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Alexander Nevsky

Drama. Aventuras Siglo XIII. Relato épico sobre el príncipe Alexander Nevsky, que defendió victoriosamente el norte de Rusia del ataque de los teutones: la batalla se libró sobre la superficie helada del lago Peipus. También tuvo que hacer frente a la invasión de Rusia por el ejército mongol dirigido por Gengis Khan. (FILMAFFINITY)
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
13 de noviembre de 2009
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sensacional obra de arte de Eisenstein en la que demuestra que el poder de las imágenes, está muy por encima del argumento. Corría el año 1938 y el pacto de no intervención militar entre la Unión Soviética y Alemania estaba a un sin firmar, esto disparó las alarmas al país de Stalin en consecuencia también del incipiente poder nazi que iba en aumento y que ya se sabía que era cuestión de meses el que empezaran a entrar en países a la fuerza, entonces había que enviar un claro mensaje a Hitler para que supiera que si tenía la intención de entrar en el país soviético les expulsarían con las armas. Por eso el gobierno ruso decidió encargar al director más prolífico del país, al gran Eisenstein, una película de clara propaganda para demostrar la fuerza patriótica y militar del pueblo ruso, entonces el cineasta volvió a hacer otra obra maestra propagandística igual que había hecho anteriormente con “El acorazado Potemkin”.

Es un film donde el arte cinematográfico brilla aún nivel esplendoroso con una belleza plástica en su puesta en escena y con una música de Serguei Prokofiev en la que cada plano va casi al mismo compás que las notas musicales, que hace que sea pura poesía fílmica y en la que todos los movimientos de cámara y los movimientos de los personajes hacen que parezca que estemos viendo un ballet. El ritmo es increíble con un manejo en el montaje muy hábil, como siempre en Eisenstein, en el que nos cuenta la historia a través de él sin mover apenas la cámara, exceptuando algunos travellings para mostrar los cadáveres de la batalla o para la llegada triunfal del ejército ruso. La secuencia de la batalla del lago helado de 37 minutos, es una de las mejores escenas de batallas de la historia del cine sin lugar a dudas y forma parte del olimpo del cine con toda justicia. Es una obra maestra en la que la forma tiene mucha más importancia que el argumento, y eso en el arte cinematográfico es lo más importante.
john thorthon
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27 de julio de 2009
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
267/34(25/07/09) El genial cineasta ruso Sergei M. Eissenstein nos obsequia aquí con la histórica y colosal épica batalla del lago Peipus en el S. XIII. La cinta es un producto propagandístico encargado por Stalin para exaltar el espíritu patriótico ruso ante la más que posible invasión por los nazis, luego llegó el tratado de no agresión entre los dos regímenes totalitarios, se retiro de la circulación el film para volver a las pantallas soviéticas cuando los alemanes pusieron en marcha la Operación Barbarroja. La película hay que encuadrarla en este contexto donde lo que se nos cuenta es el intento de invasión por parte del ejercito teutón de Rusia y como los pueblos piden la ayuda al príncipe Alexander Nevsky (Nikolai Cherkasov, el mismo que años después dio vida a Ivan El Terrible) para que los guie a la victoria sobre las hordas nibelungas, Alexander decide llevar la batalla al lago helado Peipus donde intentara aprovechar la orografía conocida en su beneficio. La cinta está marcado por su nítido mensaje, los malos malísimos son alemanes, o sea como los nazis, los vemos en medio de liturgias católicas y les acompañan en la contienda sacerdotes, o sea uno de los demonios del comunismo, la religión, Nevsky decide echar mano de los granjeros y agricultores para su ejército, lo que viene a ser el proletariado, la que se suponía la fuerza de Stalin. Eissenstein crea una obra magna donde el movimiento épico de masas es sublime, en el que demuestra ser un Maestro del montaje, donde se nos muestra la recreación de una batalla espectacularmente, una coreografía descomunal, todo ello acompañado por una banda sonora de Prokofiev magnífica, una Obra Maestra del cine, de la que han bebido muchos músicos, con un vestuario sobre todo de los alemanes antológico. Bestial resulta la escena de cuando los teutones han tomado una ciudad y departen su salvaje “justicia”, unos planos y un dominio de la fuerza de la imagen soberbia. Los diálogos y exaltaciones resultan algo pueriles, claramente maniqueos y enfocados sin ningún remilgo a su misión de exaltación nacionalista. Curioso es que los comunistas echaran mano de un religioso santificado para excitar al patriotismo. Recomendable a los que gusten films épicos con batalla. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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3 de abril de 2010
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los tocayos Eisenstein y Prokofiev firman su ópera cinematográfica Alexander Nevski en 1938, sin alcanzar la perfección. Pero firman una obra de arte audiovisual, sin duda, sobresaliente.

Fotogramas imborrables. Acordes. La Fotografía como arte en sí mismo. Música. Magnetismo en los claro oscuros. El cielo ruso. El cielo que ocupa la pantalla casi en su totalidad. Los silencios. Los teutones como alegoría a los nazis del momento, parecen haber bebido de las hordas del Ku Kux Klan de “El Nacimiento de una Nación”. Porque Eisenstein, maestro de Griffith, es también aquí alumno de unos cuantos, tras haber aprendido en California y Mexico lo poco que le quedaba por aprender. Aquí se atreve con el travelling al final de la película, por ejemplo, aunque no se aprovecha de él todo lo que hubiese podido en esta obra épica a mayor gloria del régimen comunista, que le encargó y limitó el film. La iglesia, la orden teutona con sus cascos infernales de garras y cruces, sus capas y caballos fantasmagóricos… ¿cabe hacer más arte de un pastiche propagandístico?

Lo que en principio debía ser un film-advertencia ase convierte en una sinfonía audiovisual arrebatadora, de una belleza plástica difícil de superar. Maestro del ritmo y el montaje, Eisenstein vuelve a dar lecciones en cada secuencia y filma una batalla en cuarenta minutos que pasan como un soplo. Hasta que Gibson se rodara a sí mismo liderando las hordas escocesas, no ha tenido discípulo en un campo de batalla, a cota de malla, espada, hacha, garfio, pértiga, escudo, lanza y garrote. Ni cámara al hombro ni leches. Una grúa y se acabó. Apenas sin mover la cámara, logra bailar con su tocayo en este virtuosismo lírico que es un ballet ruso impecable, conmovedor y soberbio.

No es perfecta, ni de lejos. Claro. Es arte.
Rick el acomodador
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26 de agosto de 2009
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta conmovedora película constituye un auténtico recital de la puesta en situación, demostrativa de que su autor poseía una sabiduría impresionante de su oficio. Todos los cineastas posteriores que merecen tal nombre han bebido en las fuentes inagotables del maestro letón: en eso constituye precisamente ser un clásico.

Alexander Nevski es la mejor conjunción entre música e imagen que se ha alcanzado en el arte cinematográfico. El dominio del montaje es apabullante. Cada plano es un ejemplo de arquitectura en el que los personajes y las situaciones se definen por sus líneas geométricas: un estilo de sumo virtuosismo que alcanza la cumbre en la secuencia de la batalla, inmortal y mil veces imitada.

En resumen, para quienes aún mantengan dudas sobre el hecho de que el cine fue el arte más importante del siglo veinte, culmen y superación de las demás, esta es la obra fundamental para eliminarlas. No es la mejor película de su autor, siempre genial e imperecedero, pero sí la más emocionante.
drelles
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5 de marzo de 2013
16 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y ni siquiera lo es. Agitprop, propaganda comunista, digo. Esto es nacionalismo rancio sin más.
No es una buena película, ni aún poniéndola en su contexto (1938) o viniendo de quien viene. Personajes no ya planos, sino meros arquetipos: los alemanes, malos malísimos e inhumanizados, con esos cascos que ocultan su rostro, rodeados de cruces. Los rusos, variados tipos pero, en fin, rusos, por lo que todos buenos. Los ricos un poco menos, los campesinos y la gente del partido... digo, los nobles, un poco más. Y por encima de ellos el gran líder, o sea, Stalin, quiero decir... Alexander Nevsky. Ese ser infalible de cuya boca no salen sino sentencias cargadas de razón, valentía y humildad. Pero por encima incluso de estos patriotas está la "sagrada" Rusia, la tierra a la que hay que defender a toda costa.
Los paralelismos con la política de la época en que se rodó son tan claros que sonrojan, incluso en algunas ocasiones se dejan ver cruces gamadas medio ocultas entre otros adornos. Imagino que al año siguiente, cuando ambos regímenes se hicieran amigos con su famoso pacto, esta película dejaría de exhibirse... Con todo, a los nazis no les hubiera ido mal visionándola antes del 41.

Por lo demás, ni artísticamente ni en el apartado de la recreación histórica se aleja de lo mediocre. La escena de la batalla me parece francamente mala (sí, vista desde el presente, pero... ¿lo es o no?). Sólo se salvan dos cosas: algunos primeros planos poderosos, que transmiten odio, miedo o vigor, casi expresionistas, y la -no siempre- magnífica banda sonora compuesta por Prokofiev.

Poco más que decir. Si alguien disiente de mi crítica agradecería que hiciera el favor de ver la película primero, y no se dejase guiar ni por las críticas aquí vertidas ni por el nombre de Eisenstein.
ciudadano
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