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Críticas de Francisco Javier Millan
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Críticas 265
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
3 de enero de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director noruego Morten Tyldum nos presenta la que es muy posiblemente su película más comercial hasta la fecha. Sorprende que, el mismo hombre que estuvo al frente de la demoledora “Headhunters”, firme un título tan complaciente, alejándose de cualquier atisbo autoral que se precie. Por otro lado también hay que decirlo, la premisa de la que parte, sin ser novedosa, si que podría haber dado lugar a una obra de gran carga filosófica en manos de otros creadores más personales. Casi prefiero como se ha quedado, que aguantar las habituales neurosis que pueblan en la cabeza de ciertos realizadores actuales.
La historia no es más que una suerte de “Titanic” pero en los confines del universo, con incluso escenas románticas de por medio. Tyldum logra los mejores momentos en su primer tramo, teniendo como protagonista absoluto a un Chris Pratt desesperado en una nave inmensa. Los más veteranos en el género recordaran aquel pequeño clásico de “Naves misteriosas” de Douglas Trumbull en algunos de los pasajes esta cinta.
Tras esta larga introducción aparece ella, una espacial “bella durmiente”, provocando no menos dudas morales en el protagonista. La sola presencia en pantalla de Chris Pratt y Jennifer Lawrence ya bien merece la pena su visionado, aun sabiendo principalmente por donde irán los tiros en los siguientes minutos de metraje. Tyldum no escatima a partir de este momento en mostrar las maravillas del cosmos, logrando incluso algunas escenas brillantes como la del mirador, aderezada por una curiosa y magnética banda sonora de Thomas Newman.
Lástima que el film se convierta en un festival de lo evidente, sin desviarse ni un solo instante de la vía que los espectadores a buen seguro se marcaran en su mente. Hay una ausencia total de sorpresas, y todo ocurre tal y como se espera en esta clase de productos realizados con piloto automático.
En uno de los años que peor se recuerdan en lo que a blockbusters se refiere, esta película romántica de ciencia-ficción, no pasa de ser un digno entretenimiento para una tarde navideña en familia o con amigos.
Francisco Javier Millan
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8
20 de diciembre de 2016
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya de entrada deberíamos celebrar el regreso de Mel Gibson a la dirección, tras unos años de dimes y diretes que han cercenado gravemente su vida personal y artística. La espera de casi una década ha merecido la pena, reafirmando con su nuevo film, algunas de las habilidades narrativas y visuales más potentes de su pequeña gran filmografía.
El film nos introduce de lleno en la batalla de Okinawa durante la II Guerra Mundial, mostrando con una brutalidad pasmosa una de los hitos bélicos más cruentos del pasado siglo XX. Gibson no escatima en imágenes escabrosas de gran dureza, haciendo alarde de ello con una puesta escena hiperrealista. Un espectáculo de explosiones, acción trepidante y una tensión que se irá acumulando minuto tras minuto del metraje.
En medio de esta barbarie sitúa a su protagonista, Desmond Doss, un joven que decide ayudar a sus compañeros como sanitario, rechazando cualquier uso de armas durante su proceso de instrucción. Principios que llevará hasta las últimas consecuencias en la contienda antes referida.
Doss, interpretado con gran acierto y un punto de ternura por Andrew Garfield, se confiere en un personaje perfecto para las intenciones que persigue Gibson. Tanto su trasfondo familiar, como sus profundas convicciones lo convierten en un ser humano capaz de canalizar los designios de Dios a través de sus acciones. Eso sí, sería un gran error si solo realizamos una lectura de corte religioso, ya que, en el fondo, la película contiene un mensaje pacifista que debería ser aplicado por igual, independientemente del credo, raza o condición. El objetivo principal es mostrar a una persona que planta cara directamente al ejército, desmontando por completo cualquier argumento belicista. En definitiva, construir con los pequeños actos, un mundo mejor.
La estructura del film no se aleja de las constantes habituales del género (instrucción y posterior misión), ni tampoco escatima en heroicidades muy propias del espíritu estadounidense. Aquí lo importante es la construcción de un personaje y su visión de estas hazañas bélicas. Un grito de esperanza en el infierno que supuso el Pacífico, presentado en el que es, sin ningún género de dudas, el film bélico más importante desde “Salvar al Soldado Ryan”.
Debate aparte sería el porque se muestra tanta crudeza, para luego quedarnos con el punto pacifista que plantea. Algo que ya es de por sí intrínseco, a la naturaleza de su director.
