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Curve: La curva de la muerte

Terror. Thriller Una joven a punto de casarse estrella su coche deliberadamente en una carretera desierta, tratando de huir de un autoestopista encantador que resultó ser un verdadero depredador. Cuando su plan sale mal y queda atrapada en su vehículo volcado, se defiende como puede contra el terrorífico psicópata... hasta que descubre la estremecedora verdad, que aviva hasta límites increíbles su instinto por sobrevivir. (FILMAFFINITY)
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
29 de octubre de 2015
10 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo cierto es que no tenia grandes espectatívas con este film pero Oh! sorpresa, es un thriller de lo más entretenido y que te mantiene bien tenso toda la película.
danipogo
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8 de noviembre de 2015
7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película comienza moderadamente bien a pesar de utilizar la tópica premisa de muchacha sola en una carretera desierta que encuentra a autoestopista sospechoso, desvela rápidamente sus carta y entonces el primer giro argumental interesante cambiando el sentido de la película. Lo malo es que a los pocos minutos nos damos cuenta que la consecuencia argumental de ese giro (todo cuanto se desprende del accidente) no da para hora y media. Si a eso le sumamos que los personajes no están bien desarrollados (en especial el apático malvado), que las situaciones son previsibles y la realización es de telefilme de sábado por la tarde... entonces el resumen es simple: no funciona. No da miedo, no hay suspense y es algo así como un survival horror, solo que sin "horror". Una pena.
El Criticón
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16 de junio de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Regular, floja, sin chicha. No tiene alicientes. Típica peli de terror pero sin ningún ritmo. Prescindible, incluso para los amantes del género. No me ha gustado. No la recomiendo, ya que no tiene los requisitos mínimos de este tipo de películas.
fernando mora lópez
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24 de abril de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Curve" es una producción de las de bajo standing del omnipresente Jason Blum, aliado esta vez con Jaume Collet-Serra; vamos, un film de esos que diríamos que es carne de videoclub si estaríamos en la época de los videoclubs.
Últimamente hay determinados términos que están muy de moda, uno de ellos es extended cut, vocablo que utilizamos para referirnos a la versión extendida de una película, un concepto que sale a relucir cuando notamos que un film ha pasado, en la sala de montaje, por las tijeras de algún productor. No nos engañemos, eso ha sucedido toda la vida, pero es ahora cuando estamos empezando a alzar la voz, hartos de que la versión que prevalezca sea la del productor y no la del director. Yo no se si "Curve" sufrirá de ese mal, pero todo me lleva a pensar que si. La película de Ian Softley (¿?) se divide claramente en dos partes bien diferenciadas, que poco o nada tienen que ver la una con la otra. Durante sus dos primeros tercios de metraje "Curve" es una especie de thriller en la linea de "Buried (Enterrado)" (Rodrigo Cortes, 2010), la mayor parte de la trama se desarrolla con dos personajes y casi por entero en una misma y angustiosa localización. Pero de sopetón, en el último tercio de película, "Curve" pega un volantazo y pasa a ser una especie de home invasion a lo "La última casa a la izquierda" (Dennis Iliadis, 2009), no cito la original de Wes Craven porque "Curve" no esta al nivel de la de Illiadis, como para llegar a la de Craven. El cambio de registro del film es muy extraño, e incluso inexplicable, no sabes muy bien como pasan de una cosa a otra. Pero lo que de verdad acrecenta mi teoría del tijeretazo en la sala de montaje es el anuncio que aparece en la caratula del DVD indicando que entre los extras se incluye "el argumento alternativo del film". ¿Argumento alternativo del film?... ¡Es que eso ni siquiera es un extended cut con metraje adicional que apoya la sinopsis ya existente, es directamente la misma peli pero con otro argumento!... Vamos, que al productor le gustaron tantísimo los dos primeros tercios de "Curve" que decidió coger el guion y hacer virar la cinta hacia otra parte que poco o nada tenia que ver con lo que hasta ese momento estábamos viendo. ¡Estupendo, no solo se cree él más listo, sino que nos considera a los demás directamente imbéciles! Así te va, campeón.
Seamos honestos, aunque centre mis iras en ese productor espabilado, "Curve" en realidad no funciona en ningún momento. Durante sus dos primeros tercios de metraje la cinta vive de un argumento: muy escaso, que está muy pillado con pinzas, y que no se lo cree nadie. Por no decir que cuando la peli tenia que generarme tensión, miedo o ira, lo único que me generaba era risa, y así mal vamos. Luego, cuando el film en su último tercio gira extrañamente en lo que a género se refiere, compruebas estupefacto como es mucho más interesante y estimulante lo que no te muestran que lo que te enseñan. Eso si, seguía sin creerme nada de lo que veía, eso por lo menos lo mantenían. Y luego todo se culmina con el clásico desenlace de fiesta de cumpleaños.
En resumidas cuentas, "Curve" es un despropósito, tanto en lo premeditado como en lo improvisado. Lo único capaz de llamar mi atención fue el hecho de que el villano del film tenia la misma fecha de nacimiento que yo. Casi hasta se me salta una lagrima de emoción por la coincidencia.
Isaac Paskual
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2 de junio de 2024
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Bajo el título «Curve», tenemos un subtexto interesante, referente al arco evolutivo que veremos procesar a la increíble protagonista de esta «road movie», Julianne Hough, quien exhibe un portentoso ejercicio de presencia en cámara y actuación, un nada despreciable reto en una película donde ella será, casi en su totalidad, el centro del foco de la lente del cinematógrafo Brad Shield. Un título que, en su traducción al castellano, el genitivo "de la muerte" sobra (siempre somos especialistas los «apañolitos» en «apañar» traducciones), pues de gran redundancia es, y no hace falta que en él nos anuncien que nuestra empoderada fémina andará (y valga esa redundancia, sí), como «puta en rastrojo» para salir airosa del «fregao» (bueno... ustedes investiguen lo que significa «curve» en ruso, polaco y otras lenguas eslavas... no es un chiste).

