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Críticas de Juan Marey
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Críticas 637
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
16 de mayo de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alessandra Panaro y Mario Girotti (el futuro Terence Hill), de dieciocho años, son los protagonistas de esta comedia sentimental que sigue los patrones habituales de enamoramiento – ruptura - reconciliación, animada por el verdadero carácter napolitano del gran Domenico Modugno, que alterna su actitud alegre con canciones modernas y otras más clásicas y melancólicas, acompañado todo ello por los chistes de la incomparable Tina Pica y el caricaturizado Profesor de matemáticas Pandolfini. Una historia de adolescentes que se aman y de los obstáculos que se presentan, especialmente por culpa de un padre ricachón pero en estado de colapso financiero, una historia mil veces vista pero contada con un tono amable y entretenido. La película está inspirada en la canción homónima cantada por Aurelio Fierro y ganadora del segundo premio en el Festival de Nápoles de 1957, escrita por Domenico Modugno y Riccardo Pazzaglia, la canción ya había sido un gran éxito y también había sido traducida al Francés e interpretado por Dalida, pero no nos confundamos, a pesar de todo ello, el film no debe incluirse en el género musical sino más bien en el del digamos “Neorrealismo Rosa”.

La película es divertida, fresca y agradable de ver, nos transporta a diferentes situaciones y espacios que nos ofrecen una sensación de amor libre y optimista. Pero a pesar de todos estos elementos mencionados, la trama no llega a alcanzar todo su potencial y se queda a medio camino a la hora de expresar la fuerza que tiene el amor a la hora de superar todos los problemas que puedan ir surgiendo por el camino, pero aún así, es una bonita y entretenida historia, un romance sentimental con canciones que atrajeron a grandes audiencias italianas durante ese período, aunque la verdad, no consiguió exportarse fuera de sus fronteras, hay que comentar que obtuvo mayores taquillas que esa obra maestra de Fellini rodada también en 1957 que es "Las noches de Cabiria”, que por supuesto y, como no podía ser de otra manera, fue popular no sólo en Italia sino en todo el mundo.

Una agradable comedia romántica de los años 50 con bonitas canciones y un ritmo relajado, no es nada demasiado impresionante, pero seguro que vas a pasar un rato entretenido durante los minutos que le dediques a su visionado.
Juan Marey
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7
15 de mayo de 2024
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Cuando yo era niño la televisión de la época nos permitía ver alguna de esas maravillosas películas que protagonizaron esos genios llamados Stan Laurel y Oliver Hardy, la payasada obviedad de sus chistes atrajo mi infantil cerebro y, debo confesarlo, hoy ya adulto y más que adulto, me siguen atrayendo tanto o más que en aquella época, me identifiqué y me identifico plenamente con esos dos cómicos irrepetibles, la tristeza de Stan, su falta de consciencia, su miedo, las miradas silenciosas y furiosas de Ollie y sus patéticos intentos de dignidad, hicieron clic en mí de una manera que pocas otras cosas lo provocaron.

Este es solo su segundo largometraje, una más de las numerosas ocasiones en las que la inmortal pareja se incorporaría a ese terreno del largometraje, siempre se ha dicho que el extraordinario tandem cómico encontró en el corto su formato más libre y adecuado a sus características, y no seré yo quien corrija tal aseveración, estoy totalmente de acuerdo, sin dejar por ello de reconocer que he disfrutado, y mucho, en no pocos de sus largos, aunque seguramente ninguno de ellos haya alcanzado la maestría de alguno de sus cortos, es probable a este respecto señalar que mientras Chaplin, Keaton o Lloyd se incorporan al largo antes de la llegada del ecuador de la década de los años 20, Laurel y Hardy lo harán prácticamente con el advenimiento del sonoro, insertando en la confluencia de dicho elemento un rasgo que quizá incidiera en la imposibilidad de que la extraordinaria pareja lograra extraer del nuevo formato todas sus posibilidades.

