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Críticas de Ghibliano
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Críticas 336
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
Mutafukaz
Francia2017
6,5
1.673
Animación, Voz: Orelsan, Gringe
7
13 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mutafukaz es una película de animación para adultos, de coproducción franco-japonesa y dirigida por Shojiro Nishimi, una de las figuras clave de la estupenda Tekkonkinkreet, y Guillaume Renaud, autor del cómic del mismo nombre en el que está basada. La cinta, que parece dispuesta desde su primera escena a ofrecer un espectáculo de acción estilizado, ultraviolento y eficaz en su diversión visceral, se ambienta en el entorno barriobajero y peligroso en el que vive un repartidor apocado llamado Angelino, junto con su amigo Vinz, hasta que un día ambos comienzan a ser perseguidos por misteriosos hombres de negro y se verán arrastrados a una vorágine conspiratoria en la que Angelino descubrirá su propia naturaleza y potencial.

Pese a la energía que desprende esta cinta, lo cierto es que no puedo dejar de observar Mutafukaz con una cierta ambivalencia fruto de mis propias preferencias. Su universo referencial no es algo que me atraiga especialmente, y el efectismo que transmite por momentos me pierde. Aún así, sus méritos al respecto son difíciles de denegar, particularmente cuando su historia se deja llevar por la espiral de acción y violencia, por lo intrincado y trabajado de su puesta en escena. En primer lugar con su estética a medio camino entre la propia animación, el cómic y el videojuego, que crea una mezcla excelente aunque en ocasiones agotadora con su composición de planos y golpes de efecto visuales. En segundo, su impresionante animación, fluida, con una estupenda integración de diseños de trazo sencillo y casi caricaturizados con modelos por ordenador en un entorno en el que siempre hay algo en movimiento. Y por último una banda sonora variada en la que destacan muy especialmente sus canciones de hip hop y reggaeton ambientando y mezclándose a la perfección con sus escenas de violencia marginal.

Narrativamente, la película funciona más como una demostración de estilo que homenajea a obras anteriores que como una historia convencional. Ciertamente, se podría mencionar su energía rebelde y contestataria, como también se podrían mencionar sus guiños irónicos a teorías conspiratorias, pero dejando esto de lado su guión es flojo, por momentos con una sensación de inconsistencia y casi de pura improvisación. Pero esto no es necesariamente algo negativo, porque realmente no requiere de nada más. No requiere una historia demasiado coherente, pero sí es lo suficientemente coherente como para sostenerse y permitir que tome protagonismo su verdadera razón de ser, la estilización. Sus personajes son simples, arquetípicos pero eficaces transmitiendo emociones básicas para mover la trama; su conflicto, un vehículo adecuado para la acción y la intriga.

En este sentido, sin embargo, lo que sí daña bastante al resultado global de la cinta son sus diálogos. Y de nuevo, no por simples, directos o estereotipados, sino más bien por su faceta referencial, que en más de un momento se revela torpe y chirría con guiños forzados. Y es que en general mis mayores problemas con Mutafukaz están en su intento de apelar al público con ellos. Es por supuesto loable querer evocar la serie B, al Carpenter ochentero o los videojuegos, pero en esas circunstancias termina por verse como algo demasiado artificial, como de pose, y no ayuda que el guión no esté precisamente inspirado cuando explicita dichas referencias.

Con todo, debo admitir que me cuesta hallar una conclusión global a mis sensaciones. Encuentro mucho que criticar, está claro que en muchos aspectos no termino de conectar con ella porque la ficción en la que se inspira no se encuentra entre mis predilectas, y en cierto modo veo con recelo su constante aplicación de técnicas y derivas efectistas. Por otro lado, ni sus personajes ni su historia me parecen nada especiales, y por sí solos no me engancharían. Pero me gusta. Creo que tiene un ritmo muy adecuado, que gestiona muy bien sus elementos en el espacio narrativo que tiene, para que por ejemplo la acción frecuente de la misma resulte espectacular e intensa sin ser cargante. Su puesta en escena, como he comentado anteriormente, es estupenda, y me gusta su ambientación y su cruda —aunque a veces gratuita y excesiva— estética de la violencia. Y en último término las carencias mencionadas que en otra película harían mella aquí logran crear y mantener una suerte de perfil bajo favorable para el lucimiento de sus puntos fuertes. Mutafukaz está lejos de ser algo que me fascine, pero a pesar de todo, sí me convence.

