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Historias mínimas

Comedia. Drama A miles de kilómetros al sur de Buenos Aires, tres personajes viajan por las solitarias rutas de la Patagonia. Don Justo, un anciano de 80 años dueño de un bar de carretera que regenta su hijo, se ha escapado de casa para buscar a su perro desaparecido desde hace tiempo. Roberto, un viajante de comercio de 40 años, lleva una tarta para el cumpleaños del hijo de la joven viuda de uno de sus clientes. Ese mismo día María Flores, una joven ... [+]
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
21 de mayo de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos en la Pampa. Un bar de carretera en medio de una gran llanura. De vez en cuando, pasa un camión y, cada día, el autocar que lleva pasajeros a San Julián.

Una joven madre que malvive con su bebé y un marido “in absentia” en una estación de ferrocarril abandonada, acaba de ser seleccionada para participar en “La ruleta de la suerte”, concurso televisivo que se rueda en San Julián.

Un pasajero del autocar, se acerca al anciano padre del propietario del bar de carretera y le asegura que ha visto a su perro, Malacara, en la ciudad. A la hora de la cena, el anciano anuncia que piensa ir a buscar a su perro, porque lo hecha mucho de menos. Ante el disgusto que se llevan sus hijos, calla y hace como que cambia de parecer pero, al amanecer, sale de la vivienda con todos los ahorros escondidos en una caja de música con forma de corazón.

Solo por la carretera, una joven bióloga se ofrece a acercarlo a alguna población cercana a su destino. El viejo sufre un desmayo y tiene que reposar en un centro sanitario. Allí un viajante de comercio lo reconoce, pero él lo niega por miedo a que avisen a sus hijos.
Pasa parte del viaje con este viajante, que está empeñado en regalarle un pastel de aniversario a un niño desconocido llamado René.

A lo largo del camino, la historia del niño, del viajante y del pastel van metamorfoseándose, porque, primero, no sabe qué edad tiene, después no sabe si es niño o niña, después confunde a un hermano con un amante. Así también el pastel pasa de tener un corto mensaje, a tener el nombre del niño, de ser media pelota de fútbol a ser una verde y oronda tortuga con cabeza y lazo rojo.

El abuelo le pregunta a la bióloga: “¿usted cree que los animales saben lo que está bien?” y ella le responde que sí.

