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Bahrein Bahrein · Viva la revolución
Críticas de Maese Huvi
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Críticas 35
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
11 de septiembre de 2008
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pier Paolo Pasolini es uno de los personajes más fascinantes del siglo XX, tanto por su febril actividad creativa como por su permanente compromiso político. Pasolini fue un Leonardo o un Rafael del siglo XX, un intelectual y un artista (en el sentido que tenían hace ya muchos años esos términos) capaz de tocar todos los campos del saber y del arte (poesía, novela, teatro, ensayo, cine, pintura) con una maestría que muchos ni tan siquiera aspiran a alcanzar, pero al mismo tiempo con una modestia y una sinceridad muy alejada del habitual narcisismo, megalomanía y estupidez de los “creadores” contemporáneos. Pasolini era ante todo un humanista, pero un humanista que sabía que la cultura humanística había desaparecido o estaba en trance de desaparecer, que la barbarie se ha instalado entre nosotros y que la cultura no es una inocente damisela sino una prostituta vendida al mejor postor, al capitalismo y a la sociedad de la abundancia mercantil.
Puede que Edipo re no sea una de las películas más destacadas de la filmografía de Pasolini. No es el neorrealismo crudo de Accattone o Mamma Roma, ni tiene la visión idealista y colorista de la Trilogía de la vida, ni la poesía crítica e hiperpolitizada de Porcile o Teorema, ni tampoco alcanza el nivel apocalíptico, polémico y pesimista de Saló. Decir que Edipo Re es una película de transición es una obviedad, porque todas las películas de Pasolini fueron eso, películas de transición, todas ellas son una búsqueda constante y, en gran medida desesperada, de un lenguaje que sea algo más que cinematográfico, que enganche con la vida y con el proyecto de mejorarla. En ese sentido, todo su cine es un cine extremadamente personal, íntimo, pero puede que Edipo re sea su película más íntima, y no sólo por su contenido claramente autobiográfico (reconocido por el propio Pasolini), sino sobre todo por cómo logra a partir de un mito clásico llevar a cabo una crítica del mundo contemporáneo de una forma que sólo Pasolini puede hacer, con sutileza, con una forma de narrar que lo dice y no lo dice todo, que nos deja la libertad para buscar la verdad por nuestra cuenta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maese Huvi
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8
1 de septiembre de 2008
52 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
El polaco Walerian Borowczyk es uno de los grandes genios incomprendidos e ignorados de la historia del cine. La Bête es quizás su gran obra maestra, una fábula erótica que recrea de forma muy personal y bizarra elementos de cuentos como La Bella y la Bestia o Caperucita roja, resaltando los elementos eróticos de estos cuentos infantiles en una lectura que debe mucho al psicoanálisis y con una visión libertaria de la sexualidad que entronca con el surrealismo. El resultado es una película barroca, preciosista, de una belleza y una sensualidad como pocas veces se puede apreciar en el cine y con una carga crítica quizás no evidente pero sí presente a lo largo de toda la película. Estamos ante una obra alegórica con un estilo que bebe mucho de los grandes del siglo XVIII (Diderot o Sade, por ejemplo), que moraliza para acabar con toda moral sexual y nos enfrenta a nuestros propios deseos sexuales más salvajes, desesperados e inconfesados y a la posibilidad/imposibilidad de satisfacerlos, al miedo que nosotros mismos sentimos ante ellos.
Mi primer encuentro con esta película tuvo lugar siendo todavía un “inocente” adolescente, en una de esas noches de fin de semana en las que regresaba a casa más borracho que una mosca en una jarra de cerveza, encendía la televisión y ponía el Canal 7 y su mítico ciclo de cine erótico, bajando el sonido para que no me pillasen mis padres (todos lo hemos hecho, no lo neguéis). Y un día, al encender la televisión, cuál no sería mi sopresa al ver a una especie de bestia bastante cutre con un aparato descomunal entre las piernas violando a una dama del siglo XVIII, desconcertado me quedé mirando fijamente la televisión un par de minutos, pensando que iba más borracho de lo que pensaba y finalmente la apagué y me fui a la cama. Años después me enteraría de la existencia de ese señor llamado Borowczyk y de esta película, La Bête, que de inmediato asocié a aquella escena, pudiéndola ver, por fin, de un tirón y con plena conciencia de a lo que me enfrentaba.