Texto escrito para Cine Maldito.
Ghibliano
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6
18 de abril de 2019
21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su cuarta película de ficción, el ucraniano Sergei Loznitsa aborda la guerra del Donbass en una serie de viñetas que nos muestran el conflicto desde diversos puntos de vista, creando un mosaico de políticos, soldados y ciudadanos de a pie, todos ellos conviviendo, tomando partido y de algún modo contribuyendo al retrato global que busca esta cinta. El resultado es algo que es fácil —y no incorrecto— calificar como festival de imágenes grotescas, burdas y exageradas, pero al mismo tiempo, remite a algo tangible con todo esto.

El qué, y si Loznitsa está representándolo de manera adecuada, es otro tema a discutir. Ciertamente, por mucho que pueda en algún momento pretender evocar una mirada neutral, que trate de transformar su alegato en una abstracción sobre el absurdo de la guerra y de los enfrentamientos humanos, o incluso a pesar de su crítica mordaz a la manipulación mediática con fines propagandísticos, "Donbass" es en sí misma una película que toma partido, porque su director lo hace y porque el bando y la ideología cuya hipocresía y contradicciones retrata son reales.

Por supuesto, nada más lejos de mi intención que denostar esta película por ello, porque creo sinceramente que como todo autor, y particularmente como autor que conoce mucho más de cerca que yo la realidad de este escenario, su derecho a posicionarse es legítimo. No voy a negar que me cuesta percibir el énfasis de ciertas escenas en la dirección que pretende, pero no quiero que esto se vea como una crítica sino como una apreciación personal. Lo que sí le critico sin embargo es la incongruencia de su intención de universalizar y abstraer, en particular en su carga contra la era de la posverdad y la manipulación propagandística, tratando conflictos y posturas políticas concretos desde una óptica concreta. Puede ser sincera, pero no es un ejemplo de aquello que predica.

Dejando de lado las consideraciones sobre sus aristas ideológicas, no puedo negar la convicción que tiene "Donbass" para evocar lo grotesco y lo absurdo, creando una incomodidad muy eficaz en muchos de sus escenarios, en los que se hace notar que hay algo estructural que no está bien, que afecta incluso a lo más cotidiano y que se mezcla con esto sin ninguna clase de filtro; sirva de ejemplo más claro de ello la escena de la boda, distendida y cercana como corresponde a este evento pero cargada de exaltación prorrusa, ensalzamiento de la acción militar y con la grabación de la paliza a un soldado enemigo como acompañamiento a la diversión de la ceremonia.

Y aunque la escena mencionada no me resulte especialmente lograda, sí hay momentos en la obra que me atrapan y me funcionan con una fuerza que es sin duda muy meritoria. Aunque no del todo regular, hay calidad en ella y sus destellos generan momentos muy sólidos y casi memorables, como es el caso de su estupendo plano final, o de la incomodidad de la intimidación verbal de los soldados prorrusos con el periodista alemán. Pero en todo caso, donde mejor veo representados los méritos de esta cinta es en su estructuración narrativa. Me gusta especialmente de ella su forma de pasar de una viñeta a otra, cambiando radicalmente de enfoque pero asegurándose de mantener una continuidad con lo anterior, a veces obvia y a veces intrascendente, casi a modo de guiño. Pese a lo mucho que se mueve su punto de vista, transmite eficazmente la impresión de que hay una conexión entre todos sus elementos, tal vez como muestra de que todos forman parte de la misma realidad.

Loznitsa no ha creado un documento definitivo sobre los horrores y el absurdo de la guerra en "Donbass". Tampoco ha creado algo que reconduzca su sesgo político de una forma que no resulte incompatible con la siempre tentadora pretensión de universalizar una lección moral a partir de lo concreto. Pero en su intento hay potencial, confirmado por momentos concretos que sí son evocadores y sí funcionan. Y lo que queda de ello es una película atractiva e interesante, en su estructura y en su representación de un conflicto real desde una perspectiva muy cercana a éste. No fascinante, no duradera, pero con cualidades que hacen que la propuesta merezca la pena.

