La primera vez que vi Martyrs, ará ya unos cuantos años, me quedé totalmente impresionado. La segunda película de Pascal Laugier, autor de la infravalorada "El Internado (2004)", obra que a mi particularmente me gustó bastante, vuelve a la carga con la obra más bestia del nuevo cine gore francés. La busqué después de visionar "À l'intérieur", otra cinta que me fascinó.

La secuencia inicial, con Lucie corriendo por la carretera, es una secuencia me trajo a la cabeza la famosa foto de Kim Phuc, aquella niña vietnamita que corría desnuda desesperada mientras su cuerpo ardía por el efecto del napalm.

Sórdida, perversa, violenta, cruda, excesiva... son muchos los adjetivos que se ha llevado el explícito film de Laugier, así como un buen puñado de críticas que van desde "obra de culto" a "basura sin sentido". Ésto pone de manifiesto que Martyrs es una película que no deja indiferente a nadie.

Puedes enfrascarte en una fácil pelea para encontrar los puntos flojos de su argumento y denostar todo lo que viene a continuación, tildando la cinta de una sucesión de gratuitas escenas violentas sin interés alguno, o puedes introducirte en el interior de la historia que su director quiere contarte y dejarte llevar por el horror que se avecina.

Y es que Martyrs es una película Violenta, sí, con mayúscula. Y el principal reparo que mucha gente le pone es precisamente la naturaleza de esa violencia. No vamos a ver sangre e higadillo al más puro estilo gore, ni asesinatos a lo slasher adolescente acompañado de un par de tetas gomosas, ni pruebas enrevesadas a lo Saw para castigar a aquellos que no aprecian lo que tienen.

La violencia en Martyrs es tan cruda, mecánica y real que es imposible que no afecte de alguna manera al espectador. Lo que en un principio parece una actuación nihilista sin sentido, poco a poco va tomando cuerpo dentro de una trama que explota la locura más salvaje del ser humano.

La brillante actuación de sus dos protagonistas, la enfermiza ambientación, una fotografía brillante y un maquillaje excepcional dotan aún de mayor realismo las perversas escenas. El guión es fluido e inteligente y la trama argumental apasionante, por lo menos para mí. El final, criticado por muchos, me parece la guinda final a una cinta que sí o sí busca una respuesta reflexiva del espectador.

En resumen, una de las películas más oscuras y sádicas que he podido ver en mucho tiempo. Su propuesta puede gustar mucho o resultar bochornosa, pero seguro que te remueve la pizza que te acabas de comer mientras la disfrutas.

La disfruté tanto que en mi humilde opinión se merece un 10 como una casa.

Rul T.
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