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España España · Madrid
Críticas de Mogwai
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Críticas 35
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
Neil Young: Heart of Gold
Concierto
Estados Unidos2006
7,4
777
Documental, Intervenciones de: Neil Young
8
10 de septiembre de 2008
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Neil Young, recuperado de su reciente aneurisma cerebral, tenía nuevo disco (Prairie Wind) listo para presentar en directo en el Auditorio Ryman de Nashville, la capital del country, de lo que anda sobrado ese álbum. Así que Heart of Gold es poco más que la película de aquel concierto, en que Young interpreta al completo su nuevo disco. La verdad, el álbum es un poco irregular, pero en directo suena inmejorable, acompañado por una banda de músicos casi ancianos vestidos a lo vaquero e interpretando su country-rock como si la música no hubiese cambiado desde 1973. Sé que asusta un poco, pero es una auténtica joya. No es sólo la música lo que brilla, sino la aproximación a ella que realiza Demme. Es uno de los conciertos mejor rodados que he visto, un alarde de belleza y sobriedad visual que huye del efectismo y la espectacularidad que no dejan de vendernos hoy en los productos de este tipo. La cámara suele permanecer quieta, acercándose al rostro de los protagonistas en lugar de a sus instrumentos, dejándose expresar a través de sus ojos: de la complicidad entre Young y su esposa Pegi, también en el escenario; de cómo se iluminan cuando Young habla de su padre... Cuando acaba una canción la pantalla funde en negro para retornar con la imagen de Neil Young sobre el escenario, con un impecable traje blanco, su sombrero y su vieja guitarra (la misma con la que Hank Williams actuó por última vez en Nashville, la misma con que compuso Heart of Gold u Old Man), o se sienta al piano sobre un fondo compuesto por los violinistas que le acompañan, siempre inundado en tonos amarillentos, áridos y melancólicos como la propia música. Es una película que consigue emocionar sin apenas diálogos, aunque las pocas veces que hacen acto de presencia suelen reclamar su protagonismo; y, en su parte final, es casi una celebración. Acabados los temas del citado Prairie Wind, el escenario se llena de clasicazos como I Am a Child, The Needle & the Damage Done o Heart of Gold (¿cuantas veces ha aparecido ya?) y finalmente el film se completa y adquiere todo su significado.
[sigo en spoiler]
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Mogwai
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8
19 de julio de 2008
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta “A Zed & Two Noughts” (en España simplificando, como siempre) es probablemente la película menos conocida de la primera etapa del pintor metido a cineasta Peter Greenaway, uno de esos tipos raros, raros. De hecho, hasta hace poco la película ni siquiera tenía ficha por aquí. Y es curioso, porque tiene todos los elementos por los que las primeras películas de Greenaway son tan amadas (y odiadas): un argumento truculento, las tendencias hacia la no-narración y la destrucción de la trama tan del gusto del director británico, su obsesión por la pintura (en este caso el objeto de deseo es Vermeer), sexualidad grotesca, cuerpos en descomposición..., aunque en un formato realmente más accesible de lo que acostumbra, quizá básicamente por el humor negro que destila constantemente.