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Maese Huvi
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8
1 de septiembre de 2008
12 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La etiqueta “película de culto” es una de las más manidas del cine, calificándose así a bodrios infumables y a estúpidas y pretenciosas películas. Sólo en contadas excepciones se está ante una auténtica obra maestra. Thriller: A Cruel Picture es una de esas obras que de las que se puede decir bien alto que es una película de culto por muchas razones. Dirigida por el sueco Bo Arne Vibenius, prácticamente desconocido aunque había sido ayudante de Ingmar Bergman (y es obvio que del maestro aprendió mucho), puede incluirse dentro del género giallo o eurocrimen, especie de equivalente europeo (de origen italiano) del pulp y el slasher americano, esto es, cine exploitation en su máxima expresión, con altas dosis de violencia y sexo explícito que conllevan en sí una crítica de la violencia y de la explotación, explotación sexual a la que es sometida la mujer en este caso. Y ese es el gran tema de la película. Eso y, cómo no, la venganza, pues a quien está sometido a la violencia y a la explotación siempre le cabe la posibilidad de revolverse y acabar con esa situación, utilizando la violencia que han ejercido sobre él y devolviéndosela a sus explotadores multiplicada, los cuales, además, ya no podrán ejercerla sobre otras personas. Thriller: A Cruel Picture es, pues, una película de justicia vengadora, un género que tuvo su gran momento en los años setenta del pasado siglo y que ha dejado algunas obras maestras, aunque también una ingente cantidad de bazofia.
A destacar el plantel de actores casi desconocidos (o conocidos pero exclusivamente dentro del circuito del cine de serie B, Z y porno light) y que sin embargo realizan un trabajo magnífico, especialmente la protagonista, la bellísima Christina Lindberg (decir que está magnífica es hacerle poca justicia). Con su parche en el ojo, su cara de niña, sus pezones erguidos y su mirada de odio empuñando la escopeta… Sin duda es uno de los personajes femeninos más apasionantes de la historia del cine. El guión es arriesgado y no se corta un pelo a la hora de mostrar escenas de violencia o de sexo, hasta el punto de incluir varias escenas de penetraciones (dejemos a los pajilleros la discusión sobre si era la propia Lindberg la que protagonizaba esas escenas o era una doble), pero siempre con un sentido claro: el de contar una historia lo más crudamente posible, no suavizar ni esconder la realidad para hacer que sintamos una cierta empatía (que jamás puede ser completa) con la mujer obligada a prostituirse. El trabajo de Christina Lindberg ayuda mucho en ese sentido, su cara de dolor, de odio y de infinita tristeza al ser humillada por sus clientes hace que nos revolvamos en el asiento. Las escenas de violencia son también de una belleza poco usual, especialmente con el uso de la cámara lenta (la influencia que tendrán estas escenas en Tarantino es evidente, pero también se dice que influyeron bastante en la saga Matrix).
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Maese Huvi
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8
29 de agosto de 2008
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas películas de terror hay ya que consigan convencer, atrapar, sorprender o simplemente entretener. Está tan trillado el género y son tantos los tópicos una y otra vez repetidos que parece que este tipo de cine está ya tan muerto como los zombies y al igual que estos ya no inspira miedo sino simplemente vergüenza ajena. Y entonces llega un señor llamado Rob Zombie (enseguida hablaremos un poco más de él y de su trayectoria) y consigue insuflar nueva vida al género utilizando esos mismos tópicos, lugares comunes, escenas y personajes ya vistos una y mil veces en todos los clásicos, pero aportando frescura, mucho humor negro, imaginación y un toque revival pero que quiere ir más allá del mero homenaje y ofrecer algo más.
Rob Zombie, cantante del mítico grupo White Zombie, es un tipo que ha mamado cine de serie B y Z desde su infancia. Este tío en lugar de comerse el bocata de mortadela viendo Barrio Sésamo lo hacía viendo pelis gores. Hace años había un lamentable programa de la MTV (cuyo nombre no recuerdo) en el que unos muñecos de plastilina que representaban a diferentes estrellas del cine y del rock se zurraban en plan lucha libre. Todos los fines de semana en un bareto heavy teníamos nuestra ración de esta basura y todavía recuerdo uno en el que Ozzy Osbourne se enfrentaba a Rob Zombie. El muñeco de Ozzy le decía a Rob: “Yo ya adoraba a Satán cuando tú todavía llevabas pañales de cuero” y a continuación creo recordar que le arrancaba el corazón (o algo así). Y es cierto que Ozzy ya comía murciélagos (con las consecuencias que todos conocemos) cuando Rob Zombie iba a la guardería, pero mientras Ozzy hace ya muchos años que da pena, el bueno de Rob Zombie se ha convertido en uno de los reyes del bizarrismo y la casquería. Satán debe estar orgulloso de su discípulo.
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Maese Huvi
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7
7 de agosto de 2008
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de estar ambientada en la Bulgaria bajo dominio turco del siglo XVI, Cuerno de cabra no es una película histórica estrictamente hablando. El escenario es lo de menos, podía haber sido situada en cualquier otra época o lugar. La clave de la película, más allá del escenario histórico e incluso del crimen con el que comienza y de la necesidad de la venganza, es la reflexión sobre la vida, sobre sus posibilidades, sobre aquello que la engrandece y aquello que la reduce a un dejarla pasar. Es una reflexión sobre el amor y la muerte, Eros y Tanatos tratando de imponerse el uno sobre el otro.
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Maese Huvi
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