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Sueños

Drama Susanne es dueña de una agencia de modelos en Estocolmo. Doris, su modelo más popular, tiene una discusión con su novio, Palle, justo antes de que ella vaya con Susanne a Gotemburgo para ser fotografiada en una nueva colección. En Gotemburgo, Doris se encuentra con un cónsul de edad avanzada, que ve en ella un parecido sorprendente con su esposa, ahora en un hospital psiquiátrico. El cónsul satisface los deseos de Doris, comprándole ... [+]
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
13 de noviembre de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante la cantidad de información de todo tipo y sus múltiples accesos, conviene de vez en cuando escoger con cuidado entre la vorágine. La mayoría de esa información audiovisual conforma una maraña de mediocridad sin contraste, sin profundidad, sin veracidad y sin sentido. Y aquí meto la información periodística, el cine, y la música. Lo de la información periodística es de una falta de calidad y profesionalidad que espanta, empiezo a dudar si es mejor no leer ni un solo periódico.

Pero vayamos al cine, y para escoger, depende del momento las películas del Bergman éste pueden ser una buena opción. Esta creo que no es de sus mejores películas pero me ha gustado, como todas las que he visto de él. El problema es que a la velocidad que va todo cuesta pararse un momento, relajarse y meter esa rodaja en el reproductor. Necesitas respirar hondo y concienciarte de que esa hora y pico no va a ser un desperdicio durante la cual podrías... digamos "vivir mejor la vida". Es como un esfuerzo de desactualización.

Pero lo bueno es que anunque sea del cincuenta y cinco de desactualización nada. De hecho es todo lo contrario, es de una modernidad imperecedera. Yo al menos viendo como están construidos esos personajes me siento como un paleto del siglo diecinueve. Su visión me parece futurista, esa frialdad nórdica afrontando conflictos sentimentales es brutal. Los rostros, sobre todo el de la protaginasta son de una hermosura helada. Hay maestría en ese blanco y negro, en esos planos luminosos, también hay una decacencia insoportable, hipermoderna. Cuesta penetrar en la cabecita de este director, tampoco importa, vale con ir viendo la película en calma, dejando que te diga lo que la de la gana sin ningún esfuerzo por entender, que te cree las sensaciones que la de la gana. Como mínimo te vas a llevar la visualidad, los ojos fríos y profundos de la prota, y la sensación de haber visto algo trabajado con gusto y con mimo.
Gepeto
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6 de noviembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces una fantasía o ilusión puede hacerse realidad, basta con desearlo profundamente. A dos mujeres dedicadas al lujoso mundo de la moda, se les ha concedido ese deseo.
A lo largo de todo un día las dos por separado harán realidad sus sueños, o al menos eso creen. De seguro que ninguna de ellas podrá predecir todos los acontecimientos que van a vivir desde que pongan los pies en Gotemburgo.

A Ingmar Bergman siempre le han obsesionado los sueños y las ilusiones, y en casi todas sus obras dichos temas toman una gran importancia, pero quizá nunca lo haya expresado con tal sutileza y sentido del humor como en "Sueños". Estamos a mitad de los '50 y el sueco lleva una carrera cinematográfica muy enfocada en el melodrama. Antes del film que nos ocupa había sorprendido a propios y extraños con la curiosa comedia "Una Lección de Amor"; bueno, hay que reconocer que en este terreno también sabía defenderse, y para demostrar tal cosa ahí está "Sonrisas de una Noche de Verano".
No quedaban muchos años para que el director nos dejara atónitos con obras maestras como "El Séptimo Sello", "Fresas Salvajes" o la memorable Trilogía del Silencio e hiciera hincapié en todos esos temas que serían un recurrente en su cine para la posteridad, sin embargo aquí, aunque se pueden ir percibiendo levemente ciertos detalles, hallamos a un Bergman en evolución, previo a su madurez como realizador, preparándose para dar el salto del clásico melodrama a un tipo de cine muy distinto.

