Haz click aquí para copiar la URL
Argentina Argentina · Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Voto de El Golo Cine:
4
Ciencia ficción. Thriller El futuro, en una distopía. Dos personas por nivel. Un número desconocido de niveles. Una plataforma con comida para todos ellos. ¿Eres de los que piensan demasiado cuando están arriba? ¿O de los que no tienen agallas cuando están abajo? Si lo descubres demasiado tarde, no saldrás vivo del hoyo.
2 de julio de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Suele ser mejor sugerir que mostrar. Una imagen impactante nos puede distraer de los subtextos y de las pretensiones narrativas de los autores. Al margen de los presupuestos, en las películas priman la inteligencia y el diseño.

Por Nicolás Bianchi

Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé. En el tren de Snowpiercer y en la cárcel de El Hoyo también. Ambas películas comparten género, la ciencia ficción, y metáforas. En la película del tren de Bong Joon Ho son los de los vagones de atrás y los de adelante. En la ópera prima del realizador vasco Galder Gaztelu-Urrutia se trata de los de arriba y los de abajo.

Entrar en lo que nos quieren contar ambos films es sencillo. En Snowpiercer, luego que un accidente ecológico congeló al mundo, los únicos hombres y mujeres vivos habitan en un tren que permanentemente recorre todo el planeta. Los de los últimos vagones son muchos, viven hacinados y solo comen unas barras proteicas hechas a base de cucarachas. Los de adelante, son menos, viven bien, comen rico.

El punto de partida también queda claro en El Hoyo. En una prisión vertical con dos internos por piso una plataforma que levita baja con comida. Primero comen los del primer nivel y así hasta llegar al 200 o al que sea. Si bien todos los días hay un plato por preso, rápidamente nos enteramos que después del nivel 50 es prácticamente imposible comer. Los de arriba eligen qué comer, los de abajo pasan hambre.

Las similitudes continúan. En ambos un héroe lleva al espectador por todo el tren o toda la prisión. Chris Evans como Curtis en Snowpiercer, Iván Massagué como Goreng en El Hoyo. Ambos son, en principio, altruistas, quieren cambiar el mundo en el que están encerrados, tornarlo más justo. Hay una primera diferencia que es necesario señalar. Mientras la película de Bong cuenta con un elenco superestelar (a Evans se le suman John Hurt, Ed Harris y Tilda Swinton, entre otros) y un presupuesto de 40 millones de dólares que le permitió contar con buenos efectos especiales, en la película española los recursos son más acotados.

La cuestión es en qué decidió gastar cada uno lo que tenía. El principal problema de El Hoyo radica en que muestra explícitamente todo lo que sucede en esa prisión del horror. Primero un personaje secundario advierte al héroe recién ingresado sobre lo que pasa cuando la comida no llega a todos. Los presos se comen entre ellos, cuenta, y unos minutos más tarde la película comienza a desplegar una serie de escenas de canibalismo gore realmente impactantes. Los de arriba se cagan en los de abajo, es la segunda advertencia de Trimagasi (Zorion Eguilior, el mejor actor de la película) a Goreng. También lo vamos a ver explícitamente. Para más obviedades a cada preso se le permite escoger un objeto antes de entrar y Goreng elije llevar una edición de El Quijote de la Mancha, lo que nos habla, o nos grita, sobre el tipo de odisea que va a iniciar el personaje. Por último, nos muestra un final lo suficientemente ambiguo como para soportar distintas interpretaciones, que parece pensado para discutir en reuniones y redes sociales.

En cambio, el viaje en el tren de Snowpiercer es visualmente más amable aunque conceptualmente se exhiba un horror similar o incluso peor. Lo más terrible que sucede en el tren no lo vemos sino que lo sabemos por un diálogo entre el héroe Curtis y uno de los personajes secundarios. Curtis cuenta que al principio, como no había comida, los de atrás comenzaron a canibalizar a los más débiles. “Yo sé qué gusto tienen los bebés, saben mejor”, dice. Pero no vemos a nadie comiendo ningún bebé sino la cara del personaje completamente conmocionada por el recuerdo del espanto. Menos mal que a Gaztelu-Urrutia no se le ocurrió incluir a recién nacidos dentro de la trama. Además, el relato de Curtis sirve para contarnos por qué tantos personajes presentan brazos o piernas amputados. Los mensajes están ahí, más fuertes que en la película del vasco porque no estamos distraídos por imágenes impactantes. Y el final es concreto, cierra la historia, no es ampuloso en sus pretensiones, o sí, pero de una mejor manera.

Seguramente Gaztelu-Urrutia tenga mucho para dar. Es su primera película y ha logrado convertirla en un hito, al menos fugaz, gracias al alcance de la plataforma Netflix. Tanto es así que hay quienes la comparan con otra del talentoso Bong, ganador del Oscar y uno de los cineastas más importantes del siglo XXI.
El Golo Cine
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow