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El juicio de los 7 de Chicago

Drama En 1969 se celebró uno de los juicios más populares de la Historia de Estados Unidos, en el que siete individuos detenidos durante una manifestación en contra de la guerra de Vietnam fueron juzgados tras ser acusados de conspirar en contra de la seguridad nacional. Su arresto se produjo a consecuencia de unos disturbios contra la policía y el juicio, impulsado por el nuevo fiscal general, fue claramente político, dando lugar a una serie ... [+]
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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
31 de octubre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un guionista imprescindible, que hace unos años estrenó su primer largometraje como director: "Molly's game" (2017), que debo reconocer que a mi no me gustó para nada. La historia de Molly Bloom me interesaba pero la película me pareció densa y aburrida. En fin, pero "El juicio de los 7 de Chicago" me encantó.
Por empezar, a mi modo de entender el cine, ante propuestas de este estilo es importante que el espectador se interese por la historia. Son cintas que recrean acontecimientos históricos que puedes conocer o desconocer, y si no te llama la atención es obvio que te vas a aburrir y vas a esperar algo que la película no tiene por qué darte. El guión está muy bien escrito y afortunadamente no se extiende innecesariamente en metraje.

A nivel técnico está bastante bien. Por momentos me chocaba el vestuario y el peinado de algunos personajes. Lo noté un tanto exagerado. Las interpretaciones están muy bien pero no a nivel Óscar (es una forma de decir, a veces se premian interpretaciones mediocres), me refiero a que muchos consideran que esta cinta busca galardones a toda costa. Yo particularmente creo que todos están bien pero que nadie destaca. Ni siquiera Sacha Baron Cohen que está correcto pero ya está. Y ésto no es un ataque, en absoluto, sino que considero que más de lo que dieron los actores no podían dar porque la película no da para más. En el casting también están Joseph Gordon-Levitt, Eddie Redmayne, Jeremy Strong, John Carroll Lynch (siempre en el mismo tipo de personaje), Michael Keaton en un papel chiquito pero importante para el conflicto. Mark Rylance y Frank Langella que para mi son los reyes de la función.
Como el propio título lo dice, la temática es judicial... un subgénero que a mi me encanta y que a Sorkin se le da muy bien, con lo social y político siempre por delante.

Sin dudas, una muy buena película que tengo ganas de volver a ver y disfrutar. Muy recomendable.
MarlaSinger
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11 de noviembre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
1969. Un grupo de ocho hombres es llevado ante los tribunales. Se les acusa, pese a la falta de pruebas, de provocar disturbios en Chicago tras una manifestación contra la guerra de Vietnam. Uno de ellos, el octavo en discordia, miembro de los Panteras negras, no se encontraba ni siquiera en el lugar de los hechos y ha de luchar porque se le haga un juicio aparte. Contra los siete restantes el Estado denuncia una conspiración elaborada entre ellos aun cuando las coartadas de cada individuo se muestran evidentes y lógicas. El juicio, sin embargo, se alarga durante meses rozando el esperpento administrativo. Aaron Sorkin, experto guionista y ducho en el thriller político, toma cámara y libreto por segunda vez en su carrera. El juicio de los 7 de Chicago es su brillante crónica de de los hechos.

En el momento en el que se convoca a los siete ante el juez, Nixon venía de llegar al poder y las nuevas élites querían comenzar su legislatura dando un golpe sobre la mesa. La guerra de Vietnam era el sujeto espinoso a evitar, la derrota era más clara según pasaban los años y admitirla supondría un duro golpe para la hegemonía mundial estadounidense. Como pudimos ver, por ejemplo, en The post de Spielberg tanto Johnson como Nixon siguieron echando más leña al fuego en un vano intento de mantener la maquinaria bélica a flote, también de la potencia de su ejército. Es por ello que cualquier oposición, cualquier puesta en duda de la ofensiva americana sería fuertemente por el gobierno. El comité de Nixon pretendía convertir a los 7 de Chicago en sus propios Bravo, Padilla y Maldonado. En el ejemplo de lo que puede ocurrir a quienes se subleven contra las decisiones del alto mando.

No es casualidad que Sorkin, un mes antes de las elecciones de 2020 estrenase en la plataforma de visionado más popular del planeta un dardo a la administración. Los paralelismos del clima social entre la era Nixon y la Trump no es que sean más que evidentes, sino que más bien se trata de los mismos problemas que, pese a épocas más calmas o más bravas, llevan cincuenta años sin ser resueltos y particularmente en los últimos cuatro años, sin nadie al volante salvo un saco de cizaña con dudoso peinado, han desbordado a la sociedad estadounidense.

