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España España · santiago de compostela
Críticas de berenice
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Críticas 149
Críticas ordenadas por utilidad
4
17 de enero de 2015
13 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las Historias del Cine seguirán hablando del Realismo Francés, aquel movimiento de los años 30 del siglo pasado con el que los galos intentaban rehacer su cinematografía y que pretendía reflejar, (en sus ambientes suburbanos, sus personajes en la encrucijada, su deformación de la realidad en aras a embellecer la prosaica realidad, su cuidada estética formal y, por qué no, sus pinceladas de crítica social), un universo ciertamente personal. Clair, Carné, Duvivier, Feyder, algún que otro Renoir...

Al menos sobre el papel, es decir, en las Historias del Cine, "El muelle de las brumas" suena bien. Fue un film importante, fruto de la colaboración de artistas importantes en su momento, premonitorio con su atmósfera sombría de la Francia que, dos años antes de la Segunda Guerra Mundial, ya olía, en palabras de Jean-Pierre Jeancolas, “a pólvora, a muerte y al fin de una civilización”. Prévert y Carné fueron, incluso, acusados de hacerle la cama al fascismo, como sugiere el blog "el reino de las sombras", (no entiendo por qué en un film de espíritu pretendidamente libertario) . Las autoridades, por su parte, bajo un nuevo signo censor y desencadenada la tragedia bélica, llegarían a decir en 1940, “si hemos perdido la guerra, culpad a El Muelle de las Brumas”. Carné responderá: “No culpéis a un barómetro por predecir la tormenta”.

Suena todo apasionante, pero el problema es ver, en 2015, la película.

No he visto las brumas del título por ningún lado, y eso que todos los usuarios las recuerdan, (y no es broma, salvo en breves planos transitorios nocturnos, todas las escenas se desarrollan en nítida luz: el abofeteamiento del matón, los paseos por la calle viendo escaparates, la escena final...). Por favor, no confundir bruma con tormenta. Ni amor con folletín. Lo peor del caso no es que sea otro folletín apolillado muy previsible en su puro aspecto argumental. No, lo peor es que el clima pretendidamente poético es más previsible todavía, más viejo aún. Pobre Jacques Prevert.

Nos quedan Gabin y Morgan, sin los cuales esto no se tragaría ni con patatas, (en honor a la verdad, Michel Simon está menos cargante que nunca, vamos a reconocerlo). Nos queda algún primer plano glorioso, y un conato de calor en el aliento amoroso, (la especialidad de Carné, que al final, no obstante, lo estropeaba todo en su carencia de sentido de la dosis correcta, como ya le pasaba en "Los niños del paraíso"). Bah, algún apunte por aquí y por allá, y poco más. ¿No os ha pasado escribir, o pensar, algo por la noche creyendo que estabáis sembrados, leerlo al día siguiente y pensar que sois gilipollas? A mí, continuamente. Eso ha pasado también cuando al realismo poético de Carné le han embestido unas cuantas décadas.

Y no obstante, la fórmula no siempre fallaba. Véase "Pepé le Mokó", solo un año anterior a esta, para comprobar que, con otras dosis, el realismo poético podía ser poético de verdad. La vi de noche, miedo me da verla al día siguiente.
berenice
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5
24 de enero de 2014
13 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la visión sobre la vejez que usted, o yo mismo, hubiéramos pergeñado si nos hubieran encargado una historia emotiva de ancianos, que cumpliera los siguientes requisitos:

A) No cargar las tintas, (para no espantar al crítico con el melodrama desaforado).
B) Interpretar el punto anterior con fingimiento, pues lo que hay que hacer es un melodrama desaforado. Que estalle al final, como la (falsa) vida misma de Hollywood. Así que los hijos que no parecían tan malos son, al final, verdaderos miserables, (como tantos reales, por otra parte). Dejamos en nimiedades las miserias y torpezas de los viejos, y las difuminamos, a la postre: no se cagan encima, ni tienen alzheimer, ni se les cae la dentadura postiza. Al revés, son una encantadora pareja romántica a la que todo el mundo sonríe y facilita la vida, excepto los cabrones de sus hijos.
C) El final es importante, y ha de ser rocambolesco.El público se lo tragará, confiado ya a esas alturas, redimido de su propia mezquindad, llorando y llenándolo todo de calificativos mayestáticos: "sublime", "obligatoria"... Llorarán las piedras.