Texto escrito para Cine Maldito.
Ghibliano
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7
13 de abril de 2019
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptando una novela del mismo título, "Quiero comerme tu páncreas" es el primer largometraje de Shin’ichirô Ushijima. Con un título llamativo que no parece reflejar en absoluto el tono de un drama mundano en torno a una enfermedad terminal, su significado se nos explica al poco tiempo y nos deja claro su doble sentido, puramente referencial (en alusión a una supuesta tradición antigua que Sakura recuerda haber leído) y metafórico, como forma de reflejar la conexión y el compromiso que adquieren los protagonistas.

La película narra el encuentro entre un adolescente muy introvertido —cuyo nombre de pila no conoceremos hasta un momento muy concreto de la trama— y una compañera de clase llamada Sakura en la sala de espera del hospital. Allí, el chico lee accidentalmente su diario, en el que revela que sufre una enfermedad pancreática degenerativa y que se está muriendo. Es así como Sakura decide que él sea el único confidente de su estado de salud y lo arrastra a pasar más tiempo con ella, convenciéndole para unirse a sus planes hasta que llegue su hora de morir. De este modo, entre ambos se va estableciendo una relación que termina derivando a un sentimiento romántico.

Pero decir que "Quiero comerme tu páncreas" es una historia de amor, sin resultar errado, no termina de ser representativo de lo que vemos en pantalla. Porque, a la manera del cine de Makoto Shinkai, el romanticismo en ella existe más bien como una conexión que trasciende lo físico y que no puede concretarse. Y también porque es una historia que se centra preferentemente en la introspección y el descubrimiento personal a través de la relación con otra persona, en el impulso de cambiar tu vida y en la aceptación de la muerte. Y es este último terreno en particular el que, creo, más chocante puede resultar a un espectador no acostumbrado a la perspectiva lírica japonesa.

De hecho, la cinta no deja de recordarnos que la existencia de Sakura es efímera, no como un impulso para llegar a un punto trágico, no como una motivación para cambiar las cosas, sino como una forma de entender su experiencia y la relación que se forma como algo que no está destinado a permanecer. No es casual que en ésta abunde el simbolismo clásico de ese concepto de impermanencia tan puramente japonés, desde la presencia del Hanami (y la obvia referencia del nombre Sakura, que literalmente significa “flor de cerezo”) hasta los fuegos artificiales de verano, porque la narración no trata de dar pena por su situación ni tampoco engaña con falsas esperanzas. Al final lo que emerge de ella es la aceptación y el aprendizaje, y lo que en principio parece encaminado a la tragedia no lo es más que en sus primeros minutos.

Me gusta particularmente, de hecho, el personaje de Sakura y todo lo que tiene que ver con su manera de gestionar la enfermedad, incluida esa dificultad de lidiar con la inminencia de la muerte, la divergencia entre sus verdaderas emociones y lo que comunica a los demás, y el enfoque tanto introspectivo como observacional que la película mantiene sobre ella, según se vea desde su propia perspectiva o de la de su acompañante. Logra un equilibrio hermoso entre la idealización preciosista y la visceralidad, dota de una gravedad muy convincente a su conflicto emocional y, en general, se lleva los mejores momentos de la cinta.

Lamentablemente no puede decirse lo mismo del crecimiento personal del protagonista masculino. Presentado como el típico chaval introvertido y sin amigos que no ve la necesidad de relacionarse con los demás, la idea de la cinta de utilizar a Sakura para cambiarle se me hace burda en su tono moralizante, que me resulta hasta molesto. Tal vez porque subyace en ella una cierta demonización de la introversión, aunque también en cierto modo por la escasa elegancia de construir este cambio de actitud a través de una relación como la que se nos muestra.

