Lo primero que me llamó la atención del filme, pasados unos minutos, era la obvia estructura Campbelliana del mismo: su monomítico "viaje del héroe" es, sin duda alguna, la fórmula maestra del blockbuster made in Hollywood de este siglo: llámelo "Tron Legacy", llámelo "LEGO" o llámelo "The man from steel". Lo mismo da para un roto que para un descosido. Héroe paradigmático, pruebas, la figura del Elegido salvando un mundo con cuyo elixir de conocimiento acabará cambiándolo, mentores aquí y allá y la Sombra. Los yanquis son vagos y lo hacen todo con molde, señora. Lo mismo da ocho que ochenta. Lo de esta película es solamente un ejemplo más.

Lo siguiente en lo que me fijé es en lo autoconsciente, cínico y postmoderno del film en cuestión: el malo sabe que es el malo, las referencias de toda clase -que llevan a niveles de metaficción- empapan el metraje...

Los críos ven mil y una cosas maravillosas, tan movidas como coloristas. Pero el guión está enfocado a los mayores, sin duda.

Luego está la divertida y espasmódica animación -la cual se me antoja por su acusado efecto estroboscópico como inadecuada para la estereoscopía digital que se pude disfrutar en una moderna multisala- y un ritmo incansable, casi agotador, esquizoide, sobrecargado, cercano al TDAH, que a veces me resultó agobiante.

Todos estos son puntos que a un servidor la sacan un tanto de la película, sin embargo...