En "Sueños" encontramos, efectivamente, un gran equilibro entre drama y comedia, presentándose a lo largo de toda esta historia. Una historia protagonizada por Susanne, la dueña de una agencia de modelos y Doris, una de sus empleadas; dos mujeres que no gozan de una vida sentimental muy satisfactoria. Tras tener la segunda una discusión con su novio, parte con su jefa a una sesión de fotos a la ciudad de Gotemburgo, y acabarán teniendo una extraña experiencia el mismo día. Doris, presumida y avariciosa, contempla las joyas y prendas de los escaparates, hasta que aparece un misterioso anciano que decide comprarlas para ella; Susanne, enamorada de un hombre casado, hace lo posible por encontrarse con él y compartir una tarde.
Premisa sencilla, personajes normales, sí, pero guardando una gran cantidad de detalles...sin duda la parte más inclinada a la comedia es la protagonizada por Doris, quien se ve reflejada en los cristales de las tiendas, cuando de la nada el cónsul Otto aparece y le compra un vestido, la invita a desayunar, a pasar un rato divertido en la montaña rusa; la chica vive una pura ilusión y pierde conciencia de la realidad. Lo de Susanne es pura tragedia, ya que su romance secreto con Henrik le provoca una sensación de gran sufrimiento, y al final es descubierto por la frígida esposa de éste.

Bergman construye un melodrama dándose un atisbo de lo que serían algunas de sus marcas de la casa. Empieza con el tedioso tic-tac de un reloj, que oiremos en muchas películas del sueco, el silencio y una sensación de agobio, provocada sobre todo por ese tripudo individuo que observa con lascivia a Doris, invaden la escena principal. Gotas del humor más sutil nos llevan al viaje emprendido por las protagonistas; a Susanne le viene la idea de la muerte, expresándose a través de imágenes que guardan dobles sentidos. La atmósfera se vuelve extraña cuando aparece Otto (un personaje que de algún modo me recordó a aquel hidalgo del "Lazarillo de Tormes", el cual finge ante la sociedad ser adinerado cuando en realidad es sólo un pobre desgraciado).
El cónsul, en este caso, posee riquezas, pero por dentro es un hombre infeliz, triste, por culpa de su despreciable hija, quedando el encuentro de ambos muy ambiguo. ¿Se encariña el hombre con Doris por ver en ella a una hija o por su tremendo parecido con su esposa, ingresada en un manicomio? Bergman posee un curioso concepto del castigo y del enfrentamiento con la realidad. Doris es codiciosa, caprichosa, sólo pide más regalos al cónsul, Susanne desea la muerte a la mujer y a los hijos de Henrik, y así, con el resonar del timbre de una puerta y de un teléfono, la fantasía de las dos mujeres se rompen en mil pedazos al mostrarse ellas tal como son.

Repiten con el director Eva Dahlbeck y Harriet Andersson, quien se convertiría en una de sus musas a partir de "Un Verano con Monika", ambas ofreciendo muy buenas interpretaciones, como también Gunnar Björnstrand, otro de los actores fetiche del sueco.
Bañada en la fotografía en blanco y negro de Hilding Bladh, se perfila esta deliciosa tragicomedia ambientada en lujosos y pomposos escenarios que cuenta con unos personajes principales bien definidos y donde, gracias a sus elementos psicológicos, la evolución de Ingmar Bergman hacia su cine posterior a los '50 se hace más palpable.

Muy significativa la escena donde vemos a Dahlbeck abriendo la ventana del tren y empapándose con la lluvia. Ocho años más tarde veríamos algo similar con Gunnel Lindblom en "El Silencio".
Chris Jiménez
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19 de abril de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los tantos largometrajes de perfil bajo del maestro sueco, que como muchos de esos otros trabajos han quedado eclipsados por sus magnas y reconocidas obras, que lo han dejado catalogado entre lo más alto de los directores más importantes en la historia de la cinematografía mundial.

Esta es su película número quince, realizadas por cierto apenas en un lapso de nueve años desde su debut en 1946, de hecho terminaría 1955 con el estreno de una obra más reconocida, Sommarnattens leende (Sonrisas de una noche de verano), que de hecho compitió y ganó un reconocimiento en el Festival de cine de Cannes del año siguiente.

