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Críticas de Martes Carnaval
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Críticas 56
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
20 de mayo de 2010
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ésta puede ser una película muy polémica. Fui a verla con un grupo de amigos cinéfilos, y resultamos aplastada minoría aquéllos a los que nos gustó.

En mi opinión, es una película notable en la que importa menos la trama —muy liviana— que la voluntad del Director, Luca Guadagnino, de lograr escenas sobre realidades que todos hemos vivido que traspasen la pantalla, lo que consigue en un buen número de ocasiones. Su intención parece haber sido enhebrar estas escenas a través de una tópica historia de amor. En cualquier caso, cada sentimiento: amor, amistad, desprecio, indignación, odio, dolor, deseperación... tiene un tratamiento cinematográfico diferente con la pretensión de obtener el máximo realismo. La música, un tanto sorprendente en ocasiones, está también, estimo que con éxito, al servicio de este objetivo.

Los personajes de esta fábula amorosa tienen una gran profundidad psicológica y resultan muy verosímiles. La extranjera que se aclimata sin pasión a una vida de boato de una clase a la que no pertenece pero en la que se integra merced a dos características que sólo la definen en parte: la discreción y la laboriosidad. Y su amante, también extranjero, o descendiente de extranjeros, perteneciente a una segunda generación de inmigrantes ya razonablemente adaptada, hombre que vive para la pasión culinaria, que le llena y le absorbe, pero que, paradójicamente, al saberse un virtuoso en ella, le proporciona la autoestima suficiente para, llegado el momento, ser muy decidido ante una relación que se presenta compleja y tormentosa.

La victoria del amor sobre la muerte en la eterna confrontación entre "Eros" y "Tanatos" no me parece relevante en una película en la que, como ya he dicho, el guión tiene mucho de pretexto.

Excelente la interpretación de Tilda Swinton. Ante las hipertérmicas escenas de amor, que para mí ya justificarían la película por su originalidad y rotundidad, uno se acuerda de la teoría hitchcockiana de que una gélida rubia —Grace Kelly, por ejemplo— era mucho más eficaz en las secuencias eróticas por lo impredecible que era en ella una fogosa sexualidad.

No creo que para los espectadores que disfruten con esta película, que a buen seguro los habrá, su larga duración (dos horas) sea un defecto, ya que viene impuesta por recrearse en los detalles que es lo que da fuerza a las escenas, dotándolas de una gran tactilidad, sensualidad y carnalidad.

Como aspectos negativos, determinados juegos de cámara, no todos innovadores y acertados
—aunque algunos, sin lugar a dudas, lo son—, y la última escena, posterior al final oficial, ininteligible y claramente suprimible, pues pone de manifiesto un defecto que no se debe achacar, en términos generales, a la película: la pretenciosidad.
Martes Carnaval
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6
16 de marzo de 2010
33 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera incursión de Óskar Santos en el largometraje no es una película redonda pero interesa, y constituye una meditación más que superficial acerca de la fragilidad humana, conjurando para ello conceptos eternos, tales como el sufrimiento, la desesperación, la resignación, la compasión, la empatía, la curación, la muerte, los seres queridos…

El realismo mágico al que recurre la película no dulcifica el imponente respeto que suele provocarnos el conocimiento por experiencia o referencia de la vida de un hospital, donde se juega un partido permanente entre enfermos y allegados, por un lado, y sanadores y cuidadores, por otro, con "la parca" de árbitro.

Al final, la vida pende de una borrosa mancha en una radiografía, de una determinada cifra en un análisis de sangre o de una inesperada, confirmada o temida constatación en la mesa de un quirófano que conducen a la salida por la puerta del hospital –que siempre es grande en esas ocasiones– para no volver, al abono a una cama hospitalaria o a la fatídica y monótona línea recta del monitor.

