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Estados Unidos Estados Unidos · Manchester-by-the-Sea
Críticas de Laura
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
2
5 de diciembre de 2018
38 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para situarnos, «A star is born» es la primera película como director de Bradley Cooper y el primer trabajo como actriz de la cantante neoyorquina Lady Gaga. Pero aunque hablemos de una primera vez para ambos, estamos ante el refrito del refrito de la obra de William Wellman.

Si bien la película podía haberse planteado como una versión actualizada y carente de los estereotipos de los remakes anteriores, lo cierto es que está plagada de ellos. Gaga asume el papel de la mujer abnegada y sumisa que anteriormente interpretaron Judy Garland y Barbra Streisand. Bradley el de rockero alcohólico y atormentado que culpa a su padre, alcohólico también, de ponerse como una cuba.

Veo cantidad de similitudes de fondo entre «A star is born» y «The Brown Bunny» de Vincent Gallo, pero no ya en la historia que se cuenta, sino en que ambas están dirigidas e interpretadas por el personaje masculino principal, el cual presenta un narcisismo patológico carente de toda lógica. Para entendernos, la de Vincent fue tachada por los doctos en la materia, además de pornográfica (dejémoslo ahí), de rezumar ego por los cuatro costados. Se decía que planos fijos de diez minutos de la cara lacrimosa de Gallo a través del parabrisas de su camioneta, sencillamente, no aportaban nada. Pero ¿que el propio Bradley se regale a sí mismo dos horas y cuarto de casi obscenos primeros planos se considera “una de las mejores películas de 2018 y el mejor musical desde «Chicago»”?

También hay música, sí, pero el concierto entero. Y si bien los personajes no lo hacen mal, hacen lo que hacen todo el tiempo de manera muy parecida. «A star is born» podría haber sido perfectamente un remake regulero tirando a malo de «Atrapado en el tiempo». Como espectador te sientes Bill Murray el día de la marmota. Son dos horas y cuarto que se hacen infinitas. No acaban nunca.

En rigor, el componente de egocentrismo del actor/director está presente en ambas cintas. Pero, sin ningún género de dudas, me quedo con la oveja negra de Cannes. Los productos con regustejo a Óscar me dan bastante grimilla, y cuando el relato y la estética son pseudoindependientes, más. Y «A star is born» rebosa de todo eso.
Laura
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9
3 de junio de 2015
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de que su ópera prima (J'ai tué ma mère) estableciera una declaración de principios de lo que iba a ser su posterior cine, con Mommy (Canadá, 2014), Dolan ha conseguido canalizar toda esa frustración post-adolescente de su primer largometraje y madurar el tema más recurrente en su filmografía: la figura materna, la cual le obsesiona y fascina a partes iguales.

De este modo, y con una solemnidad casi bíblica, realiza un estudio pormenorizado de la relación de dos seres humanos (madre e hijo/Die y Steve) inestables emocionalmente y que chocan con una terrible pasión y virulencia que pone al espectador los pelos de punta. Y luego, de la misma manera que abre la caja de pandora de las emociones más profundas, consigue desplegar todo un muestrario de buenas intenciones que nos hace empatizar con los personajes, nos engaña, nos hace amarlos, llorar y reír con ellos al son de un curioso soundtrack que hilvana la película de principio a fin.

Y es en ese preciso instante cuando aparece en escena Kyla, la misteriosa vecina que observa desde su ventana a modo de espectador externo a la trama la extraña relación madre-hijo, sin censura, rayando en ocasiones lo incestuoso, y se engancha a ellos como lo hacemos nosotros. Porque Die y Steve tienen ese poder magnético que únicamente tienen algunas fuertes personalidades. Y cuando nos damos cuenta de todo esto ya es demasiado tarde: hemos caído en la trampa anímica del director. Y nos importa bien poco el encuadre claustrofóbico en que está rodado el filme. Y sin quererlo (o queriendo), entramos en el juego de la vida, de las relaciones humanas, de los sentimientos contrapuestos, de las tardes en bicicleta por las calles de Quebec, de las risas cómplices de sus protagonistas; y descubrimos, a fin de cuentas, que seguimos vivos.