En este caso la trama involucra a dos biólogos gemelos desconcertados por la muerte en un accidente de coche, cisne incluido, de sus mujeres, accidente en el que una tercera mujer perdió una pierna. Mientras se dedican a tragarse los 8 episodios de una serie sobre la evolución de la BBC, intentando encontrar en ella el significado de su situación (“...desde que hace 400 millones de años apareció la vida en la tierra hasta que mi mujer murió intentando esquivar un cisne...”) los gemelos empiezan a cultivar una fijación malsana por la descomposición de los organismos, se enamoran simultáneamente de la mujer amputada y empiezan a liberar animales del macabro zoo en el que trabajan. Un panorama desasosegante y enfermizo que una vez más contrasta con el impecable apartado técnico en que envuelve el film, planeando cada encuadre como si fuese un cuadro y reservando sus gloriosos movimientos de cámara para las escenas clave, todo ello inmerso en la soberbia fotografía del gran Sacha Vierny y el excelente score (uno más) de Michael Nyman. Todo esto hacen de “A Zed & Two Noughts” una propuesta tan radical y extraña como el resto de la filmografía de Greenaway, pero también una de sus películas más sorprendentes y divertidas y, por qué no, un buen punto de iniciación para todo aquel curioso por saber de qué va la filmografía de este peculiar galés.
Mogwai
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9
8 de marzo de 2008
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conseguir mantener a un espectador pegado a la pantalla dos horas y media no es fácil. De hecho, este western revisitacional y desmitificador no es un film nada fácil. Y nada habitual en estos tiempos. Entre tanto ruido, prisa y brusquedad que ofrece la mayoría del cine actual, el neozelandés Andrew Dominik ha realizado una película calmada, contemplativa, reflexiva, una obra que recompensa al espectador paciente y cinéfilo que disfruta perdiéndose entre los paisajes devastados del film. Pero también una película con fuerza narrativa y mucha tensión. Y con algo que contar.

Este asesinato de Jesse James juega en contra de la mayoría de los elementos del western clásico. Aquí los tipos duros no son tan duros, ni tan mugrientos, ni tan hábiles. Y los buenos tampoco son tan buenos, ni los mitos tan mitos. Al principio tenemos a ese Jesse James radiante, afable, tendiendo la mano a un joven y entregado Robert Ford. Roban trenes, se reparten el botín, se despiden. Pero las cosas empiezan a cambiar. Y mientras la cámara flota por los devastados paisajes por que transcurren estos forajidos terminales la tensión crece, acompañada por la música creada por Nick Cave y su violinista Warren Ellis. Y va siendo más palpable la decadencia de un oeste devorado por su propia naturaleza. Y ya nada pinta tan bonito. El idealizado Jesse James se va mostrando poco a poco como poco más que un criminal violento y cruel, alguien que no duda en disparar por la espalda a sus compañeros para salvaguardarse a sí mismo. Alguien que trae inquietud a todo lugar donde esté, alguien temido y ya nada afable, una persona que poco a poco va dándose cuenta de la degradación de la vida que ha elegido y de sus actos, y que se ve consumido al ser consciente de su forma de ser y deseando huir de sí mismo constantemente. Y en el entusiasta Robert Ford se abre una brecha que le mete en la espiral de degradación moral de todo lo que rodea, perfectamente trazado por la gran interpretación de ese frágil y nervioso Casey Affleck, que este año se ha revelado como algo más que el hermano de aquel. Dos personajes que se complementan y guían una película intensa y perfectamente dirigida por un tipo mayoritariamente desconocido que se ha sacado de la manga un estupendo western crepuscular y casi onírico.

"El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford" es lo más cercano a lo que saldría si Terrence Malick hiciese un western. Y, como en toda película de Terrence Malick, tenemos esa voz en off que nos guía a través de esta lenta y calmada, que no aburrida, experiencia preciosista por el último oeste, soberbiamente captado e iluminado por Roger Deakins. Y es tan bella, tan intensa y tan visceral como cualquier obra de Malick. Y, por supuesto, es un film estupendo. Un film para degustar.
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Mogwai
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7
6 de marzo de 2008
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay que reconocer que Gus Van Sant es un buen director. Como prueba tenemos sus primeros films, y como prueba tenemos el virtuoso dominio de la técnica que luce en los últimos. Como diferencia entre ambas etapas está la intención. "Gerry", por ejemplo, es un increíble ejercicio de estilo que flojea por la total ausencia de chicha narrativa o capacidad para emocionar más allá de la fascinación de su técnica. En "Elephant", sin embargo, consigue aplicar esas técnicas para inquietar y estremecer. Este "Paranoid Park" cae más o menos entre medias: el hecho de estar basada en una novela hace que, por primera vez en mucho tiempo, el director americano tenga una historia que contar, una historia muy potente que sabe desarrollar para llegar a algunos puntos realmente preciosos. La estructura temporal desordenada y que gira constantemente sobre sí misma, los estilizados movimientos a cámara lenta y los largos planos secuencia siguiendo al protagonista se convierten aquí en un elemento realmente efectivo a la hora de hipnotizar al espectador y sumergir al personaje en la mente y las visceras del torturado protagonista, un imberbe skater que accidentalmente mata a un guardia de seguridad que le descubre haciendo trastadas en las vías del tren, un extrañamente profundo y reflexivo adolescente al que el autor logra tomar el pulso y usarlo para retratar de forma excelente parte de la naturaleza de los jóvenes de la Norteamérica actual.

