom se sumió en una depresión al no poder volver a caminar y fue una urraca apodada Penguin quien –junto con su marido e hijos– le ayudó a salir de ella. Es por eso que se abunda en la comparación entre el pájaro malherido y la discapacidad de la protagonista, tanto en los diálogos como en las diferentes imágenes que se suceden. Y sin duda, las escenas entre el ave y Naomi Watts son las más fascinantes.

Las interpretaciones de todo el elenco –incluso las de los niños– son naturales, lo que hace más creíble la reflexión acerca de la familia, la culpabilidad, la superación y la importancia de la comunicación. Quizá se abusa ligeramente de la emotividad –la banda sonora pretende llevar a la sensiblería– y eso le resta realismo, pero logra dejar una sensación agradable.

La familia Bloom es, en definitiva, un título amable y familiar con una fotografía maravillosa. Lleva un ritmo ágil, muestra cómo se puede salir adelante aprendiendo a vivir de otra manera y es, a la vez, emocionante e inspirador.

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4
12 de noviembre de 2021
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su inicio esta producción presenta inteligentemente la relación de Emma (Meghan Fox) y de su marido, mostrando pequeños detalles que nos permiten hacernos una idea del abuso que sufre este personaje. Así, el guion va construyendo en nuestra mente el pretexto de todo lo que vendrá después. Y así nos hace comprender que, antes de estar esposada, Emma tampoco era libre.

Sin embargo, a partir del instante en que Emma se despierta junto al cadáver de su marido, el largometraje se torna en un sanguíneo thriller en el que los intentos de sobrevivir de la protagonista son previsibles y, aunque la narración tiene un buen ritmo, no hay demasiados giros innovadores.

Durante todo el metraje, toma protagonismo la actuación de Fox como indiscutible rol principal. La actriz de Jennifer’s body, aunque algo inexpresiva, consigue llevar el peso de esta obra de suspense prácticamente sola y transmitirnos algo de esa angustia en sus constantes intentos por escapar.

Los personajes secundarios de Callan Mulvey y Jack Roth, en ocasiones, resultan ridículos y hacen que esta proyección no resulte una supuesta película de terror, y sí recuerde a Solo en casa, pero con mucha más violencia y con algo menos de ingenio por parte de la protagonista para huir de sus atacantes.

En definitiva, un film que –a pesar de no llamar la atención excesivamente por unas increíbles actuaciones o fascinantes escenarios– sorprende por ser tan retorcido y puede ser capaz de absorbernos durante sus 88 minutos.

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7
3 de septiembre de 2021
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lara Izagirre presenta su segundo largometraje, en el que aviva el tono y el ritmo, y mantiene las miras en los jóvenes de su generación.

Con Nora, ofrece una pequeña historia de transformación silenciosa a través de un viaje. La ironía y el buen humor se manifiestan en el desarrollo de ese trayecto, que pone a prueba esas aspiraciones y sueños que creemos tener y que necesitan acometerse, quizá, para descubrir los verdaderos y auténticos.

En este sentido opera la estrategia del relato, que con realismo arranca ya mostrando el cambio de un macro viaje a un micro viaje a pocos kilómetros de donde está la protagonista. Este road trip se potencia y cobra fuerza gracias una iluminación equilibrada, que saca partido al paisaje, a los personajes y a sus intérpretes, mientras sale airosa de no convertir el film en una postal publicitaria de Euskadi.

Por otra parte, el guion se escapa de una estructura evidente y convencional, para dejar al espectador navegando por los vaivenes de la joven: sus experiencias exteriores e interiores, con especial querencia por las tareas más físicas y conectadas con la naturaleza.

La sencillez y las buenas y medidas intenciones de Nora permiten compensar algunas de sus resoluciones demasiado rápidas o menos convincentes. Y es que la película intenta hacernos un retrato sin contarlo todo desde el principio para, más tarde, ofrecer una explicación demasiado preparada en varios pasajes. Esto hace que la trama se quede en un estadio menos profundo, cuando desde la butaca se tenía la impresión de que habría más. Así sucede en la esporádica aventura romántica; presentada con elegancia, pero que desaprovecha la oportunidad de hacer fuerte e independiente a Nora.

En su conjunto, Lara Izagirre logra una propuesta coherente de principio a fin. Incluso el resto de secundarios, además de Nora, hacen sus viajes (distintos) aunque viajes al fin y al cabo. El definitivo del abuelo, el transitorio de los padres, el truncado de su amiga y sus hijos…; eso sí: todo bajo una mirada esperanzadora, cómica y tierna al mismo tiempo.

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