En Chicago 7 somos testigos de las tropelías de una élite que recurre a la violencia en forma de cargas policiales por no saber utilizar la política. Se nos presenta un discurso manipulador por parte del poder contra los acusados, con la complicidad nada desinteresada de los medios, al servicio del mejor postor por supuesto, y sobre todo, ante este despliegue de injusticia y ensañamiento se nos zarandea para recordarnos nuestros principios, se nos apela a nuestra obligación ética de descruzar los brazos. Es una película que sirve como testimonio, reflexión y llamada a la acción. No sólo eso, sino que además también lanza una sutil crítica a la ciudadanía en la que Sorkin se incluye, pues en el momento en que los poderosos comienzan a arrinconar a los acusados, estos se enfrentan unos a otros igual que hoy cargamos de reproches entrecruzados el diálogo político. Los personajes dentro de su propio debate social, se reprochan entre sí sus métodos, sus prioridades e incluso sus orígenes cuando la unión debería ser clave para hacer frente al abuso de poder, y lo mismo se puede aplicar a la situación actual.

Pero quedarse únicamente con el mensaje nunca es suficiente para justificar la calidad de una película y lo cierto es que el estilo y la batuta de Sorkin no podrían venirle mejor al tema a tratar. El director consigue dotar de vida y ritmo lo que viene a ser una reconstrucción de las enormes peroratas que tuvieron lugar en los juzgados. Y tal éxito lo consigue tanto como director que como guionista, pues para lograrlo ha tenido que confeccionar los diálogos de manera que la puesta en escena fuese capaz de despertar el interés del público en un lenguaje tan complicado como el jurídico.

La técnica literaria de Sorkin alcanzó cuotas gloriosas en el cine gracias a su texto para La red social. Aunque ya contaba con décadas de experiencia tras éxitos en cine, como el misterio a resolver en una sala de Algunos hombres buenos o incluso para la tele, con las triquiñuelas en la sombra de El ala oeste, fue en la cinta de Fincher, valedora de su Oscar como guionista, donde el nivel de su escritura subió de nivel, pues por primera vez el tema en torno al que la cinta giraba, no era concreto, como pudo ser una traición en la marina o las acciones que desencadenan un incidente diplomático, sino abstracto, virtual. La creación de Facebook, la construcción de una estructura invisible que se introdujo sin aviso en nuestros hábitos sociales pero que aún hoy nos rebanamos los sesos intentando comprenderla.

Para poder asimilar ese concepto borroso, Sorkin puso la atención en la construcción, en la acción de crear, en el método del hacedor para que comprendamos el proceso y no necesariamente el objeto. Lo mismo ocurre con el texto de Chicago 7, por muchos conceptos complicados, por muchos tecnicismos o figuras jurídicas que se nos escapen, donde Sorkin quiere que centremos la atención es en ese toma y daca entre acusados y juez, en la construcción de la defensa, y por tanto, en la propia creación de la justicia surgida de este momento histórico. El esgrima verbal que se despliega en el guión parece un diálogo casi cantado, danzado, pues ambos bandos retoman las afirmaciones del contrario para darles la vuelta, restructurarlas y devolverlas cual revés de tenis al oponente, lo que a su vez nos brinda como público la oportunidad de escuchar las mismas teorías dos veces, facilitándonos la tarea de seguir el hilo de los hechos antes de que el disparatado juez corte por lo sano cada atisbo de verdad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
harryhausenn
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19 de octubre de 2020
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La acción de la no violencia.
¿Esta legitimado el pueblo a la protesta pacífica, aún no estando permitida una manifestación? ¿tienen derecho a la protesta solo una parte de la ciudadanía? ¿qué resortes le queda a la población o a una parte de ella?, cuando sus representantes, no defienden los valores por los que fueron elegidos, ¿tiene el pueblo derecho a decidir en los asuntos importantes de su sociedad por ejemplo, una guerra?, más allá de votar cada cuatro años.
¿como reacciona el estado a la crítica a su acción? ¿vale todo si eres policía? ¿por llevar placa tu palabra son las tablas de la ley? todo eso se pone en tela de juicio en esta película y Aaron Sorkin lo hace magistralmente, ritmo, tensión, indignación, humor y la pregunta que constantemente está en tu cabeza ¿es posible ese juez en un país con una democracia avanzada? ¿ la prensa? ¿como puede ser la impunidad de la policía? y la actuaciones me parecen magistrales y por encima de todas, destacaría a Sacha Baron Cohen, el hippie colgado con una inteligencia por encima de la media pero claro, los prejuicios de la sociedad, su pelo, su manera de vestir, su manera de actuar.
Aaron Sorkin nos pone contra la pared ante nuestros principios ¿es legítima la violencia contra la policía para defenderte? ¿justifica las injusticias el uso de la violencia? la ejecución del Pantera Negra, ¿es terrorismo de estado? o odio al diferente, otra vez ¿la impunidad policía? toda la película Aaron Sorkin nos hace preguntarnos todo eso.
Cuando vemos que la policía apalea alguien que queremos, sin motivo, ¿estamos legitimados para traicionar nuestros principios y usar la violencia o intentamos ser Ghandi? ¿tiene el estado derecho a defenderse con todas sus armas, legales o ilegales cuando se le cuestiona? ¿quién juzga a los jueces?
No es una película más de juicios, nos pone delante del espejo de nuestras contradicciones. Camino de los Oscars y evidentemente, durante toda la película, si uno es justo, no puede dejar de pensar en Marchena, Lamela, la Guardia Civil, Villarejo, la prensa española, toda esa gente apaleada por querer poner un papeleta en una urna.
ThunderRoad70
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19 de octubre de 2020
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A pesar de que me topé de casualidad con la cinta en Netflix, me ha sorprendido bastante más de lo esperado. Juicio de 7 progresistas con ganas de revolución, aliñado con los clásicos matices de superación estadounidenses.

