Se sugiere que el argumento fundamental de la película ha sido extraído de la mitología griega, una epopeya en la que el equilibrio se re-establece de forma sobrenatural, bien achacables a deidades o bien, como para mí resulta este caso, no te preguntas o no te interesa saber, quizás por el propio bien de la narrativa, saber el porqué de esta fuerza misteriosa.

Tras deleitarme con su trabajo posterior, La Favorita, he querido continuar indagando en el mundo de Yorgos Lanthimos, y no me ha decepcionado. Vuelve a trazar con grandísima elegancia planos de una factura estética digna del mismísimo Tarkovsky, perfectamente estudiados, milimétricos, limpios, detallados. Los decorados espaciosos, elegantes, son una perfecta comparsa que incluso superan a la parte argumental por momentos. Todo ello conjugado de forma magistral con una banda sonora, chirriante, incómoda, disonante. El conjunto técnico e incluso argumental me hacía viajar hasta el hotel Overlook en la obra maestra de Kubrick, estando además a su altura en muchos sentidos. No sé si estoy exagerando, pero, un día después de haberlo dejado madurar, estas sensaciones siguen siendo las mismas.

Tras unos primeros minutos un tanto desconcertantes, lentos y supuestamente intrascendentes, al avanzar el metraje se entiende que este principio ha logrado describir la situación emocional de los personajes de forma íntegra. Y para mí esa es la fundamentación de la trama, conocer bien a los personajes para estar totalmente inmerso en la toma de decisiones, ante una situación fuera de toda lógica pero que, sin embargo, debido a esos hechos sobrenaturales que están ahí, puedes llegar a creer o al menos a tener presentes en forma de cosquilleo en el estómago. Lo difícil llega a la hora de desentramar, de saber qué decisiones complejas se toman tras las múltiples conjeturas deparadas por el destino. Ahí es donde vamos con el Spoiler.

Durante la segunda guerra mundial, una base americana en Filipinas es advertida del ataque de los japoneses a Pearl Habour. El país entra en guerra, algo que parecía cuestión de tiempo y para lo que la marina ya se estaba preparando.

La historia se centra en un destacamento de lanchas torpederas al mando de dos oficiales encarnados por Robert Montgomery y John Wayne, como segundo de abordo. Se trata de una unidad cuyas barcas, al parecer, están un tanto anticuadas por lo que de primeras el mando general no les convoca para realizar ningún tipo de maniobra bélica importante, lo cual es una primera decepción para la tripulación...

La película no contiene muchas escenas de acción, aunque sí las hay, sobre todo un interesante ataque de cazas japonenses sobre la base en la que se encuentran las lanchas, si no que se centra más en la parte social de la unidad, su convivencia, sus ganas de entrar en acción, su patriotismo y desgrana un tema que, seguramente en aquellos años, no era plato de buen gusto en EE.UU., y es la pérdida de terreno y hombres en ese año 1941 en favor del Imperio japonés. Todo ello con un ritmo no muy ágil, quizás por la introducción de la recurrente historia de amor "hollywoodiense", la cual añade minutaje sin mayor necesidad aparente.

Muy exagerado John Ford en su tratamiento de la situación, creo que en buena medida alejada de la realidad desde mi punto de vista. La camaradería, la cercanía de los oficiales con la tripulación, las ganas de morir que tenían los soldados por su país, la ilusión exagerada que les hace recibir a ciertos huéspedes a quienes han de trasladar en las barcas... No estoy seguro de hasta qué punto todo esto sucedió así, pero me da la impresión de tratarse de una desmedida noción de la realidad. Todo ello, más bien, parece un argumento en pos del patriotismo exacerbado y en consecuencia la película acaba pareciendo una herramienta de propaganda.

El maestro Bergman nos enseña una dura lección a través de dos cultos personajes inmersos en una cruenta guerra civil en la década de los 60. La bellísima Liv Ullman, capaz de llenar un plano solo con su cautivadora mirada, es una mujer con fuerza, capaz de llevar adelante a su marido, un espléndido Max Von Sydow, quien parece estar pasando por un mal momento en su vida tras dejar súbitamente la orquesta sinfónica a la cual ambos pertenecían. Los acontecimientos se van precipitando poco a poco hasta que se ven inmersos en graves problemas marciales los cuales conducen a la pareja ante un profundo dilema moral. La forma con la que las personas pueden cambiar arrastrados por el miedo y la incertidumbre, la capacidad de adaptarse ante un desequilibrio mental o la desaparición de unos valores que se intuían bien cimentados, son el fin definitorio de esta inquietante película.

Normalmente, antes de ver una película, consulto las notas de los usuarios en Filmaffinity. Más o menos, me suele servir como baremo previo al visionado, en el que una nota superior al 7 de media te suele garantizar, generalmente, un filme bien trabajado, argumental y técnicamente. Hay veces, las menos, que no se cumple y aparte, te puede gustar la temática, puedes ver detalles que no te convenzan (o viceversa), en fin, lo que creo nos pasa a todos.

Por otro lado, puede haber películas con notas bajas que me parecen peliculones y lo contrario, es lo bonito de todo esto, la subjetividad y el tener un criterio propio, el cual no tiene que ser el mayoritario ni, obviamente, el mejor, si no el tuyo propio con el cual poder debatir y comentar sanamente acerca de lo acontecido en la pantalla.