Y junto a Kyla, nos vamos de viaje con ellos, aceptamos sus normas y dejamos atrás, aunque por unas horas, una vida que, en su caso, lo único que le provoca es un acentuado tartamudeo. Y la pantalla vuelve a hacerse grande y se respira libertad. Y corremos. Y jugamos. Y vemos el mar. Y es todo lo que se puede decir de tres personas que, a modo de ménage à trois, exploran sus más primarios instintos, equilibrándose y complementándose de la manera más extraordinaria. Pero, como en cualquier historia de excesos, ese extraño y frenético equilibrio terminará cayendo si cae alguna de sus partes, como si ante un frágil castillo de naipes nos encontrásemos. Y es ahora cuando les toca a ustedes decidir si aceptan o no el reto. Pasen y vean.


Laura Montesinos.
Crítica para 12criticossinpiedad.blogspot.com.es
Laura
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8
3 de febrero de 2019
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Sufrir es
su adiccion.
Disfruta sus tragedias
sin moderación.»

Ojete Calor ~ Qué Bien Tan Mal

Planos fijos, estética minimalista, encuadres claustrofóbicos y personajes hieráticos son las señas de identidad de la llamada «nueva ola de cine griego» iniciada por el autor de «Canino».

Babis Makridis, director de «Pity» (Grecia, 2018), es uno de esos cineastas aventajados pertenecientes a esta nueva horneada de cine (raro) griego. Con su segundo largometraje y de la mano de Efthymis Filipppou, un habitual de Lanthimos, ya que ha guionizado la mayor parte de sus filmes («Canino», «Alps», «Langosta», «El sacrificio de un ciervo sagrado»), y con el que ya trabajó coescribiendo su ópera prima «L», Makridis elabora una comedia negrísima, de las de tener que contener la sonrisa, sobre lo que las personas hacen para recibir compasión y lo que ocurre cuando este comportamiento se lleva al extremo del disparate.

A nivel formal predomina el plano fijo y el primer plano. El ritmo es aletargado y la atmósfera luminosa, veraniega, totalmente contraria al estado de ánimo del personaje principal, un abogado de clase media-alta (Giannis Drakopoulos) que vive en una casa maravillosa, con un hijo maravilloso y un perro maravilloso. Todo es sereno y armónico, salvo su autoimpuesta y perenne infelicidad.

Giannis Drakopoulos, al que ya vimos en «Chevalier», de su compatriota Tsangari, realiza un gran trabajo, muy contenido en la piel de ese ser mustio, distante, aséptico, preso de sus propias y extravagantes rutinas. Con su mujer en coma tiene todo lo necesario para recibir la compasión de los demás. Pero su inesperada recuperación lo convierte en un paria de la sociedad. Ya nadie quiere darle la palmadita en la espalda. Ya nadie siente lástima por él. La vecina ya no le hace el bizcocho de naranja al que se había acostumbrado. En definitiva, ya no tiene, a ojos de los demás, ningún motivo por el que estar triste.

Este será el pistoletazo de salida de una cuenta atrás con un final elevadísimo, hanekiano, y en el que Makridis, como el austriaco en la intro de «Funny Games», utilizará una serie de cortes sonoros metaleros que harán de contrapunto a las piezas clásicas que nos taladran el tímpano en determinados momentos del filme. Puro terror cotidiano.
Laura
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6
30 de diciembre de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
- «¿Te gustan los Smiths?
- Me encantan los Smiths.»

Puede parecer una locura, pero hay veces que no hace falta mucho más para sentir uno de esos flechazos de película. Eso es lo que le pasa a Tom Hansen (Joseph Gordon-Levitt) cuando Summer (Zooey Deschanel) tararea “to die by your side is such a heavenly way to die” del «There Is a Light That Never Goes Out» de los Smiths, un día cualquiera en un ascensor cualquiera.

En realidad, la película en sí no ofrece nada nuevo: «chico conoce chica, chico se enamora de chica, chica no», pero toca la fibra sensible de aquellos que aún creen en el amor. El idiota de Tom, con el que servidora se siente identificada, es el tipo más lamentable y patético después de Rob Gordon, el prota de «Alta Fidelidad». Recordemos que Rob dedicaba la mayor parte del tiempo a confeccionar «listas Top #5» de cualquier penoso acontecimiento de su vida con sus amigos coleccionistas de vinilos. Tom en realidad es el arquetipo de biggest dramas ever, un pobre desgraciado que se obsesiona con la chica nueva de la oficina al descubrir que en el anuario del instituto citó el “paint my life with the colours of trouble” del «The Boy with The Arab Strap» de Belle & Sebastian. Ese tipo de idioteces que encandilan a cualquier melómano al conocer a otro ser humano con su mismo gusto musical.