Tampoco ayudan a la sensación final la multitud de escenarios cliché que dan a esta película la impresión de ser una más, otro drama romántico en el anime reciente que busca la trascendencia emocional apegándose a fórmulas que se han probado exitosas, pero que en todo caso han funcionado con más naturalidad y regularidad anteriormente. Secuencias como la del paraguas parecen tan calculadas que inevitablemente, pese a su ejecución notable, se pierde algo de implicación emocional al verlas.

No es casual que se la haya comparado con frecuencia con obras anteriores. Personalmente, no creo que nos encontremos ni mucho menos ante un refrito de "Your name" como parecen sugerir algunos; con ella apenas establecería algunas vagas correspondencias temáticas y ese sentimentalismo más abstracto e idealizado de su faceta romántica. Estéticamente, de hecho, no se parece demasiado, y su inspiración más clara parece ser el estilo de Naoko Yamada en "A silent voice", tanto en el uso de la música como en la forma de emplazar los planos en un enfoque visual más cercano e intimista, que se fija en los gestos y en el lenguaje corporal para transmitir las emociones. Incluso los diseños de los personajes recuerdan a otras producciones de su estudio.

En cualquier caso, lo que presenta "Quiero comerme tu páncreas" no es nada nuevo ni a nivel temático ni estético, simplemente recoge ideas que ya funcionaron de unos y de otros. Algo que no es desde luego malo, pero que especialmente por esa descompensación que noto en la contundencia discursiva y expresiva entre ambos protagonistas, no logra alcanzar el nivel de sus predecesoras y el agravio comparativo se hace más patente, quedándose en una película buena, satisfactoria sin duda, pero que no deslumbra.

Texto escrito para Cine Maldito.
Ghibliano
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Tekkonkinkreet
Japón2006
7,3
2.718
Animación
10
13 de abril de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos niños huérfanos viven en las calles de una ciudad japonesa a merced de la yakuza, de bandas callejeras y de especuladores sin escrúpulos. Acostumbrados a vivir al margen de la ley, las cosas se complican cuando se meten de lleno en un conflicto a gran escala por el dominio sobre la ciudad. Lo que sigue es un batiburrillo de acción y violencia desenfrenada en un neo-noir lleno de situaciones y personajes muy vistos, que al final converge en la relación que mantienen los dos protagonistas.

Y sí, la trama de "Tekkonkinkreet" es arquetípica. Pero ponerla sobre el papel no alcanza a describir todas sus aristas, en particular en la melancolía y la desafección global que transmite su entorno para dos niños que sobreviven únicamente porque se apoyan entre ellos. Los dos protagonistas no son, por otro lado, personajes tan sencillos como parecen, y resisten un juicio simplista a pesar de ser, en principio, complementarios. Kuro es pragmático y confiable, pero también emocional y vulnerable. Shiro es estúpido e idealista, pero también voluble y introspectivo.

Pero donde realmente marca la diferencia esta película es en su puesta en escena, inusualmente ambiciosa. No solamente es un prodigio de animación y estética, con largas escenas que parecen una demostración de fuerza por parte de su director, sino que lo es de una forma única y distintiva. "Tekkonkinkreet" no se parece a nada. No es Satoshi Kon a pesar de introducir un cierto surrealismo. No es Masaaki Yuasa a pesar de su uso del off model. Es un estilo propio y muy pronunciado, que no existe para reemplazar o compensar la narrativa sino para expandir y subrayar las emociones inherentes a ésta, a los conflictos entre sus personajes y a sus estados de ánimo de un modo que es, si acaso, marcadamente expresionista.

Con unos planos dinámicos y elaborados como si se grabasen cámara en mano, llenos de movimiento y juegos con la perspectivas, con un uso expresivo de los colores, rostros y cuerpos que se deforman, la sensación que da esta cinta es de una mezcla contradictoria de desconexión estilística con la realidad e inmersión en un entorno urbano reconocible, a lo que contribuye también el carácter fantasioso de las escenas de acción y de los movimientos de los personajes interactuando con elementos mundanos. Es, además, extrañamente arbitraria introduciendo elementos surrealistas como parte de su paisaje global. Hay por ejemplo una escena, en la que Shiro literalmente flota en el aire mientras Kuro le habla tranquilamente, que no tiene mayor trascendencia. Momentos como ése dan a toda la película una atmósfera de irrealidad que es sin duda única, y que genera una cierta sensación desasosegante respecto del estado mental de sus protagonistas y su percepción de lo que les rodea.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ghibliano
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6
13 de abril de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tercer largometraje del esloveno Olmo Omerzu, que le valió un premio al mejor director en el Festival de Karlovy Vary, es una road movie protagonizada por dos adolescentes, Marek y Hedus, que recorren las carreteras checas con un coche robado, sin un rumbo prefijado y solamente con la perspectiva de unirse a la Legión Extranjera como un propósito claro, al menos para uno de ellos.

