Skyfall lo tiene casi todo;

Un director enorme llamado Sam Mendes. Sus mejores obras han estado alejadas del terreno de la acción (American Beauty, Revolutionary Road), aunque en películas como Camino a la perdición o Jarhead ya había rodado escenas adrenalíticas donde los disparos o las explosiones eran protagonistas.

Unos actores más que solventes, entre los que destaca Javier Bardem, siempre muy cómodo en papeles extremos como éste. Daniel Craig, por su parte, no es un gran actor, pero cumple con creces en un papel que combina frialdad y humanidad.

Un director de fotografía excelente. Roger Deakins es conocido sobre todo por haber trabajado en múltiples ocasiones a las órdenes de los hermanos Coen. El juego de luces en la escena del edificio de Shanghai es sencillamente brillante.

Una banda sonora exquisita, a cargo de Thomas Newman, y una canción de Adele perfecta para los títulos de crédito.

El planteamiento es atractivo y acertado, intentando humanizar a Bond, hacer de la saga algo más serio, más adulto.

Pero Skyfall lo que no tiene es guión. Neal Purvis, Robert Wade y John Logan firman un libreto con una historia rutinaria y poco original, que no logra ir creciendo con el tiempo sino todo lo contrario, y que muestran continuamente decisiones más que dudosas. Los personajes perdonan la vida (o no lo hacen) a otros personajes de manera aleatoria, lo que se antoja como un capricho de los escritores. En la misma línea, las oportunidades del protagonista o del antagonista para acabar con sus enemigos son continuamente desperdiciadas sin sentido alguno, lo que se torna tremendamente molesto para el espectador.

De esta forma, nos encontramos ante una obra con una factura técnica y artística más que notable, que cuenta además con el interesante reto de humanizar al agente secreto, y dotar de mayor importancia a los personajes que a la acción por sí misma. Y por ello da más rabia todavía tener que decir que Skyfall no es una buena película.

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