Superficialmente, el personaje de Summer no tiene ningún tipo de intriga. Es la «Manic Pixie Dream Girl» por excelencia, y lo sabe todo el mundo menos Tom. Además, a los diez minutos de visionado sabemos que le va a destrozar el corazón sin ni siquiera ser consciente de ello.

Una maravilla la escena del karaoke en la que Tom canta el «Here Comes Your Man» de los Pixies. Es tan real como reveladora. Toda una declaración de amor desinhibido al más puro estilo rock ‘n’ roll.

Luego están los homenajes a Bergman, a la nouvelle vague en general y a El Graduado en particular. También hay referencias explícitas a Magritte y no tan explícitas a Hopper, Manzoni y Duchamp. Suena musiquilla de los Pixies, los Smiths, Black Lips, Belle & Sebastian y Simon & Garfunkel, entre otros. Y Tom lleva camisetas con portadas de grandes bandas como el London Calling de los Clash, el Unknown Pleasures y el single promocional del Love Will Tear Us Apart de Joy Division.

Lo demás termina siendo un poco cargante: la estética indie naïf que se utiliza en este tipo de películas mainstream, la prescindible voz en off que no hace más que subrayar obviedades, la secuencia vergonzosa de la coreografía con pajarillos de dibujos animados, la otra de los dos haciendo el tonto en Ikea y ese final con la transición a otra chica llamada Autumn.

En su día le puse un 3, pero merece algo más. Y no he mencionado a Chloë Grace Moretz, pero está fantástica como hermana de Tom que da consejos de viejoven con escasas trece primaveras.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Laura
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7
5 de junio de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una reunión de antiguos ex compañeros de clase le sirve de premisa a la sueca Anna Odell para dar rienda suelta a su particular venganza personal contra un terrible pasado de acoso escolar con sobrados tintes autobiográficos. De esta guisa comienza la cinta.

Pongámonos ahora en antecedentes. Anna Odell es más conocida en Suecia por ser una polémica artista cuyo proyecto de fin de carrera, allá por el año 2009, consistió en fingir un estado psicótico en plena calle para que la ingresaran en un hospital psiquiátrico, donde la ataron a la cama y la sedaron con psicofármacos. La finalidad de la performance, según cuenta ella misma, consistía en debatir cuánto se pueden forzar los límites de lo ético en nombre del arte. Conseguida o no la finalidad, trascendencia pública tuvo el numerito en Suecia.

The Reunion (Suecia, 2013) su debut cinematográfico y que ella misma escribe, dirige y protagoniza, sigue plagado de polémica. Dividida erróneamente en dos mitades (os invito a adivinar por qué), el trabajo de la sueca explora la idiosincrasia del comportamiento humano y la forma en que determinados actos cristalizan en dinámicas de poder destructivas.

Una obra de diabólico trasfondo social con personajes bien perfilados en sus roles de manipuladores y manipulados, que ahonda sobre hechos que suceden a diario y que la mayoría preferimos obviar, o al menos no hablar de ello, porque nos desagradan demasiado. Un retrato afilado sobre la hipocresía social y los traumas que se ocultan bajo la superficie de la piel, que logra violentar al espectador y revolver su conciencia a golpe de discurso.

Es de destacar la impresionante escena inicial en la que Anna saca a relucir mediante una estudiada e incisiva parrafada que dejaría sin aliento al propio Haneke, todos los trapos sucios de su etapa escolar ante la perplejidad de los asistentes a la fiesta, repartiendo a diestro y siniestro puñaladas de realidad de la manera más cívica y aterradora posible, y provocando una especie de amnesia colectiva en la que ninguno quiere aceptar ni recordar lo que hizo. Un derechazo tras otro de crueldad marca Solondz (Welcome to the Dollhouse, Happiness, Storytelling) con olor a chamusquina, filmado con pulso firme y que necesariamente evoca el Festen de Vinterberg, aunque en clave amateur.

La cinta funciona como una imparable máquina engrasada los primeros cuarenta minutos pese a la artificiosidad de algunos diálogos. Después, coincidiendo con la segunda mitad, pierde toda esencia.


Laura Montesinos.
Crítica para 12criticossinpiedad.blogspot.com.es
Laura
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