El médico, el hechicero, el chamán tendrán siempre ese plus de trascendencia, ese poder sobre los enfermos que les otorga el ansia de curación, que nace con fuerza cuando uno no tiene más remedio que conceder su verdadero valor a la salud perdida. Por una carencia congénita, el ser humano no suele valorar lo que tiene hasta que lo pierde. Lo que es aplicable a los seres queridos. La película da cuenta con precisión de ese momento en el que se manifiesta la tragedia agazapada, en el que la persona que formaba parte de nuestro paisaje vital se diluye para siempre. Es entonces cuando el médico, el hechicero, el chamán recuperan su naturaleza humana y pasan a ser unos ciudadanos corrientes más.

Eduardo Noriega, muy bien caracterizado para poder ser el padre de una joven que alcanza en la película la mayoría de edad, compone un personaje con muchos matices, desde el apasionamiento a la gelidez en el trato con los demás. Belén Rueda da un recital en un papel inicialmente atractivo, aunque insuficientemente desarrollado en el guión. Clara Lago interpreta, pese a su juventud, en estado de gracia a una adolescente cuya frescura, ingenuidad y espontaneidad son una verdadera delicia y un regalo para el espectador, obligado a sumergirse en la crudeza, dureza y presteza de la medicina hospitalaria.

Buenas interpretaciones y escenas de gran realismo. A la película le falta espíritu, chispa y duende pero le sobra oficio, a pesar de la bisoñez de su director.

Si Vd. prefiere la reflexión y el autoanálisis a la evasión, ésta puede ser su película.
Martes Carnaval
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7
21 de febrero de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es la consecuencia de la cooperación entre una gran empresa política, un gran libro, un gran director de cine y un gran actor. Curiosamente la suma de todos estos elementos no da como resultado una gran película, pero sí una película notable, que levanta acta de uno de los episodios contemporáneos más alentadores sobre la condición humana. Ésa es su razón de ser: dar fe de un proceso casi inverosímil por su feliz desenlace y de algunas pautas de comportamiento de su principal inspirador, Mandela, magistralmente interpretado por Morgan Freeman.

Que Mandela fue un estadista extraordinario era un tópico, pero esta película nos empieza a desvelar el porqué. Líder es aquél que siéntese donde se siente en una mesa, allí está la cabecera. Cualquier silla que ocupe Mandela será presidencial mientras él viva.

En las contadas ocasiones en que la grandeza humana y la política se encuentran, a las personas de buena voluntad que asisten a este acontecimiento sólo les cabe el aplauso. A uno le causa una gran admiración que una nación haya tenido un líder digno de tal nombre: un hombre inteligente, preparado y tenaz, capaz de trascender con increíble generosidad sus circunstancias personales, avalar con el ejemplo la reconciliación, marcar metas a su nación y, contra todo pronóstico, tener éxito en su ambicioso proyecto. Claro que después uno se acuerda del bueno de Brecht: "Afortunados los pueblos que no necesitan héroes", y la admiración se atempera. Pero lo que no se atempera es el sobrecogimiento ante una trayectoria vital que cambió el curso de una nación con una historia repudiable.

He tenido ocasión de intercambiar puntos de vistas sobre la película con Carlin, el autor del libro en el que se basa: “El factor humano”. "¿Cómo es posible que un solo hombre haya producido sin violencia una mutación social tan profunda?", le pregunté. Para Carlin, todo es consecuencia de la sinergia de dos pragmatismos, el de Mandela y el de los afrikáners,
grupo humano históricamente vocacionado para la adaptación y la supervivencia, independientemente de sus métodos.

Al salir del cine, uno no puede por menos que suscribir la idoneidad del autorretrato escogido por Mandela, el impresionante poema "Invictus" (1875) de William Ernest Henley, cuyos últimos versos son la mejor definición de nuestro protagonista:

"No importa lo angosta que sea la senda,
lo cargada de castigo que esté la condena.

Soy el dueño de mi destino;
soy el capitán de mi alma".
Martes Carnaval
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7
20 de febrero de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena película a la que, en mi opinión, le sobra algo de metraje y le falta algo de fluidez.