Son, desde luego, historias mínimas, pero llenas de esa ternura profunda que tienen las cosas que nos importan de verdad.
luguca
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21 de septiembre de 2005
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si te gusta el cine argentino, es una película muy interesante para ver. Además, se agradece ver una parte de la Argentina alejada de la megalópolis que es Buenos Aires. Más allá de las tres historias que se desarrollan, lo interesante es el clima de "normalidad" que refleja la película, una especie de estereotipos sociales en la Argentina post-corralito.
Javier
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22 de junio de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es definitivamente una bella película y un buen contrapunto al cine comercial; es la prueba de que sin afamados actores, efectos especiales, explosiones, persecuciones, excesos coreográficos, es más, sin historias grandilocuentes, se pude llegar al ideal estético de belleza. Sorín con su trabajo, es capaz de conmover nuestras más profundas emociones. Logra sin grandes presupuestos o historias apabullantes construir una pieza bella, apuro pulso, a base de talento. Con placer me encontré este pequeño film, y no me canso de verlo, disfrutar la maestría de la dirección. Recomendada 100% para quienes gustan del cine de autor.
Wilfredofh
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21 de julio de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue el titulo de esta película lo que me motivó a verla. “Historias mínimas”, es quizás como se han denominado o como percibo las historias de vida de personajes, que sin ser majestuosas o deslumbrantes, se presentan como aquellas que se suceden en el trascurrir del tiempo para nosotros “peregrinos” de la vida, pero no cualquier historia, solo aquella que nos da ese sentimiento de grandeza, producto de las cosas más simples, que irónicamente se traducen en los sueños y la esperanza… lo que nos mueve a vivir o a mirar en retrospectiva nuestro propio relato con gratitud. Así, que me dije esta es mi película. Y definitivamente “historias mínimas” no me defraudó, aquí se encuentran las historias de vida no solo de sus tres protagonistas (pilares de la historia), sino de todo su entorno, personas y paisajes que también nos cuentan pequeños relatos en este viaje de carretera. Sus protagonistas, tienen su historia del presente: don Justo, un abuelito que busca reconciliarse con su pasado (mi cuento favorito), Roberto, un hombre maduro que quiere alcanzar el amor, y María Flórez una mujer sencilla y humilde que no sabe cuán bonita es y que quizás su sueño no sea el de ganar sino el de participar. Irónicamente, los tres comparten un espacio, pero parecen desconocerse, pero tienen en común la esperanza, la soledad y la ruta de viaje. Pero la marcha de estos personajes, está acompañada por personas que “llenan y animan el entorno” (cómo la vida misma no? ó al menos como la ven nuestros ojos presumidos, donde los protagonistas de nuestra historia pues somos nosotros mismos), pero estos personajes están recreados en esta cinta de forma muy particular, más que natural es como recordamos a los personajes con los que compartimos un fragmento de la vida, del día, de la hora…unos pocos segundos. No sé, estos personajes del entorno fueron animados con gran simpleza y maestría; timidez, una tibia sonrisa, con lenguaje propio pero claro y diciendo “yo también tengo algo para contar”. Todos estos momentos y paisajes se me hacen familiares, y es que la ambientación hace que así se sienta, así sea en la Patagonia (a propósito bellas imágenes), en Argentina, todo es muy propio, quizás porque todos nos encontramos con esos mismos sentimientos, personajes y todos tenemos una historia mínima que compartir.
Historias mínimas es una película que la hace grande su minimalismo pero solo de forma, porque es una película que no te va a hacer reír (no entiendo porque dice genero comedia), no te va a hacer llorar, no es la historia más bella de amor nunca antes contada, pero al terminarla de ver, uno se queda con un sentimiento bonito en el pecho, quizás reconfortante, quizás de gratitud, un poco nostálgico pero lleno de esperanza. Personalmente la recomiendo.
LAHETITIA
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31 de julio de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces el título de una película ha dicho tanto de su contenido. Lo que se concentra dentro de este celuloide de 96 minutos son eso, Historias mínimas, pequeños retazos de la vida de tres personas diferentes que viven su particular aventura. Todos ellos tienen dos denominadores comunes, están solos, muy solos, y viven en los parajes extremos y semidespoblados de la Patagonia argentina, el marco incomparable para hablar de la soledad, con un enfoque fotográfico que bien se asemeja a la mítica Paris-Texas de Win Wenders. Las historias (tres principalmente) están envueltas todas en una especie de drama, pero por dentro son amables y cómicas incluso en algunas ocasiones en unos relatos que se entrecruzan y que están dotados de un guión con una pasmosa naturalidad. Poco a poco los personajes ‘mínimos’ se van encontrando con otros secundarios que dibujan el retrato social de una Patagonia alejada de todo, longitudinal, remota, pero alegre y amable entre sus gentes recreando un magnífico entramado de relaciones que subrayan un retrato costumbrista de la zona. Todo para enriquecer a los personajes centrales. Y todo esto se hace casi susurrando, la película es un ligero soplo de brisa, una sencillísima narración sin nada más extraordinario que la cotidianidad y las diminutas aventuras que la acompañan, totalmente realista y natural, apoyada en esencias humanas, y es de esa concreción donde Sorín consigue sacar un sentido épico, casi universal que da a la película ese toque de delicadeza tan especial.

Huir de la tristeza y poner un punto de optimismo y esperanza en esta vasta planicie atravesada por una carretera apenas transitada es el gran acierto de Sorín, en una sui generis ‘road movie’ por la que se circula sin aditamentos, solo con las vidas que las atraviesan.

También destacables las actuaciones de Javier Lombardo con su particular odisea por conseguir perfeccionar una tarta de cumpleaños, como la del anciano, Antonio Benedictis buscando el perdón de su perro. La tercera historia, más mundana y que toca el corazón mucho menos (afortunadamente es la más corta) está peor interpretada.

http://palomitasconchoco.wordpress.com
Palomitasconchoco
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