Hay suficientes elementos en los 10 primeros minutos para que la serie pueda enganchar, se signifique como un thriller relativamente distinto, con su propio sello, como esas manos hacia arriba cuando el secuestrador (o captor como lo denominan en la serie) aparece por la puerta, o esa niña que tiene cara de ser la más lista de la clase, de la que no sabes muy bien qué pensar. Esos minutos recuerdan a la excepcional: "En la habitación" de Lenny Abrahamson, dónde nos ofrecen la que para más de uno ha sido la mejor actuación de un niño en una película desde siempre, la de Jacob Tremblay, que también tiene otra gran interpretación en la excelente "Wonder"

La trama continua fluida y rica, con muchos personajes, siempre abierta, sin que sepamos por donde nos van a salir. Pero por el camino va perdiendo algo, no consigue transmitir (al contrario que "La habitación") ese dolor que sufren las victimas de la trágica situación que nos presentan. Y cuando es el caso (ver spoilers) tampoco impacta, como si llegara algo desincronizado. También en el lado negativo hay que dejar constancia de que hay extremos que se obvian, personajes que actúan de manera inconsistente (ver spoilers) o algún personaje, como el abuelo, que chirría un poco, por lo que no consigue alcanzar lo que promete. Eso sí, tampoco afirmaría que decepciona.

En definitiva, en su conjunto la serie es interesante en casi todos sus aspectos, un thriller que deja un buen aroma, que no te deja indiferente y que, aunque va perdiendo fuelle tras los primeros capítulos, mantiene su expectación. Tampoco más, porque su tono no es homogéneo y porque alberga inconsistencias, tanto en la trama como en los personajes.

En esta tercera entrega nuestro héroe no se limita a proteger a una prostituta de sus proxenetas, a una chica de sus violadoresa o a un joven de entrar en las bandas callejeras, aquí es toda una comunidad la salvada, un idílico pueblo costero italiano que se encuentra totalmente a merced de la mafia. Un pueblo como representación de la familia como se deja claro desde el comienzo, ya que todos los que van apareciendo por la pantalla tienen familia: a los mafiosos de la primera secuencia les espera un zagal en el coche, el médico que socorre a nuestro protagonista guarda un bastón de su padre, el policía aparece con su hija, los mafiosos son hermanos etc.

Al contrario que en otras franquicias, como el caso "Misión imposible", dónde nadie tiene lazos con su comunidad, donde se ensalza la amistad por encima de todas las cosas, aquí la familia, la pertenencia a una comunidad dónde todos se conocen, se erige primero en refugio y finalmente en lugar de redención para nuestro cansado justiciero.

Pese a eso es quizá la más despiadada y violenta de la trilogía, incluso la menos emotiva por la falta de peso y de construcción psicológica de los personajes secundarios, retratados sin matices, como bondadosos integrantes de una entrañable comunidad sin ninguna particularidad que distinga a los unos de los otros. Por contra su factura técnica es impecable, muy elegante, con un ritmo ágil (también es la más corta de la saga), solventes escenas de acción y con hilos narrativos bien mezclados, lo que además de hacerla entretenida y fácil de ver le confiere un halo de misterio más logrado que en sus predecesoras.

Denzel Washgington brilla como siempre, con un carisma que lejos de remitir se hace más patente con el paso del tiempo, repitiendo 20 años después de la excelente "El fuego de la venganza" con Dakota Fanning, sobria y solvente pero lejos de esa niña vivaracha que llenaba la pantalla en la notable cinta de Tony Scott.

Más allá de matices, la película ofrece lo que se espera de ella: entretenimiento de calidad.

Mi camino únicamente podrá detenerlo una bala o una flecha, solo entonces dejaré mis huesos en esta tierra que me conquistó para siempre. Así habla de las montañas rocosas uno de los protagonistas secundarios de esta enorme película. Yo podría decir lo mismo de la cinta, sus paisajes, todos sus personajes, su curiosa historia de amor, la particular y noble guerra entre nuestro protagonista y los crow conforman una película que me ha conquistado para siempre, que cada vez que la veo ( 4 ó 5 veces) me gusta más.

Todo en ella es grande y profundo, con vocación de trascender. Pocas películas consiguen reflejar la grandeza y la belleza de la naturaleza, la dureza de esas peligrosas montañas nevadas y de los hombres que sienten su llamada, que contra toda lógica las habitan orgullosos.

Una película amena pero dura, tan ágil como reposada, que habla de la soledad como compañera, del choque cultural entre colonos e indios, de amores sobrevenidos, de lo cerca que está la vida de la muerte, de la venganza, de la grandeza del enemigo y de muchas cosas más. Un western único, dirigido por un grande como Sydney Pollack ("Memorias de África"; "Tootsie";"Tal como éramos"; "Danzad, danzad malditos"; " Los tres días del condor" etc.) en el que quizá sea su mejor film, y protagonizado por un extraordinario Robert Redford seguramente en su papel más dramático, con una fotografía, un guion y una música también sobresalientes.

Pretende ser una comedia algo gamberra, incluso irreverente, pero al final resulta poco afilada, demasiada blanca, empezando por un guion que no acaba de acertar con las situaciones que crea y terminando por sus aspectos técnicos.

Ofrece un ramillete de golpes de humor algo aislados y la pareja protagonista destila buena química, destacando por encima de todo la refrescante y vital actuación de una esplendorosa Jennifer Lawrence, que por momentos llena la pantalla, pero por contra sus personajes secundarios resultan insulsos con la excepción quizá de la pareja amiga de la protagonista.

En definitiva, para pasar un par de horas al fresquito en una sala de cine cumple, su visionado resulta agradable, incluso con algún momento emotivo, pero no acaba de cristalizar.

Casi todo está bien en esta cruda película que va de menos a más, que va asfixiando poco a poco a los protagonistas y con ellos al espectador, al que consigue introducir en la barbarie de la guerra en Siria y su intangible, pero real, presencia en países europeos con destacada población de origen musulmán, en este caso en Bélgica.

Las interpretaciones son muy buenas y el guion todavía mejor, con un final que se recuerda, que impacta por doloroso y emotivo. Sólo por ese final merece la pena ser vista (spoiler).