El problema es que entonces Van Sant se acuerda de que es Van Sant, adalid del nuevo cine intelectuoloide, genio del vacío narrativo, y sencillamente se excede en su faceta más experimental, que funciona en pequeñas dosis pero que aquí se repite lo suficiente como para llegar a eclipsar la fuerza narrativa y entrar por momentos en el terreno vacuo y tedioso que caracterizó, por ejemplo, la bastante indigerible "Last Days". Y es realmente una pena, porque durante buena parte del metraje Van Sant parece haber encontrado el camino de sus mejores obras, logrando emocionar y penetrar en el espectador como pocos saben.

Epígrafe aparte para el (soberbio) apartado técnico. Brillan aquí el exquisito uso de la cámara lenta y los citados planos secuencia; la fotografía de Christopher Doyle es fabulosa, los fragmentos en super 8 de los skaters, sin añadir realmente nada a la trama, se convierten en estupendos complementos de la historia. Y, además, recupera en la música al malogrado Elliott Smith y recicla la música del gran Nino Rotta, usando bastantes fragmentos de su música para "Giulietta de los espíritus".
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Mogwai
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8
28 de diciembre de 2007
23 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todd Haynes es una de las perlas del cine americano actual, y ya demostró en “Velvet Goldmine” que era capaz de afrontar el cine desde una lógica más musical que narrativa. Y lo hace en esta obra, inspirada en “la música y las múltiples vidas de Bob Dylan”, como confiesa al principio, a través de seis personajes distintos, interpretados por tantos actores, que cubren las personalidades y épocas más representativas del genio de Minnesota. Es, como dicen por ahí, un lienzo, pero puramente abstracto, en el que Haynes vierte todas sus influencias experimentales para contar la historia de una forma desordenada, sin linealidad temporal, con cambios a veces bruscos entre personajes y tonos, narrando hechos reales pero también leyendas y fragmentos inventados sobre Dylan para dar forma no sólo a su historia, sino para reflexionar sobre el arte y el propio artista, palabra para la que el señor Zimmerman es probablemente el mejor representante del siglo XX. Haynes juega a despersonalizar a la persona, a universalizarla, a mostrar el conflicto y el compromiso del artista con su gente, que muchas veces se acaba oponiendo a la propia innovación artística a la vez que compromete su vida personal.

Pero no pretendo asustar con lo anterior. Con todo el caos narrativo, “I’m Not There” no es una película difícil. Es divertida, emocional y brillante en estilo, con una dirección sobria y elegante, y una fotografía adaptada a cada capítulo aportando un contraste entre sus diferentes vidas que lleva al principal problema del film, su irregularidad. Abarcando tanto es obvio que haya pasajes algo menos interesantes y que palidecen al lado de los mejores, sobre lo que hay que destacar obviamente el de Cate Blanchett, por su enorme interpretación y sobre todo porque se centra en la época más fascinante, creativa y polémica de Dylan, la segunda mitad de los sesenta; aunque personalmente también me ha cautivado el Dylan “forajido” de Richard Gere, sin duda el capítulo más extraño y abstracto pero también encantador y mágico de la obra, con el actor americano encontrando el punto exacto al tono del fragmento con su interpretación lacónica y la imaginativa dirección artística.

Puede que esta película no sea el biopic que los fans de Dylan esperaban, pero eso no quita el mérito a un film al que hay que alabar su ansia de innovación y su innegable calidad artística. Ahora le doy un 8, pero probablemente acabe subiendo su nota, porque es una de esas películas que ganará mucho con el tiempo. Haynes lo ha vuelto a conseguir
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Mogwai
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