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Poder y traición

Drama. Intriga Un joven (Ryan Gosling) empieza a trabajar como jefe de prensa de un prometedor candidato (George Clooney) que se presenta a las elecciones primarias del Partido Demócrata. Durante la campaña tendrá la oportunidad de comprobar hasta qué extremos se puede llegar con tal de alcanzar el éxito político. Adaptación cinematográfica de la obra teatral "Farragut North" de Beau Willimon. (FILMAFFINITY)
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Críticas 165
Críticas ordenadas por utilidad
9 de marzo de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El juego de la democracia es sencillo, hasta un niño podría entenderlo. Existen varios candidatos que deben conquistar el favor de la gente con derecho a votar. Hay una población / comunidad / nación que debe gobernarse, y este privilegio -o responsabilidad- recaerá en la persona cuyas ideas y planes supongan un mayor beneficio común. No importan sus orígenes, ni su aspecto físico, ni los medios de los que disponga en la vida privada. Todo participante empieza con las mismas posibilidades de victoria, y debe confiar solamente en la honestidad, nobleza y bondad de su discurso. Si reúne estos requisitos, el éxito está más que garantizado, pues la verdad y el bien siempre acaban imponiéndose...

... y si alguien se lo cree, es su problema. Quizás en este mundo cruel sigue existiendo un pequeño hueco para todos los ideales mencionados, pero no menos cierto es que este supuesto exige contemplar la existencia intrínseca de otro juego. Más despiadado, más turbio, más malvado, más injusto. En el juego de votos, el que más importa, hay quien lucha con valentía, con nobleza, con bravura... y muere. Hay quien se remite a la frialdad e irrefutabilidad de los números... solo para que se le escupa a la cara. Hay quien gana todas las batallas... y pierde la guerra. Hay incluso quien intenta cambiar (o al menos denunciar) el sistema... y como por arte de magia, la cabeza se le desprende del resto del cuerpo.

Para su nuevo proyecto como director, George Clooney nos habla de estos dos modos de entender la política, encarnados en apariencia por los dos protagonistas de la historia. Uno de ellos, un ambicioso y enérgico asesor, sabe perfectamente qué significa tener que ensuciarse las manos para conseguir llegar victorioso a la línea de meta. El otro, un prometedor candidato del partido demócrata, cuyo estelar ascenso parece llevarle directamente a la Casa Blanca, desde la cual puede llegar a materializar una verdadera y significativa revolución social. Antes de que las aspiraciones de uno y otro dispongan siquiera de la ocasión de hacerse realidad, debe superarse el escollo de unas elecciones primarias con trampa.

Así se nos presenta 'Los idus de marzo', cuarto filme como director en la carrera de una de las figuras más notorias del Hollywood contemporáneo. Una estrella en el firmamento norteamericano que en todos sus trabajos detrás de las cámaras, ha reflexionado desde distintos prismas sobre el bocado más apetitoso al que cualquiera puede aspirar: el poder. Con mayúsculas, aunque no hace falta escribirlo así. Cómo puede conseguirse, cómo nos enfrentamos a él, cómo se usa, cómo afecta al que aspira a él... o al que lo tiene. Las paranoias soviéticas de uno de los padres de la telebasura, la lucha contra la tiranía desde la pequeña pantalla, la concepción de uno de los mayores espectáculos del mundo y ahora la carrera por las presidenciales.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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11 de marzo de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
George Clooney vuelve a ponerse detrás de la cámara y a retomar el discurso político que tan buen resultado le diera en 2005 la brillante "Buenas noches, y buena suerte".

Clooney es un tipo comprometido con los asuntos públicos y gubernamentales de su país y se mueve con habilidad y estilo en este género, la historia de este candidato perfecto, cuya voz es la del propio actor, quizá juega a ser demasiado majestuosa, lo cual la pierde y la aleja del espectador en algunos momentos, pero ciertamente alcanza niveles notables de calidad cuando se centra en los ajetreos impúdicos que se mueven en toda campaña electoral que se precie.

Apoyada en un magnífico reparto de secundarios de lujo, que hacen más creible el mensaje de un film que pone de manifiesto que nadie está a salvo de sus actos, siempre habrá que ser concesivo si se aspira al liderazgo, no se puede lograr solamente con buenas intenciones, la idea no es nueva, pero la habilidad de mostrarse en un momento de crisis planetaria, en el que la gente parece tomar conciencia de que los líderes mundiales obedecen a intereses ocultos que los superan, es del todo un acierto.

Un film para tener en cuenta, el Clooney director tiene tanto encanto como el Clooney actor, solventa sus carencias con grandes dosis de carisma y lo que es más importante, a base de trabajo sigue creciendo en ambas direcciones sin un techo aparente que le limite, cierto que no es mejor film que "Buenas noches, y buena suerte", pero sigue el mismo itinerario y le permite justificarse y seguir en primera linea de fuego, sin duda, el principal objetivo que persigue todo creador de tan peculiares características.
alcaide
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14 de marzo de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que George Clooney es un actor comprometido ya lo teníamos asumido. Lo demostró poniéndose al teléfono para recaptar fondos tras el desastre de Haití y lo demuestra con cada una de sus acciones solidarias. Es algo que va prácticamente ligado a su imagen de seductor. Parte de la vena altruista la ha querido explotar también en algunas de sus incursiones detrás de la cámara. Se inició en la crítica y la reflexión políticas con Buenas noches, y buena suerte y ahora con Los idus de marzo persiste en el empeño de trasladar a la pantalla sus férreas convicciones progresistas. Pero lo que sin duda demuestra este último filme es que Clooney tiene mucho más que aportar al mundo del cine como director que como galán.

