Si me gusta Balagueró es por cómo sabe conseguir la tensión y la angustia en sus películas. Y no lo digo sólo en sentido técnico, con sus temblorosos enfoques marca de la casa y la textura de la imagen, sino porque nos cuenta historias que parten siempre de lo cotidiano y que poco a poco nos van sumergiendo en lo más tenebroso. Aquí, debido al reducido formato televisivo, sabe ir al grano y contarnos una historia claustrofóbica, estremecedora y muy intensa en tan sólo una hora. Balagueró es uno de los grandes, y esta cinta lo vuelve a demostrar. Es una pequeña joya para los amantes del terror.

Podemos decir, sin miedo a errar, que Batman ha adquirido una nueva dimensión de la mano de Christopher Nolan. Ya no tenemos a un superhéroe de cartón piedra que asume su destino de la noche a la mañana, sino que buceamos en sus miedos y sus motivaciones, exploramos su psicología hasta descubrir a un hombre atormentado y obsesionado, y que se convierte en un icono lleno de luces y sombras, con mucho menos glamour y más autenticidad en sus acciones. La primera hora de la película es muy buena. Sin embargo, la historia de héroes y villanos es más de lo mismo, incluso muy enrevesada para lo rápido que se resuelve, y no terminó de satisfacerme. Me quedo con el espectacular reparto. Y, por supuesto, con el buen hacer de Nolan, por ofrecer una mirada sincera y genuina sobre un personaje al que sólo Tim Burton había tratado con respeto.

M. Butterfly es un buen ejemplo del Cronenberg alejado de su estilo habitual y aventurándose con otro tipo de historias. Y la verdad es que funciona. M. Butterfly es una sencilla y cautivadora historia sobre un amor difícil en tiempos aún más difíciles. Irons ofrece una buena interpretación, como siempre. Y Cronenberg, además de ofrecer una dirección impecable, sabe cómo captar el espíritu de la época y hacerlo conjugar con la historia personal de los protagonistas. Un film, en definitiva, cargado de emoción y que, a pesar del final un tanto melodramático, atrapa desde principio a fin.

La ópera prima de Soderbergh, adalid del cine indie con escapadas al cine comercial, presenta a un cuarteto de personajes marcados por sus experiencias sexuales. El principal interés de la película radica en el progresivo descubrimiento por parte del espectador de la psique de los personajes. A través del sexo, las mentiras y las cintas de vídeo, los personajes se van desprendiendo de sus capas hasta que son capaces de enfrentarse a sus miedos y problemas y así conseguir una cierta libertad espiritual. Interesante viaje.

Banderas de nuestros padres es otra buena película bélica. Pero, al fin y al cabo, otra. Es técnicamente perfecta, la dirección es brillante, pero no creo que aporte nada nuevo al género. Además, la extrema sobriedad de Eastwood la hace una película un tanto fría, donde cuesta implicarse con sus protagonistas. La historia gira alrededor de una única idea y eso puede hacerla un poco reiterativa. Por lo demás, un magnífico ejercicio cinematográfico. Esperaré impaciente esas Cartas desde Iwo Jima.