Le damos nuestra historia a un churrero de planos medios sin pizca de genialidad, de trascendencia, de ir más allá de lo que la propia imagen sugiere.Todo correcto y en su sitio, este hombre ha dirigido unas cuantas y tiene experiencia.

Imprescindibles dos actores competentes, más que nunca teniendo en cuenta los mimbres anteriores. Este es el único punto verdaderamente fuerte de la película, y lo flipamos en colores cuando comprobamos que Beulah Bondi tenía sólo ¡¡¡¡49!!! años cuando hizo la película, y que aún duraría 44 más. De verdad, esto es metérnosla doblada a todos.

¿Es que es detestable la película? Por supuesto que no; tiene algún momento bonito y, además, se agradece que fuera a contracorriente en el Hollywood clásico, pero no tiene nada imperecedero, nada realmente conmovedor, amen de ser ligeramente pesadita en otros tramos. El tema de la vejez es fácil caballo ganador sentimental con poco cuidado que se ponga en él. Hasta un simple anuncio de seguros que emitía no hace mucho la tele, (donde un viejo daba pan a las palomas ante la mirada preocupada de un cincuentón largo), te puede recordar que, quede lo que quede, no queda tanto, y dejarte pensativo.
Quizá es que los viejos de mi familia, (estos sí viejos de verdad, con unas miserias poco glamourosas), han muerto siempre en casa y rodeados de amor no fingido. El hecho de que hubieran hablado durante una partida de cartas, como la señora Cooper, nos habría pasado por completo inadvertido.
Ya me véis, con acidez de estómago y sin saber ver la grandeza en el cine, pero buena gente, oiga.
berenice
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3
17 de marzo de 2013
12 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque a mi mujer le gustó, a mí me parece un insoportable tostón de proporciones bíblicas, una de las películas más plúmbeas que he podido contemplar en los últimos tiempos. No la justificaré por tratar de temas intemporales, (el poder, el orgullo ciego de la juventud, la lucha entre religión y estado). Es al revés, el intelectual Kawalerowicz viola esos temas, se aprovecha de ellos y de su eterna actualidad, para perpetrar su tostón.
Luego está lo de la supuesta autenticidad histórica. Visto todo desde un salón español del siglo XXI todo puede parecer posible, claro, incluso para los que tenemos algún libro en casa. Para empezar, el faraón es inventado y está todo lleno de anacronismos, como han señalado otros usuarios más cultos. Para seguir, todo está en planos tan cercanos que nunca se ven los fondos, con lo que nos agarramos básicamente al vestuario. Para continuar, los monumentos, (reales), están tan deteriorados como en los años sesenta del siglo XX, (¿no estamos mil quinientos años antes de Cristo?). Más: los egipcios eran amantes del agua y los vergeles, como los árabes. Sin embargo, a estos les gusta pasarse la vida en el desierto, en la arena, (porque es más dramático, más hierático, más grandioso). Hay un montón de polacos de piel blanca que debieron de acabar con el presupuesto comprando Isdin factor 50, todos con las calvas y el cuerpo al aire. Como en los bajorrelieves de las tumbas reales las figuras están quietas, todo el mundo se queda quieto para que todo sea "más egipcio". Más hieratismo, estatismo. El faraón departe desde su trono no como un hombre, sino como una estatua. En realidad, todos son estatuas. Los muertos caen con desgana de escayola, no sea que un exceso de dinamismo reduzca la solemnidad. Y, en fin, todo rezuma una pretenciosidad intelectualoide absolutamente insoportable. Pero insoportable de verdad, de morise de aburrimiento. No digo que los diálogos sean malos, al revés, son sentencias sabiondas, de esas de hojas de almanaque: "los tratados nunca protegen al débil", etc, etc,... es la manera plúmbea de decirlos grandilocuentemente, con el tono y el gesto petrificado, con voz insensible de robot de Telefónica: "si las tropas están listas, pulse almohadilla".
Cuando un servidor estudiaba Historia en la Universidad de Santiago, la maravillosa Carmen Pallares nos transmitía siempre un punto escéptico. Ella llegaba a decir que nunca sabremos gran cosa de cómo era la mentalidad de Galicia en la Edad Media, a pesar de la documentación y de cómo se ha avanzado. Se refería a un territorio conocido y a una época, (la Edad Media), que, aunque lejana, podría ser antesdeayer si la comparamos con el Antiguo Egipto. Sin embargo, desde un salón español tantos se atreven a decir que "Faraón" es lo más de lo más en verosimilitud histórica. No sabemos cómo eran nuestras propias calles en el siglo XIX, por ejemplo, pero el Egipto de Kawalerowicz es auténtico de la muerte. Esto es cine, leñe, no elucubración histórica. En fin, lean lo que dice The Luiser Spaceman en su maravillosa crítica, más benigna que la mía, (y, por tanto, seguramente más ajustada a la objetividad). Gracias por escribirla, ya está entre mis críticas favoritas.
berenice
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9
24 de mayo de 2011
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ludovico escribió esto: "no busco «diversión», sino «uni-versión», o lo que es igual, vertimiento en la unidad, unificación de mi ser disperso y escindido. Para eso sirve el arte. Y «En busca del arca perdida», como casi todo lo que se hace ahora, sirve justo para lo contrario: para di-vertirse, dividirse, atomizarse, o, lo que es igual, para suicidarse por desintegración espiritual".

