Thriller de acción y espionaje con un Denzel Washington que una vez más se pasea majestuoso fotograma a fotograma haciendo suyo el tempo de la escena.
Ryan Reynolds le respalda en una buena interpretación de un novato agente de la CIA que comienza en los primeros lances del metraje cuestionando los métodos utilizados por la organización para conseguir información y termina asesinando y torturando él mismo, contando con la paranoia como única acompañante en su viaje.
El film supone una crítica desordenada y confusa sustentada en una violencia hasta cierto punto sinsentido contra los servicios secretos (tan vanagloriados en otras películas contando con la saga 007 como principal exponente).