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No se aceptan devoluciones

Comedia. Drama Valentín, un tipo mujeriego, soltero y egoísta, de repente, tiene que hacerse cargo de una hija a la que no conocía, fruto de una aventura ocasional. Decidido a devolverle la niña a su madre, emprende un viaje con ella a Los Ángeles, pero la convivencia con la niña acaba transformándolo en lo más íntimo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 70
Críticas ordenadas por utilidad
7 de junio de 2014
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto bastantes películas de las que no me siento orgulloso, pero creo que puedo decir sin equivocarme que es la peor película que he visto en mi vida.

Cinematográficamente hablando la película es correcta si bien no enseña nada nuevo. En cuanto al argumento no tiene por donde cogerlo, tiene todos los elementos de una mala telenovela condensados en 2 horas de metraje. Con esto tenemos una película que carece de sentido. Personajes que cambian su personalidad de un minuto a otro haciéndolos poco creíbles y con un final que me causó hasta risa de lo mal llevado que está.

En conclusión, si tu intención es perder 2 horas de tu vida creo que hay mejores películas de serie B ahí esperándote.
Nickair
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23 de noviembre de 2017
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
esta película tiene entre comedia y tristeza, ya que te hace reír muchísimo pero también tiene escenas un poco tristes. la historia en pocas palabras es sobre un hombre que es irresponsable, mas tarde llega a su vida una niña que lo hace cambiar de todo a todo le hace hacer cosas que jamas había hecho y le toma un cariño enorme.
esta película es protagonizada por Eugenio Derbez que es un excelente actor y esta misma tuvo muchísimo éxito ya que cada cosa que hace es para beneficiar a la niña (su hija en la película) y esto para nosotros los espectadores es muy conmovedor, en especial la niña ya que llega a causar cierta ternura por como actúa, el como hace las cosas y como ayuda a su papà de una manera grandiosa aun siendo una pequeña.
esta película sabe perfectamente jugar con las emociones del espectador sin que el mismo se sienta manipulado continuamente, es una de las cosas que mas me gusta de la película ya que la niña de verdad logra tocar tu corazón y hacerte sentir muchísimas emociones en tan solo un rato.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
maria
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20 de septiembre de 2013
8 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toda una tragicomedia, emotiva, divertida... Como la vida misma. Parece una historia real. Realmente no me lo esperaba, me ha llegado al alma.

Acabas de verla y tienes unas ganas locas de abrazar a tus hijos, tu pareja... Todo lo que actualmente tienes pero no valoras suficiente.

Las enseñanzas de la vida y la manera de entenderlas las diferentes posturas ante ella, los conflictos internos, la "equidad" de la justicia, los traumas y anhelos, todo está fantásticamente plasmado en esta película. Con humor y con mucha sensibilidad. Vamos, que la recomiendo al 100 %.

Te da un buen mensaje de que todos pasamos problemas y alegrías en la vida, y de que ésta es, por decirlo de alguna manera, incuantificable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
run1492
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30 de abril de 2014
4 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El problema del cine porno (si es que realmente tiene alguno) consiste en que sus películas chocan frontalmente con la concepción racional (?) con la que nos acercamos a una pieza cinematográfica. La experiencia puede causar daños irreparables en la psique del espectador desprevenido. Por ejemplo, ¿por qué demonios se tiró el fontanero a la solitaria ama de casa a los pocos segundos de haberla visto? ¿Por qué aquel portentoso semental se sintió de repente atraído por el género humano? ¿Por qué aquel alienígena usó sus súper-poderes divinos sólo para introducirse en el chumino de aquella sexy investigadora? ¿Por qué le comieron lo de abajo cuando él sólo fue ahí a por trabajo? ¿Tiene alguno de estos casos algún tipo de sentido? Por supuesto, no. Porque cuando el guionista (?) escribió el guión (??) no lo hizo guiado por sus neuronas, sino por testículos.