Mientras él se come el tarro en su torre espiritual, por decir algo a la altura, déjame ver otra vez esta maravilla. Yo sí busco diversión, ya la mayor parte del tiempo que a mí también se me acaba. Pero aquí hay más: un dominio del tempo cinematográfico sólo al alcance de un genio, (no muy profundo, si se quiere, pero irrepetible), hay... en fin, hay en este momento 106 críticas de esta película. Lo mejor que puedo decir, que no se haya dicho ya, es que le pongan espejos a las frases de Ludovico, (a él no le importará); quizá, del revés, salga otro sentido a sus palabras, como en ciertos mensajes satánicos.
PD: Con cariño, Ludo. Por cierto, ya que estás tan dividido, ludo recuerda a diversión, a lúdico; y vico es un juego de niños según la RAE.
berenice
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9
24 de mayo de 2011
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
He leído en otra crítica que si el niño va descubriendo el mundo, que si profunda historia de amistad...No puedo estar más en desacuerdo. Para empezar, un niño del siglo XVIII que ya camina solo de noche por esos mundos de Dios, y que baja a criptas llenas de bandidos sin demasiado miedo ya tiene mucho recorrido hecho. Menos mal que, en su extrema pureza, sigue siendo niño. Por eso es imposible que sea amigo de Fox. Simplemente, el adulto se redime en él. Nunca llega ese abrazo esperado.
¡Señoras, señores! ¡Qué manera de meternos en materia! Los diez primeros minutos de brumosa película son de una intensidad ya delirante, en hechos, modos, miradas, climas...La escena, (de "terror romántico", al más puro estilo del cuento gótico anglosajón), de la horca con los dos niños debajo, al margen de que ha inspirado alguna otra, (¿puede ser en "los señores del acero", de Verhoeven?, no me acuerdo), insiste en la única bondad pura posible, la de la infancia; y, además, es cortísima, para no abusar ni lo más mínimo de un hallazgo que cualquier otro director hubiera subrayado mucho más. Y sigue la inocencia primigenia enfrentada a la Maldad, al hastío, a la podredumbre. ¡¡¡QUé manera de hacer, de conducir, cuando el niño llega a la reunión de borrachos del antaño esplendoroso "manor" familiar!!! Ahí, de repente, canta el niño una tontísima canción escuchada por los lobos. Es un momento de los más tristes que recuerdo haber visto, jamás, en ninguna película. Es menos espeluznante que aquella escena de "Los pazos de Ulloa" donde emborrachan a un pequeño, pero mucho más triste.
Lo malo es la parte de acción. El realismo era parte imprescindible aquí para sostener la lírica, y es todo muy chapucero, (no me refiero sólo a la ridícula pelea con el hacha; también están esos bandidos que al final actúan bajo una especie de código de honor, con lo sencillo que hubiera sido darle fin a Fox).
Maravilloso el clima gótico, el recuerdo a los grabados de Hogarth para dar ambiente; perfecto el pasotismo, el hastío de Sanders, (al parecer no fingido, próximo ya su suicidio en la vida real). Y, sobre todo, destacar a uno de los mejores actores que yo he visto: Stewart Granger. ¿Por qué? Porque siempre me convence, por filtrar más verdad, a través de su frivolidad y socarronería, que otros mucho más consagrados y peores, (se me ocurre ahora mismo James Stewart, ya que acabo de ver "Vértigo")y por romper una lanza porque siempre que se habla de él es para ponerlo a parir. En "Moonfleet" está inmenso.
¡¡¡Ay, niños inocentes que se movían por el mundo!!! ¡¡¡Qué distintos a los niños resabiados pero encerrados en institutos todo el año!!!
berenice
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