El fenómeno de las Tortugas Ninja estaba en auge, de ahí que surgiera una exitosa película. Lógicamente, esta tendría su correspondiente secuela, lo más rápido posible. "El secreto de los mocos verdes" es el resultado de la suma de estos curiosos personajes, más ese aire ochentero que tanto gustaba, más el humor más paródico posible y más la música que en ese momento atraía a incontables masas de gente, en este caso representada por Vanilla Ice . Su Ninja Rap es inconfundible y la escena de la discoteca es impagable.

Todo ello hace que esta película sea vista como un buen recuerdo, una digna secuela que no hay que tomársela en serio. El argumento, las actuaciones son lo de menos, los villanos de la función son sólo unos simples cachorros... La esencia de esta película reside en la nostalgia, no hay más allá de eso. Los niños de hoy en día ni la entenderán ni les gustará, ni hace falta que lo hagan.

Esta película funcionó, como muchas otras de su tiempo, por que llegó en el momento adecuado: principios de los noventa, cuando aún resistían los últimos ecos de los maravillosos ochentas.

Esta película está dedicada y es para todos esos nostálgicos de tiempos mejores. Una época donde internet, teléfonos móviles, mp3...directamente nos eran desconocidos. Con unas simples chapas, canicas, peonzas, balones medio descosidos, y sobretodo, mucha imaginación, eran suficientes para entretenerte durante todo el día. No precisabas de más. Los parques estaban rebosantes de risas de niños, madres y padres hablando de sus trabajos... en fin eran tiempos mejores.

En esos momentos surgían nuestros héroes, Goku y compañía, Oliver y Benji, las Tortugas Ninja, nada de Hannah Montana ni nada de eso. Esas series encandilaban a miles de chavales, eran felices y estaban esperando el mejor momento para convertirse en ellos, jugando con sus amigos en un pequeño trozo de mundo.

Es ahí donde una película como esta, significaba algo más que una vieja cinta de video grabada de la tele. Era más que una tarde comiendo bollycaos y bebiendo batidos mientras jugabas a la Nintendo. Esta película es nuestra infancia, nuestra diversión y felicidad, que con el pasa del tiempo nos recuerda, constantemente, que antes fuimos mejores.

Tres hombres esperan pacientemente en una estación. Uno se entretiene con una mosca, otro con una gota de agua y el último se limita a esperar la llegada del tren. Mientras tanto, se suceden paulatinamente los créditos del film. Un agudo chirrío interrumpe la tensa calma, el tren para en la estación, aparentemente nadie baja. Los tres hombres se dirigen a sus respectivas monturas y se escucha una armónica, el hombre al que esperaban ha bajado por el otro lado. Los mira fijamente, sin pestañear. Termina de tocar.

Así comienza Hasta que llegó su hora, el épico western de Sergio Leone. Con un ritmo pausado, son necesarios más de cuarenta minutos para presentar a los cuatro protagonistas, una música inolvidable, del siempre magistral Ennio Morricone, y unas escenas magníficamente planteadas y rodadas, la llegada de Jill (Claudia Cardinale) a la ciudad.

Todo ello hace de este uno de las mejores películas jamás realizadas, una ópera de violencia llena de sutiles detalles (ver spoiler*) y de imágenes que ya forman parte de la historia del cine, cinco misteriosos hombres armadas y ataviados con guardapolvos marrones dirigiéndose a un petrificado niño. No hay que sorprenderse con estas secuencias ya que el film tiene algo que ver con la muerte, aunque también con la vida, Hasta que llegó su hora no deja de ser la visión de un director sobre el comienzo de una nueva y moderna nación.