Su producto debería analizarse pues con las mismas partes nobles. A la mierda las explicaciones, si el sagrado mástil se levanta, es que la cosa funciona. No hay más. Prohibido quejarse... menos aún cuando aparecían en pantalla aquellos dos rombos que no hacían más que indicarle a la audiencia el chip que debía activar para la correcta ingestión del plato servido: ''Lo que está a punto de ver no se dirige a lo que tiene por encima del cuello... sino a lo que tiene por debajo de la cintura.'' Entendido. Pero claro, las reglas están para saltárselas. En esta creencia viven los tramposos... algunos hasta consiguen prosperar sirviéndose de ella, porque aplican dicho mantra sin pudor alguno. Es como si un adulto compitiera en un concurso de matemáticas contra un grupo de chavales de cinco años, o sin un club de fútbol endeudado hasta las cejas se dedicara a fichar a los mejores jugadores del mundo (espera...). Seguro que arrasa... claro, ¿y quién coño no lo haría?

'No se aceptan devoluciones' viene haciendo lo propio en una taquilla que muy peligrosamente está refrendando sus igualmente peligrosos argumentos (lo cual no hace más que ahondar en la preocupante brecha que a veces separa a la crítica especializada con el gran público). Se trata de una comedia (?) que poco después se transforma en drama (?)... pero que en realidad (y ahí está la trampa) es una porno. Más box office: ¿Por qué fue 'Garganta profunda' un éxito a escala mundial? Por la conjunción astral de una época (los todavía desinhibidos y ya desengañados setenta) con unas reglas del juego listas para ser literalmente violadas: combinación ganadora, ya se vio. La película se coló en el circuito comercial... cuando seguramente había estado concebida, en una noche de borrachera, por la punta del miembro viril de Gerard Damiano, el por aquel entonces más listo de la clase. El pene de Eugenio Derbez, celebrity de la caja tonta (tontísima) mexicana, por lo visto, funciona igual de bien.

Los espectadores que han pasado por taquilla para ver su última creación se cuentan a docenas de millones, y la cifra va en aumento. El ego del artista, a buen seguro, también. Sólo así se explica que el crapulilla al que da vida en 'No se aceptan devoluciones' se lleve a la cama a todas las féminas que se alojan en el hotel que él ha invadido. Visto con los ojos (y no con los genitales), salta a la vista que se unta el cabello en agua oxigenada con tal de darle un tono de rubiales-surfero; es obvio también que su cuerpo hace tiempo que le pide un par de kilos menos, y que el rollo hippie que se trae se corresponde más al del más palurdo y casposo de los perezosos que además se niega a afrontar la crisis de los cuarenta... que por cierto debe asolarle dese hará ya unos diez años. Hagan los cálculos, la verdad está ahí fuera, en las arrugar y en los michelines.

Pero todo esto a ellas les encanta: será por sus pocas luces; será por el tan erótico complejo de Peter Pan que adolece el personajillo; será porque a veces la vista se nubla, el cerebro se desconecta... y toman el mando las hormonas. Llámese juego pornográfico. ¿Ofensivo a la inteligencia? Por supuesto, pero se perdona cuando la película advierte de sus verdaderas intenciones. Por desgracia, 'No se aceptan devoluciones', lejos de jugar limpio, se abona al despiste durante hora y media larga (larguísima)... Al chulo-piscinas se le acaba la fiesta cuando uno de sus ligues aparece nueve meses después de su primer y único (y apasionado) encuentro con una criaturilla en brazos que por lo visto lleva su firma genética. La muy golfa, además, aprovecha la primera ocasión que se le presenta para poner pies en polvorosa y no mirar atrás. ¡Horror! El solterón de oro se convierte, en un abrir y cerrar de ojos, en padrazo a la fuerza... Sí, perfecto, pero todo esto está ahí sólo para llegar a un desenlace que, en el mejor de los casos (y tirando de ironía), cabría tildar de antológico.

La recta final, imprescindible para entender el fenómeno de masas en que se ha convertido este filme, destapa, sin vuelta atrás que valga, las verdaderas intenciones de Eugenio Derbez. Y con el porno nos topamos de nuevo. Lo que había empezado como una comedieta de domingo por la tarde sobre el miedo a hacerse mayor (así como a todas las responsabilidades inherentes a dicha etapa), efectúa un giro tosco hacia los territorios del melodrama para finalmente aterrizar, de la forma más grotescamente imaginable, en una montaña de carnaza en pleno estado de putrefacción. Dantesco, apocalíptico... El proceso, durante el cual Derbez no se cansa de citar torpemente a un sinfín de referentes que quedan muy por encima de él, se antoja sencillamente como un via crucis. La línea de meta, como ya se ha dicho, es para enmarcar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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22 de octubre de 2013
3 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquí va un extracto de un buen libro “académico”. Entiéndalo quien lo pudiere entender. Donde diga [música] cámbienlo por [películas], donde diga Mozart ó Haydn pongan Alfred Hitchcock, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola o el mejor director que gusten.