Película que tiene la gran virtud de ocultar sus defectos tras el telón de poderosas reflexiones y emociones, que evolucionan de menos a más:
- "No nos juzgan por lo que hicimos, sino por lo que somos". Una de las frases significativas que alimenta la posibilidad de que la imparcialidad de un juicio puede tambalearse cuando los ideales pesan más que los propios hechos. Alimentan el concepto de Juicio Político.
- El control mediante el miedo. Desgraciadamente en ocasiones los Gobiernos lo emplean, pues resulta un método de control más efectivo que la trasparencia y el diálogo frente a las ráfagas de cambio. Emplear las amenazas, la violencia y la mentira (a veces rozando el límite de la ilegalidad) resulta más disuasivo en un primer momento que dedicar tiempo suficiente a escuchar al otro lado político. Pero resulta más dañino a largo plazo, pues cada vez mayor población se hará eco de las injusticias cometidas y avivará el fuego de la revolución.
- La puerta trasera de la justicia. Mismo concepto que usé en la crítica de "El Inocente", pues dicho poder tampoco se libra de caer en la tentación de la corrupción.
- El poder de unos principios fuertes. Un movimiento de cambio necesita de unos ideales sólidos como base del proyecto, para llegar a más personas, mantener su credibilidad y priorizar el bien común sobre el individual. Por desgracia cada vez esos ideales resultan más débiles en la Política, empleándolos como trampolín al poder (como el populismo) o a mayores beneficios laborales/económicos.
- La actitud proactiva necesaria. Por supuesto que abrir los ojos es esencial para darse cuenta de las numerosas injusticias y de las propuestas de cambio, pero debe ir acompañado de acciones vehiculadas por las vías democráticas disponibles. Ya sea a través de actos o manifestaciones, o mediante simples Cartas al Director de algún periódico o mensajes en redes sociales (por algún punto se empieza).
AlvaroV7
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20 de octubre de 2020
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Que Aaron Sorkin es un guionista (dialoguista) magnifico y un director excelente es algo que no vamos a descubrir ahora. Sobre el papel “El juicio de los 7 de Chicago” podría parecer una locura, en especial por el formato largometraje que propone (independientemente de la plataforma donde se ha presentado). ¿2 horas de un procedimental judicial donde unos personajes reales (aunque desconocidos) dialogan en torno a un hecho real (aunque desconocido)? Aquí solo hay dos consecuencias: o eres un genio y haces una película entretenida o haces un producto soporífero solo para amantes del cine de juicios. Y aquí es donde vienen las buenas noticias: “El juicio de los 7 de Chicago” es una película rabiosamente entretenida que va a mil por hora (desde el minuto cero) con unos diálogos made in Sorkin que son auténticas ráfagas de metralleta en forma de palabras. Y ahora viene la otra buena noticia: los actores, porque Sorkin ha escogido a unos magníficos actores para que “declamen” esas frases destinadas a que el espectador más avezado diga “Sorkin lo ha vuelto a hacer”. Pues vale, egos aparte, Sorkin lo ha vuelto a hacer. Sigue en forma, sigue siendo un egocéntrico de lo suyo con diálogos destinados a dejar boquiabierto al espectador. Y eso, tampoco es una mala noticia. Puede que “El juicio de los 7 de Chicago” no sea la mejor película de Sorkin pero es, de largo, una de las mejores películas del año. Un espectáculo donde todo encaja perfectamente como un reloj suizo donde cada imagen sirve para apuntalar el siguiente dialogo y cada diálogo sirve para dar paso a la siguiente imagen. Puede que haya momentos en que este peligroso encaje de bolillos flaquee, sobre todo cuando llega a la hora y media, pero eso da igual, porque cual conejo deslumbrado en plena noche por las luces de un coche, estamos a merced de Sorkin.
Y poca cosa más se puede decir: “El juicio de los 7 de Chicago” es una magnífica película, con un guion prodigioso, unos actores en estado de gracia y una dirección tan aséptica como perfecta. Una de esas películas que antes de verla dices “esto a mí no me va a gustar” pero que, una vez comienzas a verla, te agarra y no te suelta hasta que aparecen los títulos de crédito finales.

Y repito, no es la mejor película de Sorkin, quizás en algunos momentos vuelve a tirar de una concepción algo televisiva (sus orígenes) pero, atendiendo a que estamos viendo la película en el sofá de casa (es un estreno de Netflix), esa tampoco es una mala noticia.

Todo son buenas noticias entonces. Así pues: ¿de verdad os vais a arriesgar a dejarla pasar de largo?
El Criticón
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