Francisco Javier Millan
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8
19 de diciembre de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía mucho mucho tiempo que una película no transmitía en el cine esa magia tan inspiradora. La misma magia que toda una generación de espectadores en los años 80 podía palpar, cada vez que atravesaban el umbral de una sala de cine. Pocos films logran ese sentimiento de la maravilla en la actualidad, y más cuando nos encontramos en la era de la sobre información.
Gareth Edwards y el nuevo equipo de Lucasfilm han obrado el milagro. Un regreso a las premisas fundacionales de la trilogía clásica, creando un puente perfecto entre el público de todas las edades. Muchos verán en este spin-off una conciliación entre los viejos seguidores y los más jóvenes que crecieron viendo las tan denostadas precuelas. Una oportunidad de resarcirse con respecto a errores pasados, con un tono que es, precisamente, el que se esperaba de “La Amenaza Fantasma” en el ya lejano verano de 1999.
El planteamiento de una cinta de corte bélico, oscura y dramática, nos hace pensar en el tiempo que hemos perdido hasta este momento. Soy de los que opinan que este tipo de iniciativas ya tendrían que haberse dado hace ya muchos años, de la misma manera que ha sabido explotar con mucha más inteligencia “Star Trek”, su competidora más directa, con un universo “audiovisual” mucho más extenso.
Edwards construye el film en dos partes, una primera más rutinaria, con la consabida presentación de los distintos personajes, y otra que, diciéndolo sin tapujos, entra directamente en el imaginario colectivo y, por ende, en la historia del cine personal de cada uno de nosotros.
Una de las principales bazas con la que juega el film es su extraordinaria atmosfera, algo que ya se deja ver en su arranque. Nuevos mundos, nuevas criaturas y un zambullido directo al zenit del Imperio Galáctico. Un universo, apenas explorado en los films que relatan la vida de los Skywalker, que muchos soñaban ver plasmado en la pantalla.
Este film incluso gana todavía más puntos a su favor si lo comparamos con la propuesta de J.J. Abrams del año pasado. Una película que, sin ser mala, si que evidenciaba cierta pereza a la hora de innovar más allá de lo que uno cabría esperar. Edwards, por el contrario, admite mayor número de riesgos, consiguiendo enriquecer la trama principal desde diferentes puntos de vista. La idea, por ejemplo, de presentar a ciertos rebeldes como terroristas talibanes, es uno de los grandes aciertos.
La pareja protagonista, interpretada por Felicity Jones y Diego Luna, consigue una buena dinámica en el desarrollo de una historia que todos sabemos cómo va a acabar. Ambos dos concretamente vivirán algunas de las escenas más adrenalíticas del tramo final, desembocando en un final no exento del gran dominio de lo épico. Probablemente el resto de secundarios pasen un tanto desapercibidos, pero es algo inevitable en un concepto tan coral.
No es casualidad que su tercer acto esté provocando olas de admiración, dando la sensación de haber sido escrito directamente por los fans más entusiastas. La batalla de Endor, imbatible durante décadas, encuentra el testigo en este desbordante clímax. Un tour de forcé cuyo punto más álgido será protagonizado por el villano más esperado de la función.
Todo ello consigue un conjunto sólido, fresco y prometedor. Un soplo de aire fresco que mira directamente a la mitología tradicional, utilizando los mismos recursos que se usaron en aquella década prodigiosa de los años 80. Un capítulo capaz de meterse en el bolsillo a tu nostalgia, respetándola y tratándola con absoluto cariño. Un punto de inflexión que probablemente será identificado como referencia para toda una nueva generación. Tiempo al tiempo.
Francisco Javier Millan
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8
30 de noviembre de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he soñado con la posibilidad del primer contacto. Creo sinceramente que, en estos momentos que vivimos, sería la mejor solución para echar por tierra todo el desorden mental en el que parece estar encerrada la humanidad; desorden provocado, como es siempre habitual, por la falta de comunicación entre nosotros mismos y con los demás. Un mundo que camina hacía el aislamiento, la falta de comprensión por lo que nos rodea, los independentismos y la falta de empatía, está progresivamente derivando a una enfermedad degenerativa muy difícil de paliar.
Esta es la base del guion de la nueva película de Denis Villeneuve, un autor que se enfrenta a la ciencia-ficción desde la perspectiva autoral, sin abandonar excesivamente las virtudes comerciales que suelen ir acompañadas a esta clase de títulos. Esta obra está notablemente influenciada por el camino trazado por Christopher Nolan en “Interstellar”, no en vano en ambas reside la virtud de la comunicación por encima de otros muchos atributos.
Villeneueve logra un trabajo a medio camino entre “Contact” de Robert Zemeckis y la serie “Cosmos”, ambas obras escritas por el astrónomo y divulgador Carl Sagan. En su mítica serie hablaba del espacio, de su grandeza y de sus infinitas posibilidades, con el fin de hacernos ver lo pequeños que somos y lo peligrosos que podemos ser para el pequeño planeta donde habitamos. Sagan y Villeneuve no plantean el contacto extraterrestre desde el punto de vista de la solución a todos los problemas, sino más bien como el arranque de un motor oxidado, que nos haga replantearnos el erróneo camino por el que hemos decidido transitar, el del egoísmo.
Una aventura, donde el espacio y el tiempo se entrecruzan, que contiene una primera hora brillante, estremecedora y evocadora. Los grandes planos generales de la nave espacial en un valle rodeado de niebla y con la música abstracta de Jóhann Jóhannson probablemente sean de lo más potente que hemos visto en los últimos años en la ciencia-ficción; un género presentado de la manera más pura posible, pero sin despegar los pies del suelo. El director es consciente en todo momento del material que está manejando, consiguiendo crear un híbrido entre cine comercial y de autor bastante sugerente.
Una obra que exige al espectador un mínimo de atención, capaz de atrapar e hipnotizar de la misma manera que Steven Spielberg logró en su obra maestra “Encuentros en la tercera fase”. Aquí el juego de luces de la escena final, aún todavía no superada por los cineastas actuales, se sustituye por un estado mental que vendrá a afectar directamente a la línea de vida de sus protagonistas.
Carl Sagan llegó a decir que, si no hubiera vida más allá de las estrellas, el espacio estaría desaprovechado. Quizás ésta la tengamos que encontrar a nuestro lado, ya que sin nos perdemos en trivialidades, probablemente nos necesitemos a nosotros mismos y a los demás en un futuro no muy lejano. El espacio y el tiempo nunca fueron tan caprichosos.
Francisco Javier Millan
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9
11 de noviembre de 2016
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo perfectamente el verano del 2011, fue el verano del estreno de la última película de Harry Potter, se casó mi hermano, se estrenó “La boda de mi mejor amiga” y, se me estropeó la ventanilla del coche en un viaje en solitario por Extremadura, después de haber pasado brevemente por la capital de España en plena efervescencia papal. Es curioso que, cinco años más tarde, el director Rodrigo Sorogoyen tome como referencia aquella fecha, sirviéndole como telón de fondo en uno de los thrillers más brillantes de los que se han producido en nuestro país.
En momentos casi es lo de menos que sea un policíaco de manual, ya que me atrevería a decir que, lo que más interesa, es la relación de los dos protagonistas. El espíritu de camaradería de esta extraña pareja es uno de los atributos más sobresalientes del conjunto. Ambos, Roberto Álamo y Antonio de la Torre, construyen unos personajes desde la base de la naturalidad, al igual que ocurre con algunos de los secundarios que aparecen en el film. Una auténtica buddy movie de bareto madrileño que primero perfila sus personajes, luego les deja actuar y encariñarte con ellos, para luego meterlos en la intriga más trepidante.
El guion tiene todos los elementos: un desarrollo protagónico ejemplar, una historia de fondo muy a tener en cuenta, unas subtramas paralelas de gran calado –véase por ejemplo la de la chica que friega las escaleras-, y un villano escalofriante que va dejando cadáveres de abuelas por media ciudad sitiada.
Mucho se está comparando con “Seven” y “La isla mínima”, de estos dos films hereda el salvajismo de algunas de sus imágenes y esa sensación insana de calor insoportable. Un thriller que mira directamente al género que toma como referencia, consiguiendo escribir una nueva página del reciente cine español. Una cinta de indudable potencial comercial que viene a demostrar una vez más que las fórmulas tradicionales son las que mejor funcionan.
El realizador además se marca un tercer acto deslumbrante, donde incluso da pie a la introducción de un más que curioso plano secuencia de los que provocan escalofríos. El espectador, llegados a este punto, estará absolutamente atrapado. Sorogoyen es totalmente consciente del trabajo de emociones que ha conseguido trabajar durante todo su metraje y convierte a la película en un producto adictivo.
Sí que es verdad, sin que sirva como punto negativo ni mucho menos, el fondo de la visita papal parece dejar de importar desde el momento en que conocemos por fin al asesino. Es una historia que podría perfectamente ambientarse en los barrios chungos de Nueva York o Chicago. Aquí sustituimos ese aire truculento de los bajos fondos de las ciudades norteamericanas, por el de las calles de Madrid y sus policías más castizos.
Qué Dios te perdone si te la pierdes ¡!.
Francisco Javier Millan
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