Vale la pena mencionar ese dato porque ese es el primer premio alcanzado en un festival para Bergman, aunque ya había competido en tres ocasiones en Venecia y otra más en Cannes. Es así como el año 1955 se puede ver como un quiebre en la carrera del maestro sueco, a partir de ahí es donde alcanzará una gran relevancia a nivel internacional y conseguirá sus obras más reconocidas y sublimes.

Ahora bien, esto no quiere decir que antes de ese instante no haya tenido películas de calidad, por ejemplo: Fängelse (Prisión, 1949) donde dirige el primer guion completamente de su autoría, ni que decir de Sommaren med Monika (Un verano con Mónica, 1953) que será su primera colaboración con la actriz Harriet Andersson, y por supuesto que en esta época de buenas obras hay que meter Kvinnodröm (Sueños).

Este largometraje se centra en dos mujeres, Susanne (Eva Dahlbeck) que es jefa en una agencia de modelos, y Doris (Harriet Andersson), a quien podemos catalogar como su modelo estrella. Ambas se trasladan a Gotemburgo donde van a realizar la sesión de fotos de la nueva ropa de temporada. Para ambas el viaje será mucho más que algo laboral.

En realidad la excusa de Susanne es ir a este lugar para encontrarse con Henrik (Ulf Palme), el hombre con quien tiene un romance. Mientras que Doris conoce al Cónsul Otto (Gunnar Björnstrand), un misterioso hombre mayor que ella que comienza a darle regalos y con quien pasa casi todo un día.

Fiel a la costumbre de Bergman, Kvinnodröm se sostiene completamente por sus diálogos, que resultan ser maravillosos y cargados de sinceridad. El interés en este largometraje es escudriñar en las relaciones de ambas mujeres, la primera envuelta en una relación donde es la “otra”, mientras que Doris, en su juventud y habiendo terminado con su novio, encuentra en Otto una figura que hay que ver más allá de algo amoroso.

El drama está muy bien manejado y sustentado gracias a los ya mencionados diálogos, de hecho hay momentos muy fuertes e inquietantes dentro del relato, por ejemplo: el último momento en que Susanne y Henrik comparten escena; o cuando Marianne (Kerstin Hedeby), la hija de Otto aparece en el filme. Curioso lo de Hedeby que actúa muy bien el poco tiempo que pasa en pantalla, fue su única incursión como actriz.

Además el final está muy bien ejecutado, se puede resentir un poco que el personaje de Otto se pierde completamente, ese lado de la historia pareciera incompleto, aunque entendible porque es claro que no es el protagonista. En el caso de Doris su cierre tiende a ir hacia el lado más romántico y jovial, mientras que con Susanne, más tosco propio de la experiencia.

Sin duda Kvinnodröm es una muy buena película, que también resulta muy sencilla de ver, fluida y que llena al espectador, a pesar de no contar con temas más existencialistas propios de Bergman, si da de que hablar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
10P24H
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7 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta fascinante abordar cronológicamente la filmografía de Bergman. Después de películas tan distintas como la mítica “Un verano con Mónica” o “Noche de circo”, ambas de 1953 (confieso que no he podido ver “Una lección de amor de 1954), descubro “Sueños”.

Y, sobre todo, descubro a Eva Dahlbeck. A Harriet Anderson, la inmortal Mónica y a Gunnar Björnstrand (genial pastor en “Los comulgantes”) ya los había visto antes.

Eva, decía, es Susanne, editora de una revista de moda, elegante, reservada, exquisita en sus modales, sofisticada, y de una belleza ,madura cautivadora (en su época también fue modelo), pero locamente enamorada; un amor pasional hacia un hombre casado y con hijos con el que mantuvo una relación y por el que aún palpita. Maravillosa la actuación de Eva Dahlbeck.
Más allá de este hallazgo, la película contiene elementos puramente “bergmanianos”, salpicados con otros muy llamativos y esbozos de sus obras maestras posteriores.

En cuanto a lo llamativo:
-Reminiscencias “buñuelescas”: muy evidente en la historia del cónsul adinerado que regala a la bella modelo todo tipo de parabienes (carísimos) a cambio, en principio, de su compañía.
-sorprendente montaje a los Hitchcock, en el “infernal” paseo por el parque de atracciones, montaña rusa, expreso del pánico, y en el intento de suicidio Susanne en el tren.
- el paralelismo entre las dos historias de mujeres “amantes”.

Y no faltan los temas que le acompañan durante toda su obra y que irá puliendo en los siguientes años.
-El tema del tiempo, al comienzo, con el incesante tic-tac, omnipresente.
-El gusto por el silencio en determinados momentos; en los primeros 6 minutos, en la sesión fotográfica de las modelos no se dice una sola palabra.
-El tema de la pareja; aquí cabría el sexo, el desamor, la infidelidad,…
-Más adelante irá añadiendo la muerte (aquí se esboza en el cónsul y sus achaques), el sentido de la vida, la culpa, la existencia de Dios, el pecado,…

Respecto a la película en sí, contiene una narración sencilla, con dos historias casi paralelas, con dos mujeres como ejes centrales en dos relatos sentimentales amargos, en los que se hace un alegato en favor de la independencia de la mujer, con una incisiva capacidad para penetrar dentro del alma femenina y un gran interés en ahondar en la psicología de los personajes. Está muy presente la dicotomía ilusión (sueños)/realidad, como en “Un verano con Mónica”.

La dirección de actores, como siempre, es portentosa. Ninguno de los actores puede decirse que esté mal. Incluso los muy secundarios como el repulsivo obeso del estudio, o la chantajista hija del cónsul.

Parece ser que durante esta época se produjo la ruptura sentimental de Bergman con Harriet Anderson, algo que podría reflejarse en la relación de Henrik y Susanne, la magnífica Eva Dahlbeck (no me canso de elogiarla). En sus memorias, Harriet Anderson cuenta que ella quedó embarazada, algo que no le hizo ninguna gracia a Bergman. Para ella, en un gran momento de su carrera, tampoco era una buena noticia, con lo que acabó abortando, y la relación terminó zozobrando. Hay que escuchar los diálogos de Susanne, pues, con más atención si cabe.

En definitiva, es claramente inferior a sus obras maestras, pero en Bergman siempre hay apuntes interesantes, momentos de buen cine y hallazgos interesantes. De entre las llamadas "desconocidas" de esta primera época, una de las que más me han gustado.
Gabriel Ufa
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16 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos soñamos con una vida mejor, una vida donde se cumplen nuestros mejores deseos, nuestros anhelos más queridos, donde las expectativas que todos teníamos desde nuestra infancia se cumplan.

Bergman nos retrata en esta película los sueños más profundos del ser humano, en especial de dos personas, Susanne y Doris. Ambas trabajan juntas, la primera es dueña de una agencia de modelos y la segunda es una de sus modelos.

Susanne está enamorada y sueña con tener una vida junto a su amor, el problema es que él es un hombre casado y no se atreve a dejar su tranquila y racional vida, a pesar de que siente lo mismo que ella. Piensa incluso en el suicidio, la vida sin él no tiene sentido para Susanne, aunque mantiene una esperanza de que al final todo se solucione.

Doris es una chica joven, jovial y hermosa, que desconoce todavía el significado del amor, aunque tiene una pareja. Un día conoce a un cónsul que la adula y le hace regalos. Comienza entonces a soñar con una vida llena de lujos, de vestidos y joyas caras, donde la gente la envidiaría por todo lo que posee.

Asimismo, el viejo cónsul sueña con la juventud, esa juventud perdida hace tiempo, intentando recordar el amor que sentía por su querida mujer ahora encerrada en la habitación de un psiquiátrico. Doris le recuerda a ella, físicamente es indudable su parecido, retrotrae su deseo reflejado en ella, aunque sabe perfectamente que es un sueño vacío.

Es evidente que Bergman consigue que el espectador sienta compasión por todos los personajes. Nos metemos en su piel, compartimos sus deseos y anhelos con ellos al mismo tiempo, aunque sepamos que ninguno de sus deseos va a cumplirse. En realidad por eso son sueños.
Bermu
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