La trama de "Winter Flies", como corresponde al tipo de historia que es, no refleja la búsqueda de un objetivo concreto, pero tampoco se muestra dependiente de la linealidad temporal. De hecho, su narración se sucede en fragmentos anecdóticos del viaje que se intercalan con el interrogatorio de una policía que trata de sonsacar información a Marek sobre el robo. Esta constante ida y venida entre ambos escenarios no llega a estructurarse como flashbacks, ni como una reconstrucción de los hechos; los falsos testimonios de Marek son desmentidos por las escenas que vemos inmediatamente antes o después de sus declaraciones, en ningún momento se ven reforzados. Es un juego narrativo que podría calificarse de gratuito, pero que la película utiliza para darnos a conocer varias facetas del personaje de forma simultánea y de paso dar una cierta ilusión de ambigüedad.

En todo caso, pese a lo entretenido de los despistes de Marek en el interrogatorio, el grueso de la película es el viaje, y es el que genera todas las imágenes más eficaces y memorables, con la relación entre Marek y Hedus y la interacción con los distintos elementos con los que se encuentran (el perro al que salvan, la autoestopista atractiva, el abuelo de Marek). Y si hay algo me llama la atención del estilo que imprime Omerzu es su retrato de los dos adolescentes como personajes en esencia ilusos, sin experiencia en la vida, tratando de aparentar madurez… y en no pocas ocasiones abiertamente inmorales, pervertidos y malévolos en intenciones, hasta rozar la incomodidad. En ese sentido la cinta juega con un elemento de morbo, en particular en las escenas con la autoestopista, de conocer una faceta de éstos más bien antipática y de verlos a punto de cometer una barbaridad, algo de lo que siempre acaba retrayéndose, quedando actos inofensivos en la práctica, que no abandonan esa sensación inquietante y levemente perturbadora. Es un juego retorcido que nunca se traduce en acciones reprobables.

Pero no es eso, lo más llamativo conceptualmente en principio, lo que genera los mejores momentos de "Winter Flies". De hecho no puedo decir que me parezca, en ese sentido, una gran película. Pasando de largo por lo obvio de sus metáforas —que resulta molesto a veces—, la impresión que me da es la de una idea interesante que sencillamente no llega a más, no por falta de ambiciones ni por no saber lo que pretende sino por una cierta torpeza y puerilidad mezclando tonos de la que no puede desprenderse del todo, y por no lograr que esta personalidad propia brille en una dirección narrativa y una temática, la de la rebeldía y la búsqueda de identidad adolescente, que se han tratado en muchas ocasiones en el cine bajo perspectivas variadas.

Al contrario. Lo mejor del filme es casi lo más sencillo, lo que parece, a nivel discursivo, más ligero y desechable. Mi secuencia favorita es una en la que ambos protagonistas se quedan dormidos en el coche y el piloto automático les lleva por un viaje nocturno apacible y sin sobresaltos. No hay interacción ni reflexión ahí, sólo hay disfrute y ambiente. Es algo prácticamente mágico, que indica que pese a sus carencias, "Winter Flies" tiene atmósfera, que en momentos concretos sabe utilizarla, y que funciona mejor en ese ámbito que en sus otros planteamientos. Y si toda ella fuera así, nos encontraríamos sin duda ante una cinta memorable en vez del producto aceptable con destellos ocasionales que termina siendo. Aunque, por otro lado, tal vez así nos estaríamos perdiendo su aporte conceptual. Que no será redondo ni fascinante, aunque sí es, desde luego, valioso.

Texto escrito para Cine Maldito.
Ghibliano
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