El verdadero meollo de la historia es la búsqueda de los padres de su amigo muerto, el telón de fondo de la Gran Guerra sirve poco más que para ayudar a preparar todo esto. Además de Laurel y Hardy, la verdadera estrella de la película es la niña de cuatro años que hace el papel de hija y que anteriormente había protagonizado ya algunas películas de Hal Roach, la verdad es que lo hace increíblemente bien, sin embargo, después de esta película su padre comenzó a exigir más dinero para ella y el estudio la dejó marchar. ese fue el final de su carrera, vivió su vida en el anonimato hasta que su hijo le compró una cinta de vídeo de esta película en la década de 1990, la película fue presentada por Lois, la hija de Laurel, quien mencionó que la pareja la había buscado a medida que crecían y sus carreras cinematográficas llegaban a su fin, ella y su familia contactaron con el club de fans de Laurel y Hardy y ella volvió a ser famosa, bonita historia, verdad.

Otra más que entretenida película de unas de las verdaderas leyendas de la Edad de Oro de Hollywood, Laurel y Hardy, dos gigantes sobre cuyos hombros se apoyaron muchos de los futuros comediantes. ¿Lo recomendaría? Por supuesto, que la disfrutéis.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Marey
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7
28 de abril de 2024
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Norman Mailer, periodista de guerra, biógrafo, guionista cinematográfico, ensayista anti-sistema y doble ganador del Premio Pulizer, está considerado como uno de los grandes innovadores del periodismo literario junto a Truman Capote, “Los desnudos y los muertos” constituyó su debut en la literatura, una novela antibelicista publicada en 1948 y que estaba basada en la propia experiencia personal del autor, que había combatido como soldado de infantería en el Pacífico, ofreciendo una cruda y descarnada visión de la guerra. Aunque no es un libro muy popular entre los lectores españoles, en la gran mayoría de los países anglosajones rápidamente se convirtió en una obra de culto para los amantes de la literatura bélica de la II Guerra Mundial y es considerada una de las mejores obras escritas sobre este conflicto.

Dado el éxito que tuvo la novela, rápidamente se compraron sus derechos para ser llevada a cine, pasaban los años y dicha película parecía estar ahí aparcada cuando la United Artist confió el proyecto a Charles Laughton, que acababa de dirigir su primer largometraje: "La noche del cazador", Laughton contaría con Robert Mitchum en uno de los papeles mientras buscaban otros actores a la par que el guion cogía forma, el proyecto quedó abortado cuando, tras el estreno del clásico de Laughton, la taquilla le fue esquiva, una lástima pues "La noche del cazador" es un “peliculón” como la copa de un pino, y lo que podría haber hecho con "Los desnudos y los muertos" con el presupuesto que se presuponía iba a contar, hubiera convertido al título en un clásico del género casi sin ninguna duda, sin embargo quedó aparcado y casi olvidado. Fue rescatada a última hora gracias a que fueron vendidos sus derechos para que una decadente RKO se encargase de la producción (que no de la distribución, en este caso a cargo de la Warner), de esta manera llega Raoul Walsh al proyecto poco después de haber rodado "Más allá de las lágrimas", título con el que compartiría algunos actores, dos de ellos, de los pesos pesados de su nuevo largometraje, Walsh, realizador que ya tenia experiencia en dirigir films bélicos como una obra maestra de la talla de “Objetivo: Birmania”, inmediatamente sugirió que se introdujeran en la película unas escenas de combate más intensas que las que aparecían en la novela, este no fue el único cambio que se produjo respecto al texto originario, cuyo argumento era demasiado radical para los gustos de la época, tanto es así que ante la ausencia de escenas románticas en el texto original, Jack Warner le dijo a Paul Gregory que: “Raoul meterá algunas domingas en la historia”, eso se tradujo en la escena del baile sensual de la cabaretera que sirve de apertura a la película, y que no aparece en el libro, por supuesto, totalmente prescindible, de lo peor de la película.