Encuentro en este “El hombre que mató a Liberty Valance” (la he visto doblada al castellano), una de esas películas que no me encajan dentro del baremo general. Una película que pasa del 8 con facilidad debería de tener algo que destaque por sí misma, una fotografía espectacular, un argumento muy original y sin fisuras, unas actuaciones memorables, decorados o vestuario destacados, una banda sonora legendaria, un trasfondo especial, una temática original, efectos especiales… Pues bien, de ninguna de estas puedo decir que me llame especialmente algo la atención, ni siquiera entre todas sumadas o varias puedo hacerme un collage especialmente llamativo:

- Fotografía: He leído que es una fotografía memorable en algunas críticas. No sé, yo diría una fotografía, unos planos, iluminación, enfoques aceptables. Nada espectacular o que sea digno de mención. Ni siquiera tiene exteriores, está prácticamente todo rodado en interiores con focos, a excepción de la casa de Doniphon. No hay primeros planos, o planos de gran profundidad, o espectaculares panorámicas… sí hay algunos contraluces, es un bonito blanco y negro, iluminación adecuada… bien, correcto todo, para mi gusto.

- Argumento: Puede contener Spoiler los comentarios por lo que lo explico más abajo.

- Actuaciones: Está claro que son actores de primera línea de la época, de hecho, supongo que la mayor parte del presupuesto se lo lleven entre Steward y Wayne, y otra buena parte Lee Marvin y Vera Miles. Sin embargo, los tres principales actores parecen bastante mayores para el papel que desempeñan. Trabajan bastante bien. Steward, que hace de lo que mejor sabe hacer, una persona culta, diplomática y herido en su orgullo. Wayne hace de Wayne (es un robot). Lee Marvin hace de pistolero camorrista y es capaz de ser creíble a pesar de que su banda y su vestimenta sean un tanto ridículas.

- Decorados y vestuario: Este es uno de los puntos flojos de la película para mí. Empezando por la escena de la diligencia atacada por Valance, en la que hasta los arbustos parecen de plástico, la iluminación poco creíble para ser de noche y que está rodado en una nave (o esa sensación da al suceder todo en apenas 50 metros cuadrados). Hasta el “pueblo” que consta de la cantina, el bar, el estudio de prensa y la salita que se convierte en escuela, todo ello situado en un corrillo que debe de ser la “plaza del pueblo”. No hay más. En definitiva, un estudio decorado con “cuatro tablas” y el interior de cada uno de ellos. Nada más que yo recuerde.
Del vestuario poco a destacar. Liberty Valance lleva un traje bastante folklórico que llama la atención, no sé si para bien o para mal, sinceramente. Podría ser un disfraz de carnaval y un buen cinéfilo descubrir el personaje. Me llama la tención también el “gorrazo” que lleva Wayne, casi no cabe por las puertas.

- Banda sonora: Hay algo de música pero, absolutamente nada destacable.

- Trasfondo: Se supone que es uno de los últimos westerns al uso, y hace una caricatura, quizás bastante real, del oeste. Los personajes son en su mayoría analfabetos y con pocas luces. Solo hay que ver al Sheriff, que parece tener un coeficiente intelectual muy por debajo de la media de cualquier Sheriff de cualquier otro western. Bien, parece interesante, no me parece mala idea, pero no por que haga un dibujo preciso de la sociedad de la época a la vez que diferente a otros westerns va a ser suficiente motivo como para que el listón suba hasta cotas extremas. ¿Acaso las películas de Paco Martínez Soria, que retratan con precisión la España de los 60 o 70, son obras excelsas?

- Una temática original: Un western con un héroe de pacotilla, es una temática relativamente diferente, pero sin mayor trascendencia.

- Efectos especiales: Nada a destacar. Ni saltos, ni caídas, ni grandes explosiones. No se puede valorar nada ahí.

Todo esto junto con el tema argumental incluido en la “zona spoiler” (personalmente lo que pienso más peso puede tener en una película) hacen que este memorable filme, alabado por la mayoría, sea para mí un buen western sin más, una "peli del oeste" algo diferente a lo habitual pero que si la veo sin que nada o nadie me sugestione, pasaría como cualquier otra de las que ponen por las tardes en algún canal público al uso. Sin más.

En definitiva, no entiendo ese 8 holgado de filmaffinity al igual que en otros foros. Para mi un aprobado, una película correcta simplemente. Supongo que algo no estoy entendiendo, no todo el mundo debe de estar confundido. He leído varios comentarios y críticas para intentar entender mejor la situación y en la mayoría de los casos todo parece encajar a la perfección haciendo así de este un western prototipo, destacando además en muchas facetas técnicas y argumentales, lo cual, como he dejado ver, no terminan de encajar en mi cabeza.

Lo cierto es que, a pesar de todo, hay que reconocer que es una buena película. La estética, el tratamiento de la imagen, la fotografía, las secuencias... a nivel técnico se trata de una obra de gran paladar, para degustar, realizada a fuego lento para dejar un poso visual asentado y totalmente reconocible. Sin embargo, el guión no termina de entrar. Debería ser fácil una vez asentado ese sello de calidad en su imagen el sentir la historia como algo intrínseco y profundo. Es una pena que la historia tarde tanto en enganchar. Se pasa al menos una hora deambulando por los “ires y venires” de una familia mexicana de clase media-alta durante los años 70 sin saber muy bien qué es lo que estamos viendo ni por qué. Esa estética tan fina es la única razón por la que mantuve el interés hasta llegar a encontrar un sentido argumental el cual, en realidad, es de menor entidad de lo que se siente durante el visionado. Y es que ese realismo en la imagen multiplica el interés en justificar el guion y, en consecuencia, el mínimo giro en la historia logra alcanzar dimensiones épicas.