Cinta de vaqueros australianos con dos sinvergüenzas, Richard Connor (Lawford) y John W. Gamble (Boone), que huyendo de la justicia van a parar al rancho de un anciano borrachín, Michael McGuire (Currie), que vive con su hija Dell (O'Hara).
La historia es la previsible, una vez más el amor es capaz de rehabilitar los comportamientos más torcidos. El guion y la dirección son muy convencionales, el ritmo demasiado sosegado y el análisis de los personajes superficial. Eso sí, O'Hara está impresionante como siempre.
Estamos en la parte sur de Australia donde la sequía, las inundaciones o los incendios marcan el devenir de sus gentes. Ahora es tiempo de sequía y de ruina. De poco sirven las exhibiciones etnológicas de los aborígenes con sus bailes, canciones o boomerangs. El ganado y los canguros mientras tanto mueren por falta de pastos, y es que "Cuando llueve al agua ofrece mucho más de lo que existe".
El anciano tiene el remordimiento de haber abandonado a su hijo en plena infancia y los truhanes tratan de explotar esta debilidad, conscientes que "Nadie vuelve al hogar jamás".
Por momentos la obra nos ha recordado "El maestro del agua" (Russell Crowe, 2014), un hombre con el don de encontrar agua en el desierto australiano pero que es incapaz de hallar los restos de sus hijos muertos en Turquía. Aquí habrían venido muy bien sus facultades zahoríes.
Entre la exuberante fauna austral abundan las serpientes venenosas. La picadura de una de ellas obliga a sajar la zona afectada con el cuchillo para hacerla sangrar y eliminar de esta forma el veneno.
Vaqueros en Australia que dirimen sus diferencias a latigazos, "La ley del látigo" lleva por subtítulo esta interesante cinta que recomendamos por su carácter exótico más que por su propio valor cinematográfico. Por lo menos es cortita.