"Los desnudos y los muertos" tiene el error, para su desgracia, de no contar con el presupuesto y mimbres necesarios para hacer una obra épica y mítica, Walsh ya no era el artista de "Objetivo: Birmania" o "Murieron con las botas puestas" pero seguía siendo un gran director, y el reparto sin un gran rostro que destacase, por mucho que Aldo Ray fuera uno de los actores más famosos de la época, tampoco contribuía, sobre todo si comparamos con el proyecto en el que Laughton hubiera contado con Robert Mitchum acompañado de un reparto de campanillas. Pero con todo, y a pesar de estas limitaciones, la película es de alabar, quizás su falta de ritmo en la parte previa al desenlace, lo que sería el entramado bélico, le reste ligeramente valía, pero hasta entonces construye sus principales personajes de manera brillante, además el tramo final es fantástico, lleno de ritmo, fuerza y vigor. Aunque no es una película perfecta, sí es un título a reivindicar que merece la pena ver alguna vez en la vida.
Juan Marey
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7
26 de abril de 2024
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Primer western de Don Siegel y primera película que hizo en color, su trama (la del heroico agente de la ley que se enfrenta a una banda de bandidos) aunque es bastante tópica y llena de clichés, resulta muy agradable de ver, además se ve mejorada por una buena variedad de excelentes personajes: la chica dura y despiadada, el niño, el sheriff también muy duro, por supuesto, el anciano amable pero algo idiota… todos los clichés están aquí, pero a pesar de sus defectos obvios, esta es una película del oeste de serie B realmente divertida con buenos personajes, tan brillantes como el tecnicolor en el que se nos presentan. Tiroteos, un duelo, un secuestro, persecuciones a caballo, y mucha, mucha acción... no es ningún clásico pero sí un entretenimiento muy bien hecho que te transportará a esas tardes de tu infancia en las que pasabas un buen rato viendo una del oeste.

Es innegable que es una película de Siegel, con su grado de violencia y la delgada línea entre el crimen organizado y la “ley y el orden”, y con cada fotograma brillando con su característica dureza y sensibilidad. El guion de Gerald Drayson Adams, un guionista veterano de la década de 1930, tiene un ritmo tan descarnado que, si cierras los ojos, pensarías que se trata de una historia criminal ambientada en Chicago, Nueva York o alguna otra gran ciudad, “Duelo en Silver Creek” toma prestados muchos elementos del cine negro como la siniestra voz en off, o el agente de la ley que hace de chivo expiatorio de una despiadada mujer fatal, incluso el vestuario de Audie Murphy está teñido de negro, aunque podamos decir que es el bueno de la película, se pone un sombrero stetson negro y una chaqueta de cuero como para recordarnos el potencial de violencia que acecha justo debajo de la superficie.

El actor más conocido es Audie Murphy, aunque hizo algunas buenas películas, la mayor parte de su producción consistió en westerns de rutina, Murphy siempre parecía estar luchando contra dos claros problemas, el primero fue el hecho de que, debido a que se había hecho conocido entre el público estadounidense por algo más que sus actuaciones (era un héroe de guerra muy condecorado), no pudo deshacerse de su extraño nombre de pila, sonaba femenino y por lo tanto poco apropiado para un duro vaquero, el segundo era su apariencia suave y juvenil, lo que significaba que con frecuencia lo encasillaban como un joven novato e inexperto, incluso cuando tenía treinta y tantos años, aquí, sin embargo, está bastante bien como Kid, un joven descarado e indisciplinado pero básicamente decente. Pero aunque es una de las mejores películas de Audie Murphy, la verdadera estrella es Stephen McNally, fantástico como el “Marshall” de la ciudad, un sheriff muy, pero que muy duro, Murphy está bien, pero el personaje que realmente se queda grabado en nuestra memoria es el de McNally.