Pues bien, de curvas va la cosa... o sea que agárrense, porque si no se han puesto el cinturón de seguridad, saldrán volando por la ventana. Y eso es lo que les sucederá a los incautos espectadores que disfrutan con la aparente velocidad, a toda pastilla, a la que parece andar el «pacing» narrativo de la trama; y así... «¡catapún!»; porque es justamente en una curva, en un giro muy primerizo y, sobre todo inesperado (¡ahá, sorpresa de fresa!), en el que se hacen añicos dos bloques de expectativas: el de las (y los) que se ponen cachondos con la aparición del vaquero que está más buenorro que el pan, rubiales, musculitos y treintañero carilindo Christian Laughton (curioso porque este apellido se parece al término inglés "slaughter", que significa carnicero o carnicería), interpretado por Teddy Sears. El autoestopista guaperas, que ya antes de terminar el primer acto se revela ser quien es. Y, en segundo lugar, los que esperaban ahí ver una delirante odisea del tipo «Carretera al Infierno», o «Nunca juegues con extraños». Acabarán doloridos por las fracturas infligidas por el accidente que convertirá el resto de la cinta en una claustrofóbica, pero no menos angustiante y trepidante lucha de la Hough para salvar el pellejo.

Lo que hace imponente la presencia ante la cámara y, sobre todo, la actuación de Sears, es el descoloque que supone que el «enrollado» transeúnte se «convierte» en un implacable asesino. El inminente «peligro» de la chica ya no es una boda que se va quedando atrás, a medida que corre el metraje, sino el chalado a quien ha recogido a pie de carretera, porque le ha ayudado a arreglar el coche, un tropo, ese del príncipe azul auxiliador en ruta, tan clásico e icónico. Seguramente introducido con intenciones ácidas por parte de los coguionistas Kimberly Lofstrom Johnson y Lee Patterson.

En «The Night the Lights Went Out in Georgia» (1981), Mark Hamill interpreta a un personaje que también desafía las expectativas en una trama que combina elementos de misterio y thriller.
Aunque el contexto y los detalles de la trama son diferentes, ambas películas comparten a un personaje inicialmente atractivo y confiable que luego revela una faceta más oscura.

La tensión causada entre el «appeal» de Sears y aquello que se revela, no se diluye completamente: el conflicto irá operando en el subconsciente del espectador, dando combustible hasta el final al ritmo narrativo. El motor principal de la película.

El arco narrativo de la Hough es un tropo convencional, de cuento clásico de anochecer al lado de la lumbre, explicado por los «güelos» a los nietos. Acaso, ¿me sabrían decir las diferencias que ustedes podrían decirme que hay entre la Mallory y la Caperucita Roja? No vamos a donde tenemos que ir. Escapamos de la zona de confort que suponen todas las convenciones sociales (una boda), para salir cagando leches con el coche a darnos un respiro por ahí. Hasta aquí, Mallory, ¡¡muy bién, maja!! Aparece el Christian, amable, guapo, seductor (si el paralelismo con el «lobo feroz» no es descarado, que me compren unas gafas de ver de lejos). Este «lobo feroz», cuando se manifiesta, detona el paso de la primera fase del «paseo» de la Mallory (la huida de la rutina que para ella es el caos, el descoloque de todo, simbolizado en el pifostio de desorden que la chavala se tiene liado dentro del coche), a la fase chunga en la que ella tendrá que apañárselas solita para sobrevivir y, no sólo esto... no, no se trata sólo de escapar con vida del lobo, sino de darle «lo que se tiene merecido».

Nuestro depredador no va a la casa de la abuela para comérsela, pero entra en una cabaña donde hace de las suyas y más a un pobre matrimonio que vivía allí, y donde al agente de policía que había acudido en auxilio, lo veja y lo tortura también. La imagen del poli en una ridícula ropa interior, no hace más que provocar vergüenza ajena. Un claro simbolismo ridiculizante de la figura de la autoridad; la imagen de un agente de la ley (¿el leñador?) grotescamente caricaturizada. La caperucita, sin el leñador, tendrá que darle ella misma el castigo al lobo: empoderamiento femenino en toda la regla, rotura de estereotipos de rol a saco, a costa de mofarse de lo masculino, hasta que a mí mismo me chirriaron los oídos, los ojos y mi propia dignidad de varón.

En el proceso de evolución del tándem de protagonistas, hay claramente un transvase de roles: la víctima se convierte en victimizadora, y no para hasta estar segura de darle el estocazo final al toro: «¿que tu más jodío con saña? ¡pos yo te joderé aún más!» ¡Olé la Mallory!, rabo y orejas cortados, y paseíllo por el ruedo, aunque no tenga a nadie pa subírsela a los hombros. Su amiga del alma, la Katie (Madalyn Horcher), no estará allí para celebrarlo; sino comunicándose con ella como personaje de apoyo en la escena inicial, su conversación para contextualizar el «background» de la prota. Esta es la función que hace ahí la secundaria. Otra evidencia de que en este relato se usa tendenciosamente la atribución de roles funcionales a las féminas, y cuasi caricaturescos a unos hombres: uno como malo malísimo,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jordirozsa
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