La trama argumental es brillante, aunque no se ajusta a lo que se ofrece en la propaganda, sin que se falte a la verdad. Uno espera una película de psicópatas asesinos y se encuentra con un viaje intimista a lo más profundo del "yo".

El reto de la película —que no me parece del todo superado— es que la trama se tiene que desarrollar en un ambiente claustrofóbico, conservando la ambigüedad necesaria para llegar al no del todo sorprendente final. Ello obliga a la utilización de personajes y situaciones que en buena praxis cinematográfica sobran o complican la progresión de la acción desnuda que es lo que atrapa de una película. Ése es mi pero.

El onirismo de Scorsese en esta película entronca con el de David Lynch, el genial creador de "Terciopelo Azul" (una de las mejores películas de la historia del cine), y como en el de Lynch llega a cansar en algún momento.

La meditación acerca del recuerdo y su capacidad destructiva o revitalizadora es muy interesante.

No tengo del todo claro si Di Caprio hace una interpretación excepcional o se pasa un poco en su papel de personaje torturado.

Ben Kingsley, genial intérprete de “Gandhi”, no tiene ocasión de excesivo lucimiento en un papel de forzada asepsia interpretativa.

Las localizaciones son muy acertadas y la isla puede pasar en un momento de paradisíaca a tenebrosa.

La música muy apropiada por su eficaz simplicidad en determinados pasajes.

En resumen, película muy digna a la que le falta un hervor —o puede que dos— para ser una obra maestra”.
Martes Carnaval
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7
11 de diciembre de 2009
35 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es la adaptación de un libro que ha sido un éxito en ventas.
¿Se debe, en un caso así, leer primero el libro y luego ver la película, o al contrario?
¿O tal vez la lectura del libro o la asistencia a la proyección de la película aconsejen no acudir a su complementario artístico para evitar la decepción, en el primer caso, o el aburrimiento, en el segundo?
He ido a ver la película sin haber leído el libro y tengo la intención de leerlo una vez vista la película. Mi opinión no está pues contaminada por la fidelidad de la adaptación.

Estamos ante una reflexión bastante lúcida sobre algunos temas eternos: la incomunicación, la afinidad, la sensibilidad, la mediocridad, la familia, la cultura, la muerte… pero, sobre todo, acerca de la soledad y de los mecanismos que utilizamos para evitar reconocerla. Gira en torno a tres personajes atípicos, magistralmente interpretados: una niña superdotada, una intelectual camuflada y un sabio oriental vitalista y receptivo.

La rareza de los personajes es un arma de doble filo: permite composiciones inéditas pero deja un poso de inverosimilitud.

Los tres personajes están solos, pero sus soledades son diferentes: la de la niña se debe a la incomprensión del medio debido a sus características; la de la mujer, a su desconfianza de poder relacionarse con sus iguales culturales; la del hombre, a sus circunstancias espacio-temporales. El engarce entre ellos es lógico aunque, de inicio, un poco forzado. Su relación a tres bandas, interclasista, intergeneracional, interracial, intercultural e interprofesional, pone de manifiesto que por encima de todas las cosas, incluidos los vínculos de sangre, nos une la sensibilidad, la capacidad de emocionarnos con las mismas cosas. "Toda la luz del Universo, la verá un día el hombre por la ventana de una lágrima", decía León Felipe. Los afines no se buscan, se reconocen a medida que se encuentran.

Una persona con inquietudes culturales nunca está del todo sola, viene a decir la película. La soledad es, entonces, mucho más llevadera. En caso contrario se tiene una pobre vida interior y el que no tiene una vida interior intensa convive con un extraño. Si amar la soledad es preferirse, poder sobrellevarla es aceptarse, lo que no está al alcance de todos. Y cuando dos personas con inquietudes culturales similares se percatan de la existencia de ese otro con análoga sensibilidad se produce una atracción, un magnetismo, que inevitablemente lleva implícita una sinergia vital que, como otros grandes sentimientos, será perpetua mientras dure.
Martes Carnaval
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