-Señor Pablo -le dije-. Usted es amigo de Armanda; éste es el motivo por el cual yo me intereso por usted. Pero he de decir que usted no me hace la conversación precisamente fácil. Muchas veces he intentado hablar con usted de música; me hubiera interesado oír su opinión, sus contradicciones, su juicio; pero usted ha desdeñado darme ni siquiera la más pequeña respuesta.

Me miró riendo cordialmente, y dijo con toda tranquilidad:
-¿Ve usted? A mi juicio no sirve de nada hablar de música. Yo no hablo nunca de música. ¿Qué pude responderle a sus palabras tan inteligentes y apropiadas? Usted tenía tanta razón en todo lo que decía... Pero vea usted, yo soy músico y no erudito, y no creo que en música el tener razón tenga el menor valor. En música no se trata de que uno tenga razón, de que se tenga gusto y educación y todas esas cosas.
-Bien; pero, entonces, ¿de qué se trata?
-Se trata de hacer música, señor Haller, de hacer música tan bien, tanta y tan intensiva, como sea posible. Esto es, monsieur. Si yo tengo en la cabeza todas las obras de Bach y de Haydn y sé decir sobre ellas las cosas más juiciosas, con ello no se hace un servicio a nadie. Pero si yo toco un shimmy de moda, lo mismo da que sea bueno o malo, ha de alegrar sin duda a la gente, se les entra en las piernas y en la sangre. De esto se trata nada más.
-Muy bien, señor Pablo. Pero no hay sólo música sensual, la hay también espiritual. No hay sólo aquella que se toca precisamente para el momento, sino también música inmortal, que continúa viviendo, aun cuando no se toque. Cualquiera puede estar solo tendido en su cama y despertar en sus pensamientos una melodía de La Flauta encantada o de la Pasión de San Mateo; entonces se produce música sin que nadie sople en una flauta ni rasque un violín.
-Si, señor Haller. También el Yearning y el Valencia son reproducidos calladamente todas las noches por personas solitarias y soñadoras. Usted tiene razón, todos estos seres solitarios, yo les concedo a todos la música muda, sea el Yearning o La Flauta encantada o el Valencia. Pero, ¿de dónde han sacado, sin embargo, estos hombres su música solitaria y silenciosa? La toman de nosotros, de los músicos, antes hay que tocarla y oírla y tiene que entrar en la sangre, para poder luego uno en su casa pensar en ella en su cámara y soñar con ella.
-Conformes -dije secamente-. Sin embargo, no es posible colocar en un mismo plano a Mozart y al último fox-trot. Y no es lo mismo que toque usted a la gente música divina y eterna, o barata música del día.
Cuando Pablo percibió la excitación en mi voz puso en seguida su rostro más delicioso, me pasó la mano por el brazo, acariciándome, y dio a su voz una dulzura increíble.
-Ah, caro señor; con los planos puede que tenga usted razón por completo. Yo no tengo ciertamente nada en contra de que usted coloque a Mozart y a Haydn y al Valencia en el plano que usted guste. A mí me es enteramente lo mismo; yo no soy quien ha de decidir en esto de los planos, a mí no han de preguntarme sobre el particular. A Mozart quizá lo toquen todavía dentro de cien años, y el Valencia acaso dentro de dos ya no se toque; creo que esto se lo podemos dejar tranquilamente al buen Dios. Pero nosotros los músicos tenemos que hacer lo nuestro, lo que constituye nuestro deber y nuestra obligación; hemos de tocar precisamente lo que la gente pide en cada momento, y lo hemos de tocar tan bien, tan bella y persuasivamente como sea posible.
El libro en cuestión libro es “El lobo estepario” de Hermann Hesse.
carromilla
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