Una película muy entretenida con una vigorosa dirección a cargo de Don Siegel, una excelente fotografía en color, unos buenos actores, mucha acción y, sobre todo, una historia que avanza rápidamente y sin descanso, especialmente en el último tercio.
Juan Marey
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9
24 de abril de 2024
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En 1947 Joseph. L. Mankiewicz dirigió, junto a esa deliciosa obra maestra que es "El fantasma y la Señora Muir", "El mundo de George Apley", otra película no tan conocida pero también otra auténtica obra maestra. El filme comienza como una comedia de costumbres amable pero se va desarrollando poco a poco como un drama en el que estas costumbres terminan oprimiendo a los individuos y destrozando sus vidas, gira en torno a la tradición marcada por la apariencia, la misma que rige la clase social a la que pertenece George Apley (un genial Ronald Colman), patriarca de una de las grandes familias de la alta sociedad bostoniana y que a pesar de ser una buena persona es tan excesivamente anticuado para su tiempo que piensa que el pequeño mundo que gira a su alrededor es el único mundo de existe, el de la ciudad de Boston, él controla cada uno de los minutos que forman parte de su vida y de la vida de su familia, todo debe de estar en su sitio, siempre con la frase justa y la actitud apropiada, no hay ni una nota aguda en la aburrida sinfonía de su existencia, nada debe salirse de lo que se espera, y, sin embargo, los tiempos están cambiando, y alguien debe abrirle los ojos, tal vez quien lo haga sea precisamente aquél que ya hace años se dio cuenta de que aquello no era la felicidad, podrá ser la comodidad, la seguridad de saber a la perfección lo que va a ocurrir al minuto siguiente, la ociosidad de una posición asegurada…pero no es la felicidad, y George Apley está a punto de hundir la incipiente felicidad de sus hijos, va a tener que ponerse al día, no le queda más remedio.

Cada una de las películas que componen su obra cinematográfica pone de manifiesto que Joseph L. Mankiewickz fue un director culto e inteligente, pero también de elegante ironía, liberal frente a las intolerancias, lo dicho se descubre en “El mundo de George Apley”, en su manera de destapar, desde un humor dramático e irónico, la intolerancia provocada por los prejuicios y la ignorancia de quienes creen ser superiores en motivos, moral y razones, pero que no dejan de ser personas guiadas por falsas ideas que disfrazan de virtud, condenándose a una monotonía regida por comportamientos que suponen refinados y correctos. Aún ambientada en 1912, es una crítica clara a la sociedad de su tiempo, los años cuarenta, en los que en los USA (y en muchísimos lugares más, por supuesto) las apariencias eran lo más importante y los padres delineaban el camino que sus hijos habían de seguir por la fuerza, Mankiewicz, por medio de unos diálogos fabulosos, ataca a la hipocresía de las clases altas, a la represión amorosa y sexual, a la incomunicación en el matrimonio y entre padres e hijos, al enchufismo, a la intransigencia, al abandono de los sueños vitales por exigencias sociales y sobre todo al provincianismo pacato que todas estas cosas juntas crean en una ciudad, Boston es esta ciudad provinciana, un infierno de aburrimiento y tontería que se contrapone a la abierta y siempre vanguardista Nueva York.

Plácida, cínica, cine elegante, sotisficado, culto, modulando desde un punto satírico una comedia ligera centrada en temas como el respeto, la comprensión, la familia, el progreso y los conflictos generacionales. La delicadeza en el tacto narrativo y en el trazo de personajes, o el dominio de los escenarios como medio narrativo, son algunas virtudes de esa maravillosa película realizada por un director excepcional, por no hablar de la fantástica dirección de actores, de su elegancia en la puesta en escena, de la consecución de la tonalidad y ambientación adecuada, de su destreza en la adaptación literaria… Muy recomendable y digna de ser rescatada y reivindicada.
Juan Marey
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