El despertar de Fanny Lye

Shropshire (Inglaterra) 1657, una época convulsa y oscura, donde las mujeres eran esclavas de sus maridos, asumiendo toda clase de maltratos bajo una férrea convicción religiosa. 

En una granja alejada viven John Lye un marido tirano que pega constantemente a su mujer y a su pequeño hijo por cualquier conducta que considera impropia. El pequeño, Arthur no sabe lo que es jugar como un niño y a pesar de los maltratos de su padre lo idolatra. Fanny, la madre vive subyugada a las órdenes de su cruel marido, tragándose el orgullo y la insatisfacción de su miserable vida. Su mundo cambiará repentinamente con la llegada de dos fugitivos Thomas y Rebecca, los cuales llegan desnudos diciendo que han sido asaltados por unos ladrones...

Pronto las ideas de libertad y la visión diferente de la religión de los jóvenes comienzan a chocar con la del granjero que traerá graves consecuencias. 

Con cierto tono teatral al desarrollarse toda la historia en la granja, firma el guion Thomas Clay (que también dirige y compone la música del film),  cuestionándonos si estos extraños están corrompiendo a Fanny o la están liberando en cierta forma. Una guerra de ideas liberales que distan mucho de los argumentos ancestrales de ese cristianismo exacerbado de la época.  

Los cuatro actores desarrollan muy bien sus personajes, una voz en off narrada por Rebecca Henshaw, (interpretada por Tanya Reynolds) nos lo va contando todo a medida que va sucediendo. Ranter Thomas Ashbury es el joven Freddie Fox. El herido veterano de guerra, el Capitán Roundhead es Charles Dance, pero el verdadero protagonismo gira en torno de su esposa Fanny (Maxine Peake) la cual despertara de su letargo.

El gran tono feminista funciona perfectamente, ya que la historia de aquellos años añadida a una buena atmosfera un tanto pestilente consiguen un buen equilibrio.
Destino Arrakis.com

Estamos sin duda ante una película bien hecha, con el sello británico, actores más que correctos, destacando, como siempre Charles Dance y una vulnerable y magnífica Maxine Peake. Hasta aquí, todo bien.

El problema de la película es que no sabemos bien qué desea contarnos, si va contra el puritanismo de la época, contra eso que llaman ahora heteropatriarcado o bien simplemente nos cuenta una aventura que transcurre en esa época oscura de talibanes religiosos que poblaron Europa y, particularmente, los países protestantes.

Con un buen comienzo, a los escasos veinte minutos empezamos a perder interés y deseamos que la película transcurra rápidamente para poder pasar a otra cosa. Y eso, amigos, es un pecado si hablamos de cine, literatura o cualquier otro espectáculo en el que se requiere la atención del espectador.

Fanny Lye viene fuerte. Ojo con las mujeres puritanas.
Thomas Clay dirige una película muy atrevida, enormemente valiente, con una soberbia Maxine Peake al frente en una interpretación que llena la pantalla y arrasa con su fuerza, y con un retrato muy acertado de ese horror que fue el Puritanismo en Inglaterra, y después también en Estados Unidos (entonces las Trece Colonias).
El problema de la película no es que no esté bien hecha, o que no haya un par de bemoles detrás (y ambas cosas son ciertas), sino que se pasa de frenada pero cuatro pueblos. Entre otras cosas porque escenas como la que envuelven a la protagonista y los personajes jóvenes, sin dar más detalles, carecen de verosimilitud, y porque parece que a Clay le interesa más transgredir y escandalizar que contar una buena historia.
Correcta, atrevida, con agallas, pero narrativamente pretenciosa y pasándose de lista.

Lo mejor: Maxine Peake, fabulosa y con una fuerza arrolladora, y la representación del Puritanismo inglés del siglo XVII.
Lo peor: Se pasa de frenada. Pero muchísimo.

Salmo y oración es lo que utiliza el viejo y puritano capitán John Lye (Dance) para educar a su hijo Arthur, "Nunca dejes que una mujer te someta", y para atemorizar a su esposa Fanny (Peake), que como en el salmo "Todo lo espera, todo lo soporta", en lo que sigue al pie de la letra lo que se vivía en la Inglaterra rural de 1657.
Puritano, sí, pero acepta bajo su techo a una pareja de jóvenes herejes "delirantes" que huyen de la justicia a quienes viste, cura, alimenta y protege. Se trata de Thomas Ashbury (Fox) y de Rebecca Henshaw (Reynolds) que, por la fuerza, se imponen, reducen y humillan a John, mientras tratan de imponer sus particulares ideas "religiosas" a Fanny a base de hidromiel y alucinógenos en sus "misas" y de sexo a ratos.
El resto, una cinta sin pies y con poca cabeza. Un guion absurdo y caótico con sheriffs de aquí para allá sacando ojos o pegando tiros y cuchilladas sin venir a cuento.
Lentísima realización que se recrea en nimiedades y se olvida de crear una trama argumental algo lógica, algo que tenga un mínimo de sentido o de coherencia. Sin una historia que contar el resto se cae por su peso.
Como muy bien han comentado otras críticas, no sabemos bien qué es lo que se pretende en la película. ¿Tal vez destacar la "liberación" de Fanny del yugo marital y religioso?. Total para hacerla caer luego en otro no mucho más tolerante como es el de los cuáqueros o el de su nueva amiga que va desgranando la historia en off. No parece mucho cambio. Salir del fuego para caer en las brasas.
Al menos nos cuenta un poco como era aquella Inglaterra revolucionaria de mediados del siglo XVII. Reconocer por otra parte la excelente ambientación como es habitual en el cine británico y la extraordinaria interpretación de Dance y de Peake. Por ese orden.
Pero todo esto queda lastrado por la pretenciosidad de la obra que parece prometer mucho para acabar en una solemne nadería.
En fin, floja película que solo recomendamos a cuáqueros o a los curiosos de las luchas religiosas.

La producción está muy cuidada y siempre pendiente de recrear el ambiente de la época. Probablemente lo mejor. Llega a recordar a Barry Lyndon pero sólo a recordar.
La dirección, en consonancia con lo anterior, se dedica a mostranos cómo era el ambente de la época. Es plana y lenta y la narración es más bien torpe, con poco que contar.
La película tiene tres partes claramente definidas. La primera dura casi una hora y no sucede prácticamente nada, se dedica a mostrarnos la decoración y cómo vivían. Casi se puede prescindir de ella y no se pierde uno nada interesante.
La segunda es de juzgado de guardia, absurda y con unos diálogos impresentables. Da vergüenza ajena.
La tercera, con la que rápidamente acaba la película, es la que contiene la poca acción que existe en la película y cualquiera diría que está viendo la Muerte tenía un precio. La escena está clavada.
La historia está muy mal tramada y se nota la superficialidad del argumento. Hay que ir adivinando porque le falta hilo conductor.
Los actores son los que salvan la película. Están todos muy bien, especialmente el protagonista y los secundarios; algunos de los cuales están soberbios; sobre todo el Malo.
Con respecto a ella no entiendo tantos halagos puesto que su papel se reduce a mirar casi siempre a la cámara con cara de sorpresa, escaso diálogo, y a estar vestida de época. Interpretar, interpretar, lo que es interpretar, interpreta poco.