Con Los idus de marzo consigue su película más redonda. Lejos de la trascendencia que perseguía sin tapujos la notable Buenas noches, y buena suerte, aquí el ejercicio de cavilación viene disfrazado de apasionante drama con tintes de thriller político sabiamente dosificados. No es una película complicada pero sí inteligente, meticulosamente estudiada y que nos adentra en los entresijos de la política estadounidense. Durante el metraje parece que asistamos a un episodio extendido de El ala oeste de la Casa Blanca. Lo recuerdan los diálogos, ágiles y cien por cien disfrutables, al más puro estilo Sorkin, y lo recuerda también la descripción del líder, con un poder relativo y frágil, dependiente y en manos de un equipo asesor que finalmente es el que maneja todos los hilos.

Porque el protagonista de la cinta no es el personaje de George Clooney, un aspirante demócrata que por sus ideales más bien utópicos parece escrito en exclusiva para el actor. Aquí el que lleva el peso de la campaña y también de la película es el director de comunicación, encarnado por un Ryan Gosling que, como Fassbender, está aprovechando al máximo su buena racha cinematográfica. Él es un joven treintañero con una prometedora carrera por delante, pero que de pronto se verá inmerso en una serie de dilemas que pondrán a prueba sus escrúpulos. Entre la espada y la pared, su imagen de gran profesional se verá cuestionada por un sistema plagado de intereses y traiciones.

Que el poder corrompe y transforma incluso a los más incorruptibles es algo que los ciudadanos de a pie ya tenemos asumido. Gracias al filme, asistimos a una sesión en la que se hipoteca sin rubor el futuro de los más jóvenes a sabiendas de que no tienen capacidad de voto o al discurso impoluto de un candidato sobre la pena de muerte, aparentemente improvisado, que responde más a los intereses que a las convicciones. Lo verdaderamente inquietante de la propuesta de Clooney no son los señuelos propios del thriller. Lo realmente aterrador es su parecido más que razonable con la realidad, su reflejo de un cinismo que va engrasando cada una de las piezas de una maquinaria política que nos vendieron como perfecta.
polvidal
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14 de marzo de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que una figura pública tan reconocida como George Clooney, con una personalidad política tan identificable (aunque no explotada por él), consiga con Los Idus de Marzo una película tan objetiva, tan ajena al pancartismo, tan adulta en sus conclusiones sociales... es la primera evidencia de que con este filme asistimos a una respetable crónica política, que sugiere más que ataca, que define más que destruye.

Pero eso también ocurría en otra película de este sutil director, Buenas Noches y Buena Suerte, aunque en aquella ocasión el tono era algo más nostálgico (y no sólo por el uso del blanco y negro). Aquí, y alejándose por completo de los peligrosos abismos del sensacionalismo, Clooney ha construido, basándose en una espléndida obra de teatro, una crónica sencilla y nada evidente sobre el poder y (el precio de) la gloria, sobre cómo una profesión, un oficio que aparentemente debiera ser el más honrado, es capaz de corromper hasta a los hombres de ideales e integridad más firmes.

El guión, en un acierto detrás de otro, consigue, primero, no posicionarse ideológicamente consiguiendo precisamente por eso un alcance universal, terrible, en absoluto aleccionador o solemne, pero en el que vemos la destrucción de varias vidas por ese monstruo grosero en que se ha convertido la política.

Clooney da ritmo y pulso dramático a la historia, pero esta no sería lo mismo si no contara con un grupo de actores tan bueno como el que hay aquí. Philip Seymour Hoffman, Paul Giamatti, Jeffrey Wright y Marisa Tomei siempre han sido unos secundarios de carácter, capaces de crear todo un universo de un personaje en pocas escenas. Aquí están, como siempre, espléndidos. Evan Rachel Wood la ha clavado en casi cada papel que ha interpretado hasta la fecha, y su concreto y conmovedor personaje en Los Idus de Marzo es una nueva muestra de un poder ante la cámara indiscutible. Más se discute la versatilidad (o la falta de ella) de George Clooney como actor, pero su interpretación en esta película, de un cinismo soterrado por las buenas costumbres y las grandes promesas, es fantástica. Y sobre Ryan Gosling, si hay alguien que después de este año, con tres personajes tan distintos como éste, el de Drive y el de Crazy, Stupid, Love, no tenga claro que él es uno de los mejores actores del cine actual, sólo tiene que apreciar su reveladora presencia como actor, la fuerza que le da a cada palabra y a cada mirada, la creatividad infinita que comprime en cada gesto, y la creación, en definitiva, de un personaje tan fascinante (y tan triste en el fondo) como el que hace en Los Idus de Marzo, aquél que cree en la política, en hacer en el bien por ella, hasta que ese ente y las mentes que la manejan, le roban cada atisbo de decencia... desolador.
jaly
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15 de marzo de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los idus de marzo es una película con muy buen corte, bien interpretada y técnicamente notable, pero me temo que en España puede quedar un poco descolgada por el tema que trata, ya que nosotros no comprendemos ni compartimos el sistema americano. Sin embargo, salimos del cine pensando que si ellos, con toda la presión a la que están sometido cometen errores de bulto, qué no harán los personajes que nos gobiernan aquí. Me cuesta visualizar al sr. Mariano, o José Luis calculando cada detalle, cada paso, cada gesto, cuando ni siquiera saben hablar inglés. Pero aquí no estamos para criticar a nuestros políticos, si no la película, y yo creo que es notable por lo sincera, porque alcanza lo que se propone sin ser una obra de arte. Engancha, se hace corta, se entiende perfectamente... el guión es muy bueno.
dani izco
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