Antonio GaudíDocumental

Quiero conocer la Barcelona de Gaudí. He quedado prendado de la magia que desprenden estas imágenes, de la belleza de los edificios creados por el genio catalán, y de la mirada cautivadora y fascinante que desprende cada fotograma del documental.
Pese a que la música en ocasiones resulta extraña (con esas melodías orientales que parecen de Casiotrón) y que el director se recrea muy sosegadamente en la arquitectura, es un documental imprescindible para animar a todo aquel que aún no conozca la Ciudad Condal (como es mi caso) a visitarla.
Teshigahara se recrea en las formas imposibles de Gaudí, en su paleta de colores, en su inspiración en la naturaleza, y lo hace de tal manera que el espectador se introduce en una especie de sueño, provocando en ocasiones paradójicamente, sopor.
El director también muestra de refilón su fascinación por la cultura popular: los bailes, la gastronomía, la infancia y sus juegos. Fascinación que acercó al sabio pueblo japonés al mejor arquitecto que nuestro país ha tenido.
Pese a que su objetivo no es didáctico sino más bien sensorial, se echa en falta la cita a los edificios que se nos muestran (aunque algunos como la Casa Milá, el parque Güell, o la Sagrada Familia sean por todos conocidos).
Para ampliar información, recomendar un documental que TV3 realizó años atrás, disponible en la red, así como un vistazo a la mirada que el instituto Cervantes virtual hace a su vida y obra.
Una mirada exótica pero certera, y sobretodo, muy interesante.

Este documental es la vuelta de Hiroshi Teshigahara tanto a la dirección, después de un parón de 12 años, como a este género, al que casi no se había dedicado desde sus inicios, allá por los años 50.

Teshigahara nos adentra en la obra del gran arquitecto del modernismo catalán de una forma natural, pausada y sin estridencias, comenzando por mostrarnos los grandes pilares en los que se inspiran sus obras: la naturaleza, el románico catalán y su tierra, Cataluña. Estos grandes temas se irán intercalando a lo largo del recorrido por sus edificios más emblemáticos de Barcelona. No hay voz en off que explique nada, salvo una brevísima entrevista a Isidre Puig Boada, y la cámara se limita a mostrar los edificios y los espacios creados por Gaudí, acompañada por una música que los envuelve, dejando que éstos se expliquen por sí mismos. El director de La mujer de la arena (Suna no onna, 1964) utiliza larguísimos travellings para ir acercándose a los edificios y así adentrarse en sus recovecos, casi acariciándolos con la cámara en cada una de sus curvas, tan características de la arquitectura de Gaudí. Es capaz de filmar los espacios arquitectónicos con la naturalidad del ojo que los observa y recorre y los dota de una calidez increíble, consiguiendo salvar la dificultad que entraña este tipo de filmaciones, que suelen pecar de frías y distantes.

Así podemos pasear plácidamente por la Casa Batlló, la Pedrera, los Pabellones y el Parque Güell y el Colegio teresiano, entre otros, para finalizar, como no podía ser de otra manera, en el espectacular Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. Solo nos queda desearles un buen viaje.