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España España · Zaragoza
Críticas de Paco Ortega
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Críticas 201
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
28 de junio de 2011
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película intensa sobre la culpa, la responsabilidad social y el principio de justicia. Filmada a partir de un guión escrito con enorme habilidad y talento. Parece una obra cinematográfica modesta económicamente, pero llena de matices, de preguntas, de sugerencias.

Como suele ocurrir en el cine argentino la interpretación de todos los actores es magistral, y es difícil destacar la de Leonardo Sbaraglia y la de Federico Luppi, que encarna un personaje de gran importancia significativa pero con poco recorrido.

Se demuestra una vez más que en ese país el talento desborda los estrechos márgenes de su industria y que muchos de sus resultados con frecuencia cuestionan de modo indirecto la manera equivocada de hacer cine y de consumirlo en otros países más desarrollados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Paco Ortega
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8
21 de mayo de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra buena película sobre el mundo del boxeo, y, sobre todo, por el mundo que rodea a su vez a éste. En este caso nos cuenta la historia de un boxeador llamado Dicky Eklund que realmente existió y llegó a tirar al suelo a Sugar Ray Leonard, aunque perdió finalmente la pelea. Por esa razón estaba considerado como el orgullo de su pueblo natal, Lowell, en Massachusets. Tanto en la vida real como en la película se nos cuenta su pintoresca destrucción personal, y cómo logró ayudar, sin embargo, a su hermano pequeño a llegar a lo más alto del panorama de este deporte.

Otra historia de superación personal, en la línea de algunas aportaciones recientes de Clint Eatswood, de lucha titánica de contra un destino que se torna inhóspito. Sin embargo, hay momentos en la película que subrayan también algunos elementos humorísticos que le confieren un interesante aire de tragicomedia y de documental.

El guión y la dirección son excelentes. Y especialmente destacables las interpretaciones de Mark Whalberg y Crhistian Bale, junto a Amy Adams en el complicado papel de novia del pequeño. Todo transpira frescura y nos ofrece un collage que explica de modo excelente tanto las peripecias de unos tipos singulares, como lo sustancial de una Norteamérica profunda.
Paco Ortega
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8
10 de abril de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una reflexión lúcida e inquietante sobre los mecanismos interiores de la razón y la conciencia. Y también, como consecuencia de esto, del nacimiento de las ideologías. En este caso, el nacimiento de una ideología religiosa. Película intensa, bien estructurada, de buena factura en el guión y una perfecta resolución por parte de los actores. Se nota el pulso de la bosnia Jasmila Zbanic, joven y ya galardonada directora.

Me parece muy interesante la tesis que expone: las ideologías surgen como resultado de la presión del contexto y de las propias contradicciones interiores en relación con ese contexto. Un mismo contexto –el de una guerra recién terminada, con todas las heridas todavía abiertas, por ejemplo-, no influye de la misma manera en todos los seres humanos. Influye más, de una manera más intensa y peligrosa, como si de estados carenciales se tratara, en quienes están más bajos de defensas, en este caso sicológicas o intelectuales. Nadie se puede sentir salvado del posible contagio de un virus potente, pero es mejor que el virus nos coja bien alimentados, y, si es posible, vacunados, para que su nociva influencia sea menor.

