El imaginario mundo del Dr. Parnassus

Hacía mucho tiempo que la industria no nos deleitaba con una cinta llena de imaginación visual y emocional. Su autor ampliamente conocido por su particular visión de la realidad, en esta ocasión aunque su historia es más acrobática y visual que nunca, es menos cerrado su imaginario y porta al espectador en un viaje delicioso y fecundo de fantasía; necesario en los tiempos que corren.
Sin olvidar que es un fantástico IN MEMORIAM que inmortaliza con sus mejores galas a Heath Ledger.(Claudia Torres)

Pienso que para descifrar la lectura, el imaginario del cineasta y antiguo miembro de los “Monty Python” Terry Gilliam (“Las aventuras del Barón de Munchausen”, “Brasil” o “12 monos”) en su reciente film, es preciso tener mucha atención a los diálogos de esta cinta, que lo reflejan todo. Inclusive la idea de no hacerse uno “sombra en el devenir de la vida”, muy bien metaforizado a través de un circo guiado por el Dr. Parnassus (Christopher Plummer).

La apuesta que debe saldar el Dr. Parnassus con el diablo Mr. Nick de encontrar doce discípulos para el poder de la imaginación y poder transmutar la vida en eterna, amén de las cinco almas para la juventud perenne (su hija Valentina); encontramos a la larga una serie de preguntas que originan la casuística de este film. ¿Por qué morir? ¿Por qué vivir?

Y es que cuando el inquieto Tony (Heath Ledger, a quien está dedicado el film) —Johnny Depp en la primera transformación— no sabe su nombre y que no es otra cosa que la sinécdoque de la equivalencia, está claro que, ante todo, es preciso “buscar un lugar para pensar con claridad”.

A la larga el mundo en el que vivimos (el del doctor Parnassus, como metáfora) es finito. Un cosmos perecedero donde el imaginario colectivo, imagina, aunque tiende suponer lo ya simbolizado o soñado ¿para nada? Desde esta perspectiva y como lo escuchamos al final del film por Parnassus. “Todo ha cambiado, este es mi destino: No encontrarlo nunca”.
Gonzalo Restrepo Sánchez (Film critic. Barranquilla. Colombia)

Esto es lo que representa para los que lo siguen, este film de Terry Gilliam. Ni es el más original (de hecho está cerca de ser el menos), ni es el mejor, ni el más entretenido, ni el más visual; pero es más que aceptable, te hace reflexionar y te fascina su polivalencia.

¿Lo mejor? Sin duda el sexteto protagonista, entre Heath Ledger, Chrisopher Plummer, Lily Cole, Tom Waits, Verner Troyer y Andrew Garfield, generan una historia a tres bandas que engancha. Ledger demuestra de nuevo que vale (valía) para esto, Plummer no destaca pero cumple, y tanto Cole como Garfield dejan unas sensaciones muy prometedoras.
De forma opuesta, la presencia de Jude Law y Johnny Depp es un mero homenaje a Ledger, ya que restan más que suman. No así la de Collin Farrell, quién por lo menos hace un papel de cierta dignidad en el desenlace.

Gráficamente, por otro lado, Gilliam aprovecha las nuevas tecnologías, pero recrea su "imaginario" personal en el escenario ambulante del Doctor. Allí, toda una serie de artilugios y cachivaches se acumulan cual si de vertedero se tratase. Y esto no hace más que enriquecer un escenario, en el que algo se echa en falta durante todo el film.

Por último, la presencia de Tom Waits es condición Sine Qua Non para el funcionamiento de la cinta. No la de su personaje, sino la suya; es un papel totalmente a su medida. Y por supuesto está inmaculado.

Original película del afamado director de 12 monos Terry Gilliam, cuyas obras pueden calificarse de surrealistas, creadas por una genial mente enferma. Se trata de la historia de un circo un tanto peculiar, cuyo protagonista es Heath Ledger, comúnmente conocido por su suicidio y por el papel de "Joker". La película prometía más con él y sin tanto cambio de actor, su repentino fallecimieto dio lugar a un cambio de guión en el cúal 4 actores diferentes interpretaban a una misma persona, en diferentes realidades.
Palabras clave: Imaginario, locura, abstracto.

Puede ser la palabra que más la define, ya que la película es un elemento difícil de atrapar, huye a ratos del entendimiento parcial del que estamos acostumbrados en el cine hoy. De orden extraño, dinámica, no hay momento de paz o de reflexión alguna. Además de la presencia de los actores, me parece que tanto el vestuario como los distintos escenarios arman la película y la hacen única. Sin duda no hay que dejar de verla.