La guerra de los Balcanes fue un horror, como todas las guerras entre personas y culturas cercanas en el espacio y en el tiempo. Lo de Sarajevo, en particular, llega a extremos apocalípticos. Pero, además, fue –es- un horror reciente. Ahora vienen los verdaderos daños colaterales en quienes supuestamente la ganaron o perdieron esa guerra. Lo de la central nuclear de Fukushima ya es un horror, pero las consecuencias más graves vendrán después, cuando ya empecemos a olvidarnos de ese humo amenazador que exhalan sus maltrechos edificios. Un conflicto bélico, haya sido ganado o perdido, termina pasando facturas de todo tipo. Los victoriosos marines norteamericanos siguen sin poder dormir años más tarde de sus supuestas victorias. En el bando perdedor, el sueño no se recupera nunca. La conciencia se sentirá eternamente incómoda, deberá justificar lentamente lo injustificable, y eso probablemente es una causa perdida. En muchos casos hay que recurrir a los anestésicos para poder dormir, y a las religiones para poder seguir viviendo. El fundamentalismo que dio origen al conflicto, reaparece años más tarde, esta vez para quedarse y así perpetuar sus ciclos reproductivos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Paco Ortega
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9
7 de marzo de 2011
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película fascinante, de las que no te permite dejar de mirar. Cada escena nueva es aún más interesante que la anterior, y, aunque el final es algo previsible, coloca las piezas del puzzle de un modo ordenado.

El guión es, una vez más, la clave. Los temas que últimamente atraen a Clint Eastwood –la muerte y sus múltiples posibilidades de reflexión: la eutanasia, el más allá, etc- es otro pilar seguro. Porque son temas, como en este caso, que nos obligan a posicionarnos. Emanan de la cabeza de un hombre que parece pensar en voz alta, sin prejuicios ni ataduras, es decir, en libertad.

En tercer lugar, los actores. Aquí todos se merecen un sobresaliente. Desde un corrcto Matt Damon, hasta una excelente Cécile de France, actriz belga que en París estudió e hizo teatro con los mejores. Personalmente me conmovió la interpretación de Bryce Dallas en un corto pero intenso personaje.

Cine de ideas, que, sin embargo, no es solo un cine de ideas. Es un cine, como decía al principio, que me atrapa como una novela de Paul Auster, o de Gustave Flaubert, hecho desde la infinita sabiduría cinematográfica de un hombre que se ha pasado la vida delante y detrás de la cámara. Firmado por quien solo se da cuentas ya a sí mismo, y no parece esclavo de modas, adelantos técnicos y efectos pirotécnicos varios.

No pontifica, sugiere. Podemos no estar de acuerdo con él, no participar al cien por cien de esas sugerencias, pero hemos de reconocer que lo que dice es inteligente y está muy, pero que muy bien contado. Cada día mejor.
Paco Ortega
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7
22 de diciembre de 2010
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película dura, exponente del mundo de las mafias jurídicas en Argentina. Sórdida reconstrucción de comportamientos morales repulsivos, en donde Ricardo Darín, como hace habitualmente, encarna el papel de personaje a contracorriente, de contrapunto de esas actitudes ilegales, que termina finalmente engullido por ellos.

El mundo de los accidentes de tráfico, además de ser una frecuente tragedia humana en Argentina, es también un lucrativo negocio para personas que sacan beneficio de la desgracia de los demás. Supongo que eso mismo ocurre en todos los países con mayor o menor claridad. Sin embargo, a lo que parece, en ese país sudamericano adquiere contornos y extensión especialmente dramáticos y sociológicos. A partir de esa realidad, Pablo Trapero construye una intensa película, con un ambiente denso y fuertes imágenes, y una trama que precipita a casi todos en la destrucción.

Darin encuentra en Martina Gusman un magnífico contrapunto interpretativo. La joven actriz, esposa de Trapero y habitual en sus repartos, encarna admirablemente el personaje de médico que, por razones de su oficio, coincide con el abogado y termina enredada en sus mismos asuntos y en sus prácticas que traspasan el filo de la legalidad. A la vez crece entre ambos una relación personal, que a veces roza el malditismo, que finalmente hará que compartan un mismo destino.

Se ve con interés y en muchos momentos con asombro. Inevitablemente mi mirada se vuelve hacia mi país. Como no tengo coche, porque detesto ese cacharro que nació para liberar a los seres humanos y ha terminado esclavizándolos, estoy ajeno a todos estos tejemanejes. Pero…, ahora que lo pienso, si me atropella una de esas máquinas horribles de matar, ¡que por lo menos no